viernes, 19 de enero de 2018

HOMENAJEANDO A ETGAR KERET



(Porque los reconocimientos se hacen en vida)

Resulta que una vez se me apareció la vida con cara de Ortega y Gasset. Tenía una remera estampada muy a la moda (muy mona, había dicho cuando la compró) con un aplique que rezaba “yo soy yo y mi circunstancia” pero en inglés. Se plantó delante de mi con esa arrogancia ¿diría apostura?, de los que tienen la cuenta bancaria bien definida pero tenía un no sé qué de humilde que se supone tienen los sabios (yo, hasta ahora, no me he encontrado ninguno; sólo pedantes con máscara como mi profesor de griego, quien en el primer semestre me reprobó por que “lo sencillo de en el bosque hay abejas no se permite licencias poéticas de “en la dulzura está el secreto” como había sido mi traducción de la frase; lógico que por entonces yo no conocía el truco del contexto y me tocó habilitar. Me espetó con la misma lengua larga del profesor de griego que parecía relamerse los bigotes en torno a una vulva imberbe y gorda cuando hablaba: y tú, qué ¿vas a seguir intentando meterte en mi mundo de la inmortalidad sólo con la cédula? Vete a la mierda, le dije. De pronto, con esa habilidad que tienen los fantasmas que saben decir que no son sueños, el muy influyente mentor de los Cuadernos hispanoamericanos se convirtió en Álvaro Uribe con un AK-47 apoyado en el hombro, diciéndome: qué, pues sigue metiéndote en la boca todos esos humos, como si fueran cigarrillos de letras que te metes, cuán supositorios, por el culo, para que den mierda y nadie pueda leer el rastro. Yo puedo, y te voy a dar por el culo de verdad. Entonces, bajo una nube de humo fake se apareció Donald Trump con un poco de cara de Vargas Lleras (quizás por la cabeza rapada que indicaba que había sido sometido a una operación de cerebro). Déjelo, no vale la pena, nosotros nos encargamos. No quiso hacer caso, quitó el seguro y se desgañitó: ¿Qué clase de piedad hay que tener con esa muñeca descolocada quitándole la sacralidad a la libido? Y, cállese usted, Sir Resort, you can not say anything because now i'm will going to shot and would be you. These its a matter ab-origen. Mientras, tomé a mi circunstancia por los cojones, que para entonces se había escondido en la maraña del culo, y grité como pude: El humo de mi miedo se mueve según los dictados de mi mente; yo tengo el control. No como usted que sólo tiene el control de las masas que soba en su pa'nadería democrática. Si dejo que la tirana libido me prescriba entonces voy a escoger la peor opción. Quien juega por necesidad, pierde por obligación.
La situación era terriblemente tensa pero la conversación parecía interesante. Be quiet, be quiet,. Mr. Ubermenshésimo; usted sabe lo que debe saber pero debe pensar lo que tiene que pensar. No debe tirar del cordel antes de que el pez haya picado. Para entonces el Dr. ya me había dado mi medicina. Había gritado: No ve que este facineroso terrorista ya infectó todos los ships y toda la fibra óptica mira en sus modos”. Entonces vi a doña Lina Moreno a mi lado acariciándome la mejilla. Al otro lado unos señores de bata blanca vestían una camisa al Dr. Pulquérrimo: Lo sentimos, Dr., pero su competencia mental debe ser revaluada. No se preocupe, yo me encargaré de demostrar que el loco es usted.
Cuando me di cuenta, o sea, cuando me di por esposa el cuento, en el asilo a dónde mis hermanos me llevaban los cigarrillos, los enfermeros me decían: Sí, duelen los quemonazos pero ese chaleco tan bonito estampado con el letrero “Cruzada por la decencia” lo salvó. Ahí si me confundí.