martes, 21 de octubre de 2014

RAICES EN MARIMBA DE CHONTA

Logos de Colombia y Logo colombiano, las dos cosas caben para colombiología, y si nos referimos  a lo puramente autóctono entonces con marimba de chonta podemos hacer el telón de fondo.
Acabamos de asistir a un delicioso concierto con marimba de chonta interpretado por el grupo Makana; pero ante todo asistimos a una clase de armonía y a una clase de música; un conocedor diría que estamos incurriendo en una redundancia pero es que cuando decimos armonía queremos referirnos a aquello que en teoría psicológica alude a la plenitud del principio de placer. También a sido una clase de armonía en el sentido estricto, pero para nosotros, neófitos en las precisiones técnicas de la teoría musical se convierte en una actualización arqueológica; pero hagamos un poco de preámbulo para matizar nuestra idea: El concierto al que aludimos, auspiciado por la Radio Señal Colombia se realizó en el galpón de la sede de bellas artes de la Universidad de Caldas. Allí, como en una especie de alusión a las aves de corto vuelo pero gran capacidad de gatuperio, se realizaban en nuestros años adolescentes los conciertos de las bandas de rock locales, además de las primeras sesiones del prestigioso Festival  Latinoamericano de Teatro. Resulta que el último concierto que disfrutamos, antes de partir a buscar el sueño dorado de todo provinciano: Conquistar la capital, fue precisamente allí, con la inolvidable banda del murciélago y en un recinto que triplicaba lo que ahora es. Para nosotros es inolvidable la sensación que, adobada con la pimienta de los nacientes -para el pueblo- atuendos que imitaban la cultura hippie: Bombines del siglo xviii, estampados psicodélicos, artesanías rústicas en cuero que mostraban verdaderas obras maestras en bolsos, sandalias con suela de llanta de avión, chalecos pielrojas, cigarrilleras para los cigarrillos pielroja, manillas, etc., la canción del grupo Slade Mamma rock krazy now , se  avivó el hervor de la ceremonia de confirmación en la religión de la psilopcibina, de la que desafortunada o afortunadamente abjuramos poco después. Los destellos de los reflectores, que hoy no tenían los fucsia, los rojos, los amarillos y su pirotecnia y, en cambio, se limitaron a una hermosa sobriedad de verde esperanza y luz día, nos inducían a dejarnos llevar por el torbellino: Música, paz y amor.
Pero hoy fue diferente -o acaso la continuación de aquella ceremonia en clave de comunión-: El simpático pedagogo -que además hizo de gran mistagogo con su papel protagónico en los misterios de la marimba y su cohorte- nos enseñó que en la teoría de los ritmos y armonías del pacífico colombiano existen dos denominaciones del acompañamiento de percusión: El repique y la candela; el repique es el ritmo fuerte que en el compás de la conga (instrumento que sustituye, por razones de efecto artístico a un tambor más pequeño de cuyo nombre me excuso fabricado con piel de tatabro o venado) mayor construye una suerte de liderazgo y, el compás de otra conga más grave que hace la candela, parece seguirle la corriente a su alternante, pero es un sutil engaño, es magia: Cuando la marimba de chonta, ese enorme y venerable trono del rey de la música primigenia dicta sus decretos melódicos, sus súbditos, los diferentes funcionarios ejecutores, configuran el tinglado del certamen del cortejo del macho a la hembra; pero no sólo eso; bien sea en ritmo de currulao, ya en ritmo de juga, bien en el de torbellino o el de rumba, aunados en sutilezas de ritmo se muestran los arrullos (el niño muerto que se celebra), los alabaos (el adulto que nos deja pero nos da chance de danza y borrachera), los currulaos o bambucos antiguos (cuando no hay ninguna excusa se monta una rumba en la que se hace explicito llamado de la pulsión que a todos no alumbra), el complejo y vasto mundo de la herencia africana ilustra la historia y naturaleza de lo fundacional que en los sonidos inigualables de unos muy particulares tipos de madera reproducen los telúricos estertores de lo que es la especie ahora. Pero es en la canción A coge' cangrejo que se dilucida el misterio: El repique y la candela de las congas y la percusión en general representan la condición del negro en su versión antropológica y metafísica; el repique es el esfuerzo -de las partículas iniciales y de los individuos- por avanzar en medio de la dificultad, lo que de hecho se convierte en el liderazgo. Pero la candela es el raro combustible que mantiene la brasa, como si de la nada, así como las llamas tragando oxigeno se magnifican después de cierta línea en seres invisibles, es quien mantiene e incuba. Ahora bien, si el asunto metafísico se nos adelantó, eso no es óbice para que se transparente el hecho, maravilloso, de que en las costas negras -es una pena que el avance de la posmodernidad política obnubile lo que tiene de suyo el Caribe-, coge' cangrejo implica la gran alegría de tener comida para paliar la necesidad (la candela que mantiene la brasa en llama de alegría y en brillo de ojos y en ritmo de caderas), pero también el soterrado repicar de ese ciego impulso a cotejar la luz radiante que le hace resaltar en el paisaje.
Muy probablemente podrían venir aquellos que con credenciales de Denominación de origen exijan aclarar cómo es que las pautas de la corrección auditiva, técnica y de sensibilización, desvirtúan la savia que aspiran sus raíces adventicias.

PS.: Que se dibuje la contradicción en el lienzo de la polémica no desdibuja esa tendencia que  emerge desde los orígenes: Lo humilde, lo primario, busca, quiere, persigue siempre la PAZ. Son las sofisticadas fuerzas que, no contentas de hallar un respiro en el medio del camino a la cima quieren condensar marismas que la oculten.  Pero la nariz de la música tiene sus caminos y marketing de la felicidad los, suyos.