OIKOS-NÓMICUS
POESÍA
Estaba
tejiendo un poema, muy, muy difícil
armar
una figura convincente
entre
tanta artesanía profesional
y
tanta impostura adinerada.
Tenía
a mano hilos hermosos y variados
en
mi jícara, por ejemplo, un paisaje gris
con
corazón de invierno y un lugar
aprendiz
de burgués con mucho de drogos
y
Mary-one-eros
Otra
hebra, por ejemplo,
que
había sido curtida con blanco y negro de ajedrez
en
textura arroz y gallinazo,
ponía
a cojear en desperdicio un verso:
A veces la
muerte se da cuenta
de que el
tigre no caza todos los días,
entonces se
pone su traje de zopilote
y se va por
las avenidas de la tarde
saboreando
los banquete
que a la
orgullosa humildad de los pájaros deja el exceso.
Claro,
no abandona la personalidad de la muerte su visaje
acechante
y, entonces, resulta que no todos venden
pero
todos están tejiendo.
Qué
puntada darle, por ejemplo, al contraste
entre
la ufanía de paisanos que van montados en dinero
por
el aire: Telefónica, Tigo-Une, Claro, Efecty
para
aterrizar en un tonto basurero de vanidades
donde
todos se pavonean como en new York o Tokyo,
y
estos otros que van por un aire sin nombre
que
sabe a chalet y a chocolate suizo
y
van a por la nieve de historia antigua
que
eterna deja al devenir deslizarse
-sólo
que con menos vulgar insolencia-
y,
aunque un nombre prestigioso le dé aires,
no
puede quitarse de encima la melancolía de una dama:
Eu-ropa a la que
ciñó Están-dos-unidos
igual
que un traje.
De
modo que la hebra aunque enredada iba sola
con
tufo de vendimia:
Soñé que Leonard
Cohen era el águila muerta
[de
uno de sus poemas
y que la
gente le llamaba Leonard Cógen
y que el
aire y las montañas nevadas le traían presentes
que aunque
oliesen a ballena podrida el acogía
[con complacencia
y todos los
huevos le contaban su historia, incluso
los de las
bodas constantes entre Óvulo y Esperma…
Al siguiente
día escuché una anécdota
entreverada
de gaitas y miasmas y risas
de
desprecios del mercado: Por aquí
no se
estudia sociología?
no, loco,
por aquí eso no pegó…
Después,
vino aquella bella señorita llamada Epifanía
que contada
por la onda –no me consta si era gente, eran voces-
meneaba las
nalgas igual que el anhelo de la angustia:
A Leonard
Cohen su manager
no le dio nada
-no, no era
de la familia-
y sin
embargo, a sus ochenta años, lo dejó en la ruina…
entonces un
coro que olía a finas hierbas desconocidas
que
destellaba luces de Aristófanes y Bacantes en bacanales
anunciaba: Se le daba
tan fácil y el mercado no perdona
a
la sobreoferta que no ha hecho plusvalía
la
demanda se vuelve ciega y sorda y en dieta de orgías.
PS.:
Un diablo vino a mi oído y me dijo cómo se nota que usted no sabe que puede
contratar un ángel publicista; entonces
me santigüé y me dispuse a rezar el rosario.