martes, 16 de abril de 2013

PERTENENCIA DEL SENO

"Nada conoce la hermandad del niño".
"La memoria de los antiguos
es un reino de locos y difuntos"
                                Antonio Cisneros

Qué cantan los poetas
poetas tragaluces
de ahora?
resultó preguntándome
un día el diario
entre suspiros enigmàticos
de senos jóvenes
graduados en lenguas modernas
y en plásticas futuras;
ellos preguntan entre jadeos
bien auscultados
en el aire del desparpajo
y yo que ya huelo
a lo que huelen las barbas canas
graduadas en la sordina
con rancio aliento puedo deciros:
Señor Cisneros,
Señorita Yo-mal
Señorita Marilyn,
ante vuestra pregunta
tan poética y tan pro-fática
de ¿a quién pertenece el seno?
si al dueño carnicero
si al prestidigitador ambidextro
si al perdedor pornográfico
del tiempo
si al sentimiento maternal
si al anhelo eterno,
si a la virgen derrocada
o a la espacial metáfora del punto inicial
donde empezó a manar la leche
del desconcierto condensado en moraleja,
sólo te digo:
La pertenencia del seno la tiene
con abundancia de vueltas de perro
la lengua que un día aprendió a balbucear:
NO-SE


DIME QUÈ TIENES

DIME QUÈ TIENES

Dime que tienes un pipì grande
que te sirve para las mendicidades,
dime que tienes el mundo en la mano
con la redondez de tus nalgas,
que con tus bellos te haces potentada,
pero no me digas que tienes
¡cochino dinero!

Dime que tienes un Dios generoso
que tienes un don secreto;
dime que tienes un buen desvàn
donde almacenar las penas,
pero no me digas que te tomas
el café con leche de tus astucias y malicias
en el azùcar moreno
¡del cochino dinero!

Dime que tienes poesìa
tal vez te invite yo a un vino primero
antes de que me presentes a alguien
que come sobras de clàsicos
¡con el cochino dinero!

Dime que tienes un gran chorro hirviente
para cazar las ideas de las estrellas de las ideas
dime que tienes un gran hueco y un buen vientre
para promover los destinos de la especie,
dime que tienes una gran lente
para compartir paisajes
con cavernas elèctricas y subterràneas
dime que tienes miedo de las pasiones
ahora que los cinismos tienen gran crédito
pero no me digas que tienes
¡cochino dinero!


Dime que tienes gracia e inteligencia enchapada en pobreza
o que tienes dinero deslucido en humildes modales
quizàs entonces podamos confrontar nuestros EROS                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                              

SEMANA MUNDIAL DE LA POESIA EN MANIZALES


SEMANA MUNDIAL DE LA POESIA EN MANIZALES
En sus corazones ellos eran todo poesía aunque ya les importara un bledo lo que significase El Velo de Maia. Tampoco les importaba que alguien reconociese que se llamaran Carlos y Juana u hojarasca, como no fuese del mismo modo que alguien dijese García Márquez y Mercedes Barcha, cosa poco probable, lo que les confortaba. Quizás por eso fue que les fue fácil, cuando se toparon en las escaleras, él de subida, ellos de bajada, esquivar el golpe de su infantil sonrisa franca que los saludaba y se fueron sin mencionar el asunto, pero un gusanillo de inquietud se enroscó en sus pechos y con un guiño mutuo le dieron buena entrada. Ellos no lo sabían ni les importaba, eran hojarasca.
Cuando terminó de subir las escaleras se sorprendió de estarse diciendo ante la estampa de la funcionaria: Tocaría la melodía frenética de cualquier piano de Rock and Roll en esas tetas, menos la de My Woman From Tokio con Ian Gillan a la cabeza, pero al momento, luego de concertar la cita, se vio en la calle explicándose que el desplante era porque eran como dos niños estrenando juguete; pero qué triste juguete el hacer mendicidad con lo que nos corresponde por derecho y, peor aún el uso que se daba al juguete; él, en cambio, siempre quería compartir sus juguetes y, a fuerza de desprecio había aprendido a gozárselos en su fuero interno y se los imaginaba leyéndole el pensamiento (bah, la hojarasca no lee pensamientos, ni palpita como los corazones) y diciéndole ¡pero qué, pendejo, así funciona el mundo!, así es el poder y él respondiéndoles claro, lo que ustedes no saben aplicar es la fórmula del poder que reza: engaño + miedo= poder; pero tampoco entienden que cuando no se tiene poder entonces el sucedáneo es el Don, por eso replican la idea moderna de que hay que ir con-don por todas partes para contribuir a la zombilaxis de los embarazos.
Al día siguiente al hacer el contraste del sostén de levante entre chaleco protector de encajes y el carcelero opresor que hoy, no obstante, intentaba reflejar la ilusión de un cielo azul turquesa, se sintió decepcionado y no por el desengaño de la distancia entre percepción y realidad, sino por un asunto más tremendo: La Hojarasca. Había que aplicar a la formalización de la informatización, es decir, había que ser un adelantado ciudadano digital avalando la precisión de los conceptos hechos palabra: ¿qué es software, qué es hardware; qué es un motor de búsqueda, qué es una red? Y subrepticiamente La Hojarasca iba realizando su labor y le importaba cinco que todo fuese cuestión de lenguajes; tampoco influía que algunos –especialmente los que tenían menos medios de defenderse de La Hojarasca y por tanto eran hojarasca- tuvieran intuición y noción y que un poco más adelante tuviesen convicción. El Velo de Maya podía muy bien ser el velo que una bailarina imitadora de una con logos (léase fama) llamada Shakira descorriera en noches polvorientas y psicodélicas; o acaso fuese el velo con que cubriesen una niña recién bautizada como Maya. O fuese acaso una nueva teoría de un imperio reaparecido bajo la égida de la cuántica. Por eso era mejor que cada loco con su tema y cada tema con sus locos. Atrás quedaban, y en generoso olvido de las masas, los tiempos en que las poéticas tomaban de la mano a los borrachos como Faulkner y los ponía a plantar entes zigzagueantes entre las hojas muertas, generalmente perros de los que no se sabía bien si olisqueaban un fiambre o un contrabando destilado; o como García Márquez que, como todos los poetas iluminados, que plantan hitos de futuro sin proponérselo, plantó el hito de su obra maestra en ochenta páginas bajo el pre-texto de un hombre odiado por no corresponder a los llamados de humanidad.
Pero era de nuevo -¿desde hace cuánto en forma de mercadería intangible que transporta fin-ansias de poderosos a si-sos-egos de algunos humildes; realmente muy poco? – la Semana Mundial de la Poesía y mientras ellos dejaban desenrollarse en sus pechos, como un lastre del sino, el gusanillo aquel, y se solazaban de que muy pocos pudiesen darse cuenda de sus corazones generosos que para esa semana sacaban de la calle a la pobre Mercedes Valencia y le pagaban una pieza y la vestían y la llevaban a sus recitales para que recitara sus viejas glorias para después dejarla por puertas de la ilusión del No. 36-15 de la avenida al nevado, y se justificaban unos a otros el desprecio al que todavía no se dejaba abrogar la cordura mediante el ritual de invitar a cualquier sobrino de Rameau a que leyese en su nombre como un justo reconocimiento que acallaba la sorda voz que en sus oídos gritaba que: realmente sois hijos de desvergonzada, Borges desde los antros magnetofónicos de ondas hertzianas gritaba una vez más en la madrugada sus quejas: De todo esto sólo me queda humillación y desesperanza y su etérea mano que ahora se presenta como m-a-raña que acaso lamente no haber tenido la banal iluminación de decir pelo lindo a precio chévere en el momento justo, le lleva de anaquel en anaquel para mostrarle hitos difusos: Entropía mal entendida por los niños; Premios deleznables de literatura como juegos de niños; Una ironía de un pretendiente de Paracelso suicidando un maldito que no quería querer por la envidia de un Chivas Regal edición especial , y la ironía suprema de Borges suicidando a Borges desde la orilla del sueño en Agosto 25 de 1983 para que en Marzo 20 de 2013 entienda que puede seguir protestando de no dejarle leer en paz la verdadera fiesta: las letras haciendo mundo en manos de un dios que ya no cree en las fieras

PESCADOR


PESCADOR
Salgo cada día a faenar en la mar de asfalto; pero no lo hago como lo hacen aquellos que salen a darse un aire; yo voy a darme baños con el oleaje del paisaje y me dejo azotar por tempestades que trae la marea de la vida con sus criaturas salvajes y abisales, con los misterios del acaso, con los acechantes del anonimato y con la indiferencia de los albatros que gravitan sobre aguas que no les ofrecen más que duros bocados enigmáticos que tragan enteros y de igual modo desechan en silenciosos flatos. Todos los días pesco algo: Algunas veces caen en mi red desaprehensiva bellas y exóticas criaturas coloridas; otras veces se enganchan a mi sedal atento pequeños monstruos dialécticos y esperadas ninfas avisadas por cantos sirenaicos que escucharon antiguos Ulises y héroes anónimos –ya no necesito atarme a los mástiles, me volvió la cordura a fuerza de sobredosis de veneno de desengaños; claro que a cada rato quemo las naves y vuelvo al hogar nadando en resignaciones-. Pero generalmente devuelvo mis presas al vértigo de olvido de donde vinieron y sólo me alimento de la improbable seguridad de que vuelvan cuando haya un mercado o un acuario para ellas; otras veces las traigo a casa y descansan en ella hasta que alguna novedad les regala la libertad de hacerse invisibles. En ocasiones me dejo preñar de sus seducciones y las dejo crecer en mi pequeña matriz de materia gris hasta que ya no aguantan más las ganas de verse en un espejo de letras y cadencias, o embriagado de sus emanaciones me pongo a hacer fiesta con ellas y bailamos tangos de muerte y sambas y saudades y celebramos bodas orgiásticas y recibimos embajadas de mundos absurdos. También tengo un rincón de pequeños fetos disecados que ahogué alguna vez en arrebatos de celos por su tendencia a felonías con estrellas de mercadeo. Siempre, siempre, siempre pesco algo y tanto me conoce ya la mar del asfalto que desde la estratosfera del delirio –donde las mentes casi no van- se ve mi nombre escrito en el pavimento.      

BAZUCADA 2011(Inspiraciones para un escritor de domingo)


BAZUCADA 2011
¡Hijos de putaaaaaaaaaaa!.- Que el grito de una mujer histérica resonase en el apacible sueño de una ciudadela decente habría sido una sorpresa y escándalo mayúsculo, pero que un estertor de furia cuya fuerza se hace sentir en todo un piso de oficinas de un edificio inn por más que sea el centro nervioso de una ciudad caribeña en la modorra de las dos de la tarde ya era la tapa del colmo del asombro, la novelería y el platillo mayor para la lengua inquieta de los costeños, incluso más la de los ejecutivos, prisioneros en los corsés mal aprendidos de la diplomacia y los modales; por eso este grito desgarrador fue un suceso digno de recordarse, mas no por las pobres historias tejidas alrededor o la comidilla de que Alicia, toda una ejecutiva de economía y finanzas, bella por demás y elegante entre lo posiblemente contradictorio de los cánones del gusto por sus mulatos rasgos y la esponjilla de su pelo reacio a los alisadores de moda, hubiese sido su protagonista. De modo que cuando el asustado y cismático presidente de la compañía corrió a la oficina privada contigua de su segundo en la compañía a preguntar qué pasó, esta dijo: nada, malparido, que renuncio, y salió tan furiosa como ondulante de carnes tras el portazo que se abrió paso con imprecaciones y gestos obscenos entre la fila de empleados. Se fue por el centro histórico mascullando incoherencias; dio un rodeo sin miedo por Getsemaní, llegó al muelle de los pegasos y contempló por un rato los hipogrifos con mirada ausente como deseando que sus alas la llevaran tan lejos como aquella muerte que si fuera de alguna vida, no sería tan dolorosa como la que se acababa de suceder. Cuando empezó a tambalearse por el cansancio y decidió quitarse los tacones había cruzado a la avenida enfrente del hospital naval donde los soldados de guardia se prodigaron en piropos procaces ante su respuesta catatónica y a tu madre y a tu tía y a tu abuela y a tu prima también comem... y se vio deambulando por el malecón rumbo a la boquilla.

Entre tanto, Roberto volvía desde más allá de donde las encrespadas olas del sector de la boquilla y el generoso boquear de valvas descubiertas de su camuflage en la arena por el retirarse de la marea invitaba a dejarse llevar por el surffing de la mente y en el camino recoger una buena tal-egada para un arroz con chipi-chipi. Eran tantas las cosas que había que dejar descansar: La nueva novela que estaba deseando abandonar ante la sensación de repetirse, o acaso fuera el miedo a no estar progresando en depurar su estilo, ese miedo eterno del escritor a sentirse tan principiante como antes de las primeras lisonjas o los primeros orgullos traídos por el heraldo de la certeza en bandeja de delicados hallazgos o violentas efusiones que aun después de reposar ese orgasmo vibrante y pletórico de abismos hollados, de sugerencias insospechadas, de sorprendentes arribos, guardaba el sabor de los amores para toda la vida. La trepidante aventura que estaba teniendo, ahora que el matrimonio con Sara había arribado a un mar sereno y apacible donde la conjunción de inteligencia y tolerancia había por fin puesto el bajel ligero de sus visagismos –un desorden por aquí, una manía de provocar el cascarrabias por allá; algún dejar con los crespos hechos la trampa de los celos, algún olvido premeditado de las obligaciones- en un arrecife contaminado por la costumbre; si todo estaba cambiando de un modo tan radical, si la libertad ya no era un eufemismo de mamertos, si ahora probar de todo era fácil, seguro y barato...pero, que va, de todos modos el imperativo categórico de la clase, de la disciplina, de la crianza mandaba; pero había que arriesgarse, ¿no estaba leyendo acaso que en la sociedad del riesgo ya las relaciones y las acciones no están signadas por ningún antes ni por ningún después, si el horizonte con el antes y el después casi nunca llegaba a donde se esperaba, por qué no concentrarse en aprovechar las sorpresas que iban acaeciendo? Además era fascinante andar a tientas y dejar volar la imaginación sin poner mientes en el peligro: Soy escritora había dicho en aquel ligue de sala de chat; yo ejecutiva de cuenta, y habían comenzado aquel escarceo de rounds inteligentes y plenos de humor donde lo que más les enganchaba era la sutileza, la perspicacia, ciertos lugares comunes de erudición no pedantesca que se esbozaba mejor en coincidencias del buen gusto y un erotismo tan gaseoso que permitía dejarse volar en el equívoco y salir bien librado en lo apropiado; claro que la magia era posible gracias al destapar cartas de una de las partes: soy de ambiente había dicho la una; yo una esposa fiel había dicho la otra, pero siempre se iban por las ramas y dejaban para el día siguiente otro poco de atrevimiento y reto a la imaginación: qué vas a hacer mañana preguntaba la una; spaguettis a la putanesca contestaba la otra; ah, caramba y eso cómo es inquiría la primera resignando la curiosidad a un nuevo conocimiento tan viable como el otro pero menos intrincado; ¿te gusta la sal?. Bueno, depende; si es para el tequila, paso; prefiero arriesgarme a meter en seco la lengua para buscar el gusanito ¿o es un chapulin? Pucha-ni-l-o-uno ni lo otro, es pasta con anchoas, aceitunas, uvas pasas, aceite de oliva, un poco de salsa de tomate y una copita, o una botella de vino tinto. Queso. Ese si es saladito. Y,¿Roquefort? Bueno, apenas, ese lo prefiero para el desayuno en la playa. ¡Qué no te vayan a pillar! ¿Quienes? Las gaviotas. ¡Ah!, picotean duro ¿no?
El pomelo de la vida de la galaxia cae, pero no por su propio peso ni en la boca de nadie. ¡Cómo pude ser tan estúpida! Sólo se había atrevido a sentarse en uno de los espolones y remojar los pies y la esponja del pelo para serenar el impulso de empelotarse e irse caminando a alcanzar la frescura definitiva. Aún no se pregunta que va hacer con su vida deshecha y su reputación hijueputeada, si no cómo pudo ser tan estúpida, pero su cerebro le rebotaba la palabra: No, tan angurria; dejar los jugosos ahorros en acciones pelechados a base de rudas y riesgosas pero conocidas jugadas en la bolsa en no se sabe donde; hubiese sido preferible haber dividido el riesgo cuando aquel vividor que brotó de la nada, y lo peor de todo es que no podía chistar, le dijo que bien podía invertir a corto plazo en el consorcio DMG (Ni siquiera se había preocupado en saber qué y quién era la tal sigla: David Murcia Guzmán) o invertir un poco más lento pero con rendimientos exhorbitantes de holdings y comodities que estaban jugando duro con un bajo perfil. Si hubiese guardado un poco más en la cuenta de ahorros. Ahora quién sabe cuál o cuántos H. P. estarán gozándose su inteligencia en fin-ansias. Ya su cabeza no daba para rememorar claramente si eran monsieur o monseñor que, o si eran de banco marciano o banco ambrosiano, las cuentas hasta donde alcanzó a rastrear movimientos que hacía mucho habían perdido su fisonomía o el respaldo que ella se podía atribuir como agente de bolsa.
Ninguno de los dos había imaginado nunca haber querido ir a parar al Havana Rum Nigth Club, pero cuando se chocaron en la puerta, él por desvarío de querer evadir un posible encuentro no deseado ni imaginado, o, peor aún, una loca pero exitosa y excitante cita a ciegas; era mejor tomarse un par de rones en cualquier sitio y expiar un rato cualquier bruja para volver sano y salvo a casa; ella por desespero decidido a botar la bata de un modo etéreo, el distante pero potente imán de sino que los dos habían percibido cuando al ir él a afincar un pequeño paquete de acciones adquiridas en internet con un Banco que además de ser el suyo le había simpatizado con el slogan de no se deje dar gallina y con ocasión de un premio de novela que valía respaldar para los mangos de la memoria, unos zarcillos cuyo vaivén traía y llevaba un aroma sutilísimo que lo obligó a acercarse por encima del mostrador con el doble y complementario hechizo ni espero ni aspiro que este aire de níspero me deje mamey aspirar el olor de su zarcillos y que el corazón como un niño asustado que ha saltado la barda prohibida se devuelve para no ser requerido, no le permitió seguir por el camino de aquella sonrisa. Pero esta vez, ella sabiéndolo tímido, él sabiéndose admitido, volvieron a dejarse atrapar en el centro magnético; entonces se tomaron unos rones y ella lloró en su hombro amargamente hasta que ya con un inhibidor del tacto encima, pero con el gato del pudor alerta, acaso asustado, ella le propuso la locura.
La joven noche es seductora pero también es buena consejera. Ya había cometido el primer pecado, no debía, por el bien de la buena marcha y un difuso obseder de la aventura, cometer el segundo; o acaso la mezcla era prohibitiva: Ella se había dado alguna vez unos pases y alguna otra había fumado de la roca, ¡pero bazuco!...no habiendo más... La playa desierta de las diez de la noche y él con el dolor de haber perdido la virginidad de los pulmones pero sin remordimiento fue testigo del trepidante aterrizaje de una conciencia por la que en unos minutos desfiló misterioso, caótico, burlón, todo el misterio de la danza de las letras.
Cuando se despidió dándole un beso en la frente y dejándola segura en un hotel de buena y discreta familia hasta otro día más sosegado, se vio fugazmente diciéndole a Sara: Esta es Alicia, gran ejecutiva financiera y amiga que va a vivir un tiempo con nosotros pues ha caído en desgracia.            

LAS RELACIONES INTERPERSONALES


LAS RELACIONES INTERPERSONALES
(Editadas de cuarta mano: La mágica que preparó el escenario, la que pergeñó el papel, la que lo robó para el mundo y la del tonto que ahora quiere estamparles su estúpida firma)

Abrir un poco el di-que y dejar que Diké haga lo suyo
Para que por exceso de cieno de olvido acumulado
En tragedia el volcán no explote
Aunque expolie el maldito.

El gato observaba atento tras el poste de energía como exhibiendo la certeza de lo concreto del hormigón. Al tiempo el perrito faldero escapado por unos instantes del cuidado de la niña, le ladraba coqueto. El gato parecía simpatizar de su color contrario al blanco, pero su actitud se compaginaba con un aún no es tiempo. De pronto el caminante que se acerca mientras juega con su sombra que imagina a su espalda yéndose al anhelado sitio –no se percata de que la sombra del poste se ha chupado por un instante la suya-, sorprendido pide participar con un piar de travieso pollito. El perrito, que está en su camino, le hace una cabriola que pasa a defender a su interlocutor. El gato, atrapado por el desconcierto en su felina tranquilidad, emite un bufido y salta veloz a la ventana de la choza miserable; mira de hito en hito a través del vidrio de la canícula y traspasando el velo de gasa de su ama que debuta en el trabajo de los chats eróticos, mientras el perrito sigue escupiendo su monserga que actualiza tiempos idos.