domingo, 9 de noviembre de 2014

LAS PERRAS


LAS PERRAS
Eran viejas amigas. Se cruzaron de nuevo luego de mucho tiempo cuando, en una noche víspera de día de difuntos, una sopesaba el asedio de una jauría de machos junto a su portal. La luna llena relumbraba en el acezante vaho de sus lenguas y el acero de sus miradas conjugaba el cinismo de sus risas en una gélida combinación de maligna inteligencia y calculada perversión. Se olieron a modo de saludo. ¿Quedaban? Y quedaron, para más tarde; al oído del recelo simulado de indiferencia.
La esperó en la esquina. Los agitados transeúntes ni reparaban en ella plantada allí con aire de desolación; había que asegurar las botellas y las viandas y hacer esfuerzos por no dejarse amilanar con la competencia de  disfraces que, a la luz de las lámparas halógenas de la entrada del supermercado de las palmas, se hacía más sonrientemente  feroz.
 Se fueron muy contentas observando tranquilamente el panorama. Parecía que con mirarse les bastaba. Husmearon un poco libros de la gigante libélula a través de la vidriera; vaya que tenía sus buenos bocados. Realmente el progreso y el dinero se veían por aquí; ¡cómo había cambiado la avenida! Otro cómplice brillo de ojos les disuadió de pasarse al otro lado a degustar un poco viejas tonadas que sonaban en el Hard Rock-Bar. Las monjas; qué buenas migas hacían el emprendimiento y la institucionalidad con la Universidad Católica ¡diablas !  Cuando arribaron al sector del cable, sus pelajes, blanco nieve polar de la una y color camarón de gitana vagabunda de la otra, resaltaron bajo las luces led que emergían de los dedos de la estatua viviente del semáforo. Era extraño que el clima de perros que hacía les hiciera sentir tibiamente románticas con la música de la hojarasca bajo sus pies y miraban las góndolas del cable que iban y venían con una cierta envidia por volar. “Por un par de perras puede usted organizar hoy su felicidad” oyeron decir a un hombre-sandwich; se miraron a los ojos y apuraron el paso, no fuese que las confundiesen para frotar la lámpara de Aladino –así se llamaba el local al que se hacía propaganda-  Cruzaron frente a una iglesia. El levanta del suelo a los que ya se doblan alcanzaron a oír. Ya no estaba, o no estaba ahora, el colegio Santa Inés. ¿Entramos?, dijo una; ¿qué te pasa?, preferible irnos atrás a echarnos un rapidito sobre el cuadro de san Jorge y el Dragón; así, sin echarnos, sólo restregándonos por encima. En realidad sólo lo pensó; qué vamos a perder el tiempo con esta noche bella, había dicho la otra.
Cuando ascendieron, por fin, al cerro de oro, habían alcanzado a comentar y llenarse sin ganas con el olisky de la gran oferta de fettuchini a la putanesca, Kibbi árabe, Hot dogs con mil innovaciones, etc. etc. Se sentaron sobre la barda con las patas suspendidas mirando al abismo y el lejano aeropuerto y a la sombra tutelar de un enorme edificio de apartamentos; el resto era bruma, oscuridad y silencio; hasta los grillos se quedaron expectantes. Se miraron de frente y chocaron los brillos de sus perras soledades. La una con su pene dispuesto, sin preocuparse del asunto del tamaño pues las que tomaban el asunto en cuenta era porque no sabían bucear en las profundidades de la emoción humana, pero con la nostalgia de la espera de una subvención para administrar las cuentas, la comida, los placeres; la otra con su ostensión de buenos helados en el nido solitario los fines de semana, o unos vinos sin acoso  o agobio cuando la tripa lo pidiera, o irse a hacer visitas de fin de semana a los familiares, o sentarse a hablar caca con muchos buenos amigos y con la  sincera confesión de que si la próxima luna, unos tres días -o cinco- antes de estar llena estaba por ahí, quizás quisieran arrancharse un buen tiempo sin lamentar disminución de sensibilidades o incremento de susceptibilidades.
La noche les alcanzó hasta para gruñirse un poco mordiéndose las orejas–literal y figuradamente- y para reírse un poco de percatarse de que más arriba seguía el alto del perro y luego el alto del zancudo ¿seguiría, entonces, la cumbre del microbio y se podría divisar la cabaña de Nano-nano? Sería mejor no especular, podrían llegar a ser devorados por la otra esfera. Mejor se refugiaban de nuevo en sus respectivas madrigueras.