viernes, 2 de noviembre de 2012

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Mi sobrino continua enfermo de esa epidemia del siglo xxi, pero en su más grave acepción; él sufre del Síndrome de Deodiodeficiencia Adquirida (SIDA), inoculado por el medio ambiente de esta vida moderna, pese a que se le ha rogado que asista a terapia que los servicios estatales prestan.
Si alguien quiere conocer algo novedoso, aunque no mediático, que se acerque a la oficina de Servicio Social y comunitario de la Alcaldía de Villamaría. Allí, sus funcionarios padecen de un extraño virus: El  "SIMA" (SINDROME  MAGNIFICADO DEL AMOR). Esa honda SIMA donde los que realmente sostienen este mundo cada vez muestra más y mejor su cara por la cual aún convivimos. Allí atienden a los que  se acercan con aquello que sólo se otroga a los que ostentan clase y chequera y eso es mucho para los que regularmente son sus beneficiarios: los más rusticos y desamparados de la sociedad. Desde allí, se impulsa una campaña que lidera el Alcalde en pro de los discapacitados urgidos de ayuda (sillas de ruedas, prótesis, atenciçon especializada, etc.). Mi otro sobrino que padece de una minusvalía cognitiva menor, no parece tener necesidades urgentes que solventar, pero hace más de un año que el cuidado odontológico que su mamá, madre cabeza de familia que tiene que invertir sus días en un trabajo irrisorio -no por lo fácil de su oficio, sino por su salario-, sin embargo se desvela en mantener y CAPRECOM, por culpa de la terrible crisis de la salud colombiana se niega a actualizar la posibilidad de atender a sus usuarios; esperemos que desde allí, se pueda irradiar ese sol de luz oscura en gestiones para que el amor siga sus cauces.