miércoles, 17 de octubre de 2012

consideraciones eticas



UNA CONSIDERACIÓN ÉTICA Y PRAGMÁTICA
SOBRE LA PROLIFERACIÓN DE LAS COMUNICACIONES
Y LA INVASIÓN DE LA PRIVACIDAD

La máxima volteriana de “No estoy de acuerdo con tus opiniones, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarlo” ya parece que no es tan válida. La universalidad democrática y fraterna que la sostiene se debilita no por culpa de su falta de rotundidad y profundidad, sino por la labilidad de quienes serían susceptibles de sostenerla y reclamarla. Las consideraciones que voy a consignar aquí, podrían caer en el mismo error, puesto que estando seguro de que lo que escribo no es del absoluto fuero de mi intimidad y que parte de lo que diré podría estar amenazando lo que quiero defender, no pertenece a mi responsabilidad, sino a la jerarquía irresponsable de quien detenta esa privación de intimidad.
Miércoles 9 de octubre: Una voz cascada de una emisora para las clases más bajas de la ciudad suelta una andanada de frases sin el menor decoro estilístico y sin la menor expresión de respeto por las instituciones. Dice que la Policía Nacional en cabeza de esos coroneles o mayores que mandan en los cuarteles como el de Manizales no saben nada de seguridad ni saben nada de estrategias; que no basta el hecho de que la seguridad y la vigilancia de las calles de Manizales sea descuidada por falta de más unidades, sino que se las manda en grupos “patotas” de ocho uniformados, como si les diera miedo y sin tener en cuenta que así vigilaran una calle o una cuadra pero que las demás quedan libres para que los delincuentes hagan de las suyas; que hay que repartirse, que hay que tener sentido común, que es una vergüenza gente ganándose el sueldo sentados, mandando  y haciendo las cosas mal. Esa es una noticia cariñosa de un noticiero radial del medio día.
Viernes 11 de octubre: El canal regional de televisión, cuyos logros son tan visibles que hace sólo unos pocos días una comisión del canal Telepacífico vino a enterarse de primera mano de los procesos de tecnificación y digitalización con el objeto de atender a una directiva del Ministerio de las TIC’s en la que se impulas a unir esfuerzos y compartir estartegias para ahondar en la estructuración de identidad y competitividad, de modo que podamos seguir siendo un país a la vanguardia latinoamericana, en el noticiero TvA Noticias anuncia  desde su sede en el Quindío que para las próximas festividades en Armenia se va a incrementar el pié de fuerza con doscientos hombres que arribaran desde la ciudad de Manizales para garantizar la seguridad y buen desempeño.
No tenemos preparación en Comunicación Social y ni siquiera somos periodistas empíricos, pero desde mi curiosidad y análisis, además de la educación que la televisión me ha dado por medio de series (Paper Chasse) como alguna de los 70 en la que se recreaba el ambiente de un períodico gringo y cuyo interés radicaba en los dilemas éticos y de acción que se les planteaban a reporteros y editores en la cabeza de un jefe de redacción (un tipo que tenía que pelear con todo el mundo, que casi ni podía tener una relación sentimental porque sus nervios mantenían al tope y que finalmente podía sacar a relucir una calidad humana y una sensibilidad  que lo hacía objeto de apasionados amores callados), es absolutamente irresponsable que se diga sin necesidad, desde donde una fuerza de control social va ir a reforzar una zona y eso no se piensa porque las organizaciones comunicativas actuales sólo están mirando los aspectos más deleznables e idiotas de una comunicación (como cuando uno se planta al espejo a ensayar lo que le va a decir a la próxima cita y a mirar como queda mejor lucido el accesorio o el pañuelo) y porque no hay una cabeza que esté tratando de mantener eso que hoy se desdeña tanto: La excelencia.
Más adelante el mismo noticiero le hace una nota elogiosísima a la nueva proyección de la empresa destilera de la región, lo cual no está mal, pero como contraste podemos colegir lo livianas que son ciertas empresas de comunicación, cuando, por una parte, un locutor cuyo máximo interés no es servir a la comunidad, sino ganar notoriedad en el medio ni siquiera tanto para cobrar réditos de sintonía y acaso mejores oportunidades, sino, simplemente para después salir a los mentideros provincianos a sentir su ego liviano frente a tanto atropello de esos que son inalcanzables por que tienen a todo el mundo engañado y disfrutan de las mieles de un poder inmerecido; por otra parte, la necesidad de mantener la posibilidad de seguir en el negocio, en épocas de crisis, empresas que apenas quieren posicionarse en el inestable y vertiginoso mundo de las telecomunicaciones, no es suficiente argumento (hasta donde sabemos, el consorcio que regenta ese noticiero no es, propiamente, de la misma naturaleza que la emisora donde el locutor de voz cascada emite sus protestas), es el profundo abismo entre conocimiento y distribución de ese mismo conocimiento, amén de las estrategias sociológicas para solapar las formas del mejor hacer y vivir. En la ciudad existe una excelente facultad de Comunicación Social, pero existe una pésima estructura de intercambio social (valga hacer notar la diferencia entre las convocatorias de la ciudad de Pereira para hacer una distribución democrática de los recursos para cultura y las acciones que realiza el Fondo Mixto para la cultura en Caldas). Por otra parte, la falta de disposición de personas que echando mano del sagrado derecho a la libertad de expresión, no consideran el deber de ciudadano al influir en el mantenimiento del orden y la armonía para el cual no se requiere de educación profesional, sólo un poco de sentido de bondad, que no es mostrarse como agüevado sino como apropiado. Una cosa es colaborar con las autoridades para que la gobernabilidad sea un hecho y otra ganarse el aprecio de los dirigentes haciendo el idiota útil¸ pero también una cosa muy distinta es volverse un criticón en lugar de un espíritu crítico, para eso sí se necesita mucha preparación.
Aquellos que quieren hacerse del lado de la gran vanguardia vanidosa de sino figuras  no existes, deberían sopesar un poco más el hecho de que finalmente vendrás a ser el pobre jugo gástrico regurgitado de un monstruo que te deglutió suavemente.  ¿Qué es mejor, ser un exitoso protagonista de novela con bastantes palmaditas y sonrisas o ser un excelente espectador de panorámicas con binoculares críticos?

lunes, 8 de octubre de 2012

HISTORIAS DE OPIOCRONOS Y MAFAS


HISTORIAS DE OPIOCRONOS
La resurrección es un hecho. Sólo que su adalid y precursor se quedó por puertas de actualización; a menos que  algún Crisjustoso aparezca por ahí para contradecirnos, su nuevo promotor,  que multiplicado como sombrillitas de verano después de las lluvias y que no está interesado en anunciar su reino, ni buscar adeptos y sólo quiere pasarse una nueva temporada por nuestro infierno, se llaman Opiocronos. Tienen siempre sus apariciones en alternancia con sus antagonistas y detractores los Mafas y las Perezansas. Las Mafas se encargan de encubrir  su empeño, por ejemplo cuando un Opiocrono está tratando de desprestigiar su  naturaleza ocupándose en algo (tentar, por botón de muestra,  el penas-miento de alguna muchacha para que su cebo de corazonsuelo muerda la tragada lo que en palabras francas y livianas es un verdadero fumársele el servicio al tiempo), y entonces se encargan de llenar de dudas a su paciente, le hacen cosquillas en los talones del remordimiento y le hacen ir a consultar adivinos y ripios de café, en lugar de irse a un cyber y ponerse a buscar enmascarados sin plata y santos consoladores con cara de Chespeneincipito. Les fascina asumir disfraces de mapa y si por ellas fuera, gustosas se quitarían esa fea apariencia de letra con cabeza gacha y manos piadosas y mirarse al espejo como Maas. Las Perezansas por su parte son felices perdiendo direcciones de diligentes comerciantes que madrugan seguros de saber a donde ir. Se instalan en tibios ronroneos que a los ansiosos les hace gracia y entonces se ponen a jugar con los “como sería” “podría ser” “cómo no se me había ocurrido, hasta que una lejana luz de Gregorio Samsa les hace reconocer que son las nueve y media de la mañana y que será mejor ponerse a trabajar después del medio día.
Para mejor ilustración, vamos a ver como un Opiocrono tiene su mínimo chispazo frustrado diario: Una muchacha de esas que ya está harta de recibir piropos trillados y que se va por la vereda meneando su tibia indiferencia, empieza a sentir a sus espaldas un delicioso cosquilleo (el Opiocrono ya la tiene fichada, le ha seguido los pasos por varios días); pero una Mafa va por delante haciéndole resistirse a mirar; la Perezansa por su parte va por delante abanicándole al oído canciones de sirena. El opiocrono silba una canción de moda y lanza fuerte una bocanada de su Opiopucho:  “Te voy a entablar una demanda en la superintendencia de los encajes para que por exceso de publicidad engañosa te condenen a sacar del mercado toda la mercancía del almacén de tu pecho y te obliguen a indemnizarme con la visita gratuita todos los días a tu despacho; sólo que para no echarse encima al gremio  el alto tribunal de los deseos secretos exige no tocar ni hacer ninguna clase de negociaciones”. No estará demás contar que la muchacha  ha cogido de la mano a dos pequeñas ráfagas de aire tibio y se ha marchado dando un latigazo de cabellos rubios.   
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INVIERNOS DE OPIOCRONOS
El invierno era implacable. Este opiocrono salía a comprar sus pequeñas viandas para el desayuno y en su cara simplemente se reflejaba el aspecto del cielo: Plana, gris e inexpresiva; tenía cara de mimo; pero que le iba a hacer, del fondo de sus ojos brotaban dos lucecitas con las que combatía la niebla. Su vecina que era más práctica: al mal tiempo, mala cara, le dice para vengar el frio de la noche anterior: ¡uy, vecino, no tuvo agüita para lavarse las legañas!. El opiocrono, que es muy decente hace la oreja mocha, pero por dentro le dice: ¡púdrete!; sin embargo, al volver de la tienda, no puede contenerse las ganas de intentar algún contraste menos rígido, de modo que aprovecha que la vecina seguramente está tratando de encender el hogar de la Tv., aprovecha los vidrios empañados de su ventana para ponerle un mensaje: ¡Madúrate! Cuando llega a casa va directo al baño a mirarse la cara de emoción en el espejo y se encuentra escrito con labial carmesí: ¡Tu-madrate!

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DISFRAZ DE MAFA
Esta mafa no quiere seguir acomplejada por estampa de cordero degollado; de modo que trabaja un mes entero en la tienda de los símbolos para procurarse una cirugía plástica; Su trabajo consiste en dejarse estrujar, enredar, volver de revés; ponerse de cabeza con una pata recogida de modo que su estampa diga: AFÁN. Incluso hasta se deja manosear por debajo de las estanterías para que el vigilante le deje sacar algunos materiales. Finalmente se para en una esquina toda vanidosa: Se ha puesto un sombrero malevo, un saco de compadrito, unas gafas oscuras y una corbata delgada que le hace parecer como si la cabeza flotara en el aire; está feliz porque van a leer: MAFIA, pero cual no será su decepción al ver que todos al pasar se ríen y le preguntan por qué se ha vestido de clown.
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CURA DE OPIOCRONOS
A este opiocrono le ha llegado la peste del insomnio. Como es un opiocrono ilustardo invoca a San Zaratustra para que le inspire su conocida máxima al respecto: Cuando el dios del sueño no me llega, no me desespero, dejo que él llegue cuando le parezca. Pero parece que además le han enviado las pulgas de la inquietud. Entonces decide una técnica más antigua: se pone a contar ovejitas a las que va azuzando pacientemente con susurros para que vayan subiendo las escaleras donde vive la señorita del segundo y las va acomodando en el rellano rogándoles que no hagan ruido, esperando que la propia atmósfera  le haga salir por si acaso y de pronto sentarse a conversar de lo tontos que son los insomnes de no formar un club de insomnes de las esquinas para ponerse a jugar, digamos: mi-donó ya que el juego-danza de los opiocronos tragua-bajela no se ha inventado. Pero resulta que de lo puro fumón  de su opiopucho se encuentra rezagado en el primer escalón acicalando una de sus ovejitas, expurgándole una de sus olvidadas aventuras y todas salen rodando por las escaleras del desconcierto, orden por favor y le toca volver a acomodar las ovejitas, encerrarlas hasta otra oportunidad y, ya que atribuye su inquietud a demasiado poca compenetración con el entorno de sus fuerzas, decide ponerse alerta, con unos binoculares internos para indagar su propio paisaje y resulta mirándose a sí mismo; siente que en el aire flota el verso de Benedetti:”…ya hasta mi sombra empieza a mirarme con respeto”; así que ya puede visualizar a la señorita del segundo que también ha cogido la peste; se levanta, da tres vueltas por la casa y de pronto sale al rellano; hay un silencio expectante, incluso el grillo que estaba dando una pequeña tonada gratis, se queda callado; alcanza a sentir como va bajando las escaleras por el estruendo eléctrico del roce de su pijama de satén en los vellos de sus piernas; ahora está parada frente a la puerta, hay unos segundos tan infernalmente silenciosos que se hacen eternos; al fin siente que las uñas de secretaria sin oficio empiezan a tocar una disonante batería en su puerta; piensa que va a decir aunque sólo fuera por que así es la vida/ aunque sólo fuera por capricho como en uno de sus tímidos versos, y bueno, vecino -con una sonrisa apenada mirando al suelo-, aquí estamos y en poco más de lo que duran dos suspiros y un estertor,  se percata de que una tropilla tibia de animalitos peludos ahítos no de trébol sino efluvios de imán le ha cortado unas inmensas orejas que le han nacido y que con ellas haciéndole cosquillas en la espalda se dormirá la próxima noche, soñando que visita a una señorita en Paris. 

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OPIOCRONOS MAFAS Y PEREZANSAS 2062
Hay ciertas mafas a quienes no les importa mostrar lo que son. Esta, por ejemplo, se para a la entrada de las cabinas de teléfonos dispuestas especialmente para andariegos, desocupados, tribu-ferales que quieran establecer comunicaciones fraternas en las esquinas de los suburbios. No es que las mafas sean chismosas, no, aunque sean un tanto traviesas y se propongan hacerle pilatunas a ciertos especímenes “chapados a la antigua” que siguen pensando en promover el arte, la cultura y los negocios del espíritu y que, dada la escasez del mercado de las últimas décadas, deben conformarse con utilizar de vez en cuando, cuando ya la maleza del tedio va cogiendo ventaja, los servicios de autocreación virtual, emprendimiento metavacuoso  e intercambios en red-il, las mafas son una mezcla curiosa de aventura y filantropía. De suerte que esta mafa espera que alguien de esos que vienen a utilizar la caridad del Estado quiera verla como una realidad al alcance de la mano, aunque al principio vaya a mostrarse un tanto hosca o acaso desinteresada; que si le preguntan entonces qué hace ahí ella conteste que haciendo uso de su libertad de pararse donde se le venga la real gana y que después de que su interlocutor le diga tu si eres chistosa; todavía usas la palabra real; di tri-vial; es cierto que ella tiene en casa un fijo en forma de falo con el cual entretenerse llamando a hacer pegas y citas a ciegas, pero lo que ella espera es que de pronto la moderna forma tri-vial de des-aparecer, a-par-en-tal y en-troncarse alguna vez se le de a la usanza antigua de: piedra, tijera, papel. Ella sabe que después de cada coincidencia alguien se irá pensando que todavía existe algo de bondad en el mundo.
Las perezansas por su parte en esta época de la vida, que digamos no es más de dos o tres meses en tanto los negocios y las novedades se actualizan, viven ostentando sus conexiones directas: Tri-vial-Berry, Banda ancha 3D (las aplicaciones 5D ParalelD y otras son muy costosas) y se la pasan revendiendo  efimes-tremecimientos, ricachándalos y otras baratijas, pero sufren tratando de encontrar quien les libere del chulo que las exprime.
Pero el humilde opiocronos es odiado como ninguno; él dice tener las redes neuronales más sofisticadas del mundo y que todas sus comunicaciones son vía tele-pa-prima, por contra del costosísimo dispositivo intra-brain al que todos se quedan alelados por las calles mirando como lucen sus pintas de no ser de acá.

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OPIOCRONOGENÉSICA
Por aquel tiempo las risas eran escasas; se repartían abrazos gratis en las esquinas y en los parques, pero siempre era como parte de una campaña en la que alguna cámara servía de garante, lo cual era sólo un gancho, pero sólo un gancho al hígado de las confianzas. Era como cuando el presidente Chaves, experto en risas, después de unos lustros en el poder (la referencia es incierta pues en el archivo no se puede leer si lustros era una referencia cronóptica o simplemente ópticovariable), aceptaba como garantes a las misiones de la ONU, pero esperaba que la Alba sacara sus propias conclusiones, lo que no era decir poco, puesto que siempre amanecía más tarde; quizás la Alba tenía alientos cada vez mejor aceitados o las próstatas de los futuros se fuesen volviendo menos dependientes de las raíces negras, pero nunca se sabe. El caso es que los opiocronos empezaron a sentirse inquietos por su origen. Sentían una envidia indecible de ver tantos mafas y perezansas felices acompañando a sus abuelas al mercado, armándoles el porro de las juventudes y adaptándole los audífonos a sus orejas arrugadas y gachas y convirtiéndolos en sus ñañas de hijos únicos, soltándole una mesada semanal modesta pero que superaba con creces todo lo que se veía en la escuela. Un opiocrono adelantado empezó a repartir la especie de que había habido un tal Cort-a-zar  que había patentado (la palabra es inexacta, pues en honor a la dignidad deberíamos decir bautizado, pero para evitarnos digresiones y conflictos preferimos un término más jurídico; que tampoco es adecuado, puesto que su autor era enemigo acérrimo de los litigios de corte; por algo alguna vez se le llamó ingenuo) a los Cronopios. Estos eran seres de una sola pieza; es decir, uno no les pedía que sentaran con nosotros a tomarnos una Coca-cola para ver que capacidad tenían para convencernos de que eran compatibles con nuestros prejuicios; uno se enamoraba de ellos de una, y se los levaba a la cama, aunque solo fuera para hacerlo sufrir a punta de risas y barruntos, porque nunca se le ocurría a uno pensar si tendrían algo que se pudiera homologar a un semáforo (alerta, pare, siga), o una disco donde el portero te revisa la identidad y te dice: entre; y el éxtasis no era por popper u otras porquerías. Así que este opiocrono se atrevió a meterse en un antro de las antropologías y se consiguió un médium.
La sesión que se dio después de algunos intentos, hay que decirlo, fue tenebrosa. Se convocaba y se convocaba al tal Cort-a-zar  pero no había señal alguna. La/el médium (no se sabía en la semi-oscuridad de Drag-queens, maricones penitentes, maricones eminentes y tanta gama de elecciones libres) había dicho que como era un ser juguetón, tolerante y aún indiferente a fuerza de rechazos, timideces y también cierta frivolidad resentida, había que convocarlo con la danza; de modo que empezaron ambientando la sala con reaggeton, pero sólo se sentían unos vientos gélidos que nos daban como cachetadas, hasta que al opiocronos se le ocurrió, por un atavismo que le había llevado a gustar de Teloniuos Monk y Louis Armstrong, sugirió poner Jazz, pero solo se empezaron a sentir como una especie de gemidos en el viento. Alguna corazonada tenía el opiocronos que se dejaba transportar con la música; por esos días estaba investigando las relaciones de los nombres, las religiones y los desvíos místicos y se había encontrado con una banda llamada Nazareth; pidió que se pusiera la canción Shapes of things; se sintió un erstremecimiento general en las manos unidas en torno a una fogata en un cielo de luna creciente; médium quiñó el ojo en medio del estupor y éxtasis general, siguió loved and lost y entonces una llama crepitó y surgió una cara barbada, sonriente como un enfermo de down, unos ojos como de vaca y una voz cascada pero dulce arrastrando erres decía entre interferencias y pérdida de señal  jet lag, jet lag; rápidamente dimos la orden al lector de Cd’s y entonces aquel rostro venerable, en medio de una beatitud infinita y un contento inenarrable empezó a soltar vocablos al ritmo de la música,; pero la resolución era mala; no podíamos discernir entre Lorca, lorca o Carol, Carol; abuela y vuela,vuela; raro-ver-na ardes; au,au,au, rora, rora. Por último se escuchó gritar Rocamadour y una espada de fuego estalló en el aire.  

jueves, 4 de octubre de 2012



Villamaría, octubre 3 de 2012
Dña.
MARGARITA VALENCIA
Programa “Los Libros”
Radio Nacional de Colombia

Muy Apreciada Margarita: Pensé enviarle una foto de mi vecino para mostrarle su asombroso parecido con Jaime Andrés Monsalve pero me pareció cursi para una sincera declaración de amistad y admiración –es que el poeta siempre busca las señas que le indican los hados le hacen compañía, el loco las ve por todas partes-. Quizás en medio de su tenaz labor de escritora, traductora, editora, gestora, y bueno, en medio de su lúcido arraigo en la realidad más irónica: estar al tanto del fantástico mundo de los que tratan de agarrar la realidad para darlo a los que escasamente la avizoran, no tenga tiempo para llevar al reino de los sueños esas aventuras suyas -de Cartagena por ejemplo- (¡mas, qué sabe nadie, si entre más inquieta y activa es una psiquis, más fértil es el suelo onírico!) subiéndose a la barca siempre impredecible de personalidades, de talantes, de sensibilidades, de in-sensibilidades, pero debe ser, a su modo, muy feliz. Yo, en cambio, a fuerza de encarcelar los verdaderos sueños (esos que nos abordan felices por las noches en venganza de los diurnos tropiezos), me monto, muy a mi gusto, pero para más sufrimiento, en lanchas veloces que como la Ceiba de la Memoria, Rencor y, para colmo con Selección de historias de Cronopios como co-piloto, me obligan a decidirme a hacerle mi propia confesión de arrepentimiento; y es que dejar que le transite a uno por lo más hondo de la piel un ambiente añorado –por sortilegio de desengaños y desesperos-, de esa tierra que un día me recibió como mediocre aventurero, saludando hallazgos de belleza, peleándose con facilismos de comercio, rumiando posibilidades improbables (que no se pueden probar que lo sean), sopesando contrastes de nuestra abigarrada variedad (lo que hay de Naranjo-Reyes editores a Banfi, por ejemplo, con lo que le corresponde de Nena Cantillo a Miguel Ángel Bastenier en el medio) y finalmente, atreviéndose a decir que una coincidencia: La re-emisión de un programa de Señal Colombia donde Manuel Carreño la entrevista y me la presenta, la ha hecho una de mis mejores amigas. Todo por ver si los afectos negados se pueden equilibrar con el intercambio de pares que se conduelan de que estoy incomunicado.
Posdata: Como ilustración le envío copia del borrador de correo electrónico, pese a que el vértigo de mis días me impidió intentar una serie de cavilaciones que, a propósito de sus palabras desencadenadas, me hace sentir ruborizado.
Atte.
Carlos Eduardo Pérez Mejía (http://elburdeldelapoesia.blogspot.com)

IDENTIDAD YCULTURA



IDENTIDAD Y CULTURA
(¿Embarrarme de nadas o adornarme de basuras? He ahí el dilema)

Pregunta un humorista argentino: “¿Por qué las instituciones ponen siempre un columpio encima de un charco? La pregunta es risible precisamente porque en medio de la sencillez del enunciado, hay una situación compleja que requiere de análisis, facultad que no es precisamente del uso general,  y ni siquiera del uso de ciertas profesiones a las que dentro de sus lineamientos  sólo cabe un marco instrumental*. Acabo de leer un artículo en el que dos profesionales de un modo bien interesante (como cuando en medio de una conversación aburrida alguien sale con un giro que sorprende), analizan el asunto de la identidad enfocada al tema de la cultura**  El exordio nos plantea que, luego de analizar que si quien finalmente se encargó de la redacción del texto hubiese sido sincero al momento de confesar su traición del inconsciente al escribir intimidad en lugar de identidad para el título: “El Problema de la Identidad”, ya estaría eligiendo una línea de reflexión (el hecho de que entre lo substancial y lo funcional sólo existe el abismo de lo definitorio);  y sin llegar a definir si la posibilidad de zanjar la polémica entre que la visión materialista y la visión metafísica del problema sólo constituyen dos focos de la misma luz o dos caras de la misma moneda se podría elucidar entre esa opción o la de simplemente elegir una forma retórica para revestir de interés la exposición y que, finalmente viene a ser un señuelo para atraer las posibilidades de intercambio (léase interrelación) de posiciones, puntos de vista u oposiciones refutatorias que, aunque queda claro que la principal intención del escrito es defender la posición de que la identidad en la cultura es un pseudo-problema y que el asunto visceral no es desdeñable, más que el servicio onto-epistemológico, nos parece que el artículo se parece al chiste argentino.

­­­­­­­­*Vr. Gr. la estadística cuya metodología y marco de acción están simplemente cifradas en la tabulación y/o compilación de datos según fórmulas aritméticas, pero cuya resolución matemática o de exactitud representativa sólo presenta una “idea” de una realidad. Así mismo el derecho y las ciencias jurídicas que están ceñidos a una serie de códigos y “parámetros” que permiten sistematizar los conflictos de los seres humanos pero cuyo análisis sólo puede verse reflejado en el fuero interno de jueces y legisladores que siempre deberán remitirse al “código”. Así, una estadística de empleo puede “mostrar” que el desempleo tiene una cifra baja únicamente porque la incidencia de una de sus variables –el empleo informal que no accede a Seguridad Social, Régimen de Prestaciones y/o Fondos de Pensiones o garantías de estabilidad laboral-baja sus cómputos.   Igualmente a una persona se le puede estropear su vida socio-económica por una “falla de procedimiento” en la que, por ejemplo, se le declara incompetente  mental mediante una prueba técnico-legal que no cumple las exigencias del procedimiento sólo porque obedece a una “maniobra” que pretende tener en suspenso una incógnita que hace imposible dirimir en derecho y justicia un conflicto: Por ejemplo, el hecho de que alguien presente una cualidad única en su género y que causa asombro (como la facultad involuntaria de reproducir los procesos naturales de su visión en artefactos electrónicos por alguna mutación), por lo cual,  ante la incertidumbre y a la espera de estudiar el “fenómeno”  se le declara “Esquizofrénico Paranoide” simplemente porque nadie le ha dicho que sucede y no se le quieren reconocer sus reclamos, cuando lo procedente sería “adaptar la anomalía” al sistema, toda vez que el resto de facultades funcionales es compatible con el sistema social.
**  Rueda Chaparro, LAURA.  Isaza Echeverry JHON. En: Revista NOVUM. # 1,Revista de Ciencias Sociales aplicadas; 2º    época,2011. Universidad Nacional de Colombia

La historia de la ciencia (al igual que la historia de su filosofía y de sus guerras –qué ironía-) ha cargado desde siempre con un lastre bien significativo: El hecho de que el segmento entre investigación e invención ha estado mediado por el hallazgo. La cárcel de la teoría a la que el pensamiento humano parece estar condenado por el delito de querer definir la realidad bajo un sólo parámetro  –o por lo menos foco simplista: el de que sólo aquello positivizable  es digno de adquirir el rango de científico- habla de la imposibilidad gnoseológica que el ser humano no ha querido abordar desde sus verdaderas fuentes puesto que la diferencia especulativa frente a la resolución armónica es del mismo signo negativo que entre premisas, hipótesis y experimento  que resulta  en hallazgo (sobre todo porque y principalmente el diálogo entre praxis y teoría, que se da  como desconocimiento general de las premisas que intentan abrir la brecha entre “La Estructura de la Investigación de las revoluciones científicas” por parte de los experimentadores que por lo general son diferentes de los teóricos, no se observa ). Si lo anterior lo decimos de lo más encumbrado del pensamiento universal –puesto que ello se convirtió hoy en aquello que permite el desarrollo de la comunicación, del intercambio, del manejo, de la enorme capacidad de cálculo, irónicamente sólo en los horizontes financieros, en las tendencias sociológicas, en las posibilidades aglutinantes, pero no en los intereses ecológicos, en las contingencias naturales, en las crecientes e incomprensibles mutaciones de los cuerpos, las mentes y los dispositivos) del que podríamos decir que es aquella porción del consciente universal que ha logrado el más alto grado de resolución, ¿qué podemos decir de aquello que en los pueblos, en las comunidades, en las organizaciones, en los Estados, se define como Identidad Cultural?
El enfoque de los autores del artículo, por más de interesante, puesto que lo fantástico que siempre es la anticipación de la dicotomía entre deseo y realidad, pero que nunca se cumple a cabalidad, Vr. Gr. el deseo de volar que las brujas de la edad media idealizaron con escobas, o el deseo de ubicuidad por el que tantos profetas de todas las religiones dieron su vida; deseos que a la postre vinieron a realizarse como metáforas concretas: el avión, la Internet, viene a ser el espejo que la comunidad humana construye para el manejo de su vida y sus relaciones (las brujas con escobas y filtros fueron quemadas, pero los hombres que construyeron alas de lino, o motores de segundos de vuelo consiguieron seguidores, admiradores y adeptos que terminaron en la hazaña de los hermanos Wright. Por contraste los teosofistas, médiums e idólatras del éter, debieron ir degradándose hasta encontrar el Einstein y, posteriormente el Heisemberg que les permitiera exigir cartas de ciudadanía para su club); de modo que el ejemplo de Star Treck y la teletransportación viene a ser la escoba de las brujas medievales (no basta con distinguir diferencias numéricas y cualitativas para incluir variables en las que está incluida toda la historia del universo por ser ese espécimen su carta más representativa) y en términos estrictamente filosóficos las posibilidades inductivas nunca llegan a ser equiparables a las deducciones a que ensayo y error en medio de conjeturas conducen.
Las distancias para una teletransportación cultural?     
Las anteriores han sido reflexiones generales y al desgaire de una imposibilidad de consultar fuentes o de tener ejercitados los músculos académicos, sin embargo, retomando el hilo argumentativo que incluye a Paul Ricoeur en la interlocución y en el que según sus atinadas reflexiones, la identidad sólo podría ser observada o estudiada desde las estructuras narrativas puesto que el idem y el ipse, según nuestro modo de ver pertenecen a estructuras descriptivas muertas, pero que ante el insuficiente estudio o la incompleta hermenéutica de sus alcances (igual que sucede con el griego, el hebreo o las lenguas romances), aún siguen manteniendo sus jerarquías normativas del hilo conductor  de una cierta forma de pensar que no se ha podido desligar de sus anteojeras, en tanto que la especulación y la intuición de la mano de disciplinas como la filosofía del lenguaje en su versión continental y las pragmáticas de los lenguajes formalizados han tomado un rumbo estrictamente utilitarista (hacer cosas con las palabras, actos de habla,) en los cuales la sutil frontera de mismidad y conciencia, sólo se delimita por rasgos definitorios, en tanto que las estructuras profundas refundidas en los discursos de las obras de cuño estrictamente latino, hasta las de la patrística, contienen aún hitos y señales no desbrozados (eso sin contar lo que de los autores antiguos se quedó sin autenticar o se perdió); de modo que la distancia entre definirse y saberse, la distancia entre el de-mi, idem y el pi-es, ipse, en los que por un mecanismo de autorrecuperación desconocido (como el de la salamandra o el tritón), luego de los cortes abruptos entre historia y cognición, las lógicas difusas establecen, del mismo modo que también los cortes de médula espinal con tratamientos de células madre, o esfuerzos excepcionales, recuperan las lesiones operativas, nuevas conexiones entre el hilo primordial y el hilo conductor.  
Pero entre identidad, intimidad y singularidad sólo puede existir un hiato que es el afuera de las relaciones de dominación; para superar tal hiato es preciso trabajar como comunidades en la historia de las nacionalidades, del acervo de los imaginarios, del saberse como producción de simbolizaciones, valga decir como narración. La problemática de la relación identidad-singularidad sólo puede existir como disfuncionalidad del auto-conocerse, auto-definirse y auto-planificarse, esta disfunción es la que sobreviene de las estructuras autoritarias, de las educaciones adecuadoras o instructoras en las que se instruye como quien instruye un proceso de imputación de cargos, en lugar de adiestradoras en las que se intenta tornar diestro, pero dejando libertad de escoger las destrezas a las que se quiere acceder; así se castra el querer y se impone el anhelo. Paul Ricoeur dice en su libro “Del Texto a la Acción”: «Un querer quiere y se quiere universal en la negación de todos los contenidos; (querer es el movimiento de la voluntad hacia lo querido; al quererse universal en la negación de todos los contenidos se niega a sí mismo como posibilidad universal, pero se afirma como querer)». Sin embargo para llegar al querer, es preciso cruzar la brumosa frontera de la imaginación, en la que, por la reflexión, intervienen todas las fuerzas en juego y no es un simple juego de imágenes del deseo, por eso nuestras comunidades que son a-lectoras, a-histriónicas y por contraste a-históricas, al no tener claro que también las sociedades, así como las comunidades, las familias, los clanes tienen una especie de marco universalizante al que se va añadiendo particularidades con brillo propio, para conformar una suerte de espejo, no en el que se reflejan, sino en el que orientan su querer definirse como sociedades, como comunidades, como familias, como clanes. Esa sería la máquina teletransportadora que llevaría el Estar indeterminado de los integrantes de una variable cultural al Ser determinado de una cultura integrada e integradora.  Para definir identidad, nosotros no recurrimos a las complicadas abstracciones de los tratados; simplemente, por ese hilo de autorrecuperación difusa del que hablamos más arriba, relacionamos identidad con idea-de-entidad. Una entidad es, inicial y filosóficamente, una noción exógena que se supone con organización propia, pero aún no se define ni su substancia, ni sus partes, ni sus mecanismos; sólo sabe de una entidad (una entidad financiera o comercial, por ejemplo) cuando pertenecemos a ella, participamos de su funcionamiento, o guiamos sus acciones. Ese sería el espejo de identidad en el que una comunidad determinada se miraría, ¿pero, qué sucede cuando el reflejar de brillos particulares está predeterminado por una programación, como cuando un aviso luminoso hace el cambio de colores y organización de LED’s para realizar sus rendimientos?  ¿Es necesario meternos en el berenjenal del Yo para adherirlo a la idea de identidad? ese es un problema del solipsismo de cada cual, pero cuando los choques interdisciplinarios se añaden a las pre-tensiones propias de las personalidades en las que más que personalidades son talantes (definimos talante como la forma de poner delante del otro nuestro ser complejo: ta’-lante; en tanto personalidad es una serie definida de rasgos definitorios que se mantienen de acuerdo a la evolución psíquica y el intercambio armonioso con el entorno) que prefieren im-poner, en lugar de asumir el problema de que entre más sofisticado y profundo llegue a ser un saber, tanto más complicado di-fundirlo y dis-torsionado llega a las bases que se benefician de él. Tal sería el caso del marco filosófico que pone a la identidad como un problema onto u epistemológico, antes que un problema real y que el problema relacional viene de abajo hacia arriba y no al contrario.     
EL AMOR Y EL JUEGO (¿Claves para una auténtica gestión cultural?
La reciente presentación del proyecto: “Poetas sin pretensiones, en el cual un grupo de artistas de la ciudad de Manizales, que incluye a un grupo de músicos que en asocio con unos cuantos poetas musicalizan sus poemas y lo presentan a la comunidad bajo un concepto que no parece tan novedoso en su aplicación por cuanto parece más un aprendizaje por medio del cual se realizan, de modo empírico y sin realmente pretensiones, los pasos que profesionalmente ejecutan los managers de una industria cultural en decadencia: la industria del disco (conseguir las letras, hacer arreglos para la musicalización, convocar los músicos, concertar las pautas de grabación, acordar las formas de financiación y promoción, etc., etc.), pero que es novedoso en el sentido que un grupo de personas unidas por la camaradería, los gustos afines, los deseos de mostrar sus productos al público y, sobre todo: lograr convencer a los administradores del presupuesto cultural oficial (a veces tan cicateros y subjetivos como descaradamente dedocráticos y rapaces, sobre todo si corresponden a cuotas burocráticas, es decir, clientelistas) de promoverles su proyecto, esta vez bajo el argumento –válido- de explotar los nuevos formatos de intercambio cultural propios de la era digital, en los que la difusión, promoción, realización, comercialización –o al menos distribución- deben estar al día de los avances informáticos, de redes sociales, del uso de la Internet, de las mezclas entre gestión real y gestión telemática –ya ni siquiera mediática- para, finalmente, al menos obtener alguna visibilidad en alguno de los casi infinitos nichos en los que se debate la pluriculturalidad, amén de la “democratización del saber”.
Aunque para el crítico o el estudioso también es válido realizar ponderaciones de valor con respecto a la calidad de los productos en circulación, puesto que el hecho de que el desencanto en el arte, el top insalvable del que ya desciende toda su desconceptualización como vehículo de expresión, de sublimación o búsqueda de los fines o destinos de la especie humana, ya que el estallido de la ciencias, la moral, la política ha dejado ese sabor insípido de que ya está todo dicho y hecho o no vale ya la pena y que escasamente el arte de vanguardia, el arte de élite, que por más de vacío y carente inteligibilidad sigue manteniendo las características contradictorias de lo que se cataloga dentro de la excelencia, no es óbice para que las posibilidades de comunidades en desarrollo puedan seguir el paso a paso que también les lleve acaso a lo que ahora hace la contracultura, o por contrate, reflexión o evolución, lleguen a encontrar los senderos del nuevo arte del futuro, no es nuestro interés poner el acento en que el proyecto a que hacemos mención contiene las manidas fórmulas decimonónicas (quizás con excepción del poema del músico y artista Fernando Cano: “Ciudad Invisible”  y algún otro del poeta León Darío Gil o Martín Rodas) de letras con descripciones amatorias o eróticas sin muchos hallazgos lingüísticos o conceptuales, sino en el hecho de que la incipiente carrera de Gestión Cultural puede estar rodando en los círculos viciosos de las disciplinas subsidiarias de la antropología o la sociología y tendiendo a una suerte de positivismo político simulado. Los personajes mencionados anteriormente no son profesionales en gestión cultural (aunque son profesionales en otras áreas, asunto no poco significativo) y sin embargo lograron un producto acabado en el que la musicalización, la adaptación de letras, el formato de presentación (convocatoria por medios de comunicación, divulgación en blogs y redes sociales, presentación en un lugar de prestigio de la ciudad –aunque la recepción del público finalmente sea exigua como sucede con casi todos estos proyectos en los cuales por desconfianza, vulgarización, desprecio de quien no tiene un gran cartel tras su imagen, las personas no participan; lo importante es que finalmente el producto se realice-), para finalmente ponerlo a disposición del flujo comercial, muestran trabajo, deseo de agradar y una gran vocación ciudadana.
La lectura del dossier que ha presentado la Universidad Nacional en su órgano de difusión Novum nos deja un sabor agridulce cuando al tratar de sopesar la realidad nacional con la realidad planetaria en la que la informacionalización de la sociedad (que en términos prácticos viene a ser estupidización) se contrasta con las carencias de infraestructura, con los altos índices de desigualdad, con la creciente ejemplificación de la intolerancia que no permite que la nueva conciencia civilizatoria en donde el amor y el juego descargados de su valencia simbólica de lucha, persecución de fines utilitarios y/o gratificaciones para mostrar, se hagan por fin a la tarea.
Así, siendo el amor (a-mor, principio de costumbre) el centro de todas las relaciones humanas, al cual (en el sentido verdadero y filosófico de toda su complejidad) sólo puede accederse o ejercitarse luego de que la singularidad ha podido sortear o levantar las capas  de sedimentación (la economía, la educación, la religión, la política) con que la historia de la civilización le ha cubierto y cuya desnaturalización tiene parte importante la infelicidad de los hombres, su relación con la razón práctica tiene que ver más con la proairesis  a la cual la libertad negativa, es decir, su concepto indeterminado regido por la razón pura, que no puede rebasar su propia astucia, por cuanto su pureza será sólo advenida como libertad determinada en razón práctica  a la cual la norma le sirve de guía que con la síntesis; pero la la proairesis como preferencia razonada siempre se encontrará con el fantasma opositor de la crítica. Así, la presunción (el presuntuoso) por la cual una singularidad puede verse cuestionada en su camino de intención a la acción reglada motivada por el amor y a la que, siguiendo a Kant, vemos como un exceso de amor propio y que nosotros simplemente vemos como pre-(a)sunción de la proyección; es decir, una actitud en la que el presuntuoso, antes de ver que calidad de armonización mutua, cuánto puede la fuerza de su razonar o de su actuar, recibir de la parte consecuente, contraria o interlocutora, ya brilla en su visagismo, en su conducta él es pre-untuoso (presuntuoso), lo que impele al rechazo. A esta actitud se podría contrastar la de la pretensión (pre-tensión); el pretensioso podría alegar que dado que la experiencia con el otro es una experiencia que la mayoría de las veces se ha visto confutada por la decepción, entonces su actitud se constituye en un escudo que, hasta no ver qué hay en la otra parte, no descubrirá su verdadera naturaleza; pero tal actitud aunque es menos deleznable que la anterior también es despreciable, o cuando menos susceptible de atacarse como excusa que, siguiendo la ética a Nicomaco, tendría que ver con la noción de valentía, pues el pretensioso no es más que un tímido en guardia. De modo pues que la proairesis sólo tendría que ser posible como sofronésis que indicada por el amor de los amores (la filosofía) lleva a la singularidad por el camino de la elección del término medio, que no es la misma que Jesucristo señala como tibieza (por tibio estoy a punto de vomitarte) pues en toda decisión se debe mostrar temple, sino que en la otra parte Aristóteles recomienda la bondad de carácter: la bondad de carácter no es más que la disposición armoniosa del individuo para desenvolverse con el mundo por medio de la gentileza o lo que en otros ámbitos se denomina diplomacia.  De ahí nace otra categoría: lo tierno = Ti- (t)erno; lo tierno es el justo medio entre los extremos temple y debilidad, o, si se quiere, es la conjunción de virtud, gozo y astucia Pero la más detestable de las actitudes que atenta contra la disposición amorosa es la vanidad. Puesto que, para quien la vida es una simple lucha con la necesidad, el amor es algo absolutamente difícil de conseguir (cuando antes debía haberse puesto en la tarea de razonable de intentar definir), ya que el amor, al igual que el bien, es una muy diferente cosa para cada cual, a la gente sólo le queda atrapar del río vertiginoso de la realidad, trozos de fuerza a los cuales denomina poder (poder de dominar, poder de adquirir a antojo, poder de actuar sin razón); entonces se atavía, se adorna, se enmascara y sólo le queda pavonearse como quien dice: “tengo mi soledad única e intransferible (y según eso también incomunicable), al menos bien dotada y bien lustrada para que tú no la mancilles (vana noción de dignidad). Así, los poderosos dominan(pero habría que ver qué, cómo y por qué dominan) y hoy, se muestran presuntuosos, vanidosos, inasibles, es decir, irracionales, y los dominados medran disfrazados, es decir, también irracionales pues se alienan sólo con vistas a mantener una calma, una armonía despreciable. Por eso, nace otra categoría de los que ni siquiera tienen mediana intuición de la razón práctica: El petulante. El petulante parece que el mundo le dice “estás-tú-siempre-delante” como un reproche de desconsideración; pero con el petulante tenemos un conflicto y es que todos tenemos derecho a darnos aires, que no es un sinónimo de proairesis, pues la proairesis es una adquisición del estudio, de la reflexión y de la interiorización, en cambio, darse aires es una actitud disimulada de vanidad que es un amor propio irrazonable y que ni siquiera podría alegar méritos; por eso el intercambio del sophos es siempre, ya como trato gentil, bien como actor diplomático, una personificación de aquella actitud con la cual Jesucristo ganó a toda la filosofía griega: la mansedumbre, y que los griegos llamaron prudencia, puesto que es una actitud absolutamente terrena, desdeñosa de la razón pura que tiende a aretn (areté) y que más que virtud, como dice Ricoeur, se traduce como excelencia; por eso la mansedumbre es la actitud que supera a la excelencia, puesto que “los humildes saben que todo poder es prestado” ; es decir, que toda adquisición de las singularidades es dada por una cierta disposición a la que el conocimiento tiende y que la sabiduría convoca y cuya imbricación tiene su mecanismo bien oculto en la tensión entre intención y sentido. La mansedumbre es, en absoluto, un sentido que aparece en los semblantes serviles o en las alegrías fáciles; es, más bien, una huella que se va mostrando como gravedad; pero la gravedad que va dejando la sofronesis constituida por adquisiciones intelectuales no puede ser la misma que se va decantando con el trato;;  por eso, en los tiempos infames que vivimos, negar el trato es la más despreciable demostración de vileza y tal vileza no es sólo obligada por circunstancias, sino meditada por perversidades. Así, los orgullos se pavonean bien perfumados, bien trajeados y bien escudados en presunciones; son siempre talanqueras exteriores a la corrosión que la crítica va ejerciendo por dentro. Por eso es admirable que alguien pueda ser llamado transparente.
El columpio del chiste ocupa aquí un doble papel en el juego de los simbolismos absurdos; por una parte la informacionalización parece pender sobre los asuntos humanos sin que haya mucho por hacer; por otra parte la negativa de los individuos –quizás los ilustrados menos que los aforados pero de todos modos ambos tendiendo a una emancipación total de imperativos categóricos- a armonizar con los ideales simbióticos de la naturaleza, deja el azar cumpliendo los lineamientos que la tecnología aparenta regir: «El ascenso de las civilizaciones presenta en este caso el juego y el agon como una “función creadora de cultura”; su ritual y sus reglas generan solidaridades; es una estructuración externa de instintos, orientada hacia el afuera y lo público. La decadencia de las civilizaciones atestigua el crecimiento del individualismo y el egotismo y la “estructuración interna de los instintos”. En este sentido el aventurero y el apostador acompañarían el ascenso de la civilización occidental, mientras que los individuos introspectivamente estructurados de la sociedad del riesgo acompañarían su declinación »*. El charco aparece luego de que el columpio ha sido instalado, debido a que la natural inquietud de sus usuarios hace que estos, del mismo modo que para impulsarse debieron usar su fuerza cinética, para detenerse no usan la misma forma armónica, por lo que el suelo se erosiona; El suelo de la cultura sigue teniendo el mismo sustrato por el cual la civilización ha llegado hasta cúlmenes insospechados, pero el bajarse de los usos al antojo hasta llegar a los abusos pierde referencia; así la identidad muta y los dominios cambian de espacio. Las instituciones propenden por mantener el orden y el Estado implementa acciones que impulsen el bienestar de sus asociados; los individuos malgastan o tergiversan sus beneficios. Las civilizaciones más desarrolladas lo han sido gracias a una fuerte cohesión de propósitos y defensa idiosincrática; en los países subdesarrollados los nacionalismos son vistos con reservas por quienes se preocupan más por mantener el estatus que por adaptarse a los cambios. Es por lo anterior que nos preguntamos  ¿Contribuyen realmente carreras profesionales como la Gestión Cultural al desarrollo social; o acaso los esfuerzos de la academia por implementar programas que fortalezcan la innegable complementación disciplinar podrían tener mejor resolución impulsando, por ejemplo, estrategias de promoción ciudadana de la educación, en la que la escolarización sea una forma de vida antes que imposición para crecer en la sociedad? o ¿Sin negar las fortalezas que pueden aparecer en la “tecnificación” de las formas de hacer cultura, sería más práctico incluir la idea anterior como una materia del pensum?.
Por último, el decir que no es relevante la pregunta objeto del título del artículo respecto de si la identidad es realmente un problema de discusión ontológica y/o epistemológica más que un problema relacional, nos parece un poco presuntuoso puesto que  anteponer un interés disciplinar a un interés general es negarle a quien se interesa lo mismo que la inquietud plantea. Lo ontológico y epistemológico es un asunto de todos; otra cosa es que todos puedan hablar del asunto.





*Lash, SCOTT. Crítica de la información. Amorrortu Ed. 2005. p,273