MURO
DE LAMENTACIONES
Dejo
desbarrar mi ser y me embriago
para
no caer –del todo- en el infierno virtual de la lucidez
estoy
en el lado invertido del muro de los lamentos
quiero
decir, del lado donde exudan aún los muertos
sus
tristezas de no haber vivido y haberse ido
por
contra del sabio que dijo: La peor enfermedad, la vida
este
sitio que queda en las antí-gonas de Jerusalén
no,
no da descanso
y
aunque mi talón oprime un fresco hatillo
de
sangre de dinosaurio que se ha puesto a mi pies
inopinado
transparente llora agua dulce y fresca
su
química resurrección de maleable suerte
las
agujas del cielo le han clavado la noche última
no
hago caso, destapo mis alcoholes que bebo
y
me plastifican los dolores y las muertes de cada instante
se
arraciman a conversarme las uvas de sus combustiones
sin
rumbo, sin ganas las oigo cantar en mi sangre
sus
himnos antiguos hasta que recalo en la vieja Vía Apia
esa
tumba viva donde se instala el jardín infantil “Ilusiones”
otra
vez el duende risueño se apodera de mis ansias serenas
y
toma el timón:
¡al
diablo!