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Mi
sobrino continua enfermo de esa epidemia del siglo xxi, pero en su más
grave acepción; él sufre del Síndrome de Deodiodeficiencia Adquirida
(SIDA), inoculado por el medio ambiente de esta vida moderna, pese a que
se le ha rogado que asista a terapia que los servicios estatales
prestan.
Si alguien quiere
conocer algo novedoso, aunque no mediático, que se acerque a la oficina
de Servicio Social y comunitario de la Alcaldía de Villamaría. Allí,
sus funcionarios padecen de un extraño virus: El "SIMA" (SINDROME
MAGNIFICADO DEL AMOR). Esa honda SIMA donde los que realmente sostienen
este mundo cada vez muestra más y mejor su cara por la cual aún
convivimos. Allí atienden a los que se acercan con aquello que sólo se
otroga a los que ostentan clase y chequera y eso es mucho para los que
regularmente son sus beneficiarios: los más rusticos y desamparados de
la sociedad. Desde allí, se impulsa una campaña que lidera el Alcalde en
pro de los discapacitados urgidos de ayuda (sillas de ruedas, prótesis,
atenciçon especializada, etc.). Mi otro sobrino que padece de una
minusvalía cognitiva menor, no parece tener necesidades urgentes que
solventar, pero hace más de un año que el cuidado odontológico que su
mamá, madre cabeza de familia que tiene que invertir sus días en un
trabajo irrisorio -no por lo fácil de su oficio, sino por su salario-,
sin embargo se desvela en mantener y CAPRECOM, por culpa de la terrible
crisis de la salud colombiana se niega a actualizar la posibilidad de
atender a sus usuarios; esperemos que desde allí, se pueda irradiar ese
sol de luz oscura en gestiones para que el amor siga sus cauces.