"Nada conoce la hermandad del niño".
"La memoria de los antiguos
es un reino de locos y difuntos"
Antonio Cisneros
Qué cantan los poetas
poetas tragaluces
de ahora?
resultó preguntándome
un día el diario
entre suspiros enigmàticos
de senos jóvenes
graduados en lenguas modernas
y en plásticas futuras;
ellos preguntan entre jadeos
bien auscultados
en el aire del desparpajo
y yo que ya huelo
a lo que huelen las barbas canas
graduadas en la sordina
con rancio aliento puedo deciros:
Señor Cisneros,
Señorita Yo-mal
Señorita Marilyn,
ante vuestra pregunta
tan poética y tan pro-fática
de ¿a quién pertenece el seno?
si al dueño carnicero
si al prestidigitador ambidextro
si al perdedor pornográfico
del tiempo
si al sentimiento maternal
si al anhelo eterno,
si a la virgen derrocada
o a la espacial metáfora del punto inicial
donde empezó a manar la leche
del desconcierto condensado en moraleja,
sólo te digo:
La pertenencia del seno la tiene
con abundancia de vueltas de perro
la lengua que un día aprendió a balbucear:
NO-SE
martes, 16 de abril de 2013
DIME QUÈ TIENES
DIME QUÈ TIENES
Dime que tienes un pipì grande
que te sirve para las mendicidades,
dime que tienes el mundo en la mano
con la redondez de tus nalgas,
que con tus bellos te haces potentada,
pero no me digas que tienes
¡cochino dinero!
Dime que tienes un Dios generoso
que tienes un don secreto;
dime que tienes un buen desvàn
donde almacenar las penas,
pero no me digas que te tomas
el café con leche de tus astucias y malicias
en el azùcar moreno
¡del cochino dinero!
Dime que tienes poesìa
tal vez te invite yo a un vino primero
antes de que me presentes a alguien
que come sobras de clàsicos
¡con el cochino dinero!
Dime que tienes un gran chorro hirviente
para cazar las ideas de las estrellas de las ideas
dime que tienes un gran hueco y un buen vientre
para promover los destinos de la especie,
dime que tienes una gran lente
para compartir paisajes
con cavernas elèctricas y subterràneas
dime que tienes miedo de las pasiones
ahora que los cinismos tienen gran crédito
pero no me digas que tienes
¡cochino dinero!
Dime que tienes gracia e inteligencia enchapada en pobreza
o que tienes dinero deslucido en humildes modales
quizàs entonces podamos confrontar nuestros EROS
Dime que tienes un pipì grande
que te sirve para las mendicidades,
dime que tienes el mundo en la mano
con la redondez de tus nalgas,
que con tus bellos te haces potentada,
pero no me digas que tienes
¡cochino dinero!
Dime que tienes un Dios generoso
que tienes un don secreto;
dime que tienes un buen desvàn
donde almacenar las penas,
pero no me digas que te tomas
el café con leche de tus astucias y malicias
en el azùcar moreno
¡del cochino dinero!
Dime que tienes poesìa
tal vez te invite yo a un vino primero
antes de que me presentes a alguien
que come sobras de clàsicos
¡con el cochino dinero!
Dime que tienes un gran chorro hirviente
para cazar las ideas de las estrellas de las ideas
dime que tienes un gran hueco y un buen vientre
para promover los destinos de la especie,
dime que tienes una gran lente
para compartir paisajes
con cavernas elèctricas y subterràneas
dime que tienes miedo de las pasiones
ahora que los cinismos tienen gran crédito
pero no me digas que tienes
¡cochino dinero!
Dime que tienes gracia e inteligencia enchapada en pobreza
o que tienes dinero deslucido en humildes modales
quizàs entonces podamos confrontar nuestros EROS
SEMANA MUNDIAL DE LA POESIA EN MANIZALES
SEMANA
MUNDIAL DE LA POESIA EN MANIZALES
En
sus corazones ellos eran todo poesía aunque ya les importara un
bledo lo que significase El
Velo de Maia.
Tampoco les importaba que alguien reconociese que se llamaran Carlos
y Juana u hojarasca,
como no fuese del mismo modo que alguien dijese García Márquez y
Mercedes Barcha, cosa poco probable, lo que les confortaba. Quizás
por eso fue que les fue fácil, cuando se toparon en las escaleras,
él de subida, ellos de bajada, esquivar el golpe de su infantil
sonrisa franca que los saludaba y se fueron sin mencionar el asunto,
pero un gusanillo de inquietud se enroscó en sus pechos y con un
guiño mutuo le dieron buena entrada. Ellos no lo sabían ni les
importaba, eran hojarasca.
Cuando
terminó de subir las escaleras se sorprendió de estarse diciendo
ante la estampa de la funcionaria: Tocaría
la melodía frenética de cualquier piano de Rock and Roll en esas
tetas, menos la de
My Woman From Tokio con
Ian Gillan a la cabeza,
pero al momento, luego de concertar la cita, se vio en la calle
explicándose que el desplante era porque eran como dos niños
estrenando juguete; pero qué triste juguete el hacer mendicidad con
lo que nos corresponde por derecho y, peor aún el uso que se daba al
juguete; él, en cambio, siempre quería compartir sus juguetes y, a
fuerza de desprecio había aprendido a gozárselos en su fuero
interno y se los imaginaba leyéndole el pensamiento (bah, la
hojarasca
no lee pensamientos, ni palpita como los corazones) y diciéndole
¡pero qué,
pendejo, así funciona el mundo!, así es el poder y
él respondiéndoles claro,
lo que ustedes no saben aplicar es la fórmula del poder que reza:
engaño + miedo= poder; pero tampoco entienden que cuando no se tiene
poder entonces el sucedáneo es el Don,
por eso
replican la idea moderna de que hay que ir
con-don por
todas partes para contribuir a la zombilaxis
de los
embarazos.
Al
día siguiente al hacer el contraste del sostén de levante entre
chaleco protector de encajes y el carcelero opresor que hoy, no
obstante, intentaba reflejar la ilusión de un cielo azul turquesa,
se sintió decepcionado
y no por
el desengaño de la distancia entre percepción y realidad, sino por
un asunto más tremendo: La
Hojarasca.
Había que aplicar a la formalización de la informatización, es
decir, había que ser un adelantado ciudadano digital avalando la
precisión de los conceptos hechos palabra: ¿qué es software,
qué es
hardware;
qué es un motor
de búsqueda, qué
es una red?
Y subrepticiamente La
Hojarasca iba
realizando su labor y le importaba cinco que todo fuese cuestión de
lenguajes; tampoco influía que algunos –especialmente los que
tenían menos medios de defenderse de La Hojarasca y por tanto eran
hojarasca-
tuvieran intuición y noción y que un poco más adelante tuviesen
convicción. El
Velo de Maya podía
muy bien ser el velo que una bailarina imitadora de una con logos
(léase
fama) llamada
Shakira descorriera en noches polvorientas y psicodélicas; o acaso
fuese el velo con que cubriesen una niña recién bautizada como
Maya. O fuese acaso una nueva teoría de un imperio reaparecido bajo
la égida de la cuántica.
Por eso era mejor que cada
loco con su tema y
cada tema
con sus locos.
Atrás quedaban, y en generoso olvido de las masas, los tiempos en
que las poéticas tomaban de la mano a los borrachos como Faulkner y
los ponía a plantar entes zigzagueantes entre las hojas muertas,
generalmente perros de los que no se sabía bien si olisqueaban un
fiambre o un contrabando destilado; o como García Márquez que,
como todos los poetas iluminados, que plantan hitos de futuro sin
proponérselo, plantó el hito de su obra maestra en ochenta páginas
bajo el pre-texto de un hombre odiado por no corresponder a los
llamados de humanidad.
Pero
era de nuevo -¿desde hace cuánto en forma de mercadería intangible
que transporta fin-ansias
de
poderosos a si-sos-egos
de
algunos humildes; realmente muy poco? – la Semana Mundial de la
Poesía y mientras ellos dejaban desenrollarse en sus pechos, como un
lastre del sino, el gusanillo aquel, y se solazaban de que muy pocos
pudiesen darse cuenda de sus corazones generosos que para esa semana
sacaban de la calle a la pobre Mercedes Valencia y le pagaban una
pieza y la vestían y la llevaban a sus recitales para que recitara
sus viejas glorias para después dejarla por puertas de la ilusión
del No. 36-15 de la avenida al nevado, y se justificaban unos a otros
el desprecio al que todavía no se dejaba abrogar la cordura mediante
el ritual de invitar a cualquier sobrino
de Rameau a
que leyese en su nombre como un justo reconocimiento que acallaba la
sorda voz que en sus oídos gritaba que: realmente
sois hijos de desvergonzada,
Borges desde los antros magnetofónicos de ondas hertzianas gritaba
una vez más en la madrugada sus quejas: De
todo esto sólo me queda humillación y desesperanza y
su etérea mano que ahora se presenta como m-a-raña
que acaso
lamente no haber tenido la banal iluminación de decir pelo
lindo a precio chévere
en el momento justo, le lleva de anaquel en anaquel para mostrarle
hitos difusos: Entropía
mal entendida por los niños; Premios deleznables de literatura como
juegos de niños; Una ironía de un pretendiente de Paracelso
suicidando un maldito que no quería querer por la envidia de un
Chivas
Regal edición especial , y la
ironía suprema de Borges suicidando a Borges desde la orilla del
sueño en Agosto
25 de 1983 para que en Marzo 20 de 2013 entienda que puede seguir
protestando de no dejarle leer en paz la verdadera fiesta: las letras
haciendo mundo en manos de un dios que ya no cree en las fieras
PESCADOR
PESCADOR
Salgo cada día a faenar en la mar de
asfalto; pero no lo hago como lo hacen aquellos que salen a darse un
aire; yo voy a darme baños con el oleaje del paisaje y me dejo
azotar por tempestades que trae la marea de la vida con sus criaturas
salvajes y abisales, con los misterios del acaso, con los acechantes
del anonimato y con la indiferencia de los albatros que gravitan
sobre aguas que no les ofrecen más que duros bocados enigmáticos
que tragan enteros y de igual modo desechan en silenciosos flatos.
Todos los días pesco algo: Algunas veces caen en mi red
desaprehensiva bellas y exóticas criaturas coloridas; otras veces se
enganchan a mi sedal atento pequeños monstruos dialécticos y
esperadas ninfas avisadas por cantos sirenaicos que escucharon
antiguos Ulises y héroes anónimos –ya no necesito atarme a los
mástiles, me volvió la cordura a fuerza de sobredosis de veneno de
desengaños; claro que a cada rato quemo las naves y vuelvo al hogar
nadando en resignaciones-. Pero generalmente devuelvo mis presas al
vértigo de olvido de donde vinieron y sólo me alimento de la
improbable seguridad de que vuelvan cuando haya un mercado o un
acuario para ellas; otras veces las traigo a casa y descansan en ella
hasta que alguna novedad les regala la libertad de hacerse
invisibles. En ocasiones me dejo preñar de sus seducciones y las
dejo crecer en mi pequeña matriz de materia gris hasta que ya no
aguantan más las ganas de verse en un espejo de letras y cadencias,
o embriagado de sus emanaciones me pongo a hacer fiesta con ellas y
bailamos tangos de muerte y sambas y saudades y celebramos bodas
orgiásticas y recibimos embajadas de mundos absurdos. También tengo
un rincón de pequeños fetos disecados que ahogué alguna vez en
arrebatos de celos por su tendencia a felonías con estrellas de
mercadeo. Siempre, siempre, siempre pesco algo y tanto me conoce ya
la mar del asfalto que desde la estratosfera del delirio –donde
las mentes casi no van- se ve mi nombre escrito en el pavimento.
BAZUCADA 2011(Inspiraciones para un escritor de domingo)
BAZUCADA
2011
—¡Hijos de
putaaaaaaaaaaa!.- Que el grito de una mujer histérica resonase en
el apacible sueño de una ciudadela decente habría sido una sorpresa
y escándalo mayúsculo, pero que un estertor de furia cuya fuerza se
hace sentir en todo un piso de oficinas de un edificio inn
por más
que sea el centro nervioso de una ciudad caribeña en la modorra de
las dos de la tarde ya era la tapa del colmo del asombro, la
novelería y el platillo mayor para la lengua inquieta de los
costeños, incluso más la de los ejecutivos, prisioneros en los
corsés mal aprendidos de la diplomacia y los modales; por eso este
grito desgarrador fue un suceso digno de recordarse, mas no por las
pobres historias tejidas alrededor o la comidilla de que Alicia, toda
una ejecutiva de economía y finanzas, bella por demás y elegante
entre lo posiblemente contradictorio de los cánones del gusto por
sus mulatos rasgos y la esponjilla de su pelo reacio a los alisadores
de moda, hubiese sido su protagonista. De modo que cuando el asustado
y cismático presidente de la compañía corrió a la oficina privada
contigua de su segundo en la compañía a preguntar qué pasó, esta
dijo: nada,
malparido, que renuncio,
y salió tan furiosa como ondulante de carnes tras el portazo que se
abrió paso con imprecaciones y gestos obscenos entre la fila de
empleados. Se fue por el centro histórico mascullando incoherencias;
dio un rodeo sin miedo por Getsemaní, llegó al muelle de los
pegasos y contempló por un rato los hipogrifos con mirada ausente
como deseando que sus alas la llevaran tan lejos como aquella muerte
que si fuera de alguna vida, no sería tan dolorosa como la que se
acababa de suceder. Cuando empezó a tambalearse por el cansancio y
decidió quitarse los tacones había cruzado a la avenida enfrente
del hospital naval donde los soldados de guardia se prodigaron en
piropos procaces ante su respuesta catatónica y
a tu madre y a tu tía y a tu abuela y a tu prima también comem... y
se vio deambulando por el malecón rumbo a la boquilla.
Entre tanto, Roberto volvía
desde más allá de donde las encrespadas olas del sector de la
boquilla y el generoso boquear de valvas descubiertas de su camuflage
en la arena por el retirarse de la marea invitaba a dejarse llevar
por el surffing
de la
mente y en el camino recoger una buena tal-egada para un arroz con
chipi-chipi.
Eran
tantas las cosas que había que dejar descansar: La nueva novela que
estaba deseando abandonar ante la sensación de repetirse, o acaso
fuera el miedo a no estar progresando en depurar su estilo, ese miedo
eterno del escritor a sentirse tan principiante como antes de las
primeras lisonjas o los primeros orgullos traídos por el heraldo de
la certeza en bandeja de delicados hallazgos o violentas efusiones
que aun después de reposar ese orgasmo vibrante y pletórico de
abismos hollados, de sugerencias insospechadas, de sorprendentes
arribos, guardaba el sabor de los amores para toda la vida. La
trepidante aventura que estaba teniendo, ahora que el matrimonio con
Sara había arribado a un mar sereno y apacible donde la conjunción
de inteligencia y tolerancia había por fin puesto el bajel ligero de
sus visagismos
–un
desorden por aquí, una manía de provocar el cascarrabias por allá;
algún dejar con los crespos hechos la trampa de los celos, algún
olvido premeditado de las obligaciones- en un arrecife contaminado
por la costumbre; si todo estaba cambiando de un modo tan radical, si
la libertad ya no era un eufemismo de mamertos, si ahora probar de
todo era fácil, seguro y barato...pero, que va, de todos modos el
imperativo categórico de la clase, de la disciplina, de la crianza
mandaba; pero había que arriesgarse, ¿no estaba leyendo acaso que
en la sociedad del riesgo ya las relaciones y las acciones no están
signadas por ningún antes ni por ningún después, si el horizonte
con el antes y el después casi nunca llegaba a donde se esperaba,
por qué no concentrarse en aprovechar las sorpresas que iban
acaeciendo? Además era fascinante andar a tientas y dejar volar la
imaginación sin poner mientes en el peligro: Soy
escritora había
dicho en aquel ligue de sala de chat; yo
ejecutiva de cuenta,
y habían
comenzado aquel escarceo de rounds inteligentes y plenos de humor
donde lo que más les enganchaba era la sutileza, la perspicacia,
ciertos lugares comunes de erudición no pedantesca que se esbozaba
mejor en coincidencias del buen gusto y un erotismo tan gaseoso que
permitía dejarse volar en el equívoco y salir bien librado en lo
apropiado; claro que la magia era posible gracias al destapar cartas
de una de las partes: soy
de ambiente
había dicho la una; yo
una esposa fiel había
dicho la otra, pero siempre se iban por las ramas y dejaban para el
día siguiente otro poco de atrevimiento y reto a la imaginación:
qué vas a
hacer mañana
preguntaba la una; spaguettis
a la putanesca contestaba
la otra; ah,
caramba y eso cómo es inquiría
la primera resignando la curiosidad a un nuevo conocimiento tan
viable como el otro pero menos intrincado; ¿te
gusta la sal?. Bueno, depende; si es para el tequila, paso; prefiero
arriesgarme a meter en seco la lengua para buscar el gusanito ¿o es
un chapulin? Pucha-ni-l-o-uno ni lo otro, es pasta con anchoas,
aceitunas, uvas pasas, aceite de oliva, un poco de salsa de tomate y
una copita, o una botella de vino tinto. Queso. Ese si es saladito.
Y,¿Roquefort? Bueno, apenas, ese lo prefiero para el desayuno en la
playa. ¡Qué no te vayan a pillar! ¿Quienes? Las gaviotas. ¡Ah!,
picotean duro ¿no?
El
pomelo de la vida de la galaxia cae, pero no por su propio peso ni en
la boca de nadie. ¡Cómo
pude ser tan estúpida! Sólo
se había atrevido a sentarse en uno de los espolones y remojar los
pies y la esponja del pelo para serenar el impulso de empelotarse e
irse caminando a alcanzar la frescura definitiva. Aún no se pregunta
que va hacer con su vida deshecha y su reputación hijueputeada,
si no cómo pudo ser tan estúpida, pero su cerebro le rebotaba la
palabra: No,
tan angurria; dejar
los jugosos ahorros en acciones pelechados a base de rudas y
riesgosas pero conocidas jugadas en la bolsa en no se sabe donde;
hubiese sido preferible haber dividido el riesgo cuando aquel vividor
que brotó de la nada, y lo peor de todo es que no podía chistar, le
dijo que bien podía invertir a corto plazo en el consorcio DMG (Ni
siquiera se había preocupado en saber qué y quién era la tal
sigla: David Murcia Guzmán) o invertir un poco más lento pero con
rendimientos exhorbitantes de holdings
y
comodities
que
estaban jugando
duro con
un bajo perfil. Si hubiese guardado un poco más en la cuenta de
ahorros. Ahora quién sabe cuál o cuántos H. P. estarán gozándose
su inteligencia en fin-ansias.
Ya su
cabeza no daba para rememorar claramente si eran monsieur
o monseñor
que, o si
eran de banco
marciano o
banco
ambrosiano,
las cuentas hasta donde alcanzó a rastrear movimientos que hacía
mucho habían perdido su fisonomía o el respaldo que ella se podía
atribuir como agente de bolsa.
Ninguno
de los dos había imaginado nunca haber querido ir a parar al Havana
Rum Nigth Club,
pero cuando se chocaron en la puerta, él por desvarío de querer
evadir un posible encuentro no deseado ni imaginado, o, peor aún,
una loca pero exitosa y excitante cita a ciegas; era mejor tomarse un
par de rones en cualquier sitio y expiar un rato cualquier bruja para
volver sano y salvo a casa; ella por desespero decidido a botar la
bata de un modo etéreo, el distante pero potente imán de sino que
los dos habían percibido cuando al ir él a afincar un pequeño
paquete de acciones adquiridas en internet con un Banco que además
de ser el suyo le había simpatizado con el slogan de no
se deje dar gallina y
con ocasión de un premio de novela que valía respaldar para los
mangos de la memoria,
unos zarcillos cuyo vaivén traía y llevaba un aroma sutilísimo que
lo obligó a acercarse por encima del mostrador con el doble y
complementario hechizo ni
espero ni aspiro que este aire de níspero me deje mamey aspirar el
olor de su zarcillos
y que el corazón como un niño asustado que ha saltado la barda
prohibida se devuelve para no ser requerido, no le permitió seguir
por el camino de aquella sonrisa. Pero esta vez, ella sabiéndolo
tímido, él sabiéndose admitido, volvieron a dejarse atrapar en el
centro magnético; entonces se tomaron unos rones y ella lloró en su
hombro amargamente hasta que ya con un inhibidor del tacto encima,
pero con el gato del pudor alerta, acaso asustado, ella le propuso la
locura.
La
joven noche es seductora pero también es buena consejera. Ya había
cometido el primer pecado, no debía, por el bien de la buena marcha
y un difuso obseder de la aventura, cometer el segundo; o acaso la
mezcla era prohibitiva: Ella se había dado alguna vez unos pases y
alguna otra había fumado de la roca, ¡pero bazuco!...no habiendo
más... La playa desierta de las diez de la noche y él con el dolor
de haber perdido la virginidad de los pulmones pero sin remordimiento
fue testigo del trepidante aterrizaje de una conciencia por la que en
unos minutos desfiló misterioso, caótico, burlón, todo el misterio
de la danza de las letras.
Cuando se despidió dándole
un beso en la frente y dejándola segura en un hotel de buena y
discreta familia hasta otro día más sosegado, se vio fugazmente
diciéndole a Sara: Esta
es Alicia, gran ejecutiva financiera y amiga que va a vivir un tiempo
con nosotros pues ha caído en desgracia.
LAS RELACIONES INTERPERSONALES
LAS
RELACIONES INTERPERSONALES
(Editadas
de cuarta mano: La mágica que preparó el escenario, la que pergeñó
el papel, la que lo robó para el mundo y la del tonto que ahora
quiere estamparles su estúpida firma)
Abrir
un poco el di-que y dejar que Diké
haga
lo suyo
Para
que por exceso de cieno de olvido acumulado
En
tragedia el volcán no explote
Aunque
expolie el maldito.
El
gato observaba atento tras el poste de energía como exhibiendo la
certeza de lo concreto del hormigón. Al tiempo el perrito faldero
escapado por unos instantes del cuidado de la niña, le ladraba
coqueto. El gato parecía simpatizar de su color contrario al blanco,
pero su actitud se compaginaba con un aún no es tiempo. De pronto el
caminante que se acerca mientras juega con su sombra que imagina a su
espalda yéndose al anhelado sitio –no se percata de que la sombra
del poste se ha chupado por un instante la suya-, sorprendido pide
participar con un piar de travieso pollito. El perrito, que está en
su camino, le hace una cabriola que pasa a defender a su
interlocutor. El gato, atrapado por el desconcierto en su felina
tranquilidad, emite un bufido y salta veloz a la ventana de la choza
miserable; mira de hito en hito a través del vidrio de la canícula
y traspasando el velo de gasa de su ama que debuta en el trabajo de
los chats eróticos, mientras el perrito sigue escupiendo su monserga
que actualiza tiempos idos.
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