sábado, 5 de agosto de 2017

LUCES LEJANAS


Entonces, siempre
tiempo después de que no importe
que todas las manos que pudieran saludarte
cuando pasas se te hurtan en la espalda de los ojos
y preguntan si no obstante
los perdonas que obedezcan
a ese impulso ciego de apedrearte
te das cuenta
de que en la familiar noche de luciérnagas
cada vez más se alejan las luces que te acompañan
ya no te lanzan destellos esas estrellas umbilicales
para corregirte el rumbo
la loca manada ciega va
tras su triunfo del instante
y su agonía diferida en un te saludo
de vez en cuando con una luz artificial
un billete, para que te veas y nos veas
en medio litro de cebada fermentada
ya ningún chasquido de nervios
que acaso ameritara el beso
mientras el fuego se exacerba
en un pedazo de carne que hace rato perdió el camino
te sirves la elegante soledad rociada con oliva
y la indiferencia sideral te saluda
lo que por ti hago, ahí, abajo, en el espejo
para que las fichas se muevan sin patetismo y con gusto
es sólo la basura de aire que expiro
tú sabes, en cada inspiración me llevo lo que puedo.

CUÑA


Una de aquellas cuñas
apuntaladas al pobre mendrugo
de tu triste vida ha venido
a solazarse en el languidecer libresco
de tus fuerzas.
Desde la tonta ventana sonriente de hojalata
que corre enseñando en caucho
un triste ego en oro florecido
su negra faz de espíritu se ha cruzado
por allí, donde no aran los jueces
y con Aranjuez no conciertan sus rastrillos
de bondad, de armonía o de cariño
tú, que aunque blanco de la negrura orgullo
te chocó las ascuas tristes su brillo
con la calavera en si bemol
todavía no me óxido, dijo
y me importa lo mismo
si dejó de oír Beethoven
para no escuchar lo que escucha ese hijo
disminuido de los negocios pero no de los ángeles
o si soy yo quien carga el lastre
irresponsable, maldito
¡Pobre de ti, cuña malsana!
podrida y seca, ya sin vínculo
no fuerzas ninguna resistencia
tu madre bruja, tu padre caña
para enredar incienso de dioses baratos
tu hermana suicida
tu estirpe anónima a la generación enésima
la mía, al menos
sigue defendiendo razones de peso
y azuza todavía a los bueyes del arca
aquella que tambaleante la mano de Uza
creyente ingenuo y servicial contuvo
para morir sin suerte ni juicio
tu maldita culpa de un paraíso de paparruchas
que dio el veredicto: Culpable
de tocar una nada en andas con contenido sellado
maldito, maldito, maldito