¡Y no pueden creerlo los poetas!
la poesía espera a su favorito
a que salga de la madriguera
donde enamorado triste teje y desteje
su cañamazo de ansías en ausencias
Una -musa para esta pobre alma condenada
pero no de aire y oídos
sino de ojos y de manos
y de bocas y de besos y de complacencias-
y ce-do todas las secretas existencias
de una alquimia nueva
¡Una y doce!
para entonces, reloj de arena con alas
ave bizarre de sutil cetrería, espejo único
que se posa sobre el dorso con su color atardecido
manto
tejido en un cielo estéril con el hilo de sus plegarias
Una y cedo, dos hojitas
voladoras mensajeras,
somos trío
la crisálida de nuestras almas
y el gusano inquieto que las mueve y coteja
a patear el polen del dolor
Una y doce,
letras amadas
que se dejan amasar
con dolores
y agujas prestadas
y fermentan la sal reseca de las lágrimas
se dejan tomar como un conejito
de la garganta de Cortázar
pero ya las cartas a una señorita en Paris
están desusadas
¡no deja actuar a mi magia
no cree mis promesas, un mundo nuevo!
¿que, no ve, que me tiene las alas enlazadas?
si no la pureza ya hubiese hecho su magia
¡Hay otra esfera
que tu quieres explotar con tu mirada!