POÉTICAS
ECONÓMICAS
Fue un dilema desde el mismo
momento en que pensamos en el título –¿debía ser más bien, poéticas de la
economía?- pero como el asunto era de noticias, entonces ese era el título,
pero podría ser ambiguo, o podría ser falsario.
Desde que la verdad se devaluó,
por sencilla -¿cuánto ha de eso?, espinoso asunto, pues bien podría ser que
desde el mismo momento en que se concretó el negocio entre Eva y la serpiente,
la verdad pudo empezar a ser otra cosa, pero también puede ser que, por el
asunto mitológico, la verdad simplemente fue un simple disfraz hecho con
palabras-, los hombres viven una guerra -o un juego, en este mundo bandido nada
es verdad y nada es mentira, todo depende del cristal con que se mira- ardua.
Es así como, a estas alturas de la
sofisticación y el refinamiento, la economía, más, infinitamente más que la
filosofía y la literatura y la poesía, dice más de la realidad. Un botón para
la muestra de la extravagante camisa:
El azúcar hoy es un producto
nocivo para la salud, al igual que la dulzura; sin embargo es un producto que
en el proceso industrial tiene una incidencia grandísima en el movimiento del
capital. En las oscilaciones impredecibles del mercado se ha bajado, en el
país, a precios que han puesto a los grandes comerciantes a debatir con el
gobierno las políticas de tratamiento de los precios, Ha bajado –el gobierno-
el arancel de 119 a 70 ¿por ciento, puntos -el asunto es tan enredado para el
neófito que bien podría, según la conveniencia, como con la serpiente, en un
instante no de porcentaje sino de puntos y como los puntos son tan
indefinidos…-? Los grandes comerciantes –los ingenios- han puesto el grito en
el cielo y los periodistas –calientes, por lo de Macluhan, no por lo de las
cucas y panderos- han llamado al ministro de hacienda para, con preguntas
inteligentes propias de los que pudieron pasar la barrera de la Comunicación
Social, solicitarle explique los pros y los contras de tales medidas. El
ministro, tan refinado como el azúcar, y la panela, y los confites, y los
chocolates, pero igual de dañino para el sano desarrollo de la diabetes, la
hipertensión y los procesos cancerígenos, demuestra con un pase de manos igual
al de los puntos y los porcentajes que demuestra que el pueblo es un gran
consumidor de aturdidores como el azúcar, responde que todo depende de las
políticas que deben adoptar los que saben de economía: ‘Hubo una escasez de
arroz, se sembró arroz y ha rebajado; hubo una escasez de papa, se sembró papa
y ha rebajado’; como si las semillas se sembraran anoche y por la mañana diesen
cosecha y no los acaparadores lo guardaran y los políticos empezaran a hacer
cábalas y a negociar el hambre del pueblo. Entonces nos acordamos –los Adanes
que medio sonámbulos de la noche en que la tierra sacaba la dulzura de sus
propias entrañas y no de los fertilizantes, ponemos un poco de atención para
ver cómo es que nos resarcimos un poco de la maldición de la serpiente- de la
anécdota que cuenta un escritor de un pintor tan inteligente para definir las
diferencias de la plusvalía entre valor
de uso y valor de cambio, del
siguiente modo: Un cuadro mío puede valer, si tengo hambre, lo que vale un buen
fiambre, pero si estoy seguro que este año no voy a vender más que este cuadro
en tonces vale 365 fiambres. Lo peor de todo es que las gentes, chupando la
dulzura de la vida aparente, que te muestra, en un mundo de moscas, que tu eres
abeja, lo aceptan de la boca de las pocas moscas que se disfrazaron de abeja y,
entonces convienen en que el pobre escritor con hambre que está tratando de
asegurar los fiambres –y otras dulzuras- del año, es la mierda; mientras tanto
ellos compran su azúcar al precio que se la vendan, con la amargura de
aparentar que se ponen en los zapatos del otro, que nunca son de su talla.
Por todo lo anterior es que el
amor se volvió un asunto de cursis románticos, pues estos siempre exigen que la
dulzura surja de las entrañas de la tierra y no de la posibilidad o
imposibilidad de unos buenos fertilizantes. Así, se pierden en el mundo del cáncer, la
neurosis, la ridiculez y la pobreza.
PS.: Estas líneas han sido
escritas al tenor de una lectura, a vuelo de pájaro, de “Acerca de la nueva comedia”
de Lope de Vega, que fue escrita antes de que se supiera que seis es ocho.