miércoles, 10 de julio de 2013

TELENOVELAS DEL MUNDO POSMODERNO

LA CORRUPCIÓN EN CLAVE DE PENSAMIENTO DÉBIL
Acaba de salir al mercado de las novedades cotidianas una teleradionovela. Es una de esas que a diario se suceden en todas partes; pero ésta lo es porque en ella participan, para deleite y asombro de la morbosa opinión pública, funcionarios de alto rango del segundo cargo más importante de un país emergente y la propia pareja que detenta dicho cargo. Es un thriller de intrigas, persecuciones, celos, tejidas todas con la hebra que arrastra la aguja de una  insinuación obscena con el trono del poder como télos de fondo. Esa telenovela inspira estas notas. 
El pensamiento débil es una corriente de pensamiento que, impulsada por Gianni Vattimo en la década de los ochentas, tuvo gran acogida entre la comunidad filosófica y, básicamente, se refiere a la decadencia de la metafísica occidental como trasunto de la actividad de la especie humana. Como toda doctrina que no haya sido concebida dentro de un sistema propio, esta corriente fue cayendo en decadencia, no obstante que el nihilismo sigue siendo, a partir de la cacareada y poco realmente pensada muerte de Dios, rige aún, con toda su fuerza, la mayor prospección del pensamiento y comportamiento de la civilización posmoderna.
El hecho de que una primera dama celosa supuestamente sea el resorte que dispare el escándalo que, curiosamente, se cierne sobre un clan –léase partido político- que surgido de un complejo proceso de reacomodamiento de individuos descontentos con la historia de una nación que aún no sabe que lo sea como para unirse en torno a una idea acaso romántica pero loable: un pueblo que surge unido de las cenizas del sojuzgamiento imperial, sólo deja una estela indeleble –de esas que dejan los jets en un límpido cielo de verano; aquí el cielo es la decadencia general y la estela eso que todos vemos pero de lo que nadie quiere hablar-; pero lo interesante de la trama de la radionovela es que en el trasfondo deja sutilmente dibujada la figura de que ese clan que se ha hecho con el poder y que irónica y acaso estúpidamente deja ver esa ridícula figura  de que el ser humano, pese a que ya se ha desnudado en su tendencia más animal, todavía se rige por la crítica; y entonces, el escándalo que suscita, dice que todavía no merece estar en la cúspide a la que ha llegado y que, a grandes rasgos, es la generosidad y civilización de quienes han regido los destinos del país los que han permitido que estén donde están con tan penosos resultados. Se sabe que somos barro, Señor, pero no mires nuestros pecados sino la fe de tu iglesia.   
Así pues, la corrupción tiene aquí su parte importante pero bien escondida; con mayores o menores sofisticaciones se ha convertido en un estilo de vida mundial ha pasado a ser otro de los males necesarios para la convivencia, como cuando para la sociedad romana las orgías y los banquetes corrían a la par con los asesinatos y la violencia puramente política,. Pero hoy es un poco diferente: cuando un escolar no tiene un credo religioso, no se dice que sea corrupto, simplemente es una persona con libre conciencia y, además, secularizado; pero si este mismo escolar no tiene una postura ética y política, ésta es una persona in- culta; desde luego que tal postura no puede basarse en simpatías o inclinaciones, sino que debe estar, al menos medianamente, sustentada; de allí surge la posibilidad de que los intercambios simbólicos y lingüísticos le proporcionen una cierta capacidad de negociar las oportunidades y privilegios que pueda tener dentro del sistema social y, según ese orden de cosas, esos sólo podría ser apenas pensable en una estructura escolar de clase alta y, malamente, media. El resto entonces son personas que internalizan el sistema vigente como por osmosis: Hay que ser abeja y no dar papaya;  es decir, es necesario ser malicioso con las acciones y no discreto, sino clandestino; para ello, entonces es necesario vincularse con acciones moralmente reprochables, pero no elaboradas, como por ejemplo, hacer trampa con las lecciones cortando y pegando textos de otros en Internet, es solamente reprochable porque está plagiando pero no porque eso es engañarse a sí mismo con el conocimiento, y su elaboración es que no puede perder tiempo reprobando materias o notas para poder ascender en la escala académica y, de paso, social. Eso más o menos viene siendo el pensamiento débil: la historia del pensamiento ha ido evolucionando de modo tal, que las generalidades de sus rendimientos se trasladan a la conciencia en las costumbres y su elaboración se queda en los cerebros de quienes estudian tales teorías, de quienes las elaboran y los libros en que son consignadas; el resto es socialización de conocimiento, que más bien debería llamarse fusión por automatismo del espíritu; de ahí que los desfondamientos del Ser que, en pensamiento débil es quedarse sin piso postulados, axiomas, creencias y convicciones, pero por una operación de lenguaje, aquí, las decadencias de las acciones, quedan perfectamente corroboradas como una trasmigración de la verdad encontrada por la teoría hacia el fenómeno que suscita.
La historia del pensamiento débil puede leerse en clave del héroe tragicómico, a diferencia del héroe griego, quien se abandona a su destino trágico por el capricho de los dioses, que no puede conjurar, el hombre posmoderno se abandona a la confianza desmedida (hybris) en que su inteligencia va remontando obstáculos a través de la ciencia, pero se ve constantemente vapuleado por la fuerza de sus yerros (a decir verdad, gran parte del derrumbamiento de la filosofía como madre de la ciencia se debe a los hallazgos de la técnica; y esa es la ironía: la historia del pícaro que cuando está más propenso a caer víctima de sus propios inventos, se encuentra con una salida que le permite seguir cometiendo sus fechorías). Pero miremos sólo un poco la historia del padre del nihilismo moderno, el sufrido y tierno Nietzsche, quien con su héroe Zaratustra gana el asombro del alma universal y de paso se gana imitadores por doquier; él, un hombre de una época que apenas empezaba a abrir sus ojos de rata recién nacida a la luz del método, de la racionalización y la sofisticación asombrosa de las matemáticas, es un hombre que sólo lucha por ser feliz en medio de sus semejantes, y no sólo en medio, con ellos –al menos los de su clase-, pero es incomprendido y marginado por la falla que él más denunciaba el apolíneo método; esa forma cobarde, gazmoña de estar el hombre apegado a sus taras edificantes, escapándose de sí mismo sirviendo o combatiendo a los otros, era el mismo modo por el cual él con sus ademanes desdeñosos, con su veneno ácido e indiscriminado –la religión, Wagner, la política, el pueblo alemán- se autocensuraba. Vino entonces el psicoanálisis y la psicodelia y el mundo empezó a ver que las cosas eran más fáciles –al menos más dichosas- si se relajaban las pulsiones; fue cuando empezó a funcionar –además como catarsis de la guerra- la verdadera noción de la fraternidad; sin embargo esta era una noción demasiado paradisíaca para ser práctica, el Estado debía seguir ejerciendo su rol catalizador y regente de los destinos de la sociedad humana; entonces el liberalismo y el capitalismo promulgaron la economía de mercado que abocó en capitalismo salvaje; ahí todo lo sólido se disuelve en el aire y el fin de la historia comienza a pregonarse con más aires de propaganda que de una verdadera noción de que la historia de las grandes ideas –la Historia con mayúscula- es otro mito del deseo de trascendencia de la especie. Sólo queda afiliarse a una tribu, a un clan, a una secta, o guerrear civilizadamente en una clase –media, alta y científica-. Pero como uno de los rasgos definitorios de la especie es la comunicación, los medios especializados –científicos- serán los encargados de sentar cátedra, o al menos trasmitir a la sociedad, de la mejor y más pedagógicamente posible, lo que es ser civilizado; y aquí es donde empieza el hilo a tornarse delgado, valga decir el pensamiento a hacerse débil:
La sociedad europea y norteamericana asimiló la civilización a base experiencia histórica y desarrollo espiritual –entiéndase desarrollo lingüístico cifrado en una capacidad y esfuerzo por hacer conscientes los mecanismos de la lengua y desarrollar la habilidad de intercambio social mediante la sofisticación del lenguaje. Para el autor de estas notas, además de los conocidos estudios y estudiosos de la filosofía del lenguaje, es admirable la forma en que, por ejemplo, el pueblo inglés asume su vida, su cotidianidad y sus problemáticas existenciales desde la lengua que se expresa en la literatura de Doris Lessing; es ésta una forma de mostrar las aspiraciones espirituales y de dibujar la sociedad inglesa en la que sus diálogos, unos diálogos extremadamente elaborados, pero al tiempo suficientemente francos y sinceros, hacen pensar en que no se necesita ser vilmente perverso para transgredir las reglas, sino suficientemente persuadido de que son mis ideas, que no necesariamente tienen que ser compartidas, pero las tengo y las expreso, y siempre, en la medida en que tengo mi propio círculo afectivo y efectivo, encontraré algún modo de, o bien compartir mis vivencias y costumbres, o bien modificar mis ideas  o mi ambiente, pero generalmente en una atmósfera de intercambio y cordialidad -. Veamos  una muestra:
     » — Nunca pensé que desearía tener a otra mujer cerca, cocinando en mi cocina, cuidándome, pero así es —confesó Dorothy, que parecía estar al borde de las lágrimas.
     » — Bueno, cariño, tendrás que conformarte conmigo —intervino Jack.
     » — ¿Te importaría, Stell?
    » — ¿Importarme qué? —preguntó Stella con cautela.
     » —  ¿Encuentras a Jack atractivo?
     »  —   Mucho.
      » —  Pues bien, sé que es así. Jack, ¿crees que Stella es atractiva?
     »  — Ponme a prueba —la retó Jack, sonriendo; pero al mismo tiempo le hacía señas de advertencia a Stella.
      » — Perfecto —exclamó Dorothy.
     »  — ¿Un ménage à trois? —preguntó Stella entre risas—. ¿Y qué hay de mi Philip? ¿Dónde encaja él?
    — Bueno, en ese sentido, a mi no me molestaría estar con Philip —dijo Dorothy, y arqueó las cejas negras y definidas con gesto severo.
     » — No te culpo —comentó Stella, y pensó en su apuesto marido.
     » — Será sólo un mes, hasta que él regrese —explicó Dorothy— Te diré  lo que haremos: dejaremos esta estúpida casa. Debimos de haber perdido el juicio cuando decidimos instalarnos en Inglaterra. Haremos maletas y nos iremos a España o a Italia con el bebé.
     » — ¿Y qué más? —preguntó  Jack, intentando conservar la compostura a cualquier precio, y utilizando su pipa como vía de escape.
  » —Si, he decidido que estoy a favor de la poligamia —declaró Dorothy. Se había desabrochado el vestido y el bebé volvía a mamar...»*[1]
Pero si hiciésemos una lectura hermenéutica –que es otro de los filones importantes del pensamiento débil-  del texto anterior podríamos sólo concluir que la genialidad del autor, que para rematar su narración deja a los protagonistas rabiando por no poder realizar sus íntimos y explicitados deseos, no es por la decencia estética que exige la buena literatura, sino, por la mediación de un recién nacido; puesto que si vamos a situaciones explícitas, la literatura posmoderna está llena de ejemplos (El teatro de Sabbath de Philip Roth, quien también ha sido mencionado como candidato al Premio Nobel por su descripción de la sociedad norteamericana contemporánea, podría ser un ejemplo descarnado, sin perjuicio de las opiniones que, acerca del estilo, se puedan tener de tal autor).  
Esa experiencia y desarrollo no fue igual en los países subdesarrollados –al menos en los latinoamericanos- y la civilización se fue asumiendo como una forma de tolerar al otro, lo otro, lo distinto, según un rasero más deleznable y menos comunicativo, o al menos, la sofisticación comunicativa se refiere más a lo que se deja de decir que a lo que se dice, en una pésima imitación de la buena literatura que no declara sino que insinúa o vela. Es por eso que la manida malicia indígena hace carrera entre los correveidile de la socialización, de la política, de la academia. Pero no sólo en los países subdesarrollados la malicia y la negociación encubierta son las pautas, en los países desarrollados también se ha vuelto costumbre, pero sólo como un método de adaptación –con obvios fines estratégicos- y el asunto va aún más allá.
Cuando la heroína de la mencionada novela –que finalmente va a ser una antíhéroe y chivo expiatorio de una trama obscura como las de los dioses de los griegos, sólo que sin créditos ni templos de Delfos, si acaso oráculos secretos- sale a los grandes medios a hacer su propio monólogo, y que para efectos de la historia viene a ser una de las hembras de la manada que, por alguna razón que nunca queda explicitada es expulsada, aislada y agredida en un ejemplo más de magistral manejo de etología humana se configura entonces una performance lingüística singular y espectacular: los actores salen a escena –un trono vago y elusivo, una consorte celosa, un rey sagaz perseguido, una víctima (sacrificial o trágica, no importa), un peón de brega (que amenaza, él todo un señor de la administración distrital, con el lenguaje permitido sólo a las clases viles, que no por ello significa que las distinguidas no realicen: meter la verga y partírsela en dos) que no es sacrificado, sus vínculos le permiten ir un escaño más arriba; el coro (los periodistas más destacados y de mayor rating hacen la primera voz) avisa, narra, dilucida los hilos de la trama y, bajo la égida de informar objetivamente, forma opinión, de modo que, según lo que finalmente se colige, por más que el lenguaje haya podido hacerse una alta cuna, siempre va a ser de baja cama.
Pero volvamos a la sofisticación lingüística: en el cuento “Seleccionada para una entrevista”  Doris Lessing narra la historia de un mediocre que, insertado en la clase artística londinense –en tal estado vive el arte que se funde con la farándula y en general, con la frivolidad- como reportero, escoge como prototipo de sus aventuras para mostrar a una actriz bella, destacada y, en fin, con el aplauso de la crítica; la fortuna de ser el encargado de hacer una entrevista de media hora le dio la forma de acercársele y lo que sucedió luego de que, con mediana inteligencia, como la de, después de sugerir un diálogo estúpido del cual su anfitriona no fue ignorante y, al no hacerle daño, le siguió el juego, para terminar obligándola a que le ofreciese un café en su casa que, después de una penosa lidia se caracteriza como sigue:
    » — ¡Bárbara!
    » Ella volvía el rostro a un lado y a otro bajo sus besos. Cogió al vuelo un diagnóstico de su expresión: todavía era de paciencia. Posó los labios sobre su cuello, gimió “Bárbara” otra vez y esperó. Ella tenía que hacer algo. Liberarse, reaccionar, algo. Por fin dijo:
     — Graham, ¡por Dios!
      » Parecía divertida; de nuevo le ofrecía humor. Pero si él lo compartía con ella, ya no tendría más oportunidad de poseerla...
      »... Ella permanecía pasiva. Como si, pensó él con sorna, hubiesen leído o le hubieran contado que la manera de volver locos a los hombres fuese luchando con ellos. Se encontró a sí mismo pensando: Vaca estúpida, así crees que me pareces atractiva, ¿verdad?, ¡eres una engreída!...
        »... Ella se desvistió, como si fuese a acostarse sola: la chaqueta, la falda, la combinación. se quedó con un sujetador yunas bragas blancas, una chica bastante corpulenta, de piel aún bronceada del verano. Él sintió el destello de cariño por la muchacha morena con el cabello rubio suelto mientras permanecía allí desnuda. Se metió en la cama mientras los ojos verdes lo miraban pidiéndole un poco de educación ¿de veras vas a seguir adelante con todo esto? ¿Tienes que hacerlo? Sí, le respondían sus ojos, tengo que hacerlo. Ella dirigió la mirada a la pared mientras decía< en silencio: Bueno, si quieres poseerme sin ningún deseo por  mi parte, pues adelante, si no te da vergüenza....»
Aquel tipo es tan cínico (en realidad está tan humillado que se obstina en llevarla al trabajo y recibir la humillación siguiente de que los colegas de ella lo ignoren) que no le importa que su esposa y sus hijos estén esperándolo y que haya dicho la noche anterior que no van a hacer ruido para no despertar a los niños que están en otro lugar al igual que su esposo. Por lo visto por acá las cosas son de modo diferente. trinos van, trinos vienen, hasta que la delgada frontera tan defendida por los poderosos de lo privado y lo público queda hecha una masa informe que hay que restituir a toda costa.
El hecho de que, a la luz de la visión posmoderna, los grandes sistemas morales hayan caído en decadencia y esa sea una noticia bien recibida siempre y cuando quienes la asumen tengan ellos mismos una norma superior que los rige: la civilización, concepto que ha venido a subsumir en sí toda la negativa a aceptar rangos de realeza, de divinidad, de predeterminación, y que, dependiendo de las capacidades individuales va dejando a cada uno el lugar que mejor le va, dentro de un círculo más o menos estrecho, según la naturaleza y firmeza de los lazos que les unen, no obedece tanto a una convicción filosófica elaborada, sino a una dinámica inmanente a la misma adaptación ciega de la especie a través de la técnica: El sistema deductivo de la sociedad de hace cincuenta años en sus individuos, se ha mutado a un sistema abductivo automático en masas determinadas; del mismo modo que los sistemas informáticos se actualizan y “aprenden” según van mejorando sus soportes dispositivos, así mismo las clases sociales van adecuando sus lenguajes, comportamientos y negociaciones ya sin atender estrictamente a la norma; las normas son pesadas, son lentas, son aburridas y si ya sabemos la meta ¿para qué vamos a andar el camino? podemos llegar allí de un salto; el asunto es como saltas: ¿saltas para no mojarte o, si te mojas no te importa? o ¿saltas para estar al otro lado sin importar lo que contiene el lago? ¿saltas como una rana, como un canguro, como un saltamontes, como una larva? Pero también los saltos requieren de un entrenamiento y una técnica; las normas de tránsito, por ejemplo son de obligatoria observación en los semáforos –significa que debes tener en cuenta al otro-, cosa diferente si vas por una autopista o conduces en tu barrio. Pero siempre hay un engaño camuflado: La habilidad para saltarse semáforos en rojo sin ser descubierto o provocar caos; agilidad mental para infringir e inducir a infringir las normas, sólo indica una mente caótica y una personalidad sin capacidad de mantener la calma, virtud más bien pagada en la sociedad que cualquiera otra, por más que sea moneda de poco ver.
El hecho de que el periodismo, que  es sólo una rama de la Comunicación Social –lo cual no quiere decir que no haya muchos periodistas que son a la vez comunicadores sociales- se ocupe de hacer el rol de fiscal en un tejido social viene a homologarse a la rabia del indigente que cree que porque su derecho a ser feliz es negado por medio de una moneda, su maldición o bendición va a recaer sobre sus protagonistas y se convierte en un simple acto de prestidigitación.    
Sin embargo el sistema inductivo humano, que se ha hecho cada vez más perspicaz de un modo absolutamente ininteligible sigue medrando a través de los yerros inveterados –petición de principio diría un especialista de la filosofía-; lo que llamamos corrupción es sólo un símil prestado de un fenómeno que sólo se puede atribuir a la carne o a lo orgánico; gracias a la bioquímica o a la ingeniería molecular  sabemos un poco más cada vez de como va mutando la materia orgánica en su descomposición hasta dejar sólo unas trazas que terminan camuflándose en lo inorgánico, pero el verdadero paso, o los eslabones exactos de la cadena de como la energía se sutiliza y vuelve a hacerse visible en la vida es aún, entre muchos otros misterios de la especie y la naturaleza, es todavía un asunto espinoso; del mismo modo, que las formas asociativas puedan ser cada vez más traídas a lenguaje, a intercambio real y decidido, franco y leal con la determinación a aceptar que somos una sola especie, metida a veces en pellejos poco o mal evolucionados como los del colombiano, contribuirá cada vez a que la muerte tenga que ser cada vez menos explicada como infortunio y más bien sea superada como hito de tránsito.                   



[1] * Lessing, DORIS.  Cuentos Europeos. 2012, Ramdom House Mondadori, SAS. pags, 379, 380.