lunes, 1 de octubre de 2012
EL DOLOR DE LOS PENDEJOS
Amanece un nuevo día de un nuevo mes; los dolores vienen y van sin que pueda decirse que vienen y se van para darnos algún respiro; antes bien, vienen como andanadas de una tempestad que quiere llevarse tu armonía desde todos los frentes. Las tontas dependencias virtuales (comunicarse ya no es un ejercicio de piel y aire que brota por impulso de algún sentimiento); hay que estar al día en el no-lugar de concertación de los impulsos sublimados, creemos vestirnos de interfaz, pero la interfaz se viste de nosotros. Hay un dolor nuevo en el ombligo, el estómago lleno e indigesto del correo electrónico exige movimiento; hay que ir al centro de salud del Telecentro (no tenemos como pagar un yerbatero o agua aromática de cybercafé) y la magia del revulsivo aplicado con enfermera cuyo performance es sentarse a cuidar, mientras muerde un mango sin sensualidad pero con personalidad, a que vaya saliendo la churria de notificaciones pendientes de Facebook, de fraternales convocatorias de amigos idos por la cloaca del desprecio (poesía sin dinero en la boca de un editor que expande cada vez más y mejor su mercado a fuerza de aullidos lastimeros: que la pensión no me alcanza; que me estoy muriendo de enfermedad de poeta, es decir de soledad rodeada de multitudes que mutuamente nos-la-memos) y la realidad muriéndose de la risa, mientras nosotros exigimos a las cortes de la abulia que nos reconozca prim-(o)-eros
EL
CLIMA DE LA PAZ - II
El valor de
los reproches
Casualmente horas después de
escritas las líneas iniciales de nuestro ensayo cayó sobre la ciudad un
torrencial aguacero. Era como si el espíritu de la ciudad de Manizales, tierra
pacífica por antonomasia hubiese aplaudido desde la semiótica ilógica (los
anuncios científicos del desarreglo del clima se desvirtúan por momentos igual
que las relaciones de los seres humanos tienen altibajos impredecibles y, sin
embargo, siempre por esta época las lluvias empiezan a sentar su nota natural
de invierno) el hecho de que los pájaros no tienen porque tirarle a las escopetas.
Y es que el aguacero, que sirvió para que los medios locales diesen un parte
exitoso de las medidas de contingencia tomadas con ocasión de los cercanos
desastres, señal de que juntos sí se puede; sólo dos sitios, por demás nada
deprimidos socialmente, se vieron
afectados por defectos antiguos de planeación de los desniveles freáticos en
contraste con los imprevistos de construcciones nuevas: La clínica Versalles se
inundó y el edificio donde hoy está funcionando la Biblioteca del Banco de la
República que tiene una fase importante de sus instalaciones en desnivel de la
carrera que corre paralela a los estantes de sus libros, se ve en aprietos para
lidiar con las aguas desbordadas por falta de colectores y es aquí donde nacen
nuestros contrastes con la paz:
Se ha criticado mucho a la
administración del área Cultural del Banco el no haber previsto este detalle y
otros relacionados con la humedad y los sistemas de protección del importante
catalogo que tiene a su cargo. A decir verdad, según nuestra humilde opinión
éste es un detalle difícil de ver en la urgencia, necesidad y escasez de un
sitio para ubicar un hito importante del desarrollo de la comunidad; pero si lo
mirásemos desde la óptica de un ejecutivo que siempre está exigiendo resultados
y para los cuales las medianías o los errores no existen, éste sería un
descalabro imperdonable. Hoy parece suceder algo similar con las relaciones
públicas y sociales: En la noche, mientras rumio el gazapo (mejor el desliz
chistoso) hallado en la edición dominical de EL TIEMPO que anuncia que: ‘Almacenes éxito tiene ya más de 250
compañías sin ánimo [de lucro] que buscan atender la niñez desnutrida…’ los noticiarios muestran a
nuestra flamante María Isabel Urrutia iracunda porque ‘no somos ningunos estúpidos’. Es claro que para el primer caso no
es difícil imaginar que la edición dirigida por Juanes debió haberse visto
matizada por un desbarajuste disciplinar –la alegría de compartir con el
artista, el desenfado de un acto social mayoritario- pero nunca profesional, puesto
que las relaciones civilizadas, el compartir, alternar o disentir con serenidad
y altura son precisamente bases de lo profesional, pero para el segundo sería
muy difícil persuadir a los involucrados que exigen un reconocimiento de sus “desventajas” de que es contraproducente
el celo de dignidad que muestran hoy
los afrodescendientes y en general las
personas que viven en un escaño de diferencia. Todo lo anterior, al tenor de
una reflexión de que sería muy deseable poder instaurar una cultura de la legalidad por el contrario de una cultura del legalismo. Hoy es muy usual
que cuando, por ejemplo, se le reprocha institucionalmente algún acto a algún
adolescente, este replique que cuál norma del PEI está violando; es seguro que
estos adolescentes mandan a freír
espárragos a sus padres en la casa. Otro punto interesante de por qué el
Proceso de Paz debería contar con un proceso paralelo y doméstico en donde la
operatividad vaya desde abajo hacia arriba es el que viene de una palabra que es
muy fea, por algo es una palabra de tinte medieval:
avasallamiento: Las gentes del común tienden a sentirse inhibidas y cohibidas
ante las perplejidades de la tecnología, la sobriedad de lugares, los modales
de gentes y cuando no adoptan una actitud agresiva, prefieren evitar el roce;
creen que si actúan con natural curiosidad o timidez unas personas prepotentes
les va a hacer sentir menos; esto
puede ser válido para ciertos ámbitos de competencia social, pero no para
ámbitos de convivencia como son las bibliotecas, las salas de exposiciones y
todo ámbito institucional en general –aunque en las provincias mucho de esta
falta de relaciones humanas se ve en la atención al usuario, pero de eso se
trata, de que aprendamos a borrar ciertos prejuicios que nos impiden ser las
verdaderas personas que somos-. Yo soy testigo de muchos ciertos sitios y
personas que con su gentileza y consideración le hacen sentir realmente a uno
la diferencia; pero es ahí donde he encontrado lo mejor de mí: El hecho de que
en un instante de esos no haya dejado de ser el mismo personaje carente de
muchas cosas no significa que no haya sido feliz de poderme dar cuenta cuánto
potencial tengo. Así, los reproches tienen su valor, pero sólo como
demostraciones serenas y claras del peso de nuestras razones. Por eso sigo
empeñado en resarcirme, con todas mis fuerzas de todos los daños e injusticias
que personas con poder o sin él, pero sin razones apropiadas me han infringido.
EL
MÉTODO ES LA FORMA DE RESPETO QUE LOS HOMBRES SENSATOS MUESTRAN A LA SABIDURÍA
DE LA NATURALEZA. POR ESO QUIEN SE AVENTURA EN LA MANIGUA DE LA VIDA CON SUS
SOLA VOLUNTAD TIENDE A PERDERSE (AUNQUE EL DIABLO COJUELO NOS DICE AL OÍDO:
QUIÉN SE AVENTURA EN LA VIDA CON EL VESTIDO DE LO AUTÉNTICO, ES MUY PROBABLE
QUE LLENE SUS BOLSILOS DE TESOROS: 1ERA FORMA DE INOCENCIA)
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