lunes, 8 de octubre de 2012

HISTORIAS DE OPIOCRONOS Y MAFAS


HISTORIAS DE OPIOCRONOS
La resurrección es un hecho. Sólo que su adalid y precursor se quedó por puertas de actualización; a menos que  algún Crisjustoso aparezca por ahí para contradecirnos, su nuevo promotor,  que multiplicado como sombrillitas de verano después de las lluvias y que no está interesado en anunciar su reino, ni buscar adeptos y sólo quiere pasarse una nueva temporada por nuestro infierno, se llaman Opiocronos. Tienen siempre sus apariciones en alternancia con sus antagonistas y detractores los Mafas y las Perezansas. Las Mafas se encargan de encubrir  su empeño, por ejemplo cuando un Opiocrono está tratando de desprestigiar su  naturaleza ocupándose en algo (tentar, por botón de muestra,  el penas-miento de alguna muchacha para que su cebo de corazonsuelo muerda la tragada lo que en palabras francas y livianas es un verdadero fumársele el servicio al tiempo), y entonces se encargan de llenar de dudas a su paciente, le hacen cosquillas en los talones del remordimiento y le hacen ir a consultar adivinos y ripios de café, en lugar de irse a un cyber y ponerse a buscar enmascarados sin plata y santos consoladores con cara de Chespeneincipito. Les fascina asumir disfraces de mapa y si por ellas fuera, gustosas se quitarían esa fea apariencia de letra con cabeza gacha y manos piadosas y mirarse al espejo como Maas. Las Perezansas por su parte son felices perdiendo direcciones de diligentes comerciantes que madrugan seguros de saber a donde ir. Se instalan en tibios ronroneos que a los ansiosos les hace gracia y entonces se ponen a jugar con los “como sería” “podría ser” “cómo no se me había ocurrido, hasta que una lejana luz de Gregorio Samsa les hace reconocer que son las nueve y media de la mañana y que será mejor ponerse a trabajar después del medio día.
Para mejor ilustración, vamos a ver como un Opiocrono tiene su mínimo chispazo frustrado diario: Una muchacha de esas que ya está harta de recibir piropos trillados y que se va por la vereda meneando su tibia indiferencia, empieza a sentir a sus espaldas un delicioso cosquilleo (el Opiocrono ya la tiene fichada, le ha seguido los pasos por varios días); pero una Mafa va por delante haciéndole resistirse a mirar; la Perezansa por su parte va por delante abanicándole al oído canciones de sirena. El opiocrono silba una canción de moda y lanza fuerte una bocanada de su Opiopucho:  “Te voy a entablar una demanda en la superintendencia de los encajes para que por exceso de publicidad engañosa te condenen a sacar del mercado toda la mercancía del almacén de tu pecho y te obliguen a indemnizarme con la visita gratuita todos los días a tu despacho; sólo que para no echarse encima al gremio  el alto tribunal de los deseos secretos exige no tocar ni hacer ninguna clase de negociaciones”. No estará demás contar que la muchacha  ha cogido de la mano a dos pequeñas ráfagas de aire tibio y se ha marchado dando un latigazo de cabellos rubios.   
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INVIERNOS DE OPIOCRONOS
El invierno era implacable. Este opiocrono salía a comprar sus pequeñas viandas para el desayuno y en su cara simplemente se reflejaba el aspecto del cielo: Plana, gris e inexpresiva; tenía cara de mimo; pero que le iba a hacer, del fondo de sus ojos brotaban dos lucecitas con las que combatía la niebla. Su vecina que era más práctica: al mal tiempo, mala cara, le dice para vengar el frio de la noche anterior: ¡uy, vecino, no tuvo agüita para lavarse las legañas!. El opiocrono, que es muy decente hace la oreja mocha, pero por dentro le dice: ¡púdrete!; sin embargo, al volver de la tienda, no puede contenerse las ganas de intentar algún contraste menos rígido, de modo que aprovecha que la vecina seguramente está tratando de encender el hogar de la Tv., aprovecha los vidrios empañados de su ventana para ponerle un mensaje: ¡Madúrate! Cuando llega a casa va directo al baño a mirarse la cara de emoción en el espejo y se encuentra escrito con labial carmesí: ¡Tu-madrate!

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DISFRAZ DE MAFA
Esta mafa no quiere seguir acomplejada por estampa de cordero degollado; de modo que trabaja un mes entero en la tienda de los símbolos para procurarse una cirugía plástica; Su trabajo consiste en dejarse estrujar, enredar, volver de revés; ponerse de cabeza con una pata recogida de modo que su estampa diga: AFÁN. Incluso hasta se deja manosear por debajo de las estanterías para que el vigilante le deje sacar algunos materiales. Finalmente se para en una esquina toda vanidosa: Se ha puesto un sombrero malevo, un saco de compadrito, unas gafas oscuras y una corbata delgada que le hace parecer como si la cabeza flotara en el aire; está feliz porque van a leer: MAFIA, pero cual no será su decepción al ver que todos al pasar se ríen y le preguntan por qué se ha vestido de clown.
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CURA DE OPIOCRONOS
A este opiocrono le ha llegado la peste del insomnio. Como es un opiocrono ilustardo invoca a San Zaratustra para que le inspire su conocida máxima al respecto: Cuando el dios del sueño no me llega, no me desespero, dejo que él llegue cuando le parezca. Pero parece que además le han enviado las pulgas de la inquietud. Entonces decide una técnica más antigua: se pone a contar ovejitas a las que va azuzando pacientemente con susurros para que vayan subiendo las escaleras donde vive la señorita del segundo y las va acomodando en el rellano rogándoles que no hagan ruido, esperando que la propia atmósfera  le haga salir por si acaso y de pronto sentarse a conversar de lo tontos que son los insomnes de no formar un club de insomnes de las esquinas para ponerse a jugar, digamos: mi-donó ya que el juego-danza de los opiocronos tragua-bajela no se ha inventado. Pero resulta que de lo puro fumón  de su opiopucho se encuentra rezagado en el primer escalón acicalando una de sus ovejitas, expurgándole una de sus olvidadas aventuras y todas salen rodando por las escaleras del desconcierto, orden por favor y le toca volver a acomodar las ovejitas, encerrarlas hasta otra oportunidad y, ya que atribuye su inquietud a demasiado poca compenetración con el entorno de sus fuerzas, decide ponerse alerta, con unos binoculares internos para indagar su propio paisaje y resulta mirándose a sí mismo; siente que en el aire flota el verso de Benedetti:”…ya hasta mi sombra empieza a mirarme con respeto”; así que ya puede visualizar a la señorita del segundo que también ha cogido la peste; se levanta, da tres vueltas por la casa y de pronto sale al rellano; hay un silencio expectante, incluso el grillo que estaba dando una pequeña tonada gratis, se queda callado; alcanza a sentir como va bajando las escaleras por el estruendo eléctrico del roce de su pijama de satén en los vellos de sus piernas; ahora está parada frente a la puerta, hay unos segundos tan infernalmente silenciosos que se hacen eternos; al fin siente que las uñas de secretaria sin oficio empiezan a tocar una disonante batería en su puerta; piensa que va a decir aunque sólo fuera por que así es la vida/ aunque sólo fuera por capricho como en uno de sus tímidos versos, y bueno, vecino -con una sonrisa apenada mirando al suelo-, aquí estamos y en poco más de lo que duran dos suspiros y un estertor,  se percata de que una tropilla tibia de animalitos peludos ahítos no de trébol sino efluvios de imán le ha cortado unas inmensas orejas que le han nacido y que con ellas haciéndole cosquillas en la espalda se dormirá la próxima noche, soñando que visita a una señorita en Paris. 

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OPIOCRONOS MAFAS Y PEREZANSAS 2062
Hay ciertas mafas a quienes no les importa mostrar lo que son. Esta, por ejemplo, se para a la entrada de las cabinas de teléfonos dispuestas especialmente para andariegos, desocupados, tribu-ferales que quieran establecer comunicaciones fraternas en las esquinas de los suburbios. No es que las mafas sean chismosas, no, aunque sean un tanto traviesas y se propongan hacerle pilatunas a ciertos especímenes “chapados a la antigua” que siguen pensando en promover el arte, la cultura y los negocios del espíritu y que, dada la escasez del mercado de las últimas décadas, deben conformarse con utilizar de vez en cuando, cuando ya la maleza del tedio va cogiendo ventaja, los servicios de autocreación virtual, emprendimiento metavacuoso  e intercambios en red-il, las mafas son una mezcla curiosa de aventura y filantropía. De suerte que esta mafa espera que alguien de esos que vienen a utilizar la caridad del Estado quiera verla como una realidad al alcance de la mano, aunque al principio vaya a mostrarse un tanto hosca o acaso desinteresada; que si le preguntan entonces qué hace ahí ella conteste que haciendo uso de su libertad de pararse donde se le venga la real gana y que después de que su interlocutor le diga tu si eres chistosa; todavía usas la palabra real; di tri-vial; es cierto que ella tiene en casa un fijo en forma de falo con el cual entretenerse llamando a hacer pegas y citas a ciegas, pero lo que ella espera es que de pronto la moderna forma tri-vial de des-aparecer, a-par-en-tal y en-troncarse alguna vez se le de a la usanza antigua de: piedra, tijera, papel. Ella sabe que después de cada coincidencia alguien se irá pensando que todavía existe algo de bondad en el mundo.
Las perezansas por su parte en esta época de la vida, que digamos no es más de dos o tres meses en tanto los negocios y las novedades se actualizan, viven ostentando sus conexiones directas: Tri-vial-Berry, Banda ancha 3D (las aplicaciones 5D ParalelD y otras son muy costosas) y se la pasan revendiendo  efimes-tremecimientos, ricachándalos y otras baratijas, pero sufren tratando de encontrar quien les libere del chulo que las exprime.
Pero el humilde opiocronos es odiado como ninguno; él dice tener las redes neuronales más sofisticadas del mundo y que todas sus comunicaciones son vía tele-pa-prima, por contra del costosísimo dispositivo intra-brain al que todos se quedan alelados por las calles mirando como lucen sus pintas de no ser de acá.

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OPIOCRONOGENÉSICA
Por aquel tiempo las risas eran escasas; se repartían abrazos gratis en las esquinas y en los parques, pero siempre era como parte de una campaña en la que alguna cámara servía de garante, lo cual era sólo un gancho, pero sólo un gancho al hígado de las confianzas. Era como cuando el presidente Chaves, experto en risas, después de unos lustros en el poder (la referencia es incierta pues en el archivo no se puede leer si lustros era una referencia cronóptica o simplemente ópticovariable), aceptaba como garantes a las misiones de la ONU, pero esperaba que la Alba sacara sus propias conclusiones, lo que no era decir poco, puesto que siempre amanecía más tarde; quizás la Alba tenía alientos cada vez mejor aceitados o las próstatas de los futuros se fuesen volviendo menos dependientes de las raíces negras, pero nunca se sabe. El caso es que los opiocronos empezaron a sentirse inquietos por su origen. Sentían una envidia indecible de ver tantos mafas y perezansas felices acompañando a sus abuelas al mercado, armándoles el porro de las juventudes y adaptándole los audífonos a sus orejas arrugadas y gachas y convirtiéndolos en sus ñañas de hijos únicos, soltándole una mesada semanal modesta pero que superaba con creces todo lo que se veía en la escuela. Un opiocrono adelantado empezó a repartir la especie de que había habido un tal Cort-a-zar  que había patentado (la palabra es inexacta, pues en honor a la dignidad deberíamos decir bautizado, pero para evitarnos digresiones y conflictos preferimos un término más jurídico; que tampoco es adecuado, puesto que su autor era enemigo acérrimo de los litigios de corte; por algo alguna vez se le llamó ingenuo) a los Cronopios. Estos eran seres de una sola pieza; es decir, uno no les pedía que sentaran con nosotros a tomarnos una Coca-cola para ver que capacidad tenían para convencernos de que eran compatibles con nuestros prejuicios; uno se enamoraba de ellos de una, y se los levaba a la cama, aunque solo fuera para hacerlo sufrir a punta de risas y barruntos, porque nunca se le ocurría a uno pensar si tendrían algo que se pudiera homologar a un semáforo (alerta, pare, siga), o una disco donde el portero te revisa la identidad y te dice: entre; y el éxtasis no era por popper u otras porquerías. Así que este opiocrono se atrevió a meterse en un antro de las antropologías y se consiguió un médium.
La sesión que se dio después de algunos intentos, hay que decirlo, fue tenebrosa. Se convocaba y se convocaba al tal Cort-a-zar  pero no había señal alguna. La/el médium (no se sabía en la semi-oscuridad de Drag-queens, maricones penitentes, maricones eminentes y tanta gama de elecciones libres) había dicho que como era un ser juguetón, tolerante y aún indiferente a fuerza de rechazos, timideces y también cierta frivolidad resentida, había que convocarlo con la danza; de modo que empezaron ambientando la sala con reaggeton, pero sólo se sentían unos vientos gélidos que nos daban como cachetadas, hasta que al opiocronos se le ocurrió, por un atavismo que le había llevado a gustar de Teloniuos Monk y Louis Armstrong, sugirió poner Jazz, pero solo se empezaron a sentir como una especie de gemidos en el viento. Alguna corazonada tenía el opiocronos que se dejaba transportar con la música; por esos días estaba investigando las relaciones de los nombres, las religiones y los desvíos místicos y se había encontrado con una banda llamada Nazareth; pidió que se pusiera la canción Shapes of things; se sintió un erstremecimiento general en las manos unidas en torno a una fogata en un cielo de luna creciente; médium quiñó el ojo en medio del estupor y éxtasis general, siguió loved and lost y entonces una llama crepitó y surgió una cara barbada, sonriente como un enfermo de down, unos ojos como de vaca y una voz cascada pero dulce arrastrando erres decía entre interferencias y pérdida de señal  jet lag, jet lag; rápidamente dimos la orden al lector de Cd’s y entonces aquel rostro venerable, en medio de una beatitud infinita y un contento inenarrable empezó a soltar vocablos al ritmo de la música,; pero la resolución era mala; no podíamos discernir entre Lorca, lorca o Carol, Carol; abuela y vuela,vuela; raro-ver-na ardes; au,au,au, rora, rora. Por último se escuchó gritar Rocamadour y una espada de fuego estalló en el aire.