lunes, 15 de junio de 2015

ESPEJO

ESPEJO

Él al espejo hoy se miró
¡como así, pendejo, que no te gustás!
Y entonces tomó su acento circunflejo
Y empezó a hostigar
Como si él, el espejo, al-la
    ¿Te gusta el color camarón de tu pellejo?
    No se puede negar
    ¿Es sobria tu boca y amiga de esteta?
    Con la noción perdida de esa belleza,
 debo aceptar
    ¿Aún con miopía y estigma puedes besar la luz de los días?
    ¡si es ella la que me mira ¿de qué Edipo me debo amputar?!
    Y aguda todavía para hendir el aroma
¿tu espuela del águila quisieras cambiar?
    Ni falta me haría porque mi flor única signo de olor no necesita
En este barrial
    Ay, te pierdes, humano, aun que te doy la mano
    ¿Acaso es que mancha obscura a  tu faz quieres trastocar?
    No, no, por amor de cualquier dios. Es que el rostro y el gesto
Que dentro siento que llevo no se refleja en tu espejo
Porque su belleza interior en la fachada mía se supo conjugar;
Así que no te esfuerces benévolo espejo en podar mis pelos
Ni acicalar tu destello
Que aquí adentro todo es Luz
Que no puedes agarrar
A menos que la traigas
Y la dupliques en mi hombro
Y si nos ves darnos un beso

De mirada en ruina te vas a quedar   

EL REGRESO DE RAÚL





E-MAIL # 1
DE: poecarlos@gmail.com
PARA: delirios_rocosos@hotmail.com (Revista Caza Moscas)
Respetados señores: Ha sucedido algo curioso y desconcertante. Por búsqueda booleana encontré casualmente su convocatoria acerca del poeta Raúl Gómez Jattin. Lo curioso es que yo no tengo interés ni afición alguna literaria (soy investigador en bio-ética). Lo desconcertante es que yo no tengo Internet y el archivo que les adjunto apareció en mi computador un día de lluvia en que escribía una carta a un amigo; de pronto, sentí una somnolencia incontrolable que me dejó, no sé por cuanto tiempo sin sentido porque no recuerdo bien la hora que era cuando empecé a trabajar y  mi máquina se desconfiguró totalmente (excepto este y algunos archivos que por fortuna, eran los más importantes)  después del trueno que me despertó.
Si en algo les sirve la contribución que hago a su evento, les agradecería hacérmelo saber y si no, de cualquier modo me gustaría mucho saber que opinión les merece la circunstancia que realmente me parece inédita
De ustedes. Atentamente,
TELÉMACO KOMA-TELE







E-MAIL # 2
DE: georgescharlesperecs@infamail.com
PARA: simeden_tomen-roscosos@finishing.org (revista Casa Cosmos)
Estimados señores: Con el fin de contribuir a sus investigaciones acerca de las nociones de infra-racionalidad y supra-racionalidad en los sistemas de información, de los cuales actualmente se especula tanto de que la infra-racionalidad es una fuerza criminal bien articulada por enemigos del desarrollo y la civilización y la supra-racionalidad una fuerza autónoma e inmanejable que pretende dejar nuestros proyectos holísticos de destino de la sociedad al albedrío de sus conclusiones, me permito enviarles el documento que adjunto y que encontré casualmente en una página de ancianos desahuciados que hacen campañas para promover su institución.
Cordialmente,
Georges Ch. Perec’s
Esto-castó-logo


DECLARACIÓN DEL HERALDO
“Existe una segunda patria, donde todo lo que se hace es inocente”
El hombre sin atributos
¡Ah, estas maravillas contemporáneas! –no digo modernas, porque es sabido que lo moderno se refiere a lo nuevo, lo de moda que está siempre cambiando desde el mismo tópico: deshacer el hastío; por el contrario mi misión es mostrar que lo que se mueve con el tiempo es, desde tiempos inmemoriales, atemporal- que como el espacio cibernético, las autopistas informáticas, el mundo digital, me permiten, a mi, que aunque sé que soy, no sé mi nombre y que ahora, para efectos de dar cumplimiento a esa necesidad de los hombres de dar sustancia a lo que es, bien podrían llamarme Ann’red Mal-ro (por acrónimo de un señor que dijo que “el siglo venidero, si no es espiritual no será”) o también Who-lío Cortá-azar y que sin poner en tela de juicio las pedantes normas de la ousía me declaro una trucha  (o trucho, puesto que ateniéndonos a lo de lo intemporal, más bien podría ser un pejespada de aquellos que vieron los tiempos perdidos en que el gran Homero se encargó de dar a los hombres la idea de lo sublime de cantar al misterio y que por comodidad para moverme por las intrincadas cavernas del submundo en el que las aguas y las fuerzas se reciclan, se alivian y se bendicen y que hoy por fuerza de las acumulaciones de ano-malías de la ciencia han formado una serie de atascos y de verdaderos campos de muerte, y sería muy incomodo desplazarme ensartando mierda) con el encargo de presentarles al personaje y la historia que bien puede ser, haber sido o será por obra y arte de los mundos paralelos que la mal manejada y peor estudiada mecánica cuántica ha creado. Como teoría, la física cuántica ha logrado una buena resolución y prometedores atisbos; pero como praxis, la mecánica es apenas como el autodidacta de
relojero que está tratando de abrir el aparato para aprender de su mecanismo.
No es que la-mar-(llegue)-a-la villa, maravilla, pero algo de cierto tiene, cuanto que el bendecido de hoy, a quien he escogido para hacerles llegar esta historia, es un poeta amante del mar al igual que su protagonista. Este poeta, pese a su bendición, sufre una terrible tragedia (para quienes se la hacen sentir, pues para él la adaptación es la cornisa que se pisa en busca de la felicidad); ahora, por ejemplo, su desdicha la traen dos pesos pesados de la literatura universal. Va caminando por la Floresta que bien podría ser la misma que los dioses trasegaron para hacer orgías, aunque sea el simple terruño donde sufre las miserias que trae su sino, y se acuerda al ver el hermoso sendero plagado de flores encarnadas cuyo pistilo inmenso tachonado de polen y que devora con fruición mientras desciende al caño donde irá a bañarse, del “Retrato del Artista Adolescente”: “Canker is a disease of plant/cancer is a of animals” y entonces: << El chancro es una enfermedad para putos y putas/ enfermedad para enfermos de los días es el SIDA./ Estuco es el lempo del polen para mi ulcera lucera/ y sus soles diminutos semen sólido de poesía>>. Piensa en su soledad que va entrando en la tercera edad, pero sabiendo que es la trasantepenúltima de la centuria de vejeces vividas. El mundo es un corro de muchachos y muchachas inteligentes, bohemios, desencantados, pero con fantasía y quieren convocar al arte para acompañar sus sueños; pero, ¡ah!, estos muchachos de hoy, universitarios ellos, están acaso persiguiendo las medianías de Stephen Dedalus; él que en su primaria ya volaba con el griego, el latín y la retórica, estos son los sobrevivientes de una especie extinguida: el artista auténtico. Sí, porque el auténtico artista vive con su vista puesta en esa cierta aristocracia del espíritu que significa perseguir la excelencia; pero, cuál excelencia se puede encontrar en los valores derruidos aun concediendo a la mascarada de lo
posmoderno, si aquello con que Joyce se debatía en su época (el gusto, la virtud, las normas y el cliché) hoy da igual mientras represente la alegría del libre albedrío que significa abatirse porque no hay donde caer; además, devanarse los sesos con la ciencia y la filosofía es estulticia habiendo Internet y tan buenas recensiones.
Tales desdichas de nuestro poeta se acentúan si parangonando inteligencias se ve pensando en “El Hombre sin Atributos”, esa  magistral apuesta por poner la razón en la olla Express del sentimiento a ver que pasa primero: si explota la red de sinápsis o se cansa el agua de ir al molino de las posibilidades. Pero, ¿y entonces? Porque si de posibilidades hablamos, la historia del pequeño librito del Artista que como el cordero ingenuo pelea con la iglesia;  los sentimientos, las instituciones  y la justicia divina y el mamotreto de Musil con su bien agitada melena de león de argumentos debatiéndose con la presa de la lógica, bien podría ser la historia del diablo disfrazado: aquel para salvar los miedos, este para salvar las apariencias. Empero, ¿qué deducir de que el cordero decide ovillarse muelle en su intríngulis lanudo, mientras que el león se arriesga a ir tanteando su senda aherrojada de certezas aun a sabiendas de que en cualquier momento le asalta un monstruo antediluviano? Lo único que el poeta sabe discernir es que la combinación equivoca de lógica, política y arte que ostenta el hombre que, sin atributos, está llenando de tributos el filisteísmo, confirma el aforismo de Confucio: “cuando te conviertas en maestro de algo, busca algo diferente con que llenar tus vacíos”.
Así, pues, nuestro poeta empieza a decidirse por la poesía cuando al subir nuevamente la empinada cuesta y, al coronar la vaga desde donde se divisa el extenso valle, se encuentra con un piñal silvestre y entonces, cuando más tarde en su pobre habitación solitaria, los pequeños ratones que a media noche le despiertan con una cierta letanía que se traduce en inspiraciones
agradecidas, él al Dios que le mantiene su maltrecha vida, ellos al que les comparte sus raciones de comida, recuerda que, en la noche de los tiempos, cuando las partículas se unieron y subieron desde la nada absurda hasta el sol del pensamiento, esa entelequia llamada espíritu tenía sus razones que a veces sólo el corazón entiende, para llamar a la piña ana-(a)-ná y que es sólo por la rabia de la impotencia del hombre al tratar de atrapar el ser del lenguaje en sistemas que personajes como don Fernando Vallejo hace esfuerzos monumentales para indexar y catalogar la retórica y  la gramática en una obra como “LOGOI: Una Gramática del Lenguaje Literario” y que confabularse con todos los señores académicos para decir que Homero fue sólo un nombre dado a la evolución de muchas, sucesivas y progresivas aperturas de la conciencia para llegar a conformar un ideal, es lo mismo que aquella otra inspiración que tuvo nuestro poeta cuando al tratar de llegar a un árbol de naranjas al que había ahogado la maraña y encontró que, pese a que era tiempo de cosecha, este casi había cambiado su naturaleza por la de aquellas enredaderas que lo colonizaban  y  que sus frutos ni siquiera se anunciaban; entonces concluyó que realmente había una razón, también de esas misteriosas del espíritu por las cuales la industria era: en-lo-de-Austria, puesto que Freud con sus obsesiones neuróticas a las que el dinero le permitía  encubrir tendencias sospechosas de no importarle el cáncer de paladar con tal de degustar el tabaco o cualquier otra ousía perniciosa; que Beethoven con su soberbia sordera que se negaba a escuchar el aplauso de las esferas, por no tener una pasión que le respaldara su  anhelo de amor gentil; y, en fin, que un pueblo que, al igual que el inglés quien tuvo que conformarse a cambiar con su hipocresía victoriana, la posibilidad de ser el ejemplo de lo “auténticamente correcto” por el inri de la cruz cuya base está en el español de la historia moderna, se dejó avasallar por el espíritu del volátil
superhombre, para confirmar por vías difusas que si existe un Imperio de Kakania. Yo, por mi parte, sigo tratando de en-tender-me y, aunque a cada nueva conclusión cambia mi perspectiva –eso si que no vayan a llamarme OVM y mucho menos ese invento comercial de aquellos que pretenden sentirse en la vanguardia y que sólo son otro rebaño más engañado que aquellos que pacen en las praderas eclesiales; esos que intrigan a los desinformados con escarapelas que dicen yo soy OVS (Organismo vivo sin modificar); prefiero que me digan ovo marica y no bebedor de fuentes contaminadas de avivatos-, por ahora siento que he llegado a la conclusión de que soy simplemente el reflejo de la burbuja que es este mundo de apariencia, donde lo sólido contenido en su interior es gracias a su protegida evanescencia. ¿Se encontrará alguna vez por vía de error la punta de alfiler que toque la pompa?
Les dejo pues con la historia.
***
EL REGRESO DE RAÚL
“Hablando con respeto, los perros prefieren para sus fines comunes
 la esquina de una calle concurrida a una roca solitaria;
y los hombres que sienten la urgencia de grabar sus nombres públicamente para la posteridad,
¿cómo van a elegir una peña evidentemente ignorada en el despoblado?
El hombre sin atributos
— ¡Aja!, cachaco, coño’emadre, así te quería ver.
   — ¡Eh ave María!, pues, corroncho; marihuanero hablamierda, ¿cómo es que me ves? No ves que le estoy haciendo el favor a la damita de entretenerse para que no sea’burra. –el hombre guiñó el ojo al recién llegado al atestado mercado de Bazurto. Sobre un poyo repleto
de pescados y mariscos que parecían conversar un diálogo de destellos cuyas palabras salían del espejear de escamas de nítidos ojos de pargos, meros y mojarras replicando a barbas, bigotes y tentáculos de langostinos, langostas, gambas, pulpos y calamares que se dejaban manosear por los tibios rayos de un espléndido sol mañanero que se agolpaban por entrar sobre las claraboyas cobijadas por la sombra de ceibas y samanes sin importar la negra algarabía, se regodeaba con una suculenta cazuela de la que sacaba un tentáculo y lo bamboleaba maliciosamente sin querer sobre la carnosa boca de la mulata que hipnotizada miraba a los ojos verde azul del camionero para corroborar, sin saberlo, que Dios los cría y también los junta.
       —E’che, primo, si es puta la suerte; claro, como el rey del olimpo sólo tiene la reputación que le dejan los desengaños baratos, entonces es un marihuanero hablamierda, pero sumer’time, que fuma y echa de la misma, ese si es un decente yerbatero para espantar la moscarria. –se rascó con donosura y sin vergüenza las partes pudendas y con un gesto orgulloso pero con un destello de ternura en aquellos ojos límpidos aunque aún llameantes como un ascua a la que de pronto un viento fuerte le despoja de la escoria de ceniza, le espetó: —pero te voy a probar, primo— y esta vez se llevó la mano al trasero y sacó un hermoso pañuelo de seda color malva desvaído con el que acarició los labios.
— ¡Ay mi príncipe!, y eso ¿qué le pasó? –la mulata salió de detrás del mostrador y con lastimeros chasquidos de su lengua con sus blanquísimos dientes se dolía al tiempo que examinaba la incipiente caracha de los labios partidos-.
— No me digás príncipe negra que por diablas como vos es que el diablo mal paga a quien bien le sirve. –simuló hacer repulsa, pero con más disimulo se puso las manos en el
pecho para rozar los generosos senos, mientras enseñaba la herida. Un destello de encendido atardecer brotó del recién recortado bigote que había sido despojado de su compañera de faz, que cuando estaba, era signo de los tiempos de abandono y desvarío del poeta a quien todo Cartagena admiraba y quería con la prudencia que se opone a los niños traviesos-.
— ¡Uy, verdad!, ¿le llegó un bate al vate? –terció el hombre atenuando la ironía de su rostro regordete que insultaba por la idea de alcurnia de un marrano de ojos claros que proyectaba, poniendo una manaza enjoyada sobre el hombro enclenque del otro-.
—Más bien cállate, primo, no sea que tenga que tum’bate como me tumbó el corazón aquella negra con sus descoques de triquitraque –estaba realmente emocionado-; píllate, primo que voy yo, recién levanta’o de una pea que me abandonó; aja, así, sin avisar, en un pradito del cerro de la popa a donde había ido a conversar con Pan y las musas mientras Helios se iba de sirenas con Poseidón, cuando aquella ninfa endiablada está acomodando una bolsa de basura en la vereda, en pijama; ¡qué!, en baby doll, mostrando sin querer queriendo la punta del calzón en semejante rabadilla y, aja, uno con toda la decencia del caso; con toda la dulzura, con toda la delicadeza, coge con la punta de los dedos y, aja, para bajar hay que subir, ¿no? y yo por hacerle el favor de ponerla en una pose decente, para que llegue ese otro negro ignorante a atacar al ciudadano decente, ¡coño! Así que, primo, te espero allá en la nave que tenemos que hablar de negocios; y aja, -carraspeó- dejá de hacer trinar pajaritos, socio, que el amor es cosa seria –y le hizo un desplante con un amaneramiento que era sólo porque él se sentía el único capaz de conquistar la simpatía y el amor de las mujeres-.
Bajando por San Juan Nepomuceno ya tenían un buen porro en la cabeza y unos cuantos rones que, puesto que el poeta era el patrocinador, por instinto de conservación, el paisa no
tenía reparos en que llevara la delantera, porque este personaje que parecía tener por venas una carretera de hormigas picatiempo, necesitaba emborracharlas para poder declarar sus cuitas y sentimientos; así era  que había podido proponerle afuera del mercado, sentado en el estribo del camión, que había decidido presentarse ante los olímpicos y hados de las altas cumbres, caminar por entre las acolchadas nubes de sus palacios, confesarles sus más íntimas imposibilidades, hacer un solemne propósito de enmienda y dejarle al futuro su legado puesto que ya su familia le había puesto un ultimátum a sus bacanales y desvaríos de figura que financiaba él mismo, con la plata de sus progenitores, por supuesto, la publicación de sus bellos poemas pero que en el pellejo de un personaje tan impredecible, impulsivo, vanidoso y carnal, ninguna agencia promotora de imagen o editorial se comprometía, pese a que había con que; de modo que le habían dado el último empujón.
* * *
—Aquí tiene pues poeta: Manizales del alma, la ciudad de las puertas abiertas; cuidado, no de las piernas abiertas. Aunque aquí también existen los loquitos que contradicen la tradición, como aquel que dice que su nombre no es porque cuando la colonizaron había muchas matas de maní, sino que la hidalguía de sus gentes, que es arrechera bien educada, no deja de reconocer que es porque la tierra tiene sales de imán que bajan del volcán nevado.
— ¡Fiuuuu!  Ya lo creo, mi pana; si todavía no me bajo los calzones y ya el perrenque tiene piquiña; pero es que con semejantes niñas –se volvía, se encaramaba en el panel del parabrisas, les extendía la mano a medida que iban adentrándose en la galería, a donde iban a dejar un cargamento de soya y cacao-
— Así que no le vaticino muy buena estadía corroncho; porque usted con esos aceleres lo
van a declarar persona non grata muy rapidito.
Pero el paisa se equivocó; contra el sentimiento de sí mismo, el poeta se alojó en el hotel “El Escorial” y demostró poseer un excelente dominio de modales y clase.
El corrientazo fue mutuo e instantáneo, aunque alguna contra para las sales de imán se debía haber inventado Raúl, puesto que ya había sopesado el orgullo y la altanería de estas mujeres; cuando simultáneamente ladearon la cabeza para observar con detenimiento uno de los detalles de la exposición “El Martirio de San Sebastián” de David Manzur en uno de los hermosos caballos, chocaron rubios rayos contra cobrizas cerdas que quedaron en una simple sonrisa y un débil pero seductor ¡ay! Pero cuando repartieron el cocktail empezaron a distancia un diálogo de signos que entre dos solitarios camuflados entre aromas delicados y modales melindrosos nadie parecía reconocer al personaje, aunque no faltaban las miradas aviesas que iban a parar a aquella esbelta palmera de ojos equívocos entre el vicio y la melancolía cuyas ramas frondosas y efervescentes se mecían al viento de una voluntad coqueta o incomoda tal vez por la forma de bajar la cabeza sin perder de vista el frente. Realmente resaltaba entre los oscuros paños de alpaca y gruesas lanas el finísimo tweed inglés de color beige que complementado con la camisa color champaña y el pañuelo de finos motivos geométricos entre plata y vino tinto donosamente puesto en el cuello, le daba al poeta un aire monumental  y tan atractivo como el olor a nuevo de sus ropas y presencia.
—Entonces tenemos K-bello –le dijo quedamente con una sonrisa galante e los ojos ardientes. Se le había acercado despacio, como anunciándose con un tic cómico que le hacía saltar la barbilla cada vez que daba un paso. Ella le miró de hito en hito con cierto desdén que se corroboró con una sutil mueca y una voz plena y segura-


— ¡Ah, sí!, pero no tengo caballo
— Acaso quiera montar en pelo –hizo el ademán de mandar la mano allí, pero se contuvo y en cambio, se atusó el bigote y sus ojos brillaron luciferinos-.
— O acaso quiera recibir el palo
— Sepa que es un delicioso lapo; acaso luego trepo; por ahora tapo el juego
— Buen intento caballero
Se escurrió con donaire y sutileza y realmente dio más vueltas de las que debía para no dejar notarse a sí mismo que se sentía incómodo y varias veces dialogó absorto con dragones, colores, espadas y yelmos; de modo que San Sebastián debió haberle prestado atención o Zeus le quitó el yelmo a Hefestos, porque cuando ingresó al Bar “Kien” cayó literalmente sentado en la mesa de la diva.
Resultó que en el preciso instante en que el que antes había sido un apuesto galán  y ahora era un indeciso y casi tambaleante despistado cayó sobre la mesa de una muchacha enfurruscada entre el resentimiento, la frustración y la decisión de no dejarse abatir por la vida cruel, que por el sólo hecho de ser hija de un simple artesano zapatero que a fuerza de coraje y la inteligencia de saber crecer a la sombra de otros (había bautizado su industria “Fabrica de Carteras y Zapatos “FREE-UNTO”; toda la ciudad había tomado el lema “de dónde son tus zapatos, ¡ah!, son friunto”, por alusión a la rancia y repetida Zapatos y Carteras “TRIUNFO”)
había logrado una vida más o menos cómoda, le había segregado de las influencias y las lisonjas,  el “don’t stop” de Status Quo le sedujo de aceptar compartir el hecho de que fuese una pintora frustrada que paladeaba la “inmunda” con diversos amantes y sucedáneos del
bienestar: yerba, sexo y alegría y que el mundo se muerda de la envidia. Acaso quizás este loco genial y caballero fuera una puerta al futuro, la inspiración, la creación, el desquite.
   — Aja, mi Nausícaa, verás, el mar  y los dioses nos han de dar la razón –le decía mientras aspiraba con fuerza y deleite una nueva combinación: yerba y bazuco que inspiraban una nueva clarividencia que después de una revolcada telúrica le daba un diplomático poder demoníaco-, quemar las naves significa tu nombre y te voy a contar una historia: cuando la bella princesa Nausícaa inspirada por la diosa Atenea descubre el complot urdido por sus primos para despojar a su padre del trono, Procne, la golondrina que le revela el secreto plan tiene un hermoso ejemplo de sagacidad y ética cuando al preguntarle la princesa si quiere revelarle los nombres de los tres escorpiones que planean asaltar el reino, la doncella dice:<<para poder negar si algún día nos fallan los dioses providentes que he faltado al mandato de neutralidad y prudencia, me nombrarás tú, mi princesa, los personajes que tu crees que son los implicados y mi cabeza negará o asentirá>> -todo para no verse obligado a aceptar las insinuaciones de entrelazar sus vidas- Tu simplemente analiza, calla y espera. Por lo pronto, recuérdame con esa cachaca canción que suena. Qué vaina con estas lloriconas cumbres; en vez de poner: ...y patacón pisao, pisao. Ja, “bella idiota/dejas verte al medio día del hotel al restaurante/con tu culo en el ferrari del imbécil ignorante...”
Cuando tres días después el diario La Patria publicó el escándalo que un supuesto afamado poeta  costeño protagonizó al presentarse a la recepción de un reputado hotel completamente de la ciudad desnudo y desvariando con la exigencia de entregar a una tal princesa Nausícaa un paquete y cuando diez años después, atropellado por un auto en su bello paraíso de ní(e)s-
peros y ácidos ta-ma-rindos de bellas nalgas, medio país se puso a hablar del poeta Raúl
Gómez Jattín nadie habló más ni supo de aquellas tórridas horas en el hotel “El Escorial”.
II
“Así como el príncipe del espíritu pertenece al tiempo de los príncipes,
el gran escritor pertenece al  tiempo de los grandes espectáculos y los grandes almacenes”.
El hombre sin atributos
(El Gran escritor visto de espaldas)  
        No tenía garbo, pero tenía clase; lo que significa que el donaire que resulta de hacerle g al rabo  no se veía en ese apéndice, pero, en cambio, en aquellos ojos de un azul profundo como de un vino Pinot Noir antes de convertirse en pasas de un fraile ermitaño a los cuales intimidaba mirar de repente, había ese vuelco del corazón que se tiene ante un ídolo o una autoridad. Él en la cabecera de la mesa de la biblioteca del Palacio Versalles como la denominaba, ella disputándole esa jerarquía por tres o cuatro días consecutivos con el simple retumbar de la madera sobre las rodillas que chocaban contra las bases  pero sin el menor contacto visual y ni acaso intuitivo de aquella boca rígida pero tan sensual al mirarla a hurtadillas; esa inquietud que no se sabía si movía a risa o lástima de la nariz de reno de navidad y aquel incómodo esnifar que duraba sólo el tiempo que demoran las sábanas en ponerse tibias de un ser sano, luego era como un altar dispuesto para la liturgia. Hasta que el quinto día llegó con un frondoso manojo de ortigas y le dijo sin más: <<tome, cójalas como si fueran flores. Es bueno para la rinitis; porque usted sufre una alergia ¿o no?>> <<no sé, parece que es el aire de los libros>> dijo con un respingo nosográfico que a él le pareció un intentó de ser tan encantador como aquella actriz que encarnó a Virginia Woolf en una adaptación de marketing para televisión pagada cuando habla de sus dilemas existenciales con


su doncella que había visto ha poco. Ella se quedó mirando aquella verde marea que mostraba unos pelos erizados aún en las manos de su oferente, como paralizada, como intentando descubrir el mecanismo que explicara la fórmula activa de aquel remedio singular; y él, como si sintiera que había una multitud pidiendo explicaciones, dijo: <<si puederestregarla contra la parte afectada, mucho mejor; y luego toma infusiones con miel de abejas; verá que bueno>>.  Extendió las manos como preguntando “¿y eso no es muy doloroso?”. <<Ande, va a sentir una piquiña fuerte, pero no dura más de treinta segundos>>. Le recordó a su madre cuando, sin saber nadar, se tapaba la nariz, cerraba los ojos y se lanzaba al agua. Luego pidió disculpas y con un gracias se marchó.
La siguiente vez que intercambiaron sensaciones fue muy diferente. En el exclusivo sector de San Marcel donde ella vivía, se comentaba acerca de aquel personaje que aparecía de vez en cuando haciendo compras al menudeo en las tiendas del sector con aquel cacharro Fiat “Topolino” que tremolaba como un demonio para decir “mírenme” y en verdad todo el mundo se volvía para mirar aquella pintura ordinaria de psicodélicas flores que, si alguien había visto “Another brink on the wall”, de inmediato simpatizaría con él por aquella escena de la cópula de corolas. Nadie sabía donde vivía ni quien era. Había obtenido cierto reconocimiento entre la comunidad intelectual por su actitud contestataria. Había detenido su carrera de comunicador social porque a su parecer no había un buen entorno social que lo respaldara.  Se decía que era un infiltrado de grupos mafiosos; otros decían que era un payaso del Estado por su forma de atacar las instituciones, o, mejor, las corrupciones que encontraba en  el entorno y  tenía un cierto público. Aunque sin las prerrogativas de los dispositivos de negocios de Internet, puesto que era un absoluto ignorante en cibernética y aun en
informática; simplemente, con la misma tónica de los que están pendientes de los últimos embelecos de la tecnología, había creado un blog llamado http:/www./per-se-culo_sea-culo-o-ron.blogspot.ergo.utop  en el que insertaba perlas como: “uno no entiende cómo podría una madre de familia educar a sus hijos adolescentes contra el flagelo de las drogas cuando en horario triple A y por el canal de los citadinos, que gustan ver los videos cross over, tanto como <<Ramón de mi tierra>> o el programa del <<mono cabuyas>>, pasando por los adelantos de VOA Noticias, o <<Tribus>>, en donde aparece un espíritu que ni la misma contracultura europea se cansa de admirar, cuando el “doctor”Jonathan Ott, a quien se da el título dizque de “cognocitista”, palabra que por su misma construcción resulta tan extravagante como decir que es un tratadista del conocimiento, o de su ética, como si el conocimiento ya tuviera un tratado catalogado, indexado y finiquitado junto a otras disciplinas como la adivinación, la quiromancia o la lectura del cuncho del café, diciendo que no hay razón suficientemente válida para decir que las drogas provocan despersonalización, desorientación de la realidad o daños graves en la psiquis y el soma de los individuos, cuando la misma fisonomía de su rostro, un rostro de expresiones dislocadas, distorsionadas, evanescentes sólo dicen que por más que las sensaciones de desazón y pérdida que el consumo inveterado produce y las percepciones  profundas que se logran abstraer, sus conclusiones no pueden ser contrastadas por el sistema científico y ni siquiera ser consignadas en un acopio lingüístico que vaya más allá de atisbos poéticos o de intercambios energéticos como los de los primates y aun un grupo de amebas ante un compendio nutricional. ¿Cómo podría una madre argumentar frente a tales posiciones y ante un organismo ávido de sensaciones nuevas y un entendimiento poco dispuesto a transigir
mediante razones?”    
           
         —¿No quiere que la lleve?
       —No, gracias, no acostumbro subir al carro de extraños
      —Bueno, en ese caso le ruego que se detenga un momento porque quiero decirle algo. –ella se paró con aire imponente y él se bajó de la tartana- Bueno, no creo que sea justo que me llame extraño; quizás sea un desconocido, pero no creo que usted piense que pueda ser peligroso –se quedó mirándola con ese cuerpo esmirriado y el rostro pangiliento, esa palabra desueta, pero tan diciente que algo debía tener de pa’ Pan, gil y de ángel el aliento, porque ella se sintió de pronto sin ganas de oponer resistencia- Sabe, quizás podría empezar por decirle algo aparatoso como: algo de cura debe tener la flacura, pero ¿qué hay del tufo femenino que deja un ángel en el camino? Sin embargo voy a decirle algo más aparatoso aún: ¿que opinión tiene del sexo sin amor? Que no es bueno para hacer política –repuso ella sin el menor asomo de turbación- O acaso podría ser excelente para hacerla, depende desde el lado que se le mira, pero mi intención no es profundizar en ese tema; más bien, quisiera decirle que pienso que esa costumbre que tenemos de ritualizar la comunicación es sólo una barrera que ponemos para mantenernos imperturbables, porque claro, puede llegar un ardid de fuerza que se va a apoderar en un momento de nuestra autonomía; pero, ¿acaso no puede ser que cuando no nos prevenimos contra esa fuerza esta se convierta en estímulo para que nuestro ser sea, para dar alas a nuestro espíritu con la confianza de que podemos manejar las situaciones? A decir verdad me gustaría establecer con usted una serie de conversaciones tendientes a encontrar afinidades y discordancias.
Así que resultaron en una heladería derritiendo el hielo con la lengua y encendiendo el hogar


con el oído abierto que, en el preciso instante en que la cursi música que brotaba del ambiente en sentidas palabras de ronco macho:   “...hay una cosa que yo no te he dicho aún/que mis problemas saben que se llaman tú..” él se decidió a develarle un secreto que nadie sabía, excepto aquellos pocos con quienes mantenía una doble identidad: vagabundos, caminantes, recicladores, con la única exigencia de que fuesen abstemios de drogas y crímenes: En el llamado puente de la libertad, bajo cuyos cimientos quedaban espacios abiertos y confortables, había construido al amparo de la soledad que incomunica la grandes masas de los sectores exclusivos, un bello pent-house hecho todo de elementos reciclables; le había puesto los muros consabidos, construido redes de contrabando de energía, agua, televisión y simplemente parecía un cerramiento de mantenimiento. Llegaba entrada la noche luego de dejar en un aparcamiento prudentemente lejano su carcaza y salía bien temprano. Se había distanciado de su familia por razones de independencia y malquerimiento, no obstante que le habían brindado una dote con la que “organizó” aquel carrito y negociaba con publicidad.
III
“La dificultad más grande que encuentra un hombre
 en su vida de gran escritor procede de la circunstancia
de que en la vida espiritual se negocia, como es lógico,
al estilo de los comerciantes.”
El gran escritor visto de frente
    — ¿Entonces hoy te decidirás a revelarme el secreto? Exultante por el wisky y el gran ambiente que reinaba en medio del acto de lanzamiento de la obra de la nueva revelación de la literatura, Ronny Sal-de-azahar, a quien la madre regenerada en el degenere que implica
resignarse a la decencia pasiva, que ni siquiera a la santidad, había bautizado Iron Salazar al hijo natural, pero este había pagado derechos notariales y puyas para hacerse con el nombre –para echarle a los polvos perniciosos de ciertas damas, respondía, a la pregunta de para qué servía la sal de azahar- don Jorge Herradura Folios increpaba al prometido de su hija
   — Todavía no es tiempo don Jorge -le dijo con una afable sonrisa-
En una época de vacas flacas se había enamorado de un bello tweed  que había arrumado en el ropero de la Divina Misericordia, donde por precios irrisorios se encontraba ropa de gente bien que donaba los ajuares y despojos de sus familiares muertos, desaparecidos o descontinuados de las querencias,  para contribuir al mantenimiento de obras con los pobres. Solía abandonar billetes en los bolsillos de sus ropas para después encontrárselos como una sorpresa inesperada. Un día desesperado porque en ningún bolsillo encontraba algo con que precisamente invitar a helado a Sylvia, palpó bajo las costuras del tweed un bulto que podría ser uno o unos billetes bien doblados; descosió y encontró una carta y el recibo de una caja de seguridad. El pobre suicidado de las musas se quejaba de que le querían robar su más preciado tesoro: su obra; que lo habían marginado, excluido y vilipendiado por el simple hecho de ser sensible, afectuoso y sobre todo inteligente y allí depositaba aquello que había guardado celosamente de ojos, publicidades y maledicencias.  Aquel día nació el nieto de Homero.

  
FIN