martes, 20 de septiembre de 2011

GARZONADAS
(A propósito de la dignidad de un vicepresidente)

La polémica desatada en las últimas horas por el Vicepresidente Angelino Garzón en relación con los estudios publicados por Planeación Nacional y que concluyen que con
relación al nivel de pobreza $190.000 son suficientes para que una persona no sea considerada pobre pone en situación de vergüenza al gobierno nacional no tanto porque se descubra la situación de injusticia, cuanto por la pobreza funcional de las relaciones de poder. Las relaciones de la clase y la humildad son las mismas que las del dinero y el interés. Quien no sabe lo que quiere tampoco sabe el valor del dinero por más que lo tenga. Que el grito en el cielo que han puesto los altos mandos y la clase dirigente –incluidos los más destacados comunicadores- por la “inconveniencia” de esas declaraciones se hubiera hecho con argumentos como los de que una persona para la cual su economía psíquica no alcance los niveles de organización de punta y que su acervo lingüístico no pueda ir más allá en su proyección simbólica y organización del deseo de poder obtener una apariencia tal que permita a su ego ostentar y un poder adquisitivo que le permita mantener su dinámica personal al antojo, esos $ 190.000 bastan, podría ser más aceptable, pero decir simplemente que son declaraciones inconvenientes, sólo deja notar las proyecciones de dominio, y no las proyecciones de servicio que son las que debe mantener un gobierno. Las funciones del gobierno son las de administrar el bien general y no las de impedir el desarrollo real; puesto que las esferas “preparadas” que en el país esperan la oportunidad de participar de la organización de la producción y del trabajo son cada vez mayores, al igual que cada vez son mayores las cantidades de personas que son tasadas con el rasero de separación por el abismo cognitivo abierto entre el desarrollo de la tecnología y la vida cotidiana.
El Vicepresidente es un hombre de esos que se ha “preparado” desde abajo y como tal representa esa porción del país que sabe qué quiere; que la proyección de su figura, que como hace unos minutos dijo Horacio Serpa que “la figura del Vice es sólo una expectativa”, no le alcance para equipararse a la sofisticación modal y al aparato tecnológico con que la clase dirigente maneja la vida política, no quiere decir que sea de la misma clase de comunidades en aumento a las cuales su estructura organizativa no le permita moverse con el vértigo del Twitter y e I-pod, o que por tener gustos y modales menos refinados no pueda tender a equilibrar la convivencia. Así se hace en España. La oposición participa de los intereses del gobierno, pero no los intereses de una clase, son las clases las que luchan de manera civilizada e inteligente desde el gobierno. Que aquí se quiera seguir repartiendo la especie de que sólo en términos de trinos e imagen se puede gobernar y que con el eufemismo propio de los lambones de corte medieval se puede participar democráticamente es otra cosa. Que sea parte del show mediático con el cual, sacando a la escena judicial grandes focos de corrupción y poniendo en la picota grandes personajes para, como en la novela de Lampedusa “cambiar un poco las cosas para que todo siga igual” eso si no me lo esperaría. Que, como en mi caso, a quien se ha marginado absolutamente de la posibilidad de alternar socialmente, de participar de la vida laboral y de solventar las necesidades básicas de un ser humano a saber, amar y ser amado, trabajar y comprender y que sea un show al que el mundo entero sigue y sea un negocio de rendimientos incalculables que todos tapan para consuelo de muchos, eso sí que es estupidez mayúscula y maldad inconcebible.
Yo vivo con esos $ 190.000, pero las que viven son mis vísceras y esos son los raseros con los que se mide la pobreza por parte esos a quienes el saber, el poder y el disimulo se los respaldan los que se contentan con tener cama, mesa y título obtenido en una universidad de garaje y una sociedad de mentiras.