miércoles, 4 de julio de 2012

LAS NUEVAS DIGNIDADES

Hoy igual que siempre: ego y otredad. Sólo cambian las formas de su lucha y las definiciones; pero en mi tiempo al menos se tenía una noción más íntima y real de dignidad. Soy de la era Hipiee venida tardía pero eficazmente a desmontar barreras familiares, políticas, socioculturales. Aún no nos enseñaban que teníamos mucho que ver con los índios como para sentirnos apenados y teníamos una especie de secreta admiración por ese pasado remoto (índios eran índios: pielrojas, navajos, chibchas o tayronas) que nos traían nociones de una magia distinta a la del diablo con cachos y cola y a la del Redentor administrado debajo de latines y sotanas. En mi tiempo la dignidad era tratar de mostrar como podía uno descubrir los nuevos usos y los nuevos rituales sin tener que hacer cursos de aceptación social, simplemente uno se afiliaba a una ideología (marxismo: todos somos iguales aunque a unos pocos les dé por decir que eso depende de cuánto produzcas; anarquismo: la vida no la entiende ni misia hp... pero cada uno aporta su granito de berraquera; misticismo: la vida tiene ondas secretas que nos ponen a bailar en armonía con poderes ocultos) entonces uno adoptaba sus fetiches (aprender de memoria las memorias de los camaradas y dejar alguna contribución dialéctica; volverse un imitador de las manías dominadoras y aprenderse fórmulas de despistar el enemigo con puestas en escena verbales; para armonizar con la verdadera realidad hay que predicar el evangelio del Love and Peace, practicar el amor y el sexo libres; consecuentemente con el capital, las doctrinas eso-exo-téricas y un cacho de marihuana). Finalmente entre nosotros (y entre los europeos después que se mamaron de producir y producir y luchar por un poder que entre más se afianzaba más vaciós dejaba) ganó lo último: las preferencias de "vivir" sin pasar por aprender a con-vivir y a querernos entre todos con lo que somos, lo que nos falta y lo que queremos alcanzar. Llegó la posmodernidad: Todos nos homogenizamos en las dietas ligth, la malicia indígena  y no dar papaya o aprovecharla. Desde luego que hubo los que estuvieron más atentos a que la marea bajara a ver que dejó la espuma sobre la playa, pero igual eran los mismos hijos de papi deslumbrados por las adaptaciones criollas de sus papis del snob extranjero. Entonces se dieron los neo-colonialismos y la madre patria se hizo contrita para con todos sus abusos de espejitos, camándulas y lo latino que  Germán Arciniegas tradujo por Ladino pero sólo unos cuantos la pescaron; entonces vinieron las "alianzas estratégicas".
Hoy se hacen campañas por doquier: por redes sociales, sensuales, telequinésicas, pseudocodificadas, ultraformalizadas y pertenecer al cardumen es una buena estartegia para no ser comido -y si se es que sea un estó-mago  bien raro-. Yo sé que a Alberto Casas Santamaría no le importa reconocer cuán frondio puede ser algún mensaje que de lo obvio es bien pendejo, pero también bien ofensivo, pero que le vamos a hacer si es la casa y a la casa hay que apoyarla. Eso de que "su vida vale más que un teléfono celular" lo sabe desde tiempos antiquísimos la natural sabiduría popular de que si el bandido te pide la camisa dale también la túnica; pero que sea una campaña con bombos y platillos de EL TIEMPO, LA W, EL GRUPO PRISA  y los inteligentes chavales asesores del other side of shark y a ningún ciudadano le parezca como discriminatoria y hasta terrorista la joda, eso si es mucha la hipnósis de tener el Ipad, un millon de amigos y una colección de gadgets con los cuales patinar en banda ancha y lo peor de todo es que ya nadie se acuerda de que un gran hombre de hoy que cantaba: "Mi pueblo se ha quedado sin pescado y la carne en el mercado racionada está/ los cerdos y gallinas van de juerga, los borrachos van de huelga y los niños a rezar" hoy es un honorable senador. Mientras, aquí estoy yo, pagándo una hora de Internet para subir este texto, pues entre más trato de librarme de los tentáculos que impiden que confeccione mis productos, los guardé en USB y los distribuya al día siguiente al menos como un sucedáneo del honor, más me veo varado, administrado por mis vecinos, despreciado por mis novias y olvidado de mis hijos. Entonces el honorable sigue jugando al mal de muchos consuelo de tontos. Y el pendejeable dejándo que el principio de placer   se le escurra entre los dedos. Pero creo que seré más poderoso que mis impulsos hasta que logre un acuerdo razonable.