¡Ay de ti!, y de él
Camille Claudel
le pusiste las
puertas del infierno
a sus pies
después que a soplo de cincel
las pavesas del ascua de la piedra
dabas en remover
y pasión en el frío bloque de su corazón
dejabas todavía
en el corazón de él
arrastrándose los perros de la ira
y él, cuando las infectas mordidas
loca malvada daba a lamer a su buey
del deleite su escozor exquisito
¡no, tu abandono!, el grito
pero de par en par Fama, Lisonja, Apariencia
Gula, Lascivia, Pereza, entraron, Dinero
y treinta años se quedaron a tus expensas
y ¡ay!, pobre de él,
hoy de la beatitud del dios de las ternuras gozas
en su cielo multiplicado en mil dulces piedras
con vetas de ríos de sangre que cantan y tocan
frente a la lama muda y hueca de su tumba yerta.