DOLOR
En la ausencia,
entre el exacto sitio
donde se supone anidan los sentimientos y las ilusiones
y allí donde el pesado
fardo de existir se recuesta
-de traer las viandas, de
mantener estable el peso del paso del tiempo
Para recoger las dulces
mieses de las nupcias-,
me duele;
como cuando se ha corrido
una maratón
y la entrenadora Esperanza
ha renunciado,
a tu carrera que sólo
termina cuando ya no eres
-como si no le hubieses
pagado sus emolumentos de esfuerzo-.
Mientras, los muñones de
mis alas me riñen
su convencido retoño por
encima de la empedrada giba
Donde aterrizan los
designios de los días;
Dicen: ¡¿Qué esperas?!