E-MAIL # 1
DE: poecarlos@gmail.com
PARA: delirios_rocosos@hotmail.com (Revista Caza Moscas)
Respetados señores: Ha sucedido algo curioso y desconcertante. Por
búsqueda booleana encontré casualmente su convocatoria acerca del poeta Raúl
Gómez Jattin. Lo curioso es que yo no tengo interés ni afición alguna literaria
(soy investigador en bio-ética). Lo desconcertante es que yo no tengo Internet
y el archivo que les adjunto apareció en mi computador un día de lluvia en que
escribía una carta a un amigo; de pronto, sentí una somnolencia incontrolable
que me dejó, no sé por cuanto tiempo sin sentido porque no recuerdo bien la
hora que era cuando empecé a trabajar y
mi máquina se desconfiguró totalmente (excepto este y algunos archivos
que por fortuna, eran los más importantes)
después del trueno que me despertó.
Si en algo les sirve la contribución que hago a su evento, les
agradecería hacérmelo saber y si no, de cualquier modo me gustaría mucho saber
que opinión les merece la circunstancia que realmente me parece inédita
De ustedes. Atentamente,
TELÉMACO KOMA-TELE
E-MAIL # 2
DE: georgescharlesperecs@infamail.com
PARA: simeden_tomen-roscosos@finishing.org (revista Casa Cosmos)
Estimados señores: Con el fin de contribuir a sus investigaciones
acerca de las nociones de infra-racionalidad y supra-racionalidad en los
sistemas de información, de los cuales actualmente se especula tanto de que la
infra-racionalidad es una fuerza criminal bien articulada por enemigos del
desarrollo y la civilización y la supra-racionalidad una fuerza autónoma e
inmanejable que pretende dejar nuestros proyectos holísticos de destino de la
sociedad al albedrío de sus conclusiones, me permito enviarles el documento que
adjunto y que encontré casualmente en una página de ancianos desahuciados que
hacen campañas para promover su institución.
Cordialmente,
Georges Ch. Perec’s
Esto-castó-logo
DECLARACIÓN DEL
HERALDO
“Existe una segunda patria, donde todo lo que se hace es
inocente”
El hombre sin atributos
¡Ah,
estas maravillas contemporáneas! –no digo modernas, porque es sabido que lo
moderno se refiere a lo nuevo, lo de moda que está siempre cambiando desde el mismo
tópico: deshacer el hastío; por el contrario mi misión es mostrar que lo que se
mueve con el tiempo es, desde tiempos inmemoriales, atemporal- que como el
espacio cibernético, las autopistas informáticas, el mundo digital, me
permiten, a mi, que aunque sé que soy, no sé mi nombre y que ahora, para
efectos de dar cumplimiento a esa necesidad de los hombres de dar sustancia a
lo que es, bien podrían llamarme Ann’red Mal-ro (por acrónimo de un señor que
dijo que “el siglo venidero, si no es
espiritual no será”) o también Who-lío Cortá-azar y que sin poner en tela
de juicio las pedantes normas de la ousía
me declaro una trucha (o trucho, puesto
que ateniéndonos a lo de lo intemporal, más bien podría ser un pejespada de aquellos que vieron los
tiempos perdidos en que el gran Homero se encargó de dar a los hombres la idea
de lo sublime de cantar al misterio y que por comodidad para moverme por las
intrincadas cavernas del submundo en el que las aguas y las fuerzas se
reciclan, se alivian y se bendicen y que hoy por fuerza de las acumulaciones de
ano-malías de la ciencia han formado
una serie de atascos y de verdaderos campos de muerte, y sería muy incomodo
desplazarme ensartando mierda) con el encargo de presentarles al personaje y la
historia que bien puede ser, haber sido o será por obra y arte de los mundos
paralelos que la mal manejada y peor estudiada mecánica cuántica ha creado. Como
teoría, la física cuántica ha logrado una buena resolución y prometedores
atisbos; pero como praxis, la mecánica es apenas como el autodidacta de
relojero que está tratando de abrir el aparato para aprender de su mecanismo.
No
es que la-mar-(llegue)-a-la villa,
maravilla, pero algo de cierto tiene, cuanto que el bendecido de hoy, a quien
he escogido para hacerles llegar esta historia, es un poeta amante del mar al
igual que su protagonista. Este poeta, pese a su bendición, sufre una terrible
tragedia (para quienes se la hacen sentir, pues para él la adaptación es la
cornisa que se pisa en busca de la felicidad); ahora, por ejemplo, su desdicha
la traen dos pesos pesados de la literatura universal. Va caminando por la
Floresta que bien podría ser la misma que los dioses trasegaron para hacer
orgías, aunque sea el simple terruño donde sufre las miserias que trae su sino,
y se acuerda al ver el hermoso sendero plagado de flores encarnadas cuyo
pistilo inmenso tachonado de polen y que devora con fruición mientras desciende
al caño donde irá a bañarse, del “Retrato del Artista Adolescente”: “Canker is a disease of plant/cancer is a of
animals” y entonces: << El chancro es una enfermedad para putos y
putas/ enfermedad para enfermos de los días es el SIDA./ Estuco es el lempo del
polen para mi ulcera lucera/ y sus soles diminutos semen sólido de
poesía>>. Piensa en su soledad que va entrando en la tercera edad, pero
sabiendo que es la trasantepenúltima de la centuria de vejeces vividas. El
mundo es un corro de muchachos y muchachas inteligentes, bohemios,
desencantados, pero con fantasía y quieren convocar al arte para acompañar sus
sueños; pero, ¡ah!, estos muchachos de hoy, universitarios ellos, están acaso
persiguiendo las medianías de Stephen Dedalus; él que en su primaria ya volaba
con el griego, el latín y la retórica, estos son los sobrevivientes de una
especie extinguida: el artista auténtico. Sí, porque el auténtico artista vive
con su vista puesta en esa cierta aristocracia del espíritu que significa
perseguir la excelencia; pero, cuál excelencia se puede encontrar en los
valores derruidos aun concediendo a la mascarada de lo
posmoderno, si aquello con que Joyce se debatía en su época (el gusto, la
virtud, las normas y el cliché) hoy da igual mientras represente la alegría del
libre albedrío que significa abatirse porque no hay donde caer; además,
devanarse los sesos con la ciencia y la filosofía es estulticia habiendo
Internet y tan buenas recensiones.
Tales
desdichas de nuestro poeta se acentúan si parangonando inteligencias se ve
pensando en “El Hombre sin Atributos”, esa
magistral apuesta por poner la razón en la olla Express del sentimiento
a ver que pasa primero: si explota la red de sinápsis o se cansa el agua de ir
al molino de las posibilidades. Pero, ¿y entonces? Porque si de posibilidades
hablamos, la historia del pequeño librito del Artista que como el cordero
ingenuo pelea con la iglesia; los
sentimientos, las instituciones y la
justicia divina y el mamotreto de Musil con su bien agitada melena de león de
argumentos debatiéndose con la presa de la lógica, bien podría ser la historia del
diablo disfrazado: aquel para salvar los miedos, este para salvar las
apariencias. Empero, ¿qué deducir de que el cordero decide ovillarse muelle en
su intríngulis lanudo, mientras que el león se arriesga a ir tanteando su senda
aherrojada de certezas aun a sabiendas de que en cualquier momento le asalta un
monstruo antediluviano? Lo único que el poeta sabe discernir es que la
combinación equivoca de lógica, política y arte que ostenta el hombre que, sin
atributos, está llenando de tributos el filisteísmo, confirma el aforismo de
Confucio: “cuando te conviertas en
maestro de algo, busca algo diferente con que llenar tus vacíos”.
Así,
pues, nuestro poeta empieza a decidirse por la poesía cuando al subir
nuevamente la empinada cuesta y, al coronar la vaga desde donde se divisa el
extenso valle, se encuentra con un piñal silvestre y entonces, cuando más tarde
en su pobre habitación solitaria, los pequeños ratones que a media noche le
despiertan con una cierta letanía que se traduce en inspiraciones
agradecidas, él al Dios que le mantiene su maltrecha vida, ellos al que les
comparte sus raciones de comida, recuerda que, en la noche de los tiempos,
cuando las partículas se unieron y subieron desde la nada absurda hasta el sol
del pensamiento, esa entelequia llamada espíritu tenía sus razones que a veces
sólo el corazón entiende, para llamar a la piña ana-(a)-ná y que es sólo por la rabia de la impotencia del hombre
al tratar de atrapar el ser del lenguaje en sistemas que personajes como don
Fernando Vallejo hace esfuerzos monumentales para indexar y catalogar la
retórica y la gramática en una obra como
“LOGOI: Una Gramática del Lenguaje Literario” y que confabularse con todos los
señores académicos para decir que Homero fue sólo un nombre dado a la evolución
de muchas, sucesivas y progresivas aperturas de la conciencia para llegar a
conformar un ideal, es lo mismo que aquella otra inspiración que tuvo nuestro
poeta cuando al tratar de llegar a un árbol de naranjas al que había ahogado la
maraña y encontró que, pese a que era tiempo de cosecha, este casi había
cambiado su naturaleza por la de aquellas enredaderas que lo colonizaban y que
sus frutos ni siquiera se anunciaban; entonces concluyó que realmente había una
razón, también de esas misteriosas del espíritu por las cuales la industria
era: en-lo-de-Austria, puesto que
Freud con sus obsesiones neuróticas a las que el dinero le permitía encubrir tendencias sospechosas de no
importarle el cáncer de paladar con tal de degustar el tabaco o cualquier otra ousía perniciosa; que Beethoven con su
soberbia sordera que se negaba a escuchar el aplauso de las esferas, por no
tener una pasión que le respaldara su anhelo
de amor gentil; y, en fin, que un pueblo que, al igual que el inglés quien tuvo
que conformarse a cambiar con su hipocresía victoriana, la posibilidad de ser
el ejemplo de lo “auténticamente
correcto” por el inri de la cruz
cuya base está en el español de la historia moderna, se dejó avasallar por el
espíritu del volátil
superhombre, para confirmar por vías difusas que si existe un Imperio de
Kakania. Yo, por mi parte, sigo tratando de en-tender-me y, aunque a cada nueva
conclusión cambia mi perspectiva –eso si que no vayan a llamarme OVM y mucho
menos ese invento comercial de aquellos que pretenden sentirse en la vanguardia
y que sólo son otro rebaño más engañado que aquellos que pacen en las praderas
eclesiales; esos que intrigan a los desinformados con escarapelas que dicen yo
soy OVS (Organismo vivo sin modificar); prefiero que me digan ovo marica y no
bebedor de fuentes contaminadas de avivatos-, por ahora siento que he llegado a
la conclusión de que soy simplemente el reflejo de la burbuja que es este mundo
de apariencia, donde lo sólido contenido en su interior es gracias a su
protegida evanescencia. ¿Se encontrará alguna vez por vía de error la punta de
alfiler que toque la pompa?
Les
dejo pues con la historia.
***
EL REGRESO DE RAÚL
“Hablando con respeto, los perros prefieren para sus fines
comunes
la esquina de una
calle concurrida a una roca solitaria;
y los hombres que sienten la urgencia de grabar sus nombres
públicamente para la posteridad,
¿cómo van a elegir una peña evidentemente ignorada en el despoblado?
El hombre sin atributos
— ¡Aja!, cachaco, coño’emadre, así te quería ver.
— ¡Eh ave María!,
pues, corroncho; marihuanero hablamierda, ¿cómo es que me ves? No ves que le
estoy haciendo el favor a la damita de entretenerse para que no sea’burra. –el hombre guiñó el ojo al
recién llegado al atestado mercado de Bazurto. Sobre un poyo repleto
de pescados y mariscos que parecían conversar un diálogo de destellos cuyas
palabras salían del espejear de escamas de nítidos ojos de pargos, meros y
mojarras replicando a barbas, bigotes y tentáculos de langostinos, langostas,
gambas, pulpos y calamares que se dejaban manosear por los tibios rayos de un
espléndido sol mañanero que se agolpaban por entrar sobre las claraboyas
cobijadas por la sombra de ceibas y samanes sin importar la negra algarabía, se
regodeaba con una suculenta cazuela de la que sacaba un tentáculo y lo
bamboleaba maliciosamente sin querer sobre la carnosa boca de la mulata que
hipnotizada miraba a los ojos verde azul del camionero para corroborar, sin
saberlo, que Dios los cría y también los junta.
—E’che, primo, si es puta la suerte; claro,
como el rey del olimpo sólo tiene la reputación que le dejan los desengaños
baratos, entonces es un marihuanero hablamierda, pero sumer’time, que fuma y
echa de la misma, ese si es un decente yerbatero para espantar la moscarria.
–se rascó con donosura y sin vergüenza las partes pudendas y con un gesto
orgulloso pero con un destello de ternura en aquellos ojos límpidos aunque aún
llameantes como un ascua a la que de pronto un viento fuerte le despoja de la
escoria de ceniza, le espetó: —pero te voy a probar, primo— y esta vez se llevó
la mano al trasero y sacó un hermoso pañuelo de seda color malva desvaído con
el que acarició los labios.
— ¡Ay mi príncipe!, y eso ¿qué le pasó? –la mulata salió de
detrás del mostrador y con lastimeros chasquidos de su lengua con sus
blanquísimos dientes se dolía al tiempo que examinaba la incipiente caracha de
los labios partidos-.
— No me digás príncipe negra que por diablas como vos es
que el diablo mal paga a quien bien le sirve. –simuló hacer repulsa, pero con
más disimulo se puso las manos en el
pecho para rozar los generosos senos, mientras enseñaba la herida. Un destello
de encendido atardecer brotó del recién recortado bigote que había sido
despojado de su compañera de faz, que cuando estaba, era signo de los tiempos
de abandono y desvarío del poeta a quien todo Cartagena admiraba y quería con
la prudencia que se opone a los niños traviesos-.
— ¡Uy, verdad!, ¿le llegó un bate al vate? –terció el
hombre atenuando la ironía de su rostro regordete que insultaba por la idea de
alcurnia de un marrano de ojos claros que proyectaba, poniendo una manaza
enjoyada sobre el hombro enclenque del otro-.
—Más bien cállate, primo, no sea que tenga que tum’bate
como me tumbó el corazón aquella negra con sus descoques de triquitraque
–estaba realmente emocionado-; píllate, primo que voy yo, recién levanta’o de
una pea que me abandonó; aja, así, sin avisar, en un pradito del cerro de la
popa a donde había ido a conversar con Pan y las musas mientras Helios se iba
de sirenas con Poseidón, cuando aquella ninfa endiablada está acomodando una
bolsa de basura en la vereda, en pijama; ¡qué!, en baby doll, mostrando sin
querer queriendo la punta del calzón en semejante rabadilla y, aja, uno con
toda la decencia del caso; con toda la dulzura, con toda la delicadeza, coge
con la punta de los dedos y, aja, para bajar hay que subir, ¿no? y yo por
hacerle el favor de ponerla en una pose decente, para que llegue ese otro negro
ignorante a atacar al ciudadano decente, ¡coño! Así que, primo, te espero allá
en la nave que tenemos que hablar de negocios; y aja, -carraspeó- dejá de hacer
trinar pajaritos, socio, que el amor es cosa seria –y le hizo un desplante con
un amaneramiento que era sólo porque él se sentía el único capaz de conquistar
la simpatía y el amor de las mujeres-.
Bajando por San Juan Nepomuceno ya tenían un buen porro en
la cabeza y unos cuantos rones que, puesto que el poeta era el patrocinador,
por instinto de conservación, el paisa no
tenía reparos en que llevara la delantera, porque este personaje que parecía
tener por venas una carretera de hormigas picatiempo, necesitaba emborracharlas
para poder declarar sus cuitas y sentimientos; así era que había podido proponerle afuera del
mercado, sentado en el estribo del camión, que había decidido presentarse ante
los olímpicos y hados de las altas cumbres, caminar por entre las acolchadas
nubes de sus palacios, confesarles sus más íntimas imposibilidades, hacer un
solemne propósito de enmienda y dejarle al futuro su legado puesto que ya su
familia le había puesto un ultimátum a sus bacanales y desvaríos de figura que
financiaba él mismo, con la plata de sus progenitores, por supuesto, la
publicación de sus bellos poemas pero que en el pellejo de un personaje tan
impredecible, impulsivo, vanidoso y carnal, ninguna agencia promotora de imagen
o editorial se comprometía, pese a que había con que; de modo que le habían
dado el último empujón.
* * *
—Aquí tiene pues poeta: Manizales del alma, la ciudad de
las puertas abiertas; cuidado, no de las piernas abiertas. Aunque aquí también
existen los loquitos que contradicen la tradición, como aquel que dice que su
nombre no es porque cuando la colonizaron había muchas matas de maní, sino que
la hidalguía de sus gentes, que es arrechera bien educada, no deja de reconocer
que es porque la tierra tiene sales de
imán que bajan del volcán nevado.
— ¡Fiuuuu! Ya lo creo, mi pana; si todavía no me bajo los
calzones y ya el perrenque tiene piquiña; pero es que con semejantes niñas –se
volvía, se encaramaba en el panel del parabrisas, les extendía la mano a medida
que iban adentrándose en la galería, a donde iban a dejar un cargamento de soya
y cacao-
— Así que no le vaticino muy buena estadía corroncho;
porque usted con esos aceleres lo
van a declarar persona non grata muy
rapidito.
Pero el paisa se equivocó; contra el sentimiento de sí
mismo, el poeta se alojó en el hotel “El Escorial” y demostró poseer un
excelente dominio de modales y clase.
El corrientazo fue mutuo e instantáneo, aunque alguna
contra para las sales de imán se debía haber inventado Raúl, puesto que ya
había sopesado el orgullo y la altanería de estas mujeres; cuando
simultáneamente ladearon la cabeza para observar con detenimiento uno de los
detalles de la exposición “El Martirio de
San Sebastián” de David Manzur en uno de los hermosos caballos, chocaron
rubios rayos contra cobrizas cerdas que quedaron en una simple sonrisa y un
débil pero seductor ¡ay! Pero cuando
repartieron el cocktail empezaron a distancia un diálogo de signos que entre
dos solitarios camuflados entre aromas delicados y modales melindrosos nadie
parecía reconocer al personaje, aunque no faltaban las miradas aviesas que iban
a parar a aquella esbelta palmera de ojos equívocos entre el vicio y la
melancolía cuyas ramas frondosas y efervescentes se mecían al viento de una
voluntad coqueta o incomoda tal vez por la forma de bajar la cabeza sin perder
de vista el frente. Realmente resaltaba entre los oscuros paños de alpaca y
gruesas lanas el finísimo tweed
inglés de color beige que complementado con la camisa color champaña y el
pañuelo de finos motivos geométricos entre plata y vino tinto donosamente
puesto en el cuello, le daba al poeta un aire monumental y tan atractivo como el olor a nuevo de sus
ropas y presencia.
—Entonces tenemos K-bello –le dijo quedamente con una
sonrisa galante e los ojos ardientes. Se le había acercado despacio, como
anunciándose con un tic cómico que le hacía saltar la barbilla cada vez que
daba un paso. Ella le miró de hito en hito con cierto desdén que se corroboró
con una sutil mueca y una voz plena y segura-
— ¡Ah, sí!, pero no tengo caballo
— Acaso quiera montar en pelo –hizo el ademán de mandar la
mano allí, pero se contuvo y en cambio, se atusó el bigote y sus ojos brillaron
luciferinos-.
— O acaso quiera recibir el palo
— Sepa que es un delicioso lapo; acaso luego trepo; por
ahora tapo el juego
— Buen intento caballero
Se
escurrió con donaire y sutileza y realmente dio más vueltas de las que debía
para no dejar notarse a sí mismo que se sentía incómodo y varias veces dialogó
absorto con dragones, colores, espadas y yelmos; de modo que San Sebastián debió
haberle prestado atención o Zeus le quitó el yelmo a Hefestos, porque cuando
ingresó al Bar “Kien” cayó literalmente sentado en la mesa de la diva.
Resultó
que en el preciso instante en que el que antes había sido un apuesto galán y ahora era un indeciso y casi tambaleante
despistado cayó sobre la mesa de una muchacha enfurruscada entre el
resentimiento, la frustración y la decisión de no dejarse abatir por la vida
cruel, que por el sólo hecho de ser hija de un simple artesano zapatero que a
fuerza de coraje y la inteligencia de saber crecer a la sombra de otros (había
bautizado su industria “Fabrica de Carteras y Zapatos “FREE-UNTO”; toda la ciudad había tomado el lema “de dónde son tus zapatos, ¡ah!, son
friunto”, por alusión a la rancia y repetida Zapatos y Carteras “TRIUNFO”)
había
logrado una vida más o menos cómoda, le había segregado de las influencias y
las lisonjas, el “don’t stop” de Status Quo le sedujo de aceptar compartir el hecho
de que fuese una pintora frustrada que paladeaba la “inmunda” con diversos
amantes y sucedáneos del
bienestar: yerba, sexo y alegría y que el mundo se muerda de la envidia. Acaso
quizás este loco genial y caballero fuera una puerta al futuro, la inspiración,
la creación, el desquite.
— Aja, mi Nausícaa, verás, el mar y los dioses nos han de dar la razón –le
decía mientras aspiraba con fuerza y deleite una nueva combinación: yerba y
bazuco que inspiraban una nueva clarividencia que después de una revolcada telúrica
le daba un diplomático poder demoníaco-, quemar
las naves significa tu nombre y te voy a contar una historia: cuando la
bella princesa Nausícaa inspirada por la diosa Atenea descubre el complot
urdido por sus primos para despojar a su padre del trono, Procne, la golondrina
que le revela el secreto plan tiene un hermoso ejemplo de sagacidad y ética
cuando al preguntarle la princesa si quiere revelarle los nombres de los tres
escorpiones que planean asaltar el reino, la doncella dice:<<para poder
negar si algún día nos fallan los dioses providentes que he faltado al mandato
de neutralidad y prudencia, me nombrarás tú, mi princesa, los personajes que tu
crees que son los implicados y mi cabeza negará o asentirá>> -todo para
no verse obligado a aceptar las insinuaciones de entrelazar sus vidas- Tu
simplemente analiza, calla y espera. Por lo pronto, recuérdame con esa cachaca
canción que suena. Qué vaina con estas lloriconas cumbres; en vez de poner: ...y patacón pisao, pisao. Ja, “bella idiota/dejas verte al medio día del
hotel al restaurante/con tu culo en el ferrari del imbécil ignorante...”
Cuando
tres días después el diario La Patria publicó el escándalo que un supuesto
afamado poeta costeño protagonizó al
presentarse a la recepción de un reputado hotel completamente de la ciudad desnudo
y desvariando con la exigencia de entregar a una tal princesa Nausícaa un
paquete y cuando diez años después, atropellado por un auto en su bello paraíso
de ní(e)s-
peros
y ácidos ta-ma-rindos de bellas nalgas, medio país se puso a hablar del poeta
Raúl
Gómez Jattín nadie habló más ni supo de aquellas tórridas horas en el hotel “El
Escorial”.
II
“Así como el príncipe del espíritu pertenece al tiempo de los
príncipes,
el gran escritor pertenece al
tiempo de los grandes espectáculos y los grandes almacenes”.
El hombre sin atributos
(El Gran escritor visto de espaldas)
No
tenía garbo, pero tenía clase; lo que significa que el donaire que resulta de hacerle
g al rabo no se veía en ese
apéndice, pero, en cambio, en aquellos ojos de un azul profundo como de un vino
Pinot Noir antes de convertirse en pasas de un fraile ermitaño a los cuales
intimidaba mirar de repente, había ese vuelco del corazón que se tiene ante un
ídolo o una autoridad. Él en la cabecera de la mesa de la biblioteca del
Palacio Versalles como la denominaba, ella disputándole esa jerarquía por tres
o cuatro días consecutivos con el simple retumbar de la madera sobre las
rodillas que chocaban contra las bases
pero sin el menor contacto visual y ni acaso intuitivo de aquella boca
rígida pero tan sensual al mirarla a hurtadillas; esa inquietud que no se sabía
si movía a risa o lástima de la nariz de reno de navidad y aquel incómodo
esnifar que duraba sólo el tiempo que demoran las sábanas en ponerse tibias de
un ser sano, luego era como un altar dispuesto para la liturgia. Hasta que el
quinto día llegó con un frondoso manojo de ortigas y le dijo sin más: <<tome,
cójalas como si fueran flores. Es bueno para la rinitis; porque usted sufre una
alergia ¿o no?>> <<no sé, parece que es el aire de los
libros>> dijo con un respingo nosográfico que a él le pareció un intentó
de ser tan encantador como aquella actriz que encarnó a Virginia Woolf en una
adaptación de marketing para televisión pagada cuando habla de sus dilemas
existenciales con
su
doncella que había visto ha poco. Ella se quedó mirando aquella verde marea que
mostraba unos pelos erizados aún en las manos de su oferente, como paralizada,
como intentando descubrir el mecanismo que explicara la fórmula activa de aquel
remedio singular; y él, como si sintiera que había una multitud pidiendo
explicaciones, dijo: <<si puederestregarla contra la parte afectada,
mucho mejor; y luego toma infusiones con miel de abejas; verá que
bueno>>. Extendió las manos como preguntando
“¿y eso no es muy doloroso?”.
<<Ande, va a sentir una piquiña fuerte, pero no dura más de treinta
segundos>>. Le recordó a su madre cuando, sin saber nadar, se tapaba la
nariz, cerraba los ojos y se lanzaba al agua. Luego pidió disculpas y con un
gracias se marchó.
La
siguiente vez que intercambiaron sensaciones fue muy diferente. En el exclusivo
sector de San Marcel donde ella vivía, se comentaba acerca de aquel personaje
que aparecía de vez en cuando haciendo compras al menudeo en las tiendas del
sector con aquel cacharro Fiat “Topolino” que tremolaba como un demonio para
decir “mírenme” y en verdad todo el
mundo se volvía para mirar aquella pintura ordinaria de psicodélicas flores
que, si alguien había visto “Another brink on the wall”, de inmediato
simpatizaría con él por aquella escena de la cópula de corolas. Nadie sabía donde
vivía ni quien era. Había obtenido cierto reconocimiento entre la comunidad
intelectual por su actitud contestataria. Había detenido su carrera de
comunicador social porque a su parecer no había un buen entorno social que lo
respaldara. Se decía que era un
infiltrado de grupos mafiosos; otros decían que era un payaso del Estado por su
forma de atacar las instituciones, o, mejor, las corrupciones que encontraba
en el entorno y tenía un cierto público. Aunque sin las
prerrogativas de los dispositivos de negocios de Internet, puesto que era un
absoluto ignorante en cibernética y aun en
informática; simplemente, con la misma tónica de los que están pendientes de
los últimos embelecos de la tecnología, había creado un blog llamado http:/www./per-se-culo_sea-culo-o-ron.blogspot.ergo.utop
en el que insertaba perlas como: “uno no entiende cómo podría una madre de
familia educar a sus hijos adolescentes contra el flagelo de las drogas cuando
en horario triple A y por el canal de los citadinos, que gustan ver los videos
cross over, tanto como <<Ramón de mi tierra>> o el programa del
<<mono cabuyas>>, pasando por los adelantos de VOA Noticias, o
<<Tribus>>, en donde aparece un espíritu que ni la misma
contracultura europea se cansa de admirar, cuando el “doctor”Jonathan Ott, a
quien se da el título dizque de “cognocitista”, palabra que por su misma
construcción resulta tan extravagante como decir que es un tratadista del
conocimiento, o de su ética, como si el conocimiento ya tuviera un tratado
catalogado, indexado y finiquitado junto a otras disciplinas como la
adivinación, la quiromancia o la lectura del cuncho del café, diciendo que no
hay razón suficientemente válida para decir que las drogas provocan
despersonalización, desorientación de la realidad o daños graves en la psiquis
y el soma de los individuos, cuando la misma fisonomía de su rostro, un rostro
de expresiones dislocadas, distorsionadas, evanescentes sólo dicen que por más
que las sensaciones de desazón y pérdida que el consumo inveterado produce y las
percepciones profundas que se logran
abstraer, sus conclusiones no pueden ser contrastadas por el sistema científico
y ni siquiera ser consignadas en un acopio lingüístico que vaya más allá de
atisbos poéticos o de intercambios energéticos como los de los primates y aun
un grupo de amebas ante un compendio nutricional. ¿Cómo podría una madre
argumentar frente a tales posiciones y ante un organismo ávido de sensaciones
nuevas y un entendimiento poco dispuesto a transigir
mediante razones?”
—¿No quiere que la lleve?
—No, gracias, no acostumbro subir al
carro de extraños
—Bueno, en ese caso le ruego que se
detenga un momento porque quiero decirle algo. –ella se paró con aire imponente
y él se bajó de la tartana- Bueno, no creo que sea justo que me llame extraño;
quizás sea un desconocido, pero no creo que usted piense que pueda ser
peligroso –se quedó mirándola con ese cuerpo esmirriado y el rostro
pangiliento, esa palabra desueta, pero tan diciente que algo debía tener de pa’
Pan, gil y de ángel el aliento, porque ella se sintió de pronto sin ganas de
oponer resistencia- Sabe, quizás podría empezar por decirle algo aparatoso
como: algo de cura debe tener la flacura, pero ¿qué hay del tufo femenino que deja
un ángel en el camino? Sin embargo voy a decirle algo más aparatoso aún: ¿que
opinión tiene del sexo sin amor? Que no es bueno para hacer política –repuso
ella sin el menor asomo de turbación- O acaso podría ser excelente para
hacerla, depende desde el lado que se le mira, pero mi intención no es
profundizar en ese tema; más bien, quisiera decirle que pienso que esa
costumbre que tenemos de ritualizar la comunicación es sólo una barrera que
ponemos para mantenernos imperturbables, porque claro, puede llegar un ardid de
fuerza que se va a apoderar en un momento de nuestra autonomía; pero, ¿acaso no
puede ser que cuando no nos prevenimos contra esa fuerza esta se convierta en
estímulo para que nuestro ser sea, para dar alas a nuestro espíritu con la
confianza de que podemos manejar las situaciones? A decir verdad me gustaría
establecer con usted una serie de conversaciones tendientes a encontrar
afinidades y discordancias.
Así
que resultaron en una heladería derritiendo el hielo con la lengua y
encendiendo el hogar
con
el oído abierto que, en el preciso instante en que la cursi música que brotaba
del ambiente en sentidas palabras de ronco macho: “...hay
una cosa que yo no te he dicho aún/que mis problemas saben que se llaman tú..”
él se decidió a develarle un secreto que nadie sabía, excepto aquellos pocos con
quienes mantenía una doble identidad: vagabundos, caminantes, recicladores, con
la única exigencia de que fuesen abstemios de drogas y crímenes: En el llamado
puente de la libertad, bajo cuyos cimientos quedaban espacios abiertos y
confortables, había construido al amparo de la soledad que incomunica la
grandes masas de los sectores exclusivos, un bello pent-house hecho todo de
elementos reciclables; le había puesto los muros consabidos, construido redes
de contrabando de energía, agua, televisión y simplemente parecía un
cerramiento de mantenimiento. Llegaba entrada la noche luego de dejar en un
aparcamiento prudentemente lejano su carcaza y salía bien temprano. Se había
distanciado de su familia por razones de independencia y malquerimiento, no
obstante que le habían brindado una dote con la que “organizó” aquel carrito y
negociaba con publicidad.
III
“La dificultad más grande que encuentra un hombre
en su vida de gran
escritor procede de la circunstancia
de que en la vida espiritual se negocia, como es lógico,
al estilo de los comerciantes.”
El gran escritor visto de frente
— ¿Entonces hoy te decidirás a revelarme el
secreto? Exultante por el wisky y el gran ambiente que reinaba en medio del
acto de lanzamiento de la obra de la nueva revelación de la literatura, Ronny
Sal-de-azahar, a quien la madre regenerada en el degenere que implica
resignarse a la decencia pasiva, que ni siquiera a la santidad, había bautizado
Iron Salazar al hijo natural, pero este había pagado derechos notariales y
puyas para hacerse con el nombre –para echarle a los polvos perniciosos de
ciertas damas, respondía, a la pregunta de para qué servía la sal de azahar-
don Jorge Herradura Folios increpaba al prometido de su hija
— Todavía no es tiempo don Jorge -le dijo
con una afable sonrisa-
En una época de vacas flacas se había enamorado de un bello tweed que había arrumado en el ropero de la Divina
Misericordia, donde por precios irrisorios se encontraba ropa de gente bien que
donaba los ajuares y despojos de sus familiares muertos, desaparecidos o descontinuados
de las querencias, para contribuir al
mantenimiento de obras con los pobres. Solía abandonar billetes en los
bolsillos de sus ropas para después encontrárselos como una sorpresa
inesperada. Un día desesperado porque en ningún bolsillo encontraba algo con
que precisamente invitar a helado a Sylvia, palpó bajo las costuras del tweed un bulto que podría ser uno o unos
billetes bien doblados; descosió y encontró una carta y el recibo de una caja
de seguridad. El pobre suicidado de las musas se quejaba de que le querían
robar su más preciado tesoro: su obra; que lo habían marginado, excluido y
vilipendiado por el simple hecho de ser sensible, afectuoso y sobre todo
inteligente y allí depositaba aquello que había guardado celosamente de ojos,
publicidades y maledicencias. Aquel día
nació el nieto de Homero.
FIN