TONTERÍAS DE SOLEMNIDAD Y SOLEMNIDAD DE
TONTOS
(A propósito del día del plebiscito por la
Paz)
Oiga, usted –como las que siguen, no van a ser
palabras dichas, sino apenas expresadas en una especie de preterición, no
necesitaré repetirle que son para usted, ya se encargará su calidad humana de hacerla
aludida- la de blusita verde, blusita de tela barata que se nota que es mandada
a hacer a su medida, y no en una modista de alta costura pero si, seguro, en
donde una vecina de su misma alta calidad de socialización de la gente que vive
normal y con la esperanza a flor de piel –si esa esperanza que ahora luce también
el ornamento del sacerdote-, me dejó usted con la mirada estirada para la PAZ.
Acaso vaya usted a argumentar, con toda razón, que con estirar la mirada no
basta, hay que estirar la mano; y con mayor razón cuando usted es un señor que
no voltea a mirar atrás para darle el saludo de paz a todos, sino escasamente,
al que está al lado. Un poco extraño ¿no? Pero, déjeme decirle que, es un
asunto de solemnidad ¿puede existir algo más solemne que el encuentro de
alguien con su Yo espiritual? el asunto para usted podrá ser no la de un tonto
de solemnidad sino una solemnidad de tonto, pero a mi parecer ese momento de
desear la paz al otro es una especie de relajo poco sincero, como cuando se va
a una fiesta: se baila con todo el mundo pero a nadie se le presta mucha atención,
en cambio, con dársela a una sola persona, con eso basta, es el reflejo de Dios
suyo en otro que se extiende de mano en mano.
Y sí, me dejó usted con la mirada estirada
precisamente en el momento en que me volví atrás desde mi adosamiento adocenado
(aunque nunca le di el hombro) contra la pared pues no alcance puesto, y usted
venía hasta donde los suyos, chocando su mirada con la mía entonces ahí si se
justificaba dar la mano al que está atrás, al más próximo; pero usted tan
sencillamente digna, digamos estiradita, que sabe conservar su airosidad joven frente
a otro que como yo sólo ya es un personaje adulto venido a menos, déjeme
decirle que en realidad sí parece que nos diferenciamos más de la cuenta en
asuntos de apreciación; de entrada déjeme decirle que es apenas lógico que por
tener una carita agraciada, sin que eso tenga nada que ver con que es un poco
baja, un poco gordita y un poco picada la cara de acné, uno tiende a fijarse
con más detenimiento; pero igual si fuese más fea porque a mi modo de ver todos
son tan dignos como personas como cualquier otra y para mi representa todo: El
otro, el respeto debido. Imagino que eso es cristiano. Pero, yo lo entiendo
bien, una cosa son los rituales trascendentes y otra los rituales sociales y
cada rito tiene su misterio. Pero también déjeme decirle que todos para mí son
rituales positivos, peor es cuando a uno lo desprecian abiertamente; usted no
me despreció abiertamente, usted reacciono a la sorpresa de mi extrañeza. Igual
que con el curita nuevo, que estrenaba hoy encuentro con la feligresía como
adscrito, es decir, como ayudante, pero claro, como está investido con ese
nombre rimbombante: Padre, entonces uno tiene que verlo todo ternura, todo
carisma, todo autoridad, todo servicio; pero que va, ellos también son seres
sociales que van al mercado y van al baño y hacen fila en el banco. Él también
hizo su acto de reconocimiento conmigo. Como el otro curita sólo asperja al
resto desde la nave central, yo, que estaba en el extremo izquierdo acusé
recibo con el santiguarme a su paso por la línea paralela correspondiente a mi
sitio, pero este dio las dos vueltas en redondo, por la izquierda y por la
derecha; cuando pasó a mi lado no me asperjó, en cambio sí al que estaba
adelante; o sea, sí me había tenido en cuenta. ¿Se da cuenta de que la
solemnidad tiene sentido? La solemnidad es ese acto de poner toda la
disposición espiritual, corporal, de mente, de acción, en una circunstancia
determinada, para corresponder a la importancia simbólica o social que le
merece.
¿Será la gente que se abstuvo hoy de ir a
decir SI o NO a la Paz tonta de
solemnidad?