a:
Fernando Arbeláez
Hoy estuve indagando
en el rostro lívido
liviano y plano como
un soplo de un poeta
que hablaba de “la
rectitud de los sabios”;
mudaba su mueca con
acordes de música china
en mis ojos que
preguntaban a sus 93 años
mientras la faz
saludable de los locos sentados en el aire
asegura que son
ellos los sostenes -que no los brassieres-
de los delirios que
los poetas sostienen en equilibrio
con festines y
relaciones públicas
y así, lo real no
es lo que parece
ya casi no hay
fantasmas verdaderos por las calles
ahora están
camuflados en la interfaz y el algoritmo
los pocos que
deambulan son sombras que denuncian
la impostura del sol
y las nubes besando la piedra
la misma de las
ruinas sin vestigios de vetustas,
fachadas rozagantes,
potentes estructuras
la misma de las
letanías que sostienen el edificio de injusticia
que los “razonables”
y engreídos sostienen con miedo y espejismo;
con celo se guardan
en la gravedad desdeñosa los tesoros
qué mentiroso el
poeta [vírgenes de las buenas personas
la sabiduría anda
por senderos retorcidos
ese su sedal y el
anzuelo sin retórica
¡claro que tenía
gorda la cuenta con el tao!
Pero balbucía como
un niño igual que yo ahora
[henchido de futuro
refutado por el
éxito que me aseguro
él aún me refuta
que pervivo
y me equivoco cuando
corrijo con: Persisto
Entonces allá, en
su sillón de emperador lejano
el poeta toca el
gong de mi sien siniestra
presiento que tiene
miedo
llamando protesta de
la cena
de su última y
verdadera refutación.
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