lunes, 10 de octubre de 2016

OIKOS-NÓMICUS POESÍA


OIKOS-NÓMICUS POESÍA

Estaba tejiendo un poema, muy, muy difícil
armar una figura convincente
entre tanta artesanía profesional
y tanta impostura adinerada.
Tenía a mano hilos hermosos y variados
en mi jícara, por ejemplo, un paisaje gris
con corazón de invierno y un lugar
aprendiz de burgués con mucho de drogos
y Mary-one-eros
Otra hebra, por ejemplo,
que había sido curtida con blanco y negro de ajedrez
en textura arroz y gallinazo,
ponía a cojear en desperdicio un verso:
A veces la muerte se da cuenta
de que el tigre no caza todos los días,
entonces se pone su traje de zopilote
y se va por las avenidas de la tarde
saboreando los banquete
que a la orgullosa humildad de los pájaros deja el exceso.
Claro, no abandona la personalidad de la muerte su visaje
acechante y, entonces, resulta que no todos venden
pero todos están tejiendo.
Qué puntada darle, por ejemplo, al contraste
entre la ufanía de paisanos que van montados en dinero
por el aire: Telefónica, Tigo-Une, Claro, Efecty
para aterrizar en un tonto basurero de vanidades
donde todos se pavonean como en new York o Tokyo,
y estos otros que van por un aire sin nombre
que sabe a chalet y a chocolate suizo
y van a por la nieve de historia antigua
que eterna deja al devenir deslizarse
-sólo que con menos vulgar insolencia-
y, aunque un nombre prestigioso le dé aires,
no puede quitarse de encima la melancolía de una dama:
Eu-ropa a la que ciñó  Están-dos-unidos
igual que un traje.
De modo que la hebra aunque enredada iba sola
con tufo de vendimia:
Soñé que Leonard Cohen era el águila muerta
                                           [de uno de sus poemas
y que la gente le llamaba Leonard Cógen
y que el aire y las montañas nevadas le traían presentes
que aunque oliesen a ballena podrida el acogía
                                                    [con complacencia
y todos los huevos le contaban su historia, incluso
los de las bodas constantes entre Óvulo y Esperma…
Al siguiente día escuché una anécdota
entreverada de gaitas y miasmas y risas
de desprecios del mercado: Por aquí
no se estudia sociología?
no, loco, por aquí eso no pegó…
Después, vino aquella bella señorita llamada Epifanía
que contada por la onda –no me consta si era gente, eran voces-
meneaba las nalgas igual que el anhelo de la angustia:
A Leonard Cohen su manager no le dio nada

-no, no era de la familia-
y sin embargo, a sus ochenta años, lo dejó en la ruina…
entonces un coro que olía a finas hierbas desconocidas
que destellaba luces de Aristófanes y Bacantes en bacanales
anunciaba: Se le daba tan fácil y el mercado no perdona
a la sobreoferta que no ha hecho plusvalía
la demanda se vuelve ciega y sorda y en dieta de orgías.

PS.: Un diablo vino a mi oído y me dijo cómo se nota que usted no sabe que puede contratar un ángel publicista;  entonces me santigüé y me dispuse a rezar el rosario.