lunes, 20 de mayo de 2013

DIABLO Y LENGUAJE

DIABLO Y LENGUAJE

El savant En-te-vas-a se había acodado con un café a devanar el hilo de su re-cuerdo en aquella cafetería de mala muerte a la que no entraba por gusto sino porque nadie como él sabía que ya los sitios no se escogen por su prestigio y más bien es que las mezclas de atracción y repulsión del universo crean frentes en donde anidan y se sazonan, sabrá alguien por cuanto tiempo o en que propiciaciones, diferentes sabores de armonías y asonancias del mundo.
El caso es que al estar bajo el parasol junto al freidor de churros y frente al contraste de aquel centro comercial de última arquitectura y provinciano diseño, que lo era no tanto porque estuviese ubicado o no en una cosmópolis, al fin que las vanguardias ahora estaban en las mentes , o porque su nombre Nereidas fuese o no adecuado en virtud de moda y estilo, vista y pensamiento, proyección y sensación producían un marco para un cuadro de brujos comprando pasajes al futuro; sabemos, por ejemplo, que las Nereidas es ese conjunto fantástico de 50 u 80 Ninfas –los magos de la historia no se ponen de acuerdo- que solían aparecer en fuentes solitarias y tibias y que hoy podrían ser (˜)finas -ninas, pero siempre a algún bucólico e inocente paseante o a algún dios en trance de ser alcanzado en las tramas de Destino. El caso, decimos, es que como la cuerda del re-cuerdo no podría asumirse como cercana o lejana, como presente o ausente, como actual o solamente posible, más bien, simultánea en el río, el filósofo y el poeta que hace un buen rato conversan mientras el savant les observa al ritmo del sol tibio (ese sí pueblerino como ellos y no porque –aunque también- el primero sea profesor y el otro portero en el colegio contiguo donde a la planta docente y discente sólo le importa, sin saberlo, pasarla bien replicando el diseño de sometimiento y dominación de los señores, precisamente con la guerra de egos y no con el contraste de roles y disciplinas, sino porque su sentimiento es ese sentimiento de abandono y no el de actuante expectación de la vida de hoy a la que no le basta lo que hay sino lo que se esconde, no para combatirlo, sino para tener el placer de conocerlo y contrastarlo aunque ellos mismos ahora mismo se contrasten) reciben una singular visita: Un perro negro azabache de tipo mastín pero evidentemente callejero se echa a los pies del filósofo, gris como es de vi-entre y patas abiertas al sol y éste se dedica a hacerle fiestas (y no es que tenga un talante ecológico o amante de los animales, sino que el alcohol que corre por sus venas con frecuencia corrobora la máxima de su interlocutor de que ahora con el ron lo importante no es la lucha sino la locha):
¡Humm, y ahora hermanito, qué me vas a decir acerca de lo que venimos hablando: que la poesía sabe más que toda tu podrida filosofía!
¿Por qué lo dices?
¡Claro, no me vayas a decir que, hablando de los instintos primarios, el bello y pobre diablo no ha venido a hacerte la visita! –lo dice hinchando el pecho y una irónica sonrisa de broma que no sabe que está ridiculizando la platónica idea de que el filósofo es guardián de las ideas puras-
¡Pobre marica!, diablo tú; ¿no te has puesto a pensar que estas hablando emotivamente con lenguaje vacío?
¿Me estás diciendo que mi lenguaje no está lleno de fuerza significativa y no te toca?
Claro que sí, está lleno de emoción, pero falto de significado y por eso no me hace las cosquillas que yo le hago al chandoso.
¿Por qué razón?
Sencillamente porque comprendo bien que la asociación que se hace de que el perro es una conciencia más incisiva, si se quiere más antigua, que la conciencia del hombre, pero eso no significa que acepte, que comprenda que entidades nacidas de mentes febriles posean la conciencia del perro; los instintos naturales son eso, instintos, claro que hay que educarlos –por eso el perro está aquí insinuándonos su magnífico miembro, porque no tiene el atavismo social del pudor-, pero el diablo es una figura sin substancia por más que le pongas cachos, tenedor y cola.
Porque no entiendes el lenguaje del perro
¡Ah, pero es que el perro tiene lenguaje!; entonces enséñame el lenguaje del perro para que él nos dirima
No yo no conozco el lenguaje del perro, pero lo intuyo
¡Ah, si ves!, perplejidades semánticas; ja, ja, lo intuyo, o sea: in-tú-yo; ¡pero formúlamelo!: A, luego B, entonces C, Pe +rro= Perro y nos entendemos
Tendríamos que ir juntos hasta los principios
Bah, ¡los principios!; ¿Los principios matemáticos, los principios morales?, los... Quítele al diablo su carga simbólica de sexo y le aseguro que queda muy poco; nada diría yo: ¿No es la ambición, el egoísmo, la envidia, la gula, la maledicencia, la envidia, la guerra, el chisme, etc., etc., posiciones pre, pro o por sexo que es la calma, la apacibilidad, la frescura? Después que has tenido sexo todo, pero nada importa.
¡Exacto!, no hemos develado la fuente significativa, simbólica, de ese impulso y por eso aún no nos ponemos de acuerdo.
¿De acuerdo? Lo que es, es, como la piedra que te pega en el ojo, o el puño que te hace ver estrellas, pero las estrellas no están en ti, están allá, el golpe lo recibes por testarudo y por eso no las disfrutas.
Tú lo dices, las piedras te pegan porque no están en ti, tú las creas, en cambio las estrellas están en ti, aunque lejos las veas.
Bah, ¡estás loco!
Claro, ese es tu final; en últimas, la fuerza de las significaciones de mis enunciados te desequilibran, no son mis enunciados, es su fuerza; ¡la locura!, ¿no es, en Heideggueriano, la negación de lo-cura, la-cura= lo-cuidado?
¡Heideggueriano, qué sabes tú de eso!
¿No has escuchado aquella frase: y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella?
¡ Ay, Dios, la iglesia! Las puertas de tu escuela no te entraran ni por el culo
Sabes, ¡le-seguía!: la i-gle-sia
Pero En-te-vas-a, quien no podía separarse de aquella secuencia en la que otras detectadas aperturas –llámense tecnológicas, llámese concienciales, llámense experienciales- se deslizaban como aquella mujer de contextura mediana, de rostro indeterminado entre feo o bello, de expresión humilde, de vestimentas sobrias, con mirada filuda pero no por ojos achinados sino por un brillo acerado en sus pupilas, le decía, no en lenguaje oral, ni verbal, sino sensitivo, y que no podía describirse como la sensación de un corazón palpitando a un ritmo, ni como un pellizco, ni como una secuencia fónica, sino simplemente la conciencia íntima traducida en: y, ¿qué te diría yo si me preguntaras si todavía picho? que descendía por una cuesta de-anunciada como vórtice, se ponía a pensar en qué hubiese dicho mediando entre el filósofo y el poeta; ¿tenía algo que ver ese coro lejano cantando que ya Cupido no podía hacer lo suyo por culpa del olvido; que griego y poesía se perdían, muriéndose de amor, sin saber que hacer, porque sólo En-te-vas-a se daba cuenta, tarde, de que cuando un picor en la mejilla mientras iba por el tontodromo tres metros antes de cruzarse con una pecosa hermosa que reacciona con un morder de labios es un flechazo de Cupido; o que luego de la mujer aquella algún caminante ha tomado una hoja de pasto de las que convierten el ansia en leche y haciendo eses (S’s) entre los dedos ín-dice de una mano y otra mientras lamenta un mal amor, una bella que conduce un carro ejecutivo en vía contraria le alterna, con una sola mano, siniestra, haciéndose bucles en los cabellos,?... En-te-vas-a quizás hubiese dicho: Ustedes no se peleen por palabras, aunque el misterio está en el lenguaje. Todos navegamos en la locura; el filósofo es un loco con método; el poeta es un loco al que el método le importa un bledo, pero el mi-todo del amor que es donde siempre caemos, no puede ser, nunca será, el respiro tranquilo que por fuerza de con-traste vivimos. Por ahora, en lenguaje vamos.

PIROPOS

PIROPOS
Hace días que el bello paisaje que es tu cara se pone ante mi vista
Y mi corazón niño me jala el pantalón:
¡Lo quiero dibujar!
* * *
Si tienes el mundo en la mano de tus nalgas
¿Por qué no dejas que la nave de mi mano
Viaje al cielo?
¡verás cómo te envidian las estrellas!