LA ESTANCIA DE VIVI-ANNE




LA ESTANCIA DE VIVE-ANNE

PRESENTACIÓN
Cuando la vi, de inmediato se vino a mi mente aquella canción setentera: “la fiesta fue aburrida/todos hablan por hablar/y ya a punto de marcharme me he topado con Marianne/Oh, oh, a tus pies madame/La gran dama se me acerca/ y empezamos a bailar/se me enreda como un gato y a su marido le da igual./ Tiene un par de copas puestas y un descaro en su mirar…”
 Después de mucho darle vueltas al asunto llego a la conclusión de que aquella remembranza sólo se debe, aparte de que su estilo y nombre (tengo en mi escritorio su lacónica hoja de vida), Vive-Anne, tienen mucho de gato, de frescura y de saber bien el verbo amar, pero nada que ver con que tenga un buen coche, un buen apartamento o que esté dispuesto a hacerme soñador-acreedor del peso de su techo y de su pecho, y más bien es simplemente por esa evocación nostálgica de eternos adolescentes (por algo ha dejado claro que su paso por estos ámbitos serán sólo como pensionista).
Entusiasmado de ver como juega con su melena dorada de león en celo, mientras se sienta abriendo, no por descoque, sino por incomodidad de espacio, una pierna entre su falda ceñida de satín púrpura le ofrezco café. “claro, ¡qué rico!, caprichinno”. Me aclara que le llama así, precisamente porque harto tiene con su lidia diaria de alusiones a capuchas y relacionales.
Le pregunto, entusiasmado de que quizás pueda tener alguien con quien departir acerca de mis últimos asombros literarios, si le gusta leer. Bueno, si; lo de siempre; tú sabes: El Kamasutra de las negociaciones, El Manual del huésped, cosas así, aparte de las consabidas Cosmopolitan y Vanidades. Sorprendido le digo que de qué tratan esos títulos que son para mi absolutamente nuevos mientras lamento en mi interior la seguridad de que no podré preguntarle por Henry James y sus particulares opiniones de la perfección literaria o de los ideales de una guerra del amor de géneros en la trinchera de la inteligencia, hoy en estos tiempos frívolos y prostitutos, sin perjuicio de mi idea lejana y confusa de estudiar ese bello texto (La Lección del Maestro) en una facultad de psicología de una universidad de país subdesarrollado. Me dice que el primero es un libro basado en la simple idea de que toda negociación es una sublimación ritual de lo que finalmente está siempre gravitando en la vida de los seres humanos y que la posiciones eróticas comunes igual que en el terreno amatorio, en el de los negocios la rutina, la sosedad, la falta de imaginación, la represión, el fingimiento (aparte de los fingimientos que tratan de esconder escaramuzas mayores) no dan cabida a ningún tipo de progreso, y que el segundo es la deliciosa burla de los modales solemnes y almibarados que hay que saber combinar con la tensión de la posibilidad de la guachada.
Bienvenidos, pues a LA ESTANCIA DE VIVE-ANNE. Les dejo con una muestra gráfica de sus primeros cachivaches:
“Soy aquel extranjero que se cayó/
bajo ´[por] el imperio de una sonrisa”
Mario Armando Valencia
Son prácticamente doscientos, dijo
Para anunciar que no habría vueltos.
Estamos prácticamente iguales, contestó:
Tenemos gripa
mientras la bufanda bufaba:
«¡Peligro!: No acercarse. Campo eléctrico
de puchecas lindas»
Entonces, con una callada sonrisa le espetó:
Pero hay una diferencia,
usted con-val-e-se;
yo, de tanto llorar para adentro,
tragándome los mocos
ya no aguantan más las gónadas,
por las fosas nasales del alma se devuelven
como un vómito
-¡ay, dolor de ella
caminando pálida y contraecha
con dolor de madrugada de dos y treinta-
ya no les basta bambolearse en un columpio
de pensamiento y sonrisa,
entonces se adentran en ese mundo incierto
de ilusión y delirio,
pero no se realizan
como realizan la ilusión y el delirio
 dos que se hablan
y se contrastan
con magias de manos y enredos de besos
y especulan con los precios del deseo
y contrabandean el valor de las ternuras
hasta que al fin
salen a vender al mercado
ratos de calma y frutos de risas
a sabiendas de que cada amanecer
habrá que empezar de ceros
por la quiebra del monopolio
de intereses creados de ganas
y hay que reinventar el paisaje
de hastíos, vacíos y absurdos.


***

ADIVINANZA PARA GATOS

Vísperas, el día del señor de hallowen 
en parroquial pasquín
un bachiller loco de locos
entre caterva de idiotas y sonámbulos
decodifica los nuevos confabularios.
Del lado siniestro celebran 
el primer cumpleaños
de un niño primoroso:
El Museo del barrio residencias de  artis-tantos
una selección de la cohorte
de franco chucho
que en los lin-d-eros del morro-gacho
-y entre letrados-
regenta un arzobispado del diablo.
Del diestro lado
flamantes y modernos
soft-il-mente parqueados
almorzando albricias
niños bien puestos hijos de potentados
los apellidos que negocian
los nombres que puede registrar el diablo
y así, en un fino frente nacional
conviven guiños y guiñapos
cada cuál con sus cañones y baluartes
cual con sangre de códigos
quien con filtros milen-a-rios
mientras, a sus pies 
los avisos del glamour, los episcopales y los obituarios
rinden honores y respetos
a las gentilezas de sus abonados.

***

Que no espere ninguna de las brujas
que hasta hoy he amado
que algún hado propicio
llegar algún día a encontrarnos.
Si algo tiene en reserva para mi
Dios o el diablo,
aun en las mieles del triunfo

aún ebrio con el ajenjo del fracaso
que sea algo parecido al amor
que yo, bien para hinchar el buche
ya para calmar el hambre
siempre he rendido culto al rito del trabajo



ELÍAS, LAS MUJERES Y LA POESÍA
Andy Kaufman  en el combate de lucha libre/
yeah, yeah, yeah, yeah/
Monopoly, veintiuno, damas y ajedrez/
Yeah,yeah,yeah,yeah.../
Vamos a jugar twister/
Vamos a jugar risk/
Yeah, yeah, yeah, yeah
R. E.M.

- ELÍAS
Nadie sabía que muy cerca del frondoso árbol donde Elías encontró la fortuna de tener un delicioso y nutritivo desayuno caliente que venía de la mano de una generosa mujer de la casa de enfrente, había un vórtice de confluencia de fugas informacionales que se reunían a formar nuevos nodos de bendición y corrección del mundo cibernético. Los heresiarcas de la nueva religión: La tecnología, apenas lo intuían, pero por razones diferentes a la coincidencia en aquel sitio de una suerte de rosa de los vientos que constituía el hecho de que en el sitio los cuatro puntos cardinales se presentaban de modo tal que se podían colegir puertas de entrada y salida de energías, aromas y rumores del valle que iba a dar al ancho mar,  de la estrecha garganta que descendía desde los picos nevados del oriente, de las ondas irregulares que poblaban las cordilleras al sur y al norte. Así que construían por mera intuición práctica estaciones conjuntas de redes donde confluían combustibles fósiles, subestación eléctrica, torre de telecomunicaciones y antena satelital en plena urbe.
Elías tenía su radio de acción vagabunda en un perímetro de unos cinco kilómetros a la redonda que su estampa de por lo menos setenta años que se afianzaban en una venerable y descuidada barba entrecana que le cubría todo el rostro, una melena mal recogida con calva corona de santo incluida y unos ojos con un brillo de sonrisa melancólica, hacían imposible de creer que tuviera tal energía para moverse con un saco de desechos de loco –palos, cepillos viejos, trapos que nunca usaba, Cd’s desechados y uno que otro pedazo de aluminio, cobre, estaño que negociaba sólo en casos de emergencia- y siempre sin variar la dirección y sin saberse donde dormía, almorzaba o cenaba.
Elías discernía bien, o por lo menos era congruente para decir su nombre, pedir un pedazo de pan, decir que le gustaba vivir como vivía y preferir no dar explicaciones sobre su pasado. Pero si aceptáramos que las mentes tienen resquicios por donde pueden asomarse cierta clase de ojos, veríamos a su mente sumida en la niebla de una desilusión nacida diez años atrás cuando en un pueblo vecino él, un pensionado solitario no fue capaz de convencer a su mujercita de su misma edad de esperar para irse juntos a esa ciudadela donde el tedio y la nostalgia ya no existen más. Le dio la maldita gana de irse una mañana cuando al lanzar su mano ávida y caliente al nidito que le daba el pan de contento de cada día, la encontró tiesa y vacía. De modo que él también decidió irse a buscarla por los caminos sin reconocer la cobardía de presentar la denuncia en la misma estación misteriosa donde desapareció; sin volver a cobrar réditos de subsistencia o merecimiento se fue a hacerle honor a su nombre. Nunca le había gustado aquel nombre que le había puesto su madre porque era el nombre de un hombre excepcional y sentía cierto terror de la predestinación o el llamado y ahora sólo reconocía que la maldición de llamarse Elías era la del Sí-a-él.

- SALOMÉ  
   «Señor Dios: Tengo miedo. Tengo miedo como tiene miedo cualquiera que está ante un dilema como yo lo estoy, ahora que bajo este ambiente apacible de tu Inmaculada Concepción que a la larga me produce cierta risa y cierta náusea pues aquí sólo veo viejas amargadas u orgullos emperifollados y vejetes sin imaginación –o acaso también con miedo- de cómo perder el tiempo. Yo, que estoy aquí, casi sin saber por qué, si es por el silencio que me permite concentrarme, si es por que he tendido siempre ¿por cobardía? ¿por cierto romanticismo consistente en aún dejar que la lucha de polos, bien y mal,  y no imposición de fuerzas que armonizan con conveniencias, razones y oportunidades, sea la que decida?, a poner mis expectativas más allá de certezas y posibilidades ¿acaso por superstición? Y es que me parece que todo ahora está jugando en el modo premonitorio: El hecho de querer refugiarme aquí en lugar de buscar un oído y hombro amigos -¿los hay?-; el hecho de sintonizar mi celular en esa canción: “Tu serías el hombre perfecto/el que soñaba de hace tiempo/que te hace vibrar/ la piel y el esqueleto.../ debiste de nacer en año bisiesto/ pero sólo tienes un defecto...” El hecho de saber que quiero, que puedo, pero no debo, riñe con todas las variables que me empujan: Me sonrojo y se me inundan los ojos al recordar aquella tarde que yo bauticé con un ¡uff, qué tarde tan putería, está como para cazar maridos! Y aquella tarde hermosa con su niebla espesa que invitaba a ir a Chipre a comer obleas se convirtió en un diluvio de no acabar preciso en el instante en que un fugaz amainar me permitió correr de la universidad hasta el paradero siguiente y ningún taxi, bus, buseta o vehículo público, particular o divino se digno hacerme el pare, hasta que casi una hora después él se orilló, se bajó con un paraguas y me condujo incólume del diluvio hasta el asiento del copiloto; sería una crónica excelente –pensé, pero deseché la idea cuando al voltear a mirar para darle las gracias reconocí que era mi profesor de Ética y Medios-  No es natural –me dijo después del larguísimo rato que medió entre que le di las gracias y le indiqué a donde me dirigía, que no era nada cerca. ¡¿Qué cosa?! Que no es natural, ni lógico que callemos de este modo cuando en realidad estamos gritando por dentro, usted quizás sólo  por salvarla del aguacero y yo por tener la nunca soñada oportunidad de tenerla tan cerca y sin que esté bajo mi cuidado. Tenía un brillo tan de niño en esos ojillos aguanosos y esa sonrisa que siempre había sido sensual en los corrillos que comentábamos que ese cucho se las traía con el cuento de que una cosa era el póntelo, pónselo y otra elabóralo, desmenúzalo y ármalo, para decir de lo que implicaba el dilema entre políticas de salubridad pública, manejo de la información y comercialización de la información; siempre los tontos de la clase decían: Si, profe, péguelo.  Y, ¿es que ahora no me siente bajo su cuidado? Dije apenas titubeando porque algo me mareaba. Claro, me respondió sin mirarme, pero sólo de su vulnerabilidad física, de su fortaleza mental sólo usted es responsable. ¿Y, es que acaso me está retando? Podría ser, y me miró con unos ojos afilados pero ese brillo de niño no se iba ¿Y en qué sentido? En ningún sentido, sólo que algo me dice que nos parecemos, acaso sólo sea el hecho de que usted pone atención a lo que digo como nadie parece atenderme; acaso sea que su nariz y mi nariz parece que tienden a identificar los mismos aromas...frenó un poco y me miró de modo franco pero tímido: un enredo de anzuelos. Me hizo reír.
    »Hizo que mi atención fuera más allá de lo que realmente yo le brindaba –mi táctica  con todos era poner ojos embelesados y si alcanzaba a pescar algo interesante me reservaba una pregunta impertinente, luego me ponía a amoblar mi oficina de directora de medios, y daba declaraciones a los medios en medio de turbulentas polémicas de alta política que lo eran sólo porque yo las había provocado; las otras me importaban un soberano rábano, de modo que cuando los imbéciles que creían que empezaban a apostarle a su redil de incondicionales se lanzaban a la cenagosa agua de mis divagaciones que hacían reír a la clase, quedaban vacunados con mi riposta- pero él siempre cogía la madeja desde la punta más delgada, o desde donde fuera, y hasta que no deshacía el nudo no se soltaba; y tenía esa sorprendente capacidad de interesar a todos los que ya sabían por dónde iba el agua al molino, trayendo nuevas variantes argumentativas que hubiesen hecho rabiar al divino Sócrates. Y entonces fui yo quien empezó sentirse obligada a desenredar su madeja: Dígame, profesor,  ¿a qué debo preferir atender, a la conciencia de clase o a la clase de conciencia que predomina? ¿Y, podría usted, bella niña, decirme qué clase de conciencia predomina; porque hasta donde yo percibo hay muchas clases de conciencia que pretenden eternizarse en el trono del valor; hay una clase de conciencia que se dice portadora de todas las quejas y desilusiones del mundo y esa clase de conciencia, ciertamente, se parece a los brazos de Vishnú que se extienden, innumerables, sobre toda la faz de los temas que atañen a la sociedad, pero ese no es el dios de la información, ese es el dios de la des-información; también existe esa clase de conciencia que sabe que el mundo pasa por una fase de confort de alta gama que, respaldada por los hallazgos de la técnica y una inclinación similar a la del niño cuando papá le regala un sofisticado juguete: siente que es el único y mejor juguete y él el único niño con esa clase de juguete; ahora bien, si usted hace caso de esa clase de conciencia que busca resolver el dilema de la “Desiderata” (siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú) poniendo siempre la mira en el escalón más alto, entonces sí que está usted en un verdadero embrollo porque sólo una cosa puede considerarse verdaderamente grande: la excelencia y eso es algo que siempre está poniéndose más allá de nuestras realidades; pero si alguno que quiera ser realmente objetivo y útil a la sociedad y a su conciencia  toma decisiones que estén siempre sopesando el equilibrio de lo que hay y su posibilidad de mejorarlo pues nada, y menos hoy, es estable, entonces ese quizás esté apuntando en la dirección adecuada.
   »Así era con todo; y entonces cuando ya dejó de ser mi maestro,  empezó sin ninguna clase de disimulo a cortejarme y a ayudarme con su influencia para que las cosas me fuesen mejor, pero nunca pasó de discretas y sanas diversiones; hasta que terminé enamorándome de él y ocurrió lo que tenía que ocurrir, pero eso sería lo de menos si no fuese porque ahora él me está planteando una disyuntiva terrible, me está diciendo que ahora que yo ya voy a terminar una maestría y me enfilo con éxito a un doctorado y que él va a entrar en la jubilación, que quiere serme muy franco, que es feliz con su mujer y sus hijos y que puede pasarla bien siendo un anciano anónimo y bien recordado pero que él también está enamorado locamente de mi y sueña volver a sentir esa bella y deliciosa felicidad de un crío que sería de los dos y para los dos, sólo que no está dispuesto a repudiar su familia ni a dejarlo todo para dedicarse a su sueño; él me dice que tendría todo dispuesto para darle lo mejor de sí y dejarle una buena porción de su gran patrimonio que obviamente mi carrera ya no tendría el mismo perfil y sin embargo podría seguir contando con sus luces e influencia, pero definitivamente el perfil sería un perfil discreto pues ya las posibilidades de competencia feroz y descarnada en la hipócrita serenidad de las clases dirigentes se convertiría en un infierno del que siempre saldría con las alas quemadas y eso no es  lo que yo siempre tuve en mente. Pero aunque me siento absolutamente tentada a correr ese riesgo, a vivir esa hermosa locura con un hombre sabio y tener el orgullo de su fruto tengo mucho miedo y dudo... Ahora sólo deseo que tú me des alguna luz que seas tú quien me diga algo...»
   Cuando Salomé salió desecha y desorientada de la iglesia de la Inmaculada, sin saber como ni por qué se vio deambulando por un sitio que no frecuentaba. Cuando se encontró de boca jarro con esos ojos melancólicos pero sonrientes de Elías, supo que hacer.

  - SARAI 
Hacía muchísimo tiempo que Sarai no se sentía nostálgica de su pasado solitario y huraño que hizo que siendo bella en su juventud no tuviera fortuna en el amor, aunque lo había conocido. Hoy, curiosamente, cuando ya nada podía hacerle lamentar o añorar otras posibilidades de la vida, pues, a sus sesenta y ocho años en los que todo se torna apacible e insípido a fuerza de aprender a llevar la rutina de los días en que todo sucede lo mismo sin que nos importe mucho, como no sea acaso el avizorar cercano del corte final, se ha asomado  a la ventana de la casa que su hermana única le  comparte en compañía de su marido y una pequeña nieta. Ha bajado como cada día del altillo donde tiene su habitación a realizar las tareas domésticas mientras los otros faenan la vida. Hace rato que está embebida en aquel sol espléndido que hace afuera y en su contemplación provocada por el raro intercalarse de días de lluvia y días de sol se deja llevar a aquellos tiempos cuando era una niña juguetona y saltarina que por alguna razón desconocida los otros la dejaban de lado y ella no encontraba un modo de hacerse recibir. Mamá decía que era envidia de los rizos dorados y los ojos grises que le daban un fulgor especial, pero con el tiempo, conociendo de Dios y su palabra le atribuyó su sino, aunque ya tarde, a la maldición de su nombre: Mamá ignorante o caprichosa de originalidad le había puesto el nombre de antes de que Dios favoreciera a la mujer de Abram y pasase a llamarse Sara.
   Él había sido un excelente hombre: culto, refinado, rico, delicado y le había hecho tan feliz de sus dieciocho a sus veinte años bailando Rock and Roll y Twist sesenteros sin que perdiese la compostura ni hubiese ninguna tentación de esas que empezaban a imponerse. De pronto desapareció dejándola, sin perjudicarla, perdidamente enamorada y sin explicación alguna. Hubiese sido preferible que la perjudicara y otro gallo ahora cantaría. Pero el gallo viejo que ahora no cantaba ni se movía ni aleteaba ni nada que no fuese el mirar a la nada con esa mirada medio pícara, medio triste que ahora expiaba desde hace rato desde una rendija de la cortina, luego de que al dar la espalda para bajar el café que había puesto a calentar para musicalizar sus  evocaciones, le viera al volver,  de espaldas, cerrando la verja de entrada, para ir a sentarse bajo la sombra del ficus con su saco de de trastos viejos y sus andrajos cómicos: Un sacoleva mocho de un lado de un negro reluciente de manchas lechosas; un zapato de tennis y otro de cuero y un par de medias rojas que jugaban con la bufanda y los calzones alquilando bajos. Tomó la decisión de ir a confrontarlo cuando con toda serenidad y decencia se dedicó a buscar el otro zapato de tennis, se cambio el sacoleva por uno clásico de color viejo pero uniforme y guardó la bufanda, para quedarse allí con las manos cruzadas sobre el estomago:
   — Buenos días –le dijo meneando la cabeza como una jirafa de esas que tienen el cuello  pegado al cuerpo por  un resorte y agitando la mano derecha como si le amenazase, síntoma de un tic nervioso que los matasanos explotaban como principios de Parkinson. El hombre no respondió, pero emergió de su lago azul ofreciéndole un brillo inquieto a sus hitos-
   — ¿Acaso no sabe que está invadiendo propiedad ajena?
   — ¡Ah, si!
   — Cómo así que ¡ah, si!
   — Que más quiere que le diga, preciosa –y se volvió a hundir en su lago azul-
   — Pues que diga que está haciendo aquí; cuál preciosa –y por algún arte de emoción el muñeco perdió la cuerda-
   — Vamos por partes; no me acose –y se quedó mirándola  con un tono serio y como asombrado- si, preciosa, no ve que estoy descansando –y cruzó los brazos sobre las rodillas y allí metió la cabeza. La mujer volvió a temblar de desconcierto-
   — Oiga
   — Oigo –contestó sin levantar la cabeza-
   — ¿Ya desayunó?
   — ¡Ah, si! –levantó la cabeza y esbozo una sonrisa ansiosa que tenía todos los dientes y muy buen esmalte blanco-, agua molida y viento raspado –y sacó de su joto un vaso de campaña de plástico y se lo extendió-
Cuando volvió con un café con leche que vertió sobre el vaso que no quiso recibir, sostenido su temblor por la firmeza de él y un sánduche de pan tajado y mantequilla, le preguntó mientras retiraba su mano y ponía el pan encima del vaso:
   — ¿cómo se llama?
   — Yo no me llamo, me llaman
   — Bueno y como lo llaman
   — Hay veces me dicen venga o oiga usté; viejorro o cuchacho
   — Tan gracioso el malpajorro –se asombró por dentro-
   — ¡Ah, si ve! Ya me llamó usté también
Hace apenas quince días que Elías llega siempre entre las nueve treinta y diez al jardín de Sarai a recibir el pan de $ 500 que ahora ella madruga a comprar exclusivamente para él, para darle, en el mismo vaso, con el mismo ritual, un chocolate caliente. Pero siempre prefiere salirse con chistes flojos o en términos muy decentes que prefiere no hablar de temas espinosos.

- CHIMOLTRUFIA FLÓREZ     
        La  teniente Paula Andrea López tenía fama de tropelera y eso le gustaba; pero al tiempo que disfrutaba que sus compañeros del grupo de detectives que hacía sus investigaciones camuflados entre la población con disfraces de indigentes, viciosos, vendedores, campesinos, prostitutas, intercambiaran con ella con una distancia y respeto que la hacía ver superior, sufría terriblemente de soledad y de aburrimiento, pues lo suyo era una timidez casi patológica que se mantenía velada gracias a que tenía un muy pequeño y reservado clan de amigos con quienes era absolutamente adorable y casi tonta en su sencillez y transparencia. Pero a ella le gustaba charlar de tonterías como las modas al uso, canciones populares, los sucesos del día haciendo cábalas intrascendentes de política o del equipo de futbol de casa. Por eso era buena para mezclarse con el populacho y estar atenta a las cosas que podían estarse cocinando, o datos sueltos que pudiesen dar pistas de crímenes impunes, fugitivos, etc., etc., pero el trabajo era aburrido, nunca pasaba nada, los maleantes se blindan muy bien y les huele la paranoia como un perfume francés. Ella, que fantaseaba con mil cosas (alguno de esos extranjeros hartos de todo que salen de sus opulentos países hacia un país subdesarrollado, mezclándose con costumbres y gentes rústicas y buscando un amor de fotonovela, por ejemplo)  por dentro de lo sórdido, hoy estaba pidiendo una emoción fuerte diferente de las rutinarias paradas de degenerados ya sin seso que se dedicaban a recorrer los bajos fondos buscando saciar apetitos insospechados; ella sabía bien que por allí nunca aparecía nada digno de morder el anzuelo, sólo era para mirar y escuchar muy atentamente; de modo que los enfrentaba después de una primera ojeada, con un entonces qué, papi, ¡ quieres que te la meta! Y con una mirada aviesa les enseñaba la cacha de un cochino puñal que llevaba bajo la blusa, con lo que los ponía a oler gasolina al zoco.
  “Chimoltrufia” Flórez todavía conservaba algo de su lozanía inicial pese a que casi veinte de sus veinticinco años ya los había perdido en los gajes del oficio, la frescura del espíritu de la juventud es persistente, o acaso fuera que la conciencia no permite que la carne se pudra tan rápido como la inocencia. A ella le había sucedido; después de ser obligada a sufrir abusos desde tan niña, su sensibilidad que no trajo el sello de garantía de la pobreza y la desfachatez, callo para sensiblerías o escrúpulos, pasó cuatro años de tratamiento psiquiátrico luego de ultimar a puñal al tío chulo y ya no le importó siquiera trabajar, sólo vivir para el basuco. Ya casi no la buscaban, pues su chifladura y su belleza provocaban más lástima que deseo; de modo que se acostumbró cada mañana a buscarse un par de cayenas encarnadas que insertaba dentro de una diadema, en sendas trenzas o simplemente fijadas con ganchos en las sienes y se dedicaba a deambular hasta que recogía para la dosis. El marica cielo es extraño, se decía a veces, cuando tengo toda la arrechera para pasarme el mes entero fumando, sólo me da marañas; en cambio cuando me llueve el billete me enfermo o no me dan ganas. Y entonces persistía con su melancolía y sus excesos; sus conocidos viciosos la temían pues siempre terminaba peleándose y haciendo escándalos, amenazando al alcalde, al presidente, al papa y a todos los hijuetantas de que iba a venir con veinte tanques y cien helicópteros y dos mil marines para acabar hasta con el nido de la perra.
    Ya había visto varias veces a Elías. Ese viejo marica tiene pinta de ser hijo del diablo; hum, con esos ojos de gringo debe haber sido traído a perseguir niñas y a repartir pinga, pensaba al verlo adosado a una pared de la plaza de mercado con su gorra tendida en la acera con cuatro monedas que él mismo echaba con su cara de desamparo tristemente sonriente y poco a poco conseguía algo para gastárselo en gaseosas y panes; esto lo hacía muy ocasionalmente cuando las gentes espontáneas se cansaban de llamarlo para darle de comer o él cambiaba de sector que tardaba en escoger según sabe Dios qué lógica. Pero las cosas se van saturando y la gente termina por hacer cábalas y juicios severos para singularidades con cierta gracia.
La tarde finalmente no dio para que el turno de la teniente López tuviese aquella emoción de poeta, de puta o de pordiosera que se saliera de la regla y entrando la noche enrumbo su lindo pero triste coche al nidito de soltera y solitaria, pero le dio por tomar la ruta de la carretera panamericana, había un sol de los venados para no perdérselo comiéndose un paquete de Doritos, un pedazo de salame y una cerveza a ritmo de pereza. Cuando con la serenidad de una monja pero con la precisión de un gato la máquina que asaltó por detrás al acerado destello que pensaba abrir camino para que el saco de Elías mostrara su tesoro, la chimoltrufia estaba pensando en ese instante en encontrarse con un atado de billetes que le permitiría largarse a un lugar más lindo, pero por un reflejo del diablo se dio vuelta y el filo de su vértigo se volvió contra sí misma. Si el cielo marica no hubiese sido tan raro se hubiese encontrado dentro del saco de Elías bien envuelto entre trapos y vendas un pequeño cofre de música que contenía la identidad de Elías, un pequeño retrato donde un señor mayor de rostro compungido posa al lado de una dama joven que arrulla un recién nacido y una declaración registrada y autenticada para que se entregue la mesada de pensión dejada de percibir desde una fecha lejana a ese niño.

- NINA
    Nina tiene ya casi trece años y hace casi veinticuatro meses que inicio su ciclo de mujer. Alguien le ha dicho que esas dos cifras son cabalísticas (para ese alguien cabalístico es una relación simbólica que cuando entramos en su esfera, así no lo sepamos, creamos o reaccionemos, su influencia se convierte en una oportunidad o bien fatal, ya benigna para nuestras vidas tal como el número treinta y tres significa una tiempo peligroso y crítico). Nina obtiene todas esas informaciones porque es demasiado precoz –al fin que pertenece a la alborada del siglo XXI- y le encanta conversar con todo tipo de personas, investigar toda clase de extravagancias y hacer, hasta donde puede, experimentos.
   Nina también es hija de la soledad de los tiempos modernos y como su tía abuela Sara –a ella tampoco le gusta el nombre Sarai- es huraña y reservada, ella se gana su voluntad de confianza a base de intercambios comunicativos incompletos y distorsionados; por ejemplo, cuando Sara le pregunta para qué anota en el pizarrón donde sus padres anotan acciones para no olvidar esas tres series de números de 1 a 10 en las que cada día tacha siempre un número, dejando uno de cada serie sin tachar,  ella dice que es para estudiar el ritmo de la luna en relación con sus estados de ánimo, cosa que sus padres celebran como una genialidad en la que nunca intentan ahondar; pero en realidad Nina está haciendo estudios de las fases de la luna pero en relación con sus períodos de ovulación y ciertas tendencias de su comportamiento.
    Nina ha establecido una peculiar relación privada con Elías aunque nunca le ha dirigido la palabra. Le ha tomado decenas de fotos digitales y ha abierto una cuenta en Facebook con el nombre de Papá Noel en tiempo Frío  y se ha encargado de promocionarse enviando su link a cientos de personas creándose una agenda de direcciones electrónicas con base en las cadenas masivas que se forman enviando pensamientos curiosos, formas de vivir mejor, amenazas apocalípticas y toda serie de extravagancias con que la gente pierde el tiempo en la red. Curiosamente el pensamiento que Nina transmite a través de aquella cuenta, es un pensamiento que llama la atención por su lucidez y ternura, de modo que se ha granjeado la amistad de cientos de personas, especialmente niños y niñas de su edad que le han tomado cariño porque Nina, que tiene una imaginación desbordada, ha creado una vida de novela para Elías: Es un hombre solo, mayor y pobre que está aprendiendo a utilizar la tecnología para morirse solo en compañía de todos sus amigos virtuales; “Vivo de cuenta del Estado; como y duermo en los hospicios de las municipalidades a donde llego y me comunico con ustedes desde los telecentros comunitarios. No pido dinero ni ningún tipo de ayuda. Me gusta vivir así paseando y conociendo las gentes que merecen y desmerecen de la vida. A veces soy un poco puerco y me dejo acumular un poco de olor, pero es para que nadie se de cuenta que estoy anotando nombres y necesidades –también caprichos- para la navidad ¿No creen que vale la pena tentar a la suerte a ver qué sorpresas nos trae?
   Pero Nina no es todo lo que parece; o mejor, Nina es la más viva representación de las nuevas fronteras de razón pública y razón privada. Nina es como una máquina de razonar; sus argumentos son contundentes y su socialidad tiene la naturalidad irreprochable de encontrar razones para no querer compartir las costumbres de sus contemporáneos por parecerle superfluas. Nina se guarda bien, ya que tía Sara tampoco está dispuesta a aceptar que el viejo loco le produce sentimientos, su certeza de que Elías es su primer amor (tal como seguramente era el amor de Dios si es que lo había) y  puntualmente, cuando después del colegio el tiempo le produce esas oleadas de ansiedad, cuando sus mejillas se ponen encarnadas y los compañeros la buscan con una sensación de riesgo y aventura, se regala su dulzura en los brazos de Onán.
 EL POETA
      Esa tarde le pareció increíble que ya el tiempo no fuera lo que antes y que pasado, presente y futuro se mezclasen en la percepción de tal modo que eso, el tiempo, era sólo un amasijo de destellos de conciencia y lo único que los delimitaba era la terrible necesidad de identidad; así tenía que ser, sólo así se podía explicar que aquel pensamiento que surgió así, como surge de pronto la yema de maleza de enredadera por entre la hierba uniforme a la vista del paseante, fuera más tarde el conector de los tres tiempos en una conjugación asombrosa. Entre el rutinario azote del viento que golpeaba sus mejillas por el paso de los carros y el tibio vaho mañanero surgió la vaga inquietud de querer recordar el sueño tenido en la noche y por extensión involuntaria la idea de movimiento ocular rápido le asaltó y a continuación la clara y distinta frase fase R. E. M. se situó en su mente, mas había una sensación extraña en aquellos pensamientos, como si gravitaran en la atmósfera y no en su cráneo pero ante la imposibilidad de juntar asociaciones el flujo de conciencia pasó a otros asuntos en orden de prioridad: ¿que tanto dinero iría a gastar; quería ir a la biblioteca a leer o debía primero averiguar por el asunto en ciernes; hasta cuando le iba tener la vida chingando de semejante situación; por qué Dios ya no se manifestaba como antes a los profetas o a Abraham, Jacob y los demás?  
   Al atardecer de aquella tarde distante de ese mismo día en el Canal Capital, que nunca sintonizaba, le dio por sintonizar Musicapital,  un programa que transmitiría videos en un pugilato musical de el grupo REM, banda que nunca había escuchado pese a que tenía referencias publicitarias de su prestigio y Andrés Calamaro coetáneo y contemporáneo de Gustavo Ceratti que le dolía por su accidente cerebrovascular. El primer video se perdió en la distancia de la memoria por ser un ¿intrascendente? ¿Dance up, Dance On? ¿Stand Dance? Pero el hecho de la mañana le alertó. Luego siguió Calamaro: No importa el problema, importa la solución/ me quedo con lo poco que queda...en el corazón. Cuando Drive mostró a aquel hombre navegando en una marea de manos con un tono de melancolía, de incertidumbre, de ahínco y después se transmitió Man on the moon se dijo que debía averiguar en Internet por las traducciones de esas canciones, pero los afanes diarios, las afugias del metálico y otros ítems le fueron alejando del camino. Sin embargo el hilo conductor del orar (se iba por la carretera recitándose el rosario por un extraño acto reflejo producto de una caída en su estabilidad moral y económica y la reciente muerte de Juan Pablo II)= raro producto de tiempos difíciles y repuntares inesperados, hacía que el toparse con ese anciano de barbas blancas, un saco de basura sobre los hombros, una mirada de diáfano azul (era aguanosa pero el la veía límpida) y una sonrisa enigmática (nunca dijo nada, nunca trató de manifestar nada del hecho de que se cruzaran constantemente en la carretera, pero le miraba con un algo significativo). Y entonces la enredadera que crecía inopinada entre la pobre hierba de hacer camino (¿Por qué las vacas daban leche a partir de una simple hierba como el pasto?)  se fue haciendo visible ¿por qué esa plastaza fea, ignorante y malcriada le atraía y se le aparecía en sueños? ¿por qué veía en ella un amor y entre más trataba de concretarlo se veía amenazado, rechazado y contrariado? Y ¿qué tenía que ver el hecho de que distinguiese, muy a su modo, la distancia entre Pedro y Pablo por el hecho de llegar a la conclusión de que la iglesia ya no era una, apostólica y romana en la diferencia entre el sacerdote = es-(h)acer-dote o (e)s-a-cerdo-te y el fraile que era lira-de-la-fe y todas las relaciones espurias y auténticas entre fe, ciencia y amor?
   Hasta que aquella tarde, después de que guardando la traducción de Drive en la memoria USB, que luego no funcionó y que el preciso  día víspera de los sucesos de la teniente López anunció: Golpear/quebrar/ata a otro en los bastidores, nena/Hey, chicos, Rock and Roll/Nadie te dice a donde ir, nena/¿que si paseó?/ ¿que si caminas?/¿que si rockeas alrededor del reloj?/tic/tac/¿que si lo hiciste?/¿que si caminaste?/¿que si has intentado bajar, nena?/...Hey, chicos, dense prisa/quizás estás mal de la cabeza, nena/Quizá lo hiciste/quizá caminaste/quizá rockeaste alrededor del reloj, nena/quizá paseo/quizá camino/quizá conduzco para escapar, nena.../hey chicos, dense prisa/ata otro a tu espalda, nena.., el poeta va lleno de preguntas y de anhelos ¿quién te quiere? ¿cómo te quiere? ¿`por qué las pérdidas? Y, ese, in-consciente, que va a la deriva en un mar de manos y de ánimos; y ese, ufano, que se instala ídolo de su pequeña tribu entre la multitud ¿qué tienen que ver contigo y con los otros pocos que no se plantan felices junto a su corro de fans y conmigo y con mis pérdidas?...
    Que a la distancia el poeta viera un gatuperio de carros que frenan en una curva de la carretera, un difuso moverse de sombras que merodean en torno a tres bultos, uno erguido, otro que se agita y otro que yace fuera como alucinatorio ¿tiene algo que ver con que el poeta se acerque y desarrolle el siguiente diálogo surgido luego de que sus ojos y los ojos de la teniente se chocan?
    — ¿Qué hace usted aquí, señor?
    — Vine a verla a usted ¿muy raro?
    — Pues ya me vio, ahora circule por favor; ¿no ve que es un caso de sangre? –todos están tan petrificados que no atinan a distinguir que el nuevo aparecido le falta al respeto a la autoridad, ni siquiera ella que es tropelera pero ahora tropelea por la radio pidiendo asistencia médica; sin embargo el aparecido se resguarda un poco y se dedica a fisgonear, pero no fisgonea, ora fuertemente: Dios, esta mujer me gusta, dame dame dame el power/dame dame, dame el poder... Por fin llega una ambulancia y carga el bulto; a punto de abordar su coche el impertinente aborda de nuevo a la teniente:
    — Disculpe, soy miembro del BUSCO : Banco Urbano de Casos Obscuros, si quisiera darme su localización....
.... y una agenda y un teléfono empezaron a tender puentes  mientras el viejo Elías sonreía en medio de los transeúntes.
    Cuando la teniente López descubrió que en la sigla BUSCO había una letra que no casaba ya había dicho que si-
 

     

***
ELEGÍA POR FERNANDO VALLEJO:
La última vedette hablando del amor de los muchachos
No, no me interesa el cielo pecueco
de la enciclopedia.
Me basta para ello
la memoria cósmica:
los CD’s de las edades los compré
a precio de temblores de mis venas.
Sabor y saber
no es lo mismo que culo y mierda:
Mierda es la propaganda del saber.
Culo es el sabor del único rastro de la nada
luego de que el pensamiento perdió la conexión
entre aberración y verdad sin tela,
mosquitero, himen de inocencia;
escribano, ano-de-escriba
culo: nostalgia del misterio
sexo: hollejo de Vallejo
cópula: salario de escritor
sin pagar el importe de la especie:
Amor: último vestigio de una decadencia
Príapo: retrato posmoderno del signo $

***



ANGUSTIA
Ahhh!, el olor de la vida en deconstrucción
La caracola del tiempo deslizándose
Desde lo imposible hasta su centro
La ineludible cópula: el origen
Entre el señorito: Heder
Y su ácida prima: Hendir
El tempo suspense
De la invasión de la larva
A la espera de la trompeta triunfal
De la mesa servida del movimiento
El hincharse del domo de la nada
Sobre la piel,
En conversación de expertos
El lenguaje del silencio
Que tiene su representante: H
¡Ahhh ¡ del amor ilícito del aire
Hasta el moño de las fragancias de las flores
De los inciensos, de las genuflexiones, del dogma
Pero también del ridículo poguear
De las neutras esencias
Que se agremian en los sebos, las costras
Y las esclerosis
Del deleite inconfesado de los amantes
Antes de las abluciones
En la fuente de las desganas
Y sus efluvios de fe
En el siempre aún no
En el nunca ya después
Divorciado del espero
Que el perfume francés me herede
Su pasado indecente
Y autenticar, por fin,
Los parentescos filiales
Entre almizcle fiera y circo
¡Ahhh!, de la desvergonzada muerte fallida
Encarándose con los suicidas gloriosos
Coronados en la tercera acometida.

***

 
APACIGUANDO EL VOLCÁN
Calma, calma, ira interior, fiera elemental
Calma, clama, malestar:
No pretendas contrariar la ley
De la fuerza del trompo bailando en la uña;
No atiendas
Las cosquillas de la luna
Ella sólo pretende
Medirse por corona tu prepucio.
No intentes más telepatías
Con la ameba o con la piedra
Que te repercutirá en el ano de la mar
Y terminarás derramando la sopa
De los hijos de Andrómeda.
Duerme, duerme, niña fogosa
Que Afrodita
Ya ciñó el cinto a tu cintura
Y hace florecer en tus faldas las manzanas
Que pretendes desgranar a sacudidas;
No estremezcas tu ganado
No marchites la hierba
-mientras los descarriados se la fuman-
Que está destilando la leche
En la panza indigesta de tus ovejas mudas
Por caminos que conoces ya de sobra:
Expoliación, abuso, desvarío
Aunque del pastor mayor se pierdan
Ellos están haciendo la música.
 ***

AH, YO 


 Ah, y entonces llegas ¡y qué feliz soy!
y te soy esposa y estancia y coyunda,
enfermera, consejera, abogado y juez
y sabes que es mejor cuando te vas
y no sabemos a donde
porque si aquí siempre estuvieses
no ons podríamos soportar;
ah, ¡y cuánto nos gustan los fuegos
                                que encendemos!,
estallan, crepitan, fulguran multicolores:
fantasía, presente, pasado, futuro y saber
y nos contamos que el esto-mago
donde echamos  del lar
                                                sino charlamos
que mete el brazo como un científico
                                        en la cámara de vacío
y agita la garra como un gatito
                              asiendo el hilo de la madeja
y juega
y corta
-a menos que quiera quedarse con el muñón-
un moño de realidad;
que no ha pasado el carro del servicio
                                             de la basura del amor
y entonces el reciclaje se trastorna
y nos echa los cheques hechos dispepsia
                                                                   y papilla
por la ventana del animal.
Entonces te digo que mejor te acuestes
                                                   y no digas nada
pues tiendes a apostarlo todo
                                                      para perderlo
a ningún postor;
aunque dejes guardados en la antesala
tesoros que se van a podrir sin olor
cuando corten la luz.  

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