miércoles, 18 de abril de 2018

LINDEROS DE LINDURAS


Tan lindo que era

a-mar-se con alguien;

participar de ese oleaje

que significa ir y volver

del estremecimiento

al descanso

con ese grano de arena

en las manos de nada

pero tan lleno

de todo lo que sabe

y de lo que es ignorante

pero sabe más

pues trae de otros

lo que cada uno guarda

en el cieno

y no se delata a sí mismo

sólo a la sal

que está presa y liberándose

pero cuando lo hace ya es tarde,

es piedra

para cubrir cierto cadáver;

lo que fue

y lo que ahora es

manejado por los hilos de la marea

hasta que una morena, monstruosa

la hace idea...

y ciencia.

II

Pero el a-mar es peligroso

trae corrientes abisales,

ah, todos aquellos

que quisieran ser surfistas

de tales corrientes

puesto que después

de arrancar las marquillas,

corrientes infernales,

se abre todo un tsunami,

las aguas furiosas

de los vacacionantes en las playas

de la política, de la moral, de las minucias:

tengo un temblor,

por consiguiente abro un hueco;

en cambio, los rescoldos, dicen:

Vengo de ver

y hacer es el efecto

entonces pone las primeras piedras

de semejantes ciudadelas

y las semillas las esparce

deshaciendo los escombros 

de semejante arreo,

esos latigazos del miedo;

deja que los rascacielos tengan

sus dolores de parto de los rascacielos

y deja que los pararrayos entierren

a sus propios muertos;

el toro del roto sabe

a quien y cuando embestir

es que encontró, de nuevo,

en el a-mar

el hilo del vértigo.

III

Era cierto,

el vértigo sólo podía llevarte

a la embriaguez del principio,

esa lucha 

pero era cierto, también,

que te sacaba fuera,

el tornillo,

te llevaba hasta la ilusión del espejo

donde habías puesto toda la fuerza

imaginando, donde no había camino

y era tu culpa

si ponías cruz en su cabeza

o ponías martillo,

o alas;

o también podías poner espías

de ¿a dónde van las migajas del corcho?

si ya fueron heroínas 

en hacer piedra de la espuma

y en dejar que el aire se hiciera

un vestido de la escoria de cada uno.

WHATSAPP



Oiga, muchacha,

tiene usted whatsapp?

es para que me venda veinte

o treinta, o cuarenta ¿qué más da?

de su pasar, mientras

administra su negocio del comer

y del porfiar

pesos o tristezas

o menudas monedas,

de tanta cosa que a uno se le enreda

en la válvula de endulzar instantes

y no dejar

instalar en el apartamiento a ciertos perros

bandidos

y no por quererse comer todo

lo de adentro, sino porque,

además, de uno dejarles portarse garosos

se quieren quedar,

cuando uno todo ya estaba decidido

a ser casa derruida con buena fachada

para que los fantasmas de la nostalgia

se fijen que es barato el alquiler

que pueden pernoctar,

ahí, en ese zaguán estúpido

donde uno deja los zapatos de cada día

y se deja los calzones, afuera

para que las ganas se conformen.

Posdata:

No está por demás decirle,

que si su pantalla recela de la exclusividad

el amor, la familia, los grupos

podemos cambiarnos de sim card.