lunes, 17 de junio de 2019

ACERCA DE LAS EDADES



ACERCA DE LAS EDADES

Sir Walter Raleigh analiza las edades de los hombres sólo desde el punto de vista del amor y el angst; nosotros, que en venganza por la pobre fatuidad de los modernos, cuando nos encontramos con alguien que nos impacta con su pensamiento, pretendemos a toda costa no quedarnos callados, conversar, saborear el escozor sensual de intentar ahondar en ese hueco obscuro que es pensar, decimos que la séptima edad no es necesariamente la de la decadencia de todas las pasiones y la aceptación del dolor inherente, por algo saturno, el planeta, tiene anillos y varias lunas (l-una vez cuando todo acabó y volvió a empezar) y es el número perfecto por excelencia; es, más bien, la edad de la cosecha, la de recoger los premios al saber usar las tríadas de Sidharta: saber esperar, saber usar y saber soñar. De hecho, los nonagenarios generalmente han sabido mantener actual el baremo de los usos de la vida -las instrucciones de uso de Perec más bien son un manual de despiste, por venganza también, al mundo constreñidor y usurero-: la prudencia, la moderación, la dulzura de carácter y la apertura  mental. Habrá pensado alguien que las edades contadas por décadas son como los números naturales? Entre el uno y el nueve hay un número silencioso, el cero que es siempre la piedra en el zapato, pero de hecho es el número que hace la magia de contener el todo y la nada en la dualidad, 1-0. Un anciano feliz y sano todavía mantiene robusto su "cayado" para hurgar, de vez en cuando, en las trampas que como el juego de minas mantiene sembrado el camino el amor; el asunto es desarmar el detonador. Las pocas personas que logran hacerse centenarias -porque el hacer camino es no cansarse de verlo siempre nuevo aunque el mismo-, finalmente aceptan el over game no porque la máquina del destino les fue más astuta, es porque el tedio de volver a empezar se hace insoportable para una naranja arrugada aún pegado su pecíolo del árbol, con todo el néctar que el abismo ávido espera degustar. Niñez, adolescencia y conquista ya sería sentarse a conversar con la muerte, que es con quienes generalmente ya converso, no sin tristeza porque aún venús me acosa con sus valvas en la marea.