EL ZAGUÁN DE LA INFAMIA




Ahí están perfectamente dibujadas las políticas culturales del Departamento de Caldas: Se ha lanzado una nueva forma de canalizar y dilapidar los recursos del Estado y dejar mirando un polvero (¡qué va, ya ni eso, el humero de las cortinas de humo!): Los Premios Granada de Cultura: claro están dirigidos a la serie de parias que hace rato ladrán por que la teta del Estado estaba seca, pero no tanto por eso, sino porque esos ya tienen una trayectoria en el nuevo sistema de marketing de la cultura y siguen los lineamientos de las nuevas formas de mafiosificación; las multitudes de shandas que vivimos y producimos a la sombra pasamos a ladrar pero pasito porque ni eso sabemos, mientras, las vacas cagonas como están en un estéril período sabático de estupor  callan -y sufren también- a la sombra.Entre la academia sigue haciendo la fiesta del emprenditismo -más de lo mismo con otro nombre-. Da grima ver como el flamante hermano economista del rector de la U. de Caldas hace poco loaba las virtudes del EMPRENDER sin ningún empacho ni verguenza habla de cómo en los Estados Unidos los académicos impulsan a sus alumnos a que tengan ideas brillantes de negocios nuevos con sólo $ US100 de capital semilla inicial, pues piensa que nadie se da cuenta que aquí ni siquiera permiten pensar en innovaciones sin un solo peso, pues los estímulos ya tienen nombre cifrado en un procedimiento llamado tráfico de influencias.







ve CACA.



UN EJEMPLO DE DERECHO POSITIVO

“La única categoría superior que conozco es la de la bondad”
Beetovhen
No había podido ver al abogado que ya hacía dos semanas supuestamente estudiaba su caso. Por aquellos tiempos en que esta historia se inscribe (pues hace ya tiempo que debía haberse escrito), los “Cuatro Ensayos Acerca de la Libertad”  de Sir Isaiah Berlin habían dejado varias frases rondando en su filosófica cabeza de poeta; una de ellas era: “Se nos dice que es supersticioso confundir la creencia de que los seres humanos no deben ser tratados como sus fuesen objetos naturales con la creencia de que en realidad no lo son” ; en realidad es una frase pesada y sutil que si se conoce toda la obra, para lo cual hace falta tener un bagaje académico fuerte, además de un desarrollo de pensamiento superior, se podría llegar a la conclusión de que esta es una vulgar muestra del disimulo.
 Después de bajar perpendicularmente por una cuesta que de el Barrio el Paraíso baja al Barrio el Gua-mal (del mismo modo que su drama asciende y desciende de paradisíacos momentos de esperanza a constantes ladridos de perro desgraciado) ahora se aboca a una calle paralela a la carretera Panoramicana, esta carretera atraviesa América del Sur,  la paralela no pasa de cien metros. Intempestivamente, desde el césped adyacente donde se yergue un pequeño arbusto florido, surge un aleteo desesperado, y después de unos pocos segundos de aleteo que no se eleva, surge de tras del tronco del arbusto un magnifico gato que con aire triunfal que en su calma para dejar que la presa se debata, sabe que es suya. La reacción instintiva del poeta es defender al bello pájaro de su predador, pero, también en el suspenso de la situación, hay  otro espectador que se adelanta a tomar la víctima en sus manos. El salvador es un hombre de condición vulgar, casi que un rufián; el poeta le increpa por lo que piensa hacer con el animal; el hombre dice que obviamente va a cuidarlo y a meterlo en una inmensa jaula que tiene para el efecto; le pide que se lo deje a él, el hombre se niega; le pide entonces que se lo deje examinar con el secreto impulso de quedarse con él; el hombre le mira con recelo; el poeta empeña su palabra; lo toma, examina detenidamente su boquear desesperado y concluye que está asustado aún, pero acto seguido se detiene en su cabeza flácida y lo devuelve con una malicia lastimera. El pájaro está desnucado, lo que quiere decir que estará muerto dentro de poco. En sana justicia pertenece al gato que ahora mira lamiéndose los bigotes y con desconcierto. El poeta quiere decirle al hombre que si no se lo deja para hacerle un funeral decente, por lo menos se lo deje al gato para que quizás se lo lleve a su ama que lo mima y lo cuida según enseña una bonita cinta con una letra en metal que seguramente es la inicial de su nombre, pero no quiere problemas; sabe por experiencia lo difícil que es hacer entrar en razón a la crápula.
Según la filosofía política de Sir Isaiah Berlin la sociología llegará a un nivel de desarrollo tal que permitirá que los hombres sean agrupados de tal forma que la planeación de su felicidad y de su futuro será como planificar un cultivo de maíz o de arroz, sin que las variables de las individualidades que distinguen a los seres humanos incidan para nada, ya que los hombres excepcionales serán como pequeños blancos en un bosque inmenso del que se distinguen robles de pinos, estos de las encinas y de todos aquellos las sequoias y entonces es aquí donde la polémica entre lo sutil y vulgar disimulo se dan cita: El disimulo, (h)ice-d-mulo implica una inferioridad categórica, la certeza de que la metáfora de la testarudez de este animal sólo procede por la hierba que le alimenta. Lo sutil, s-útil, deja la claridad diamantina de que quienes lo usan saben de qué se trata.
Quedaba pendiente la cita con el abogado. El poeta recelaba de que el abogado se negase a defender su causa. La suya era una metáfora del pájaro y el tiempo que el jurisconsulto se había tardado en responderle podía indicar que había sacado partido de la circunstancia, entonces se imaginaba diciéndole palabras como éstas:   
  —Con todo respeto, pero con mucho dolor quiero decirle que usted estará de acuerdo conmigo en que la educación le dice al profesor y al abogado y al profesional en general que el interés general está por encima del interés particular, pero, ha defraudado usted la categoría de inteligencia que esperaba de usted ¿acaso le pagaron una suma?, ¿arregló casos pendientes con los jueces que me han prevaricado? o, usted como especialista en derecho penal, que se supone la rama más noble del derecho puesto que se requiere de mucha sabiduría para defender las causas defendibles, y mucho tino para distinguir lo punible, ni siquiera ha podido llegar a la conclusión de que siendo mi situación la de un desahuciado social, un desvertebrado del centro nervioso de la sociedad, no por eso mi inteligencia y la obra que pretendo dejarle a la humanidad, merecerían ser feriadas como una vil mercancía, antes bien, podrían merecer una situación más holgada para poder tener la paz y el sosiego que metido entre el infierno de seres que ni entienden ni quieren entender se gozan en el consuelo de mal de muchos consuelo de tontos y dejar contentos a aquellos que se matan por los oropeles del mundo. Mi caso vale mucho más oro del que usted imagina y para hacerlo efectivo se requiere categoría; con su actitud usted escasamente se queda como un pobre tecnólogo de códigos. Sin embargo estaba dispuesto a conformarme con una miserable pensión que permitiera llevar mis huesos al último sueño de dignidad; lo que es dejarla muy barata a todos aquellos que más que seres humanos se han vuelto animales de costumbre.



CORRUPCIÓN Y PODER

Del mismo modo que cuando un hombre no encuentra en su entorno o con sus pares la gallardía debida es porque hay mucha mediocridad que quiere mantenerse en cubierto, así mismo cuando un hombre sale airoso al defenderse con argumentos válidos y sólidos de una institución que le pone en entredicho, es porque en su entorno social hay tanta corrupción que lo mejor de lo peor brilla como la escoria que arrastra algo del oro del crisol en donde se le depura.
Tal parece que es lo que sucede con funcionarios de rango medio (que no empleados: el empleado se em-pelea con una tarea, acaso con una ideología, bajo la promesa de un salario y una carrera, el funcionario cumple una función dentro de un sistema bajo el estímulo de participar del orden jerárquico del poder para servir a la especie) como el gerente de la CAR en Bogotá, que ahora pasa a ser gerente de la Empresa de Acueducto. Su argumento, tan sólido como sencillamente válido de que ‘le tocó pagar una multa millonaria ordenada por la procuraduría por manejos irregulares como gerente de la mencionada Corporación Autónoma Regional porque –según él- Bogotá (la hermana mayor) daña y la corporación (subordinada) debe arreglar. Pero que la corrupción aparentemente se entronice a manera de tiránico caos (pues eso es lo que sucede entre las monstrencas instituciones de Estados que pierden su idealidad buscando funcionalidad científica) es también un signo; como cuando en los tiempos pre-cristianos en que los excesos de una rústica justicia en ciernes, es narrada en la Biblia como desafueros y desordenes de reyes voraces con un millar de concubinas (y eso que eran de un linaje predestinado desde el mismo Dios que dio el decálogo que prohíbe matar y codiciar la mujer del prójimo), de hermanos que pueden ajusticiar a setenta miembros de su mismo clan en una sola jornada por una venganza baladí o por un trono inestable y mísero como en el caso del linaje de David con personajes como Saúl, Salomón y David mismo. Pero todas esas permisiones se sucedían mientras llegaba el designado para poner el cambio de equilibrio para el pueblo. Así, la joven historia del embeleco tecno-capitalista (y no es que pretendamos la vuelta a los tiempos trogloditas de magias y maravillas sino el enderezar las metáforas a las cosas mismas que también tienen su dinámica, sus modos y sus sugerencias) está evolucionando hacia el “Mesías” natural-cognitivo que hará de las ideologías un evangelio de rituales políticos.

Villamaría enero 4 de 2012

EL PULPO 2012

Enero cinco del año en que el imperio maya termina sus cuentas cosmológicas, lo que se interpreta como el fin del mundo para el que ya muchas sensibilidades se preparan pero muy pocas conciencias elaboran. Tres treinta de la mañana, el desarreglo de sueño propio del uso del alcohol de las festividades llega antes de lo esperado. La atmósfera es pesada, como si un silencio más profundo que el silencio natural le remontara. Pensamos en el orate de Sils María en sus tiempos más lúcidos cuando decía que cuando el rey del sueño se iba él no desesperaba, simplemente se dedicaba a esperarlo con paciencia para cuando llegase rendirle su tributo; una especie de acogimiento enrevesado de la palabra sagrada cuando dice: “velad que no sabéis ni el día ni la hora”. Recordamos que mamá cumpliría precisamente hoy 68 años si no se hubiese desesperado en vivir la desesperación tal como llega sin abrir primero los regalos: cáncer, neurosis, absurdo –aunque pueda alegarse que este último no es un regalo sino un incómodo lastre con que todos hemos sido dotados; ¡ah, pero es tan bello ponerle adornos al contento natural de cada día!-, que se alegraría de que aún la fiesta oferta sus peligrosas mieles: toros, baile, más alcohol, quizás algo de sexo disfrazado de amor en traje de aventura...El aire se hace más tenso y extendemos un codazo a la compañera incondicional que empieza a perorar de un modo que impresiona: que la feria de Manizales ha entrado en calor con una ocupación hotelera casi total, inesperada dadas las recientes condiciones catastróficas; que menos mal que la lluvia no fue durante la corrida, que Willie Colón no llega todos los días a la plaza de Bolívar y por eso valió la pena mojarse; que los rabos de las reinas tuvieron un protagonismo especial en la visita a los niños del Hospital Infantil, todo porque su voz mágicamente va pasando de la dulzura femenina de Magda a la agradable coloratura de Yesid López y se completa en el profesional timbre de Fabián Giraldo Trejos y con una dinámica tal que la química de sus precisiones, el acierto de las improvisaciones con que matizan la exactitud de las informaciones nos hace pensar en segundos -en un torbellino tan diferente y emocionante en la mente que vuelve desesperante y soso el ejercicio de tornarlo lenguaje- en Esopo y sus fábulas que ya no sirven siquiera medianamente para ilustrar la perfección –o la monstruosa dimensión- de la naturaleza en contraste con la deleznabilidad moral de la naturaleza humana; sin embargo nos viene la imagen de un pulpo; hay un pulpo llamado mass media; es astuto, ágil y voraz; no tiene más moral que la de aquello que le sobrepasa ¿qué puede serlo; los avances subterráneos de la malicia de los que sufren y se adaptan; los nuevos y excepcionales códigos que una fuerza más fuerte que ella misma pero de ella misma nacida inventa para donarlos a sus predestinados azarosos? Pero a diferencia del pulpo natural sus tentáculos no son uniformes. Hay uno, por ejemplo –con lo odioso de todos lo parangones-, que en contraste del trío de nombres mencionados más arriba, quienes en lo esforzado de su sobriedad histriónica la naturalizan y la convierten en hechizo para poner al dúo de ventosas de ese largo tentáculo llamado Grupo Prisa (Mariela Márquez y Adrián Trejos, este de tanto simplificarse se atonta, aquella, de tanto impostarse se desfigura) en franca condición de revulsivos y no hacen más que poner en jaque vergonzoso la obsoleta condición de los colonialismos.
Ah, pero del mismo modo que la realidad, a cuya naturaleza la imagen del pulpo sólo le proporciona una ilusión morfológica pero nunca ninguna imagen le dará una resolución esencial, recordamos otro brazo monstruoso que sin embargo nos aprieta con dulzura de gas metano (léase natural). Allí, hace poco nos muestran como el flamante Nobel 2010 hace una semblanza de su carrera de hombre público; ¡qué admirable su fisonomía de animal sano con la leonina melena de lo racional! ¡qué envidiable su fortuna de contar desde niño con un aparato familiar y social que lo llevase por aquellos terrenos de la contestación y la militancia sospechosa de toda moralina que le permite retratar la realidad de su entorno con la sobriedad y emoción que se multiplica en tías Julias y escribidores! Pero nos llegan rumores con tintes esquizofrénicos de que él no fue –y todo el aparato publicitario de las grandes casas editoriales y de difusión pertenecientes a la élite- quién apadrinó a un tal Mar-co-Escroto, que no existe, para ganarse un Premio Juan Rulfo; que quien se lo ganó y por méritos periodísticos propios fue un señor Marcos Crotto que relata las peripecias del robo de un icono sagrado en unas abruptas cordilleras sudamericanas de modo actual y fascinante y no nos queda más remedio que cambiar de frecuencia a. nuestra compañera incondicional, ya no con un codazo sino con un taparle la boca mediante un ignorarle el decodificador –lo que un antiguo señor Adorno llamaría “aprender a pensar con las orejas” ...
Al volver a esa especie de vestíbulo de la sesera –que quería llamar antesala de tálero, pues infortunadamente en eso se ha convertido el sopesar el pensar- nos encontramos con un mensaje que deja siempre un heraldo misterioso: La revolución de conciencia que tantos llaman hoy fin del mundo y que se dará como una ampliación del espectro de comprensión, no se sabe de quienes o de cómos, es sólo la preocupación de si va a darse una repartición democrática y general de la lucidez –esa cualidad tan contradictoria de que siendo la capacidad de elucubrar una cualidad común, sea tan exclusiva de unas cuantas mentes, lo que equivale a avalar el antiguo decir Heraclíteo de que “... andan todos con su parcelita de verdad”, o es que se va a dar una especie de Agencia general de la Lucidez regentada por un organismo de naturaleza desconocida, lo cual nos pone en un verdadero aprieto: ¿se va a vender por porciones tasadas según el grado de influencia, la solvencia económica, la filiación política, la creencia socio-mística? O ¿se va a repartir como una especie de vacuna, como una hostia homogenizadora de paradigmas, como una promesa ineluctable? Amanecerá el reverso de los veintiunos y veremos. Y nadie pregunte cuántos Paúl más vaticinaran las nimias alegrías de este mundo con sobreoferta de ansiedades.


DE POLÍTICOS Y NOVELISTAS

Héctor Abad Faciolince es, por lo que proyecta, lo que se podría llamar en sentido estricto –machadiano-, un hombre bueno, aunque sepa bien lo que son “los asuntos de un hidalgo disoluto”. David Luna es, por lo que representa, vivo ejemplo de lo que significa –modernamente- ser joven y con agallas, aunque en sentido pos-moderno se podría decir también que “la luna da-vid”, por más que sea muy difícil –en sentido pragmático- que el vino dé luna. Gustavo Petro, por su pasado, no es lo que podría llamarse, en sentido psicológico, un hombre malvado, sino, más bien –en sentido derridiano-, un hombre difer-anciado (léase, antes que diferenciado, manchado, por una extraña decisión de la vida de los pueblos de cambiar su sino). Estos tres personajes se enredaron en una polémica que tenía por referente las probables inclinaciones que desvirtuarían la buena intención política del último, a raíz de un comentario del primero. Que el del medio salga a terciar es significativo. Los políticos son como plantas; dependen de la calidad de la tierra para respaldar su valor intrínseco. Nótese que se dice tierra en lugar de suelo, puesto que suelo implica un trabajo, una intervención humana para convertirlo en sustrato, para destacar la pura relación natural. Si la tierra en la que crece un político es tierra de características estériles su calidad será de enclenque planta –con excepción de ciertas vides y de las malezas que crecen en tierras pobres y agrestes. Los novelistas, en cambio, son como el agua: tienen que ver con todo y a todo sirven y a todas partes llegan; pero el agua tampoco es pura en todas partes –aunque allí donde haya agua habrá siempre vida, mientras que allí donde hay políticos no siempre hay progreso-. Es lo que sucede con las sociedades; la tierra de su historia no es apta para fértiles siembras y cosechas.
Decía el novelista que la actitud elusiva, la mirada sesgada y las propuestas populistas (rebajas contundentes de los servicios públicos, subsidios estatales para casi todo, obras civiles de alcance fantástico, puesto que construir ferrocarriles que agilicen la movilidad de las mercancías sería querer poner la dinámica actual del país en una dimensión contraria a la de las perspectivas globales, etc. etc.) del hombre que ha logrado después –o quizás gracias a ello-, de convivir con el vértigo de las explosiones, de sobrevivir al espanto de las balas zumbando en el oído, adquirir un talante frío y –supuestamente- objetivo, con una asombrosa capacidad de interpelación y proyección de los espejismos de la vida del siglo XXI, no le produce confianza. Pero la resolución de la polémica no estaba enfocada en una discusión de verdades, sino en un contraste de estilos. Si el estilo de un hombre que como Héctor Abad creció en medio de las caricias siempre cálidas de los libros y los modales delicados, por más que el temperamento de su padre, como todo ser humano le mostrara facetas ásperas que precisamente se limaban después de ingresar en el santuario de la biblioteca; y en cambio la vida de Gustavo Petro estuvo signada por la decepción de la persecución de las fuerzas del Estado por mostrar radicalidad en ideas razonables y sin embargo bendecida por una circunstancia especial que supo aprovechar (como una vid de esas que ha de dar un vino de naturaleza bíblica), no es sino una muestra de plantas crecidas en tierras disímiles; de ahí la desconfianza –que es mutua en el sentido de que también Gustavo muestra desconfianza, pero ante todo lo que no comulgue abiertamente con sus propósitos (que pueden ser cambiar una faceta de la historia de un país)-, lo que da para otro contraste bien singular: Fernando Londoño Hoyos en su hora de la verdad viene diciendo con la intensidad de un punzón que quiere horadar la roca, que Petro es simplemente una ficha más de los intereses Chavistas; un comunista a ultranza. Alberto Casas Santamaría, por su parte, con la frescura de un buen wisky en las rocas, reconoce que Petro ha sido y es amigo de Chaves, pero se ha distanciado de sus políticas. Los estilos resaltan por la huella que imprimen, no por la fuerza con que operan.

Pero habría que analizar el agua del novelista. La de Héctor podría ser agua mezclada con la repulsa de la sangre de su padre sacrificado; empero sigue siendo un agua noble sin detrimento de que pueda tener una etiqueta. Hay investigaciones serias que concluyen que algunas de las aguas más caras –las francesas, por ejemplo, que se precian de ser obtenidas de los más puros manantiales cisalpinos- vienen a ser como un bagazo –en referencia a las partículas esenciales que toda agua natural contiene-. Nosotros, sin ser novelistas, ni mucho menos, pero si ubicados en la línea del artista, vendríamos a ser, para los envidiosos y los recalcitrantes que son siempre los que instigan –necesariamente- en la corte, como el personaje del proverbio: “No queda bien a un tonto hablar con elegancia” y este es el meollo del asunto, porque resulta que la tierra del político y el novelista por principio es la misma, sólo que hay quienes –entre políticos igual que novelistas- imaginan que vivir, como hacer política es hacer labor de máquina; pero máquina en sentido fuzzy –diferente de las maquinarias políticas y las definiciones escleróticas- es aquí-mana, como en la vid agreste, pero sólo si aquí-aman, de lo contrario simplemente será un arte-facto de mecanismos y articulaciones de mequetrefe (aquí-imán). Así son las sociedades cuya tierra de historia se ha nutrido de esencias, más que de ciencias, puesto que las máquinas de la sociedades más desarrolladas siempre corresponden a un estilo único con diferentes proyecciones: el estilo del amor a la tolerancia, de la proclividad a la verdad –o al menos a la claridad-, ahí se da la verdadera lucha de clases, mientras tanto, seremos sociedades intentando –inconscientemente- reproducir el contrato Hobbesiano. Yo por mi parte, preferiría afiliar mis estilos desgarrados a una intención no como la de Héctor Abad: Participar del show ya que la circunstancias lo permiten; más bien, aunque en ello se van todas las pompas con que los hombres ilusionan y con todas las contradicciones que ello implica, a tener una proyección como la de Noam Chomsky, de quien me gustaría tener su digna pobreza para hacer el show sin la absurda opresión de poderes y fantasmas ególatras.