LA
CORRUPCIÓN EN CLAVE DE PENSAMIENTO DÉBIL
Acaba de salir al mercado de las novedades
cotidianas una teleradionovela. Es una de esas que a diario se suceden en todas
partes; pero ésta lo es porque en ella participan, para deleite y asombro de la
morbosa opinión pública, funcionarios de alto rango del segundo cargo más
importante de un país emergente y la propia pareja que detenta dicho cargo. Es
un thriller de intrigas,
persecuciones, celos, tejidas todas con la hebra que arrastra la aguja de
una insinuación obscena con el trono del
poder como télos de fondo. Esa
telenovela inspira estas notas.
El pensamiento débil es una corriente de
pensamiento que, impulsada por Gianni Vattimo en la década de los ochentas,
tuvo gran acogida entre la comunidad filosófica y, básicamente, se refiere a la
decadencia de la metafísica occidental como trasunto de la actividad de la
especie humana. Como toda doctrina que no haya sido concebida dentro de un
sistema propio, esta corriente fue cayendo en decadencia, no obstante que el nihilismo sigue siendo, a partir de la
cacareada y poco realmente pensada muerte
de Dios, rige aún, con toda su fuerza, la mayor prospección del pensamiento
y comportamiento de la civilización posmoderna.
El hecho de que una primera dama celosa
supuestamente sea el resorte que dispare el escándalo que, curiosamente, se
cierne sobre un clan –léase partido
político- que surgido de un complejo proceso de reacomodamiento de individuos
descontentos con la historia de una nación que aún no sabe que lo sea como para
unirse en torno a una idea acaso romántica pero loable: un pueblo que surge
unido de las cenizas del sojuzgamiento imperial, sólo deja una estela indeleble
–de esas que dejan los jets en un límpido cielo de verano; aquí el cielo es la
decadencia general y la estela eso que todos vemos pero de lo que nadie quiere
hablar-; pero lo interesante de la trama de la radionovela es que en el
trasfondo deja sutilmente dibujada la figura de que ese clan que se ha hecho con el poder y que irónica y acaso
estúpidamente deja ver esa ridícula figura
de que el ser humano, pese a que ya se ha desnudado en su tendencia más
animal, todavía se rige por la crítica; y entonces, el escándalo que suscita,
dice que todavía no merece estar en la cúspide a la que ha llegado y que, a
grandes rasgos, es la generosidad y civilización de quienes han regido los
destinos del país los que han permitido que estén donde están con tan penosos
resultados. Se sabe que somos barro, Señor, pero no mires nuestros pecados sino
la fe de tu iglesia.
Así pues, la corrupción tiene aquí su parte
importante pero bien escondida; con mayores o menores sofisticaciones se ha
convertido en un estilo de vida
mundial ha pasado a ser otro de los males necesarios para la convivencia, como
cuando para la sociedad romana las orgías y los banquetes corrían a la par con
los asesinatos y la violencia puramente política,. Pero hoy es un poco
diferente: cuando un escolar no tiene un credo religioso, no se dice que sea
corrupto, simplemente es una persona con libre conciencia y, además, secularizado; pero si este mismo escolar
no tiene una postura ética y política, ésta es una persona in- culta; desde
luego que tal postura no puede basarse en simpatías o inclinaciones, sino que
debe estar, al menos medianamente, sustentada; de allí surge la posibilidad de
que los intercambios simbólicos y lingüísticos le proporcionen una cierta
capacidad de negociar las
oportunidades y privilegios que pueda tener dentro del sistema social y, según
ese orden de cosas, esos sólo podría ser apenas pensable en una estructura
escolar de clase alta y, malamente, media. El resto entonces son personas que
internalizan el sistema vigente como por osmosis:
Hay que ser abeja y no dar papaya; es decir, es necesario ser
malicioso con las acciones y no discreto, sino clandestino; para ello, entonces
es necesario vincularse con acciones moralmente reprochables, pero no
elaboradas, como por ejemplo, hacer trampa con las lecciones cortando y pegando
textos de otros en Internet, es solamente reprochable porque está plagiando pero no porque eso es
engañarse a sí mismo con el conocimiento, y su elaboración es que no puede
perder tiempo reprobando materias o notas para poder ascender en la escala
académica y, de paso, social. Eso más o menos viene siendo el pensamiento débil: la historia del
pensamiento ha ido evolucionando de modo tal, que las generalidades de sus
rendimientos se trasladan a la conciencia en las costumbres y su elaboración se
queda en los cerebros de quienes estudian tales teorías, de quienes las
elaboran y los libros en que son consignadas; el resto es socialización de conocimiento, que más bien debería llamarse fusión por automatismo del espíritu; de
ahí que los desfondamientos del Ser
que, en pensamiento débil es quedarse
sin piso postulados, axiomas, creencias y convicciones, pero por una operación
de lenguaje, aquí, las decadencias de las acciones, quedan perfectamente
corroboradas como una trasmigración de la verdad encontrada por la teoría hacia
el fenómeno que suscita.
La historia del pensamiento débil puede leerse en clave del héroe tragicómico, a
diferencia del héroe griego, quien se abandona a su destino trágico por el
capricho de los dioses, que no puede conjurar, el hombre posmoderno se abandona
a la confianza desmedida (hybris) en
que su inteligencia va remontando obstáculos a través de la ciencia, pero se ve
constantemente vapuleado por la fuerza de sus yerros (a decir verdad, gran
parte del derrumbamiento de la filosofía como madre de la ciencia se debe a los
hallazgos de la técnica; y esa es la ironía: la historia del pícaro que cuando
está más propenso a caer víctima de sus propios inventos, se encuentra con una
salida que le permite seguir cometiendo sus fechorías). Pero miremos sólo un
poco la historia del padre del nihilismo moderno,
el sufrido y tierno Nietzsche, quien con su héroe Zaratustra gana el asombro del alma universal y de paso se gana
imitadores por doquier; él, un hombre de una época que apenas empezaba a abrir
sus ojos de rata recién nacida a la luz del método, de la racionalización y la
sofisticación asombrosa de las matemáticas, es un hombre que sólo lucha por ser
feliz en medio de sus semejantes, y no sólo en medio, con ellos –al menos los
de su clase-, pero es incomprendido y marginado por la falla que él más denunciaba
el apolíneo método; esa forma
cobarde, gazmoña de estar el hombre apegado a sus taras edificantes,
escapándose de sí mismo sirviendo o combatiendo a los otros, era el mismo modo
por el cual él con sus ademanes desdeñosos, con su veneno ácido e indiscriminado
–la religión, Wagner, la política, el pueblo alemán- se autocensuraba. Vino
entonces el psicoanálisis y la
psicodelia y el mundo empezó a ver que las cosas eran más fáciles –al menos más
dichosas- si se relajaban las pulsiones; fue cuando empezó a funcionar –además
como catarsis de la guerra- la verdadera noción de la fraternidad; sin embargo
esta era una noción demasiado paradisíaca para ser práctica, el Estado debía
seguir ejerciendo su rol catalizador y regente de los destinos de la sociedad
humana; entonces el liberalismo y el capitalismo promulgaron la economía de
mercado que abocó en capitalismo salvaje; ahí todo lo sólido se disuelve en el
aire y el fin de la historia comienza a pregonarse con más aires de propaganda
que de una verdadera noción de que la historia de las grandes ideas –la
Historia con mayúscula- es otro mito del deseo de trascendencia de la especie.
Sólo queda afiliarse a una tribu, a un clan, a una secta, o guerrear
civilizadamente en una clase –media, alta y científica-. Pero como uno de los
rasgos definitorios de la especie es la comunicación, los medios especializados
–científicos- serán los encargados de sentar cátedra, o al menos trasmitir a la
sociedad, de la mejor y más pedagógicamente posible, lo que es ser civilizado;
y aquí es donde empieza el hilo a tornarse delgado, valga decir el pensamiento
a hacerse débil:
La sociedad europea y norteamericana asimiló
la civilización a base experiencia histórica y desarrollo espiritual
–entiéndase desarrollo lingüístico cifrado en una capacidad y esfuerzo por
hacer conscientes los mecanismos de la lengua y desarrollar la habilidad de
intercambio social mediante la sofisticación del lenguaje. Para el autor de
estas notas, además de los conocidos estudios y estudiosos de la filosofía del
lenguaje, es admirable la forma en que, por ejemplo, el pueblo inglés asume su
vida, su cotidianidad y sus problemáticas existenciales desde la lengua que se
expresa en la literatura de Doris Lessing; es ésta una forma de mostrar las
aspiraciones espirituales y de dibujar la sociedad inglesa en la que sus
diálogos, unos diálogos extremadamente elaborados, pero al tiempo
suficientemente francos y sinceros, hacen pensar en que no se necesita ser
vilmente perverso para transgredir las reglas, sino suficientemente persuadido
de que son mis ideas, que no necesariamente tienen que ser compartidas, pero
las tengo y las expreso, y siempre, en la medida en que tengo mi propio círculo
afectivo y efectivo, encontraré algún modo de, o bien compartir mis vivencias y
costumbres, o bien modificar mis ideas o
mi ambiente, pero generalmente en una atmósfera de intercambio y cordialidad -.
Veamos una muestra:
» — Nunca pensé que desearía tener a otra
mujer cerca, cocinando en mi cocina, cuidándome, pero así es —confesó Dorothy,
que parecía estar al borde de las lágrimas.
» — Bueno, cariño, tendrás que conformarte
conmigo —intervino Jack.
» — ¿Te importaría, Stell?
» — ¿Importarme qué? —preguntó Stella con
cautela.
» —
¿Encuentras a Jack atractivo?
» —
Mucho.
» — Pues bien, sé que es así. Jack, ¿crees que
Stella es atractiva?
» —
Ponme a prueba —la retó Jack, sonriendo; pero al mismo tiempo le hacía señas de
advertencia a Stella.
» — Perfecto —exclamó Dorothy.
» — ¿Un
ménage à trois? —preguntó Stella
entre risas—. ¿Y qué hay de mi Philip? ¿Dónde encaja él?
—
Bueno, en ese sentido, a mi no me molestaría estar con Philip —dijo Dorothy, y
arqueó las cejas negras y definidas con gesto severo.
» — No te culpo —comentó Stella, y pensó en su
apuesto marido.
» — Será sólo un mes, hasta que él regrese
—explicó Dorothy— Te diré lo que
haremos: dejaremos esta estúpida casa. Debimos de haber perdido el juicio
cuando decidimos instalarnos en Inglaterra. Haremos maletas y nos iremos a
España o a Italia con el bebé.
» — ¿Y qué más? —preguntó Jack, intentando conservar la compostura a
cualquier precio, y utilizando su pipa como vía de escape.
»
—Si, he decidido que estoy a favor de la poligamia —declaró Dorothy. Se había
desabrochado el vestido y el bebé volvía a mamar...»*[1]
Pero si hiciésemos una lectura hermenéutica –que es otro de los filones
importantes del pensamiento débil- del texto anterior podríamos sólo concluir que
la genialidad del autor, que para rematar su narración deja a los protagonistas
rabiando por no poder realizar sus íntimos y explicitados deseos, no es por la
decencia estética que exige la buena literatura, sino, por la mediación de un
recién nacido; puesto que si vamos a situaciones explícitas, la literatura
posmoderna está llena de ejemplos (El
teatro de Sabbath de Philip Roth, quien también ha sido mencionado como
candidato al Premio Nobel por su descripción de la sociedad norteamericana
contemporánea, podría ser un ejemplo descarnado, sin perjuicio de las opiniones
que, acerca del estilo, se puedan tener de tal autor).
Esa experiencia y desarrollo no fue igual en
los países subdesarrollados –al menos en los latinoamericanos- y la
civilización se fue asumiendo como una forma de tolerar al otro, lo otro, lo
distinto, según un rasero más deleznable y menos comunicativo, o al menos, la
sofisticación comunicativa se refiere más a lo que se deja de decir que a lo
que se dice, en una pésima imitación de la buena literatura que no declara sino
que insinúa o vela. Es por eso que la manida malicia indígena hace carrera entre los correveidile de la
socialización, de la política, de la academia. Pero no sólo en los países
subdesarrollados la malicia y la negociación encubierta son las pautas, en los
países desarrollados también se ha vuelto costumbre, pero sólo como un método
de adaptación –con obvios fines estratégicos- y el asunto va aún más allá.
Cuando la heroína de la mencionada novela
–que finalmente va a ser una antíhéroe
y chivo expiatorio de una trama obscura como las de los dioses de los griegos,
sólo que sin créditos ni templos de Delfos, si acaso oráculos secretos- sale a
los grandes medios a hacer su propio monólogo, y que para efectos de la
historia viene a ser una de las hembras de la manada que, por alguna razón que
nunca queda explicitada es expulsada, aislada y agredida en un ejemplo más de
magistral manejo de etología humana se
configura entonces una performance lingüística
singular y espectacular: los actores salen a escena –un trono vago y elusivo,
una consorte celosa, un rey sagaz perseguido, una víctima (sacrificial o
trágica, no importa), un peón de brega (que amenaza, él todo un señor de la
administración distrital, con el lenguaje permitido sólo a las clases viles,
que no por ello significa que las distinguidas no realicen: meter la verga y partírsela en dos) que
no es sacrificado, sus vínculos le permiten ir un escaño más arriba; el coro
(los periodistas más destacados y de mayor rating
hacen la primera voz) avisa, narra, dilucida los hilos de la trama y, bajo
la égida de informar objetivamente, forma opinión, de modo que, según lo que
finalmente se colige, por más que el lenguaje haya podido hacerse una alta cuna, siempre va a ser de baja cama.
Pero volvamos a la sofisticación lingüística:
en el cuento “Seleccionada para una
entrevista” Doris Lessing narra la
historia de un mediocre que, insertado en la clase artística londinense –en tal
estado vive el arte que se funde con la farándula y en general, con la
frivolidad- como reportero, escoge como prototipo de sus aventuras para mostrar
a una actriz bella, destacada y, en fin, con el aplauso de la crítica; la
fortuna de ser el encargado de hacer una entrevista de media hora le dio la
forma de acercársele y lo que sucedió luego de que, con mediana inteligencia,
como la de, después de sugerir un diálogo estúpido del cual su anfitriona no
fue ignorante y, al no hacerle daño, le siguió el juego, para terminar
obligándola a que le ofreciese un café en su casa que, después de una penosa
lidia se caracteriza como sigue:
» —
¡Bárbara!
»
Ella volvía el rostro a un lado y a otro bajo sus besos. Cogió al vuelo un
diagnóstico de su expresión: todavía era de paciencia. Posó los labios sobre su
cuello, gimió “Bárbara” otra vez y esperó. Ella tenía que hacer algo.
Liberarse, reaccionar, algo. Por fin dijo:
—
Graham, ¡por Dios!
»
Parecía divertida; de nuevo le ofrecía humor. Pero si él lo compartía con ella,
ya no tendría más oportunidad de poseerla...
»... Ella permanecía pasiva. Como si, pensó él con sorna, hubiesen leído
o le hubieran contado que la manera de volver locos a los hombres fuese
luchando con ellos. Se encontró a sí mismo pensando: Vaca estúpida, así crees
que me pareces atractiva, ¿verdad?, ¡eres una engreída!...
»...
Ella se desvistió, como si fuese a acostarse sola: la chaqueta, la falda, la
combinación. se quedó con un sujetador yunas bragas blancas, una chica bastante
corpulenta, de piel aún bronceada del verano. Él sintió el destello de cariño
por la muchacha morena con el cabello rubio suelto mientras permanecía allí
desnuda. Se metió en la cama mientras los ojos verdes lo miraban pidiéndole un
poco de educación ¿de veras vas a seguir adelante con todo esto? ¿Tienes que
hacerlo? Sí, le respondían sus ojos, tengo que hacerlo. Ella dirigió la mirada
a la pared mientras decía< en silencio: Bueno, si quieres poseerme sin
ningún deseo por mi parte, pues
adelante, si no te da vergüenza....»
Aquel tipo es tan cínico (en realidad está
tan humillado que se obstina en llevarla al trabajo y recibir la humillación
siguiente de que los colegas de ella lo ignoren) que no le importa que su
esposa y sus hijos estén esperándolo y que haya dicho la noche anterior que no
van a hacer ruido para no despertar a los niños que están en otro lugar al
igual que su esposo. Por lo visto por acá las cosas son de modo diferente.
trinos van, trinos vienen, hasta que la delgada frontera tan defendida por los
poderosos de lo privado y lo público queda hecha una masa informe que hay que
restituir a toda costa.
El hecho de que, a la luz de la visión
posmoderna, los grandes sistemas morales hayan caído en decadencia y esa sea
una noticia bien recibida siempre y cuando quienes la asumen tengan ellos
mismos una norma superior que los rige: la civilización, concepto que ha venido
a subsumir en sí toda la negativa a aceptar rangos de realeza, de divinidad, de
predeterminación, y que, dependiendo de las capacidades individuales va dejando
a cada uno el lugar que mejor le va, dentro de un círculo más o menos estrecho,
según la naturaleza y firmeza de los lazos que les unen, no obedece tanto a una
convicción filosófica elaborada, sino a una dinámica inmanente a la misma
adaptación ciega de la especie a través de la técnica: El sistema deductivo de
la sociedad de hace cincuenta años en sus individuos, se ha mutado a un sistema
abductivo automático en masas determinadas; del mismo modo que los sistemas
informáticos se actualizan y “aprenden” según
van mejorando sus soportes dispositivos, así mismo las clases sociales van
adecuando sus lenguajes, comportamientos y negociaciones ya sin atender
estrictamente a la norma; las normas son pesadas, son lentas, son aburridas y
si ya sabemos la meta ¿para qué vamos a andar el camino? podemos llegar allí de
un salto; el asunto es como saltas: ¿saltas para no mojarte o, si te mojas no
te importa? o ¿saltas para estar al otro lado sin importar lo que contiene el
lago? ¿saltas como una rana, como un canguro, como un saltamontes, como una
larva? Pero también los saltos requieren de un entrenamiento y una técnica; las
normas de tránsito, por ejemplo son de obligatoria observación en los semáforos
–significa que debes tener en cuenta al otro-, cosa diferente si vas por una
autopista o conduces en tu barrio. Pero siempre hay un engaño camuflado: La
habilidad para saltarse semáforos en rojo sin ser descubierto o provocar caos;
agilidad mental para infringir e inducir a infringir las normas, sólo indica
una mente caótica y una personalidad sin capacidad de mantener la calma, virtud
más bien pagada en la sociedad que cualquiera otra, por más que sea moneda de
poco ver.
El hecho de que el periodismo, que es sólo una rama de la Comunicación Social
–lo cual no quiere decir que no haya muchos periodistas que son a la vez
comunicadores sociales- se ocupe de hacer el rol de fiscal en un tejido social
viene a homologarse a la rabia del indigente que cree que porque su derecho a
ser feliz es negado por medio de una moneda, su maldición o bendición va a
recaer sobre sus protagonistas y se convierte en un simple acto de
prestidigitación.
Sin embargo el sistema inductivo humano, que
se ha hecho cada vez más perspicaz de un modo absolutamente ininteligible sigue
medrando a través de los yerros inveterados –petición de principio diría un
especialista de la filosofía-; lo que llamamos corrupción es sólo un símil prestado de un fenómeno que sólo se
puede atribuir a la carne o a lo orgánico; gracias a la bioquímica o a la
ingeniería molecular sabemos un poco más
cada vez de como va mutando la materia orgánica en su descomposición hasta
dejar sólo unas trazas que terminan camuflándose en lo inorgánico, pero el
verdadero paso, o los eslabones exactos de la cadena de como la energía se
sutiliza y vuelve a hacerse visible en la vida es aún, entre muchos otros
misterios de la especie y la naturaleza, es todavía un asunto espinoso; del
mismo modo, que las formas asociativas puedan ser cada vez más traídas a
lenguaje, a intercambio real y decidido, franco y leal con la determinación a
aceptar que somos una sola especie, metida a veces en pellejos poco o mal
evolucionados como los del colombiano, contribuirá cada vez a que la muerte
tenga que ser cada vez menos explicada como infortunio y más bien sea superada
como hito de tránsito.