jueves, 5 de enero de 2012

EL PULPO 2012

Enero cinco del año en que el imperio maya termina sus cuentas cosmológicas, lo que se interpreta como el fin del mundo para el que ya muchas sensibilidades se preparan pero muy pocas conciencias elaboran. Tres treinta de la mañana, el desarreglo de sueño propio del uso del alcohol de las festividades llega antes de lo esperado. La atmósfera es pesada, como si un silencio más profundo que el silencio natural le remontara. Pensamos en el orate de Sils María en sus tiempos más lúcidos cuando decía que cuando el rey del sueño se iba él no desesperaba, simplemente se dedicaba a esperarlo con paciencia para cuando llegase rendirle su tributo; una especie de acogimiento enrevesado de la palabra sagrada cuando dice: “velad que no sabéis ni el día ni la hora”. Recordamos que mamá cumpliría precisamente hoy 68 años si no se hubiese desesperado en vivir la desesperación tal como llega sin abrir primero los regalos: cáncer, neurosis, absurdo –aunque pueda alegarse que este último no es un regalo sino un incómodo lastre con que todos hemos sido dotados; ¡ah, pero es tan bello ponerle adornos al contento natural de cada día!-, que se alegraría de que aún la fiesta oferta sus peligrosas mieles: toros, baile, más alcohol, quizás algo de sexo disfrazado de amor en traje de aventura...El aire se hace más tenso y extendemos un codazo a la compañera incondicional que empieza a perorar de un modo que impresiona: que la feria de Manizales ha entrado en calor con una ocupación hotelera casi total, inesperada dadas las recientes condiciones catastróficas; que menos mal que la lluvia no fue durante la corrida, que Willie Colón no llega todos los días a la plaza de Bolívar y por eso valió la pena mojarse; que los rabos de las reinas tuvieron un protagonismo especial en la visita a los niños del Hospital Infantil, todo porque su voz mágicamente va pasando de la dulzura femenina de Magda a la agradable coloratura de Yesid López y se completa en el profesional timbre de Fabián Giraldo Trejos y con una dinámica tal que la química de sus precisiones, el acierto de las improvisaciones con que matizan la exactitud de las informaciones nos hace pensar en segundos -en un torbellino tan diferente y emocionante en la mente que vuelve desesperante y soso el ejercicio de tornarlo lenguaje- en Esopo y sus fábulas que ya no sirven siquiera medianamente para ilustrar la perfección –o la monstruosa dimensión- de la naturaleza en contraste con la deleznabilidad moral de la naturaleza humana; sin embargo nos viene la imagen de un pulpo; hay un pulpo llamado mass media; es astuto, ágil y voraz; no tiene más moral que la de aquello que le sobrepasa ¿qué puede serlo; los avances subterráneos de la malicia de los que sufren y se adaptan; los nuevos y excepcionales códigos que una fuerza más fuerte que ella misma pero de ella misma nacida inventa para donarlos a sus predestinados azarosos? Pero a diferencia del pulpo natural sus tentáculos no son uniformes. Hay uno, por ejemplo –con lo odioso de todos lo parangones-, que en contraste del trío de nombres mencionados más arriba, quienes en lo esforzado de su sobriedad histriónica la naturalizan y la convierten en hechizo para poner al dúo de ventosas de ese largo tentáculo llamado Grupo Prisa (Mariela Márquez y Adrián Trejos, este de tanto simplificarse se atonta, aquella, de tanto impostarse se desfigura) en franca condición de revulsivos y no hacen más que poner en jaque vergonzoso la obsoleta condición de los colonialismos.
Ah, pero del mismo modo que la realidad, a cuya naturaleza la imagen del pulpo sólo le proporciona una ilusión morfológica pero nunca ninguna imagen le dará una resolución esencial, recordamos otro brazo monstruoso que sin embargo nos aprieta con dulzura de gas metano (léase natural). Allí, hace poco nos muestran como el flamante Nobel 2010 hace una semblanza de su carrera de hombre público; ¡qué admirable su fisonomía de animal sano con la leonina melena de lo racional! ¡qué envidiable su fortuna de contar desde niño con un aparato familiar y social que lo llevase por aquellos terrenos de la contestación y la militancia sospechosa de toda moralina que le permite retratar la realidad de su entorno con la sobriedad y emoción que se multiplica en tías Julias y escribidores! Pero nos llegan rumores con tintes esquizofrénicos de que él no fue –y todo el aparato publicitario de las grandes casas editoriales y de difusión pertenecientes a la élite- quién apadrinó a un tal Mar-co-Escroto, que no existe, para ganarse un Premio Juan Rulfo; que quien se lo ganó y por méritos periodísticos propios fue un señor Marcos Crotto que relata las peripecias del robo de un icono sagrado en unas abruptas cordilleras sudamericanas de modo actual y fascinante y no nos queda más remedio que cambiar de frecuencia a. nuestra compañera incondicional, ya no con un codazo sino con un taparle la boca mediante un ignorarle el decodificador –lo que un antiguo señor Adorno llamaría “aprender a pensar con las orejas” ...
Al volver a esa especie de vestíbulo de la sesera –que quería llamar antesala de tálero, pues infortunadamente en eso se ha convertido el sopesar el pensar- nos encontramos con un mensaje que deja siempre un heraldo misterioso: La revolución de conciencia que tantos llaman hoy fin del mundo y que se dará como una ampliación del espectro de comprensión, no se sabe de quienes o de cómos, es sólo la preocupación de si va a darse una repartición democrática y general de la lucidez –esa cualidad tan contradictoria de que siendo la capacidad de elucubrar una cualidad común, sea tan exclusiva de unas cuantas mentes, lo que equivale a avalar el antiguo decir Heraclíteo de que “... andan todos con su parcelita de verdad”, o es que se va a dar una especie de Agencia general de la Lucidez regentada por un organismo de naturaleza desconocida, lo cual nos pone en un verdadero aprieto: ¿se va a vender por porciones tasadas según el grado de influencia, la solvencia económica, la filiación política, la creencia socio-mística? O ¿se va a repartir como una especie de vacuna, como una hostia homogenizadora de paradigmas, como una promesa ineluctable? Amanecerá el reverso de los veintiunos y veremos. Y nadie pregunte cuántos Paúl más vaticinaran las nimias alegrías de este mundo con sobreoferta de ansiedades.