CICLISMO, LA
PERFECTA METÁFORA DEL ESPÍRITU GREGARIO
No he tenido el dulce placer de leer lo que
ha dicho el señor Murakami en su obra De
lo que hablo cuando digo correr. Imagino que será una artística y
emocionante descripción de las solitarias
emociones que se conjugan con el interior hirviente del hombre que
esencialmente es pensamiento, interioridad, confusa búsqueda, mientras se las
ve con la física en su mayor desesperación: Músculos, pulmones, ojos, corazón
buscando el vértigo de la armonía pero dudo mucho de que en esos momentos el
cerebro, el espíritu tenga mucho trabajo; antes bien, el trabajo se da cuando
bien oxigenadas las neuronas, en el descanso de los músculos pueden dedicarse
con toda su fuerza a la difícil búsqueda creativa sin que la aprehensión del
espacio en blanco ponga el corazón, la respiración, el estómago a pelearse con
la dulce cosquilla que emerge desde el fondo de la barriga y va subiendo hasta
situarse en la frontera del adentro y el afuera que es el guargüero mientras va
plasmándose en el ladrillo seco y aplastado del papel o el intrincado mundo de
impulsos, circuitos y resistencias del computador. Pero si recuerdo que
pensando alguna vez, montado en una bicicleta y estimulado por el título de
Murakami, escribí en algún recoveco de mis sinapsis no olvidéis nunca preguntar de qué hablo cuando hablo de pelad y
seguidamente, con la uña de la palabra pedal escarneciéndome el deseo reprimido de llevar
alguna vez a una obra de largo aliento mis reflexiones, descubrí una secreta
física de la armonía en el desespero que comenzaba con una sentencia: pelad por el afrecho. Porque cuando,
contrario a lo que siempre había escuchado de que cuando se agacha la cabeza se
corta el viento y entonces la velocidad de la serpiente inicial se puede
configurar todavía en una burda y enrevesada imitación del arrastrarse en
contra de la tierra, descubrí que cuando se sube una cuesta, entre más parada
esté la cabeza, aunque el impulso que desespera del culebrear de piernas, rabo
y torso se ve hostigado por el aire que quiere ocupar nuestro espacio y abatir
la testa, quizás no se alcance a batir el record o a dar cacería al que lleva
un mejor instrumento que el nuestro, pero se escucha mejor lo que el aire trae
de lejanos secretos que gravitan y nadie cree que puedan existir. Pelad por el afrecho; suena como a una
airada conminación del algún dios indígena de cuando el maíz que en sus
secretos soles escondidos bajo el capacho, entregaba escasamente la fuerza para
seguir buscando el camino y en la chicha,
la embriaguez de todo conocimiento verdadero.
Pero el mundo fue abriendo el foco de sus
ojos interiores y sofisticó su forma de conocer y de trabajar. ¿Quien creería
que unos pequeñitos y cobrizos gladiadores de ojos huidizos podrían vencer a
los encumbrados gigantes, dueños de teorías técnicas encriptados en las frías
nieves? El carbono –no el carbono 14 que todavía no puede medir el tiempo de que
hablan las esmeraldas y las gemas preciosas precisamente porque no necesitan
que se les pregunte-, el titanio, el EPOC
, son aleaciones que permiten ir más
livianos en la apariencia y en la experiencia: vaya usted y métale fuego de mil
grados a un bulto de carbón a ver qué le
resulta, pues un liviano puñadito de cenizas, o meta todos los químicos
necesarios para hacer uno de esos cocteles que aligeran la sangre en un corazón
corriente y cotidiano; pero creer que subir una empinada cuesta en equipo sea
una auténtica y misteriosa acción de intercambio de fuerzas en la que el descanso
momentáneo de uno es la reinyección de las fuerzas del otro que va halando en
contra de la resistencia muda y pétrea en la que incluso la pelea de los
colores del arco iris cuenta, esa si que es una historia de no creer. Por eso
la poesía es un verdadero desprestigio. Que las fuerzas primigenias fueron
constituyendo la nobleza en medio del silencio de las eras, y que fueron
uniendo partículas para constituir, una encima de la otra; una menos
especializada debajo, otra con una nueva destreza encima, hasta conformar un
organismo en el que la Ω que hacen cierto tipo de larvas para moverse puede llegar a
convertirse en la calumniada y especializada serpiente, para luego llegar a
inventarse nombres como homo sapiens y
homo demens y que de allí puedan
construirse naciones o barbaries, y que tanto en lo uno como en lo otro está la
gestión, eso si que es extraño; incluso, para llegar al paroxismo, decir que en
todo eso está involucrada la historia de la rosa pero que esa es otra historia.
Pero ahí están Nairo Quintana, Rigoberto Urán y el Arredondo Julián. Por ahora
los escritores nos quedamos dando largas caminatas y rodeos, a ver si
entendemos de qué va la cosa entre lo que habla Orates Loca Era Joyce y
Carol Joyce Oates.