martes, 13 de febrero de 2018

MICROPOEMAS



RELACIÓN

Una relación que comience así:
  • ¿Sabes lo que es meter el gato en el agua?
  • No.
  • Es cuando después de que me sonríes, yo meto mi mano debajo de tu nuca y empiezo a hablarte al oído.
  • Ah, y ¿a mi qué, si tu eres el que tiene el dedo sin uña? Y ese sí que hiere.
  • Pues, podría hacer que tu zarpa en mi espalda plantara su huella en el hall de la fama,
  • Hmm, de todas maneras, para entrar en el hall de la fama hay que pagar y eso sale muy caro.
  • No después que le hayamos erizado los pelos de envidia al público.


***
CAMBIO DE MONEDA

  • Oye, cambiemos de billete
  • ¿Cómo así?
  • Sí, el billete tuyo queda en el banco de la república, el mío en el reino de la libertad.
  • Ah, y ¿dónde queda eso?
***
MALOS ENTENDIDOS

  • Mamá, ¿cuándo vamos a quitar las luces de navidad?
  • Ésta tarde, si el haga nos da el decido.
  • ¡El hada!
  • Cuál hada ¡hágale a ver!, a montar ese nuevo número.


FÁBULA CON MONSTRUO


FÁBULA CON MONSTRUO

Entonces el mundo se tornó caos y desesperación. En los oídos resonaba un eco sordo. Todo temblaba a nuestro alrededor. A medida que todo se derrumbaba sin hacernos daño, sentíamos como pasos de un animal enorme, un monstruo. Cuando todo se acalló se escuchó en el aire una especie de plegaria: ruego porque le defiendas y le salves. Mirhoga no atendió la voz; espera, podríamos reconstruirlo y empezar de nuevo.

Cuando coronó aquella colina dijo para sí vaya , estoy exhausta pero que mundo más bello éste; qué colores, qué aromas, qué luz y qué horizonte, y se quedó profundamente dormida . Soñó que se encontraba a un mago que a la vez soñaba. El mago se encontraba con otra criatura y le decía ¿quieres conocer de qué están hechos los sueños? Y, ¿qué son los sueños? Contestó la criatura. Bueno, los sueños son aquel momento en que eres y no eres.

La criatura tomó aquel trago; era como aspirar una bocanada de aire. El mago le había dicho: Tendrás primero que aceptar que los sueños no son aquello que deseas encontrar sino aquello que sabes aprehender. De pronto se encontró delante de un valle enorme. Debajo corrían ríos impetuosos. No espejeaban como los ríos normales y cuando se los miraba parecía que un sol rojo profundo les diera su luz

  • Mira que estoy presa en tus caminos; te recorro y cada vez estoy en una parte tuya y en ninguna; parece que soy tu esclava.
  • Quién eres?
  • Me llamo Esperanza
  • Y, qué quieres de mí
  • Creo que quien quiere algo de mi eres tú.

Cuando despertó, la criatura se dijo, vaya, qué sueños más extraños he tenido, y qué criaturas más extrañas he soñado. Se sorprendió de lo nuevo que era el paisaje pero no estaba segura de conocer otro, sin embargo en su imaginación desfilaban áridos paisajes; arena y más arena, como desiertos. Veía siluetas de camellos y caravanas de beduinos o de seres con túnica y kufyya. Pero, se dijo, he de seguir mi camino.




El hombre se tumbó en su bosque de tréboles y flores nimias. Las había como tulipanes amarillos de Liliput y como violetas vergonzantes por no tener aroma. Abrió su mochila , sacó sus tapones y apagó el móvil; no quería que los carros, los aviones los ojos y las risas siguieran cantando su salmodia de soy más feliz. Cerró los ojos y vio como el rojo centelleaba entre sus párpados. Recordó que en aquel mismo lugar había presentido que aquello era un vórtice que llevaba a las antípodas. Murakami, aquella chica de un hotel que no existía y el encuentro de dos seres imposibles en el amor. A esta hora Murakami debía estar soñando. Recordó, además, el extraño suceso, hace mucho, allá en la excursión a los llanos orientales para festejar el seguro grado de bachiller. Habían llegado de noche; él había hecho el viaje en alcohol. Había bailado y se había propasado con la profesora en el sub, el bus. Decidió que haría toldo aparte y para lograr la estructura de la tienda había profanado las ramas de un arbusto. A la mañana se encontró con un chico sonriente y feliz que hacía una fiesta entre alas; le batían por los brazos, por la cabeza, por la espalda. Ja, de lo que se está perdiendo, le dijo mientras cogía una por sus alas enormes y la descogotaba, y se llevaba deleitoso su culo a la boca. Tome, es rico, le había dicho, son hormigas culonas; era fastidioso sentir como aquella masa se debatía en la lengua antes de hacerse mantequilla. Dos tardes después, despreciado por la osadía, la masa de los “normales” habían jugado con el balón del acaso versus la novedad en una cancha común; él se había ganado la atención y la simpatía de lo que había. Se embriagó de aguardiente de llano; aquello era como entrar en la raya esa que se forma en los monitores para enfermos cuando se supone que ya no están: el oleaje ardiente que se debate en los desfiladeros de la garganta hasta caer en la pradera del estómago; un sol plácido y veloz sumiendose en el horizonte de la conciencia. No se dejó seducir por aquella que le quiso enseñar el camino. Las últimas dos cosas que recordó fueron la luna llena y enorme que le llenaba de felicidad como un espejo que le devuelve a uno la imagen de lo que es pero no, como si le dijese, has saltado sobre tu sombra, y el alba tibia que le anunció que había dormido en un cementerio.



Mirhoga caminó y caminó, cruzó parajes de un verde indescriptible que se le hacían conocidos, luego se encontró entre una vorágine de azul petróleo a la que siguió una carretera de un naranja profundo, por momentos se encontraba con grises que se le parecían a la tierra de su mundo. Era como caminar por un enorme telar cuya trama jugaba a mezclar los colores en rayas verticales y horizontales. Hasta que se vio en una tierra rosa tenue llena de cráteres con algunos vahos entre húmedos y salobres, a veces eran picantes, otras francamente tóxicos. Vaya que temblaba en esa tierra; se sentían ruidos subterráneos subiendo y bajando; entonces se desesperó, ay, estoy perdida, no hay nada que conozca ni nadie quien me ayude, voy a enloquecer. Y comenzó a dar vueltas y vueltas sobre si misma absolutamente enloquecida: Soy una bebé, fuerzas de la vida y del conocimiento, favorecedme.

El hombre abrió los ojos. Allá, al frente, vio el vórtice que constituía una pasarela en espiral que confluye en un puente para peatones, no para carros ni para ríos. Una loca con estampa de niña llegó corriendo al inicio del puente tornillo; tomó, mirando a todos lados, hierba seca y otras basuras, se metió por entre los barrotes de protección; abajo estaba la ribera del río de verdad pero la caída en el sitio ideal para el nido era insalvable. La pobre debía de sentirse pájaro planeando en el aire de las angustias. Atravesó de nuevo la barda que la dejaba en carretera y se puso a dar vueltas sobre su eje.
Cuando el hombre cambió el foco, sobre el terreno donde se supone el compañero del cúbito en el envés del antebrazo debe ejercer su mandato, una hormiga bebé se debatía dando vueltas sobre sí misma. Pensó en aquella vez que una expedición de hormigas explorando las cercanías de su hormiguero, le corrían por las venas y le daban piquetes como si dijeran: dinos en que piensas, háblanos de la verdad; el lenguaje de tu sangre nos traducirá.
De pronto Mirhoga sintió un como vórtice de fuerza, como un dedo de luz arrebatador que se la aspiró de aquella tierra y la depositó en el verde; de nuevo a reconstruir el mundo.

P.S.: Cómo quiera que esta no es una fábula para niños, cada cual deberá desentrañar su moraleja