martes, 9 de agosto de 2011

LA CRISIS


LA CRISIS Y LA ECONOMÍA
(Atisbos para una filosofía de la usura)

Hoy ha tenido lugar una interesante charla entre el presidente de la ANDI Luis Carlos Villegas y Fernando Londoño Hoyos Director de “La hora de la verdad”. Si hay algo interesante en este programa y en este personaje, aparte de un cierto tufillo recalcitrante comprensible sólo porque las personas inteligentes creemos obvias ciertas cosas que para otros aparecen sinuosas, es la altura y profundidad que en la sutileza alcanzan sus análisis y el vasto conocimiento que hace que el oyente aprenda al tiempo que reflexiona. Se hablaba en la introducción del diálogo de cómo en los últimos días un cierto número de colombianos han visto disminuido su patrimonio por cuenta de la debacle financiera en la bolsas del mundo, particularmente la de ayer que en Wall Street provocó que todas las acciones más importantes del mundo perdieran su rentabilidad y obviamente sus rendimientos. Decía el Dr. Luís Carlos Villegas que una de las causas principales ha sido la incapacidad del coloso del norte de establecer acuerdos políticos que permitan que la confianza y la tranquilidad de los mercados internacionales se afiancen. Los economistas tienen una particularidad y es que utilizan un idioma especializado que impide que la gente del común entienda de qué va la cosa y esto tiene su razón de ser (más que en cualquier otra proyección profesional). Ezra Pound que como poeta fue uno de los más grandes concitadores de la fuerza que implica vivir, metió baza en la economía con la desmesura que le caracterizaba (mal síntoma) y hablaba de la usura como hablaría Robin Hood en el bosque a los desarrapados después de uno de sus pillajes. Nosotros, que no tenemos pulmones ni brazos para batallar en este mar, simplemente queremos participar de ciertos atisbos que nacen al tenor de intuiciones que da la experiencia y la lectura. La usura es el uso-de Ur-y-de-Ra (léase el uso de la malicia inmemorial); puesto que la economía por definición es la ciencia que busca racionalizar los recursos para proporcionar felicidad, entendemos que ese es su objeto, pero no es su trasunto: el trasunto de la economía (oikos-nomos) es la erótica y la ener-g-ética. Se dice que hoy Alemania es la única nación en Europa que trabaja, lo que habla de la comodidad social que Europa ha logrado obtener con el desarrollo industrial y el advenimiento tecnológico, lo que vale también para los EE. UU. Y todo el llamado primer mundo, con la diferencia de que Norteamérica relajada en su ya larga carrera de dominio global, pero también obligada a mantener su reputación de nación donde el sueño del progreso era realidad, se atosigó de pluralidad, descuidó las políticas de auténtica pro-yección. Italia (con un líder como Berlusconni), Francia (con un fardo histórico a cuestas: la revolución a rojos chorros y un talante de humanidad hedonista), Grecia (con el marchitamiento inconcebible de su flor milenaria), Portugal (con su pequeña franja de escisión de conciencia que en su idioma representa la inadvertida razón de ser o no circunciso, sin para nada en ello intervenga el asunto judío), son países que configuran en su variedad compleja de funcionalidades socio-estratégicas y comerciales el abandono de aquello que los abuelos guardaban en saquitos de lino en un lugar secreto y que hoy se nombra con una simpleza abochornante. Pre-visión. Pero todo eso se traduce con una sola palabra: Voracidad. No obstante la voracidad, que tendría que ver con el producto de una gran hambre, no es la palabra que abarque todo lo que implica para la economía nuestra modernidad, tampoco lo es: Gula.
Pero volvamos por un momento al específico tema de las bolsas y la crisis, y especialmente a la situación interna de nuestro país, que si bien es agitada, no podemos decir que es crítica (Colombia es uno de los países mejor pro-yectados de la actualidad, no tanto por su pasado reciente, como precisamente por sus ansias de futuro que está contrastando las variables y tachando las incógnitas de su ecuación vivencial). La distancia entre la economía y la usura está medida por las bolsas de las cuales su usufructuario, el especulador, establece la diferencia entre el sabio y el temerario. Pero todos somos especuladores en alguna medida (especular viene de especulo que quiere decir espejo, empero los espejos siempre son virtualidades, y ni que decir que en lenguaje fuzzy especulo tiene que ver con lo que va quedando del culo es-pe[r]-culo). Colombia por ser una nación en la que su inteligencia ha logrado permear los espesos meandros de la mecánica financiera en la cual comodities, papeles de proposición rentable, prospecciones de fluctuación y demás términos al uso del especialista, no sólo ha tenido como vadear las tormentas recurrentes, sino que, ahora que se habla de que el nuestro es un país cuyos ingresos están teniendo rubros importantes, se debería hablar de ello no como se habla entre iniciados (sin que por ello se quiera decir que no se requiera autoridad o conocimiento de causa) y peor aún, como se habla y se actúa entre las familias a las cuales, después de un terrible período de hambruna, les llega una remesa nutrida; esa es la otra voracidad de los países de la periferia. La reciente regulación de la Ley de Regalías es un vivo ejemplo de ello; los honorables senadores, los sectores políticos, alguno que otro timorato columnista discurrían sobre ello con una aparente ecuanimidad, pero en el fondo había un borbotear de pirañas sobre un pedazo de gallinazo podrido. Podrá parecer ingenuo, pero en España las discusiones, pese a la crisis, son de una altura y una transparencia mucho más deseable (no importa que se note que también ellos se pelean por el ñervo, pero se arreglan mejor las cargas y se hace menos el oso).
Al final, en medio de la entrevista vino a cuento la Asamblea nacional de industriales que se va a realizar en dos días en Cartagena. Precisamente la ANDI (que no es la andi’pa’rriba y pa’bajo) como parte de la sociedad civil es una pequeña porción de las voces que están en mora de concitarse y congregarse para que realmente sea la nación la que discuta sus asuntos; por eso es también tan importante que nuestras juventudes vean la necesidad imperiosa de educarse y de participar activamente en la civitas.
El contraste final de nuestra reflexión de la usura vino después con la sección “hoy en la historia” donde se trajo a colación a Federico el grande, rey del sacro imperio romano-germánico, que al decir del cronista quería ser más romano que germánico, hombre de portentosas cualidades físicas, excelente jinete, mejor amante (con un nutrido harem que sin ser musulmán le hizo disfrutar como nadie y también sufrir a las esposas que tuvo oficialmente) y escritor, inventor, pensador. La experiencia de Alemania con la guerra puede ser un gran indicador del aserto que se hace hoy sobre su condición social; China (cuento aparte) también muestra como el hombre va aprendiendo a ponderar el ser, el estar y el pasar; que no puede ser sólo el querer o el soñar. En el contraste de estas dos últimas ideas quedó en el aire un gran interrogante: ¿es acaso la imposibilidad de contrastar la fuerza con el conocimiento la que lleva a los hombres a volverse violentos? o ¿es acaso la imposibilidad de tener la fuerza a que se aspira para contrastarla con el conocimiento la que hace que los individuos se decidan a envilecerse? Las dos preguntas aparecen interesantes, pero parece la segunda la más pertinente, pues con conocimiento, se puede equilibrar y dinamizar la fuerza, la otra parece una obviedad a la que merodea la paciencia.