jueves, 25 de agosto de 2011

LOS ESCORZOS DE LA REALIDAD

LOS ESCORZOS DE LA REALIDAD



I- ADENTRO
Cuando se dio cuenta de que la quería evitar ya era demasiado tarde. Ya había sucedido otras veces. Primero fue con un bonito lazo tallado de plata que resultó ser de esos que se ponen negros con la primera sal que les pongan; después con ese billete nuevecito, bien dobladito, tostadito que le llamaba desde el reclinatorio y resultó falso. Siempre llegaba a la misa de ocho a sentarse en una banca donde le aguardaba una sorpresa. Hoy fue que ya antes de entrar sintió que estaba teniendo actitudes de viejo; y ahora llegar a sentarse preciso junto a aquel octogenario a cuyos pies estaba boca-abajo, con su tallo desfallecido, aquella florecilla amarilla, y cuando fue a sentarse, un refulgir de escarcha azul celeste le hizo un guiño desde junto al zapato. Luego fue ella que se paró allí, recostada contra la pared, con una mochila de paseo al hombro y no se dignó mirar cuando todos estaban con la mirada encima de ella para que se sentara lo que constituiría una actitud extremadamente grosera de no ser porque la luna creciente que subía desde el hueco negro de su vientre hasta el otro hueco negro de su esófago le daba ese carisma que tienen todas las que están en su condición; ¿podría llamarse dignidad, respeto, autoridad, mimo? es difícil, decirlo pero el caso es que toda la atención que se ganó al quedarse allí parada, no tuvo ninguna repercusión en todas las beatas, las mojigatas y los viejos que madrugan al ritual porque, diferente a la misa de doce donde asiste toda la chismografía del barrio y el jet set del sector se muestra, y las muchachas y muchachos se fichan y se guiñan para ver cuando emprenden acciones con todo lo que se refiere a ichan (relinchan, trinchan, cinchan y, finalmente, se hinchan ellas y ellos se pinchan) y ella, con sus veinte años escasos y ese aire entre apático y triste que ponía estricta atención a la liturgia cuando Isaías por boca del lector de turno: ...he aquí que llamaré a mi siervo../ y le hincaré como clavo en lugar firme y él recordó aquellos clavos puestos en los muebles antiguos maderas que se encogen con el tiempo: para desclavarlos es preciso dañar todo lo que esté alrededor y ni ellos mismos quedan intactos y no pudo menos que estremecerse ante la potencia de la figura. En cambio, la florecilla allí tirada, vapuleada, mustia ¿cómo llegó allí? ¿y la chispa de escarcha del mismo color que la escotada camisa de aquella que a estas alturas ya un feligrés se había dignado pararse e indicarle que allí tenía su sitio? Imaginó una niña de aquellas que llevan las madres a las reuniones carismáticas donde además de oraciones y actos filantrópicos se realizan otros actos menos devotos aunque tan de-votos como para que los que los regentan puedan postularse a escaños públicos, pero tampoco tan ex-votos como para que quienes participan no puedan llevar inocentes niñas que cogen florecillas de cualquier prado y juegan con ellas hasta que los mayores terminan sus cosas.
Romanos 11, 33 siguió armando la figura: “¡Oh profundidad de las riquezas y la sabiduría de Dios! ¡Cuán insondables son su juicios e inescrutables sus caminos!...” y empezó a sentir esa inclinación filial que sienten los hombres maduros por el instinto paternal que procrea y prospera la especie.
Mientras el cura despachaba su homilía de corte reiterativo, no porque los asuntos religiosos siempre tuviesen los mismos temas, sino porque el talante del personaje daba poca variedad histriónica a la novedad de los días, recordó que sus detractores y contrincantes le regalaban con lisonjas del tipo: «Ah, el zopenco con poses de pastor. ¡Qué contradicción; un filósofo que sabe que ya las éticas y los pecados han dejado el terreno de los rituales para instalarse en la política y la farándula. Ja,¡qué rico, qué excitante, qué atractivo fumarnos un bareto, hacer fiesta, tener sexo en el templo; al fin, es un lugar más» pero no pensaban que seis meses más tarde, cuando estuviesen ostentando la digna personalidad de recién licenciados y nombrados profesores estarían algunos inclusive allí de rodillas dando gracias a esa fuerza extraña que pone sitio donde no hay lugar. ¿Quién es Jesús para tí? “Y vosotros ¿quien decís que soy yo?”



II- AFUERA
Se dio cuenta que no era descabellado el pensamiento. A-f[e-h]uera =afuera. Esa sensación de desamparo que nace del salir: de sí, del tibio crisol materno, de las seguridades con que amarramos nuestras vidas. Sin embargo otra vez se derrotó a sí mismo; igual que cuando se atrevió a cogerle la mano por primera vez a una muchacha. El a fe-huera que resulta empollando felicidades; o a veces tremendos dolores.
—Discúlpeme, ¿le podría hacer una pregunta? –trató de ser lo más humilde y ritual posible para evitar el rechazo.
— ¿Qué será? –su actitud perdió ese carisma de transparencia de la vida exterior y la interior y se tornó en una hostil mueca de persona extrañada y casi que asustada.
— ¿Quién es Jesús para ti?
—Esa es una pregunta muy personal y no veo porque tendría que responderla –y se echó a andar inundando su desconcierto con el perfume de una marca de jabón recién aparecida.
Él sin embargo tomó un nuevo brío que era como alzar la florecita que no evitó y ahora estaba por duplicado en medio de las piernas y la alcanzó
— Sabe, no sé por qué, pero tengo la impresión de que usted sufre por esa criatura que lleva en el vientre –le buscó los ojos para entregarle la ternura sincera que sentía. Ni respondió, ni recibió nada de lo que viniera de ese allá.
— Hasta he llegado a pensar que, bueno, podríamos ser amigos y nos podríamos ayudar mutuamente. Si, ya sé que usted es joven y linda y que yo ya estoy pasado de moda, pero...-volvió a buscar el papel de envolver reticencias y encontró un rasgado pedazo de viento que se movía tan rápido como su corazón ¿cómo era posible que corazón y pasos andaran al unísono si estos huían y aquel estaba de rodillas?- casos se han visto en que...
— ¡Me puede dejar en paz! –no sólo tronó, sino que ya llovía en ese cielo de tela descotada desde una nube de ojos confundidos que tuvieron la valentía de plantarse a esperar que el suave viento de la soledad amainara la tormenta.
Mientras estuvo allí parado viéndola alejarse, pasó el feligrés cortés y en su chaqueta negra que engalanaba su fea faz de indio taimado se leyó bajo el logotipo de Adidas::
UNIVERSAL
URBAN CULTURE

III – LA REALIDAD
En realidad la florecilla la había recogido el anciano octogenario cuando salió de casa con la alegría propia del solitario que ya no espera nada ni nada desea y en su abandono ya ni recordaba que domingos atrás ese mismo parroquiano que se sentaría junto a él le había robado unos segundos de felicidad de corazón ansioso cuando desde atrás y después de habérselo saboreado un buen rato, le arregló el cuello de la camisa que se había puesto sin mirarse al espejo. El guiño de escarcha había sido el mínimo aceptable de un barrido concienzudo que dejó el sacristán en el aseo matutino después que las muchachas del grupo juvenil realizaran sus pancartas de promoción del negocio.
Cuando sus detractores leyeron sus opiniones vertidas en un cuento publicado en el libro donde nadie está obligado a reconocer que le gusta leer a ese tipo de autores, tuvieron la inteligencia de diseminar la especie de que ya la ciencia del comportamiento tenía instrumentos para estafar a la poesía; así, el guión de la florecilla, nació de un guión previo; al fin, el párroco de la parroquia vecina, también compartía opiniones con su colega (vía celular, vía E-mail, vía cercanos al confesionario) acerca de los personajes del pueblo y podía decir con certeza que Jesús regaña cómo y cuando le da la gana.
Otros que gustaban opinar acerca de las cosas insólitas que suceden allá afuera de sus corazones, mientras la fe huera de sus interiores se confina de telarañas, decían que los mensajes subliminales de las criaturas extraterrestres estaban causando furor.
Nadie se dio cuenta de que cuando la luna creciente se encontró con su sol fue para recordar, en un hospital, a donde fue a parar luego de un accidente en una motocicleta, las palabras que él le había dicho: «Este mundo muñeca es de las abejas. El futuro del bebé es el que cuenta. Si ese tonto marica se dejó engañar y ahora que está solo y me están ofreciendo cincuenta millones para que lo deje en el paraíso, pues entonces va para esa».