lunes, 27 de octubre de 2014

ATOLONDRADO KITSCH

A-ma-me
es el estribillo de una balada de Bárbara y Dick de la cual me gusta amanecer en tí cabe en cualquier aquí
¡Ah, mamé!
,es la nostalgia evocadora de un tiempo mejor cuando cantar con éxito era posible sin hacer gestión
 Uh-ma-mmí
es un llamado de cuando el corazón creía en el blues
 Te llamo ma-mí, a-ma-me, uh mammi blue
es la primera búsqueda de un tono de canción en clave de across-teen...
 Ay, mami, tengo la camisa sucia,
 mi corazón está en uso
 tengo la sesera tonta
y es por culpa de tu embrujo
 tal pa-re-ce que ya me empendejé
y ahora ya si que me pasé
 toda la semana oliendo a... Anne-Marie


ENVIDIA POR SHANGGUAN JINGTONG EL PRINCIPE DE LA NIEVE

Shangguan Jingtong es un niño de escasos ocho años que en la novela de Mo Yan: grandes pechos amplias caderas tiene el papel protagónico para dar rienda suelta a su genial manera de narrar. No puedo aguantar el deso de, al menos, transcribir en mi blog unas líneas que además de inspirar ternura, inspiran tremenda envidia: "...La costumbre era que todas las mujeres que quisieran engendrar un hijo durante el siguiente año, y aquelllas que quisieran que la leche les llenara los pechos y los mantuviera jóvenes y saludables, se levantaran la blusa, mostraran los pechos y recibieran la caricia del Príncipe de la Nieve, que se quedaba quieto con las manos extendidas. Ocurrió exactamente como tenía que ocurrir: Dos esponjosos y carnosos montículos se apretaron contra mis manos heladas. La cabeza empezó a darme vueltas mientras una corriente cálida de alegría atravesaba mis manos y se expandía por todo mi cuerpo. La mujer empezó a jadear incontrolablemente mientras sus pechos se frotaban contra las yemas de mis dedos; después, como un par de palomas excitadas, se fueron volando. "Apenas había podido palpar el primer par de pechos y ya se habían ido. Mi decepción se convirtió en deseo cuando metí las manos en la nieve para volver a purificarlas. Esperé con impaciencia a que llegara el siguiente par, que no pensaba dejar escapar tan facilmente. Cuando llegaron los agarré y no quería soltarlos. Eran pequeños y deliciosos, ni muy blandos ni muy duros, como rollitos recién sacados del horno. Apesar de que no podía verlos, sabía que eran blancos como la nieve, sueves y brillantes, con sus minúsculos pezones semejantes a hongos. Aferrándolos pronuncié en silencio una plegaria, con todos mis buenos deseos. Los apreté por primera vez: "que tengas trillizos varones y rechonchos". Los apreté por segunda vez "que tu leche fluya como una fuente". Los apreté por tercera vez: "que tu leche sea maravillosamente dulce, como el rocío del amanecer". Ella se lamentó suavemente antes de retirarse, dejandome fuertemente desconsolado. Me entristecí y empecé a sentirme avergonzado. Para castigarme enterré las manos en la nieve hasta que las yemas de mis dedos tocaron el susve fondo del caldero, y no las saqué hasta que se me adormecieron los brazos hasta el codo. El príncipe de la Nieve levantaba sus purificadas manos para bendecir a las mujeres del concejo de Gaomi del Noroeste. entí una oscura melancolía hasta que unos pechos caídos y bamboleantes se frotaron contra mis manos. Cacareaban como gallinas testarudas y tenían unas delicadas manchitas cutáneas. Pellizqué los dos pezones exahustos y después retiré las manos. El aliento oxidado que emanba de la boca de la mujer atravesó el velo de gasa y me llegó a la cara. El príncipe de la Nieve no discrimina. Que tus deseoos se hagan realidad. si deseas tener un niño, que te nazca un niño. Si deseas una hija, que te nazca una hija. Y que tengas toda la leche que necesites. Tus pechos siempre estarán sanos, pero si lo que deseas es volver a ser joven, el Príncipe de la Nieve no puede ayudarte" Es una verdadera genialidad que sin perder el tono ni el humor ni la lucidez ni el tema, esta novela se extienda a lo largo de 836 páginas en las que se entreveran el amor, el hambre, la guerra y los envidiables rituales de socialización chinos.