sábado, 25 de noviembre de 2017

AGUACATE


La palta, el aguacate: ese barro hecho fruta

Ya no sabe en su versión clásica, necesita

Un nombre, alemán, hass, para dar gusto

El pasado sabe a rutina y el estudio

Esa pobre florescencia desagradecida

De la raíz que la llevó tan alto: ¡Acate-agua!

Esta orden de saber rico, papelón

Con nuevos ritos, sólo grande, hinchado

Pobre tonto sin sabor,

Ay, no sabes que contengo los principios

La fe de que tengo una ruta, f-ruta

La pala de tu dar pa-la-dar fue

La que perdió el rumbo, lengua ávida

Pobre aguja de deshacer el nudo del mundo.

LAS LÁGRIMAS

LAS LÁGRIMAS


Las lágrimas del camino son lluvia que el cielo no afirma
El deseo pone sol y playa cada que la nube camina
Y con quién y por qué la nube camina?
Se preguntan los poetas de otro tiempo
Los que perviven al amparo del árbol de la sombra
Ese que crece a la orilla de la mentira
Que no desmintió ninguna biblia y que ningún algoritmo
Diseminó en su catálogo como otro milagro
De la reproducción técnica, no, el sí
Saltó por encima de la pared ética, tu ethos, esa otra cosa
Es apenas el reflejo con que atrapaste la luz en el espejo
El fuego y la sal conversan de política turística
Si descansas en la playa de la muerte ¡qué te importa!
El salto que te va a oponer otra pared
No para que seas atleta, para que le dés  trabajo al guardagujas
De todos  los trenes con que adivinas la no-meta
La vía única del agua que liberó su carga aunque va sucia.

CUERDA LOCURA (SECOND PART)

I
EL LOCO

El tipo no estaba loco, antes bien, si tenemos en cuenta que la cordura de la época en que vivía era toda una embriaguez de lo moderno -porque la moda no era lo que todo el mundo pensaba, un modo: se me dio el modo, la gana, de ponerme el traje de juez, de payaso, para contrastarme con el de brujo o el chamán de indios o el de sacerdote de la multiplicidad y la multitud y que esta me siga, más no al modo antiguo- no, la moda va-en-guardia, vanguardia, de todo lo que me llega y lo asumo: ¿se me enredo la cuerda por un exceso de alcohol mezclado con ansiedad reprimida; se me enredó en un retén de ideología; se me enredó en el modo como digo que siento? Pues a la mierda la crítica, era demasiado lúcido. Cuando el dedo elucubrante deshace el nudo el viaje continúa. Eso era la cordura; y todos los productos de la razón, eran simplemente hallazgos; el huevo que la gallina pone para alimentar la ilusión, y hoy, si no, pues pone la moneda con que comprarla, el asunto es que el nido donde anida la vida permanezca, no importa si el polluelo que ha de nacer es hijo de la verdad o la mentira, eso ya lo resolverá el juez del vínculo: si veo un culo que va siguiendo mi huella y manda saludos con sus raicillas a la raíz principal, es porque el que-hijote, Quijote, del hombre sabe por donde va aunque no sepa hacia donde; si no,  es porque el maldito estornino del azar cambió el huevo y empollamos un híbrido (si es hijo de la hybris a quién le importa?, todos somos mestizos)...

En ese orden de ideas, el tipo no estaba loco, el loco era otro: "Dios no ha muerto, estaba loco y como loco se inventó la forma de superar la muerte y vender la razón como moneda de tránsito; asegurar que esa moneda es la misma que, por piedad, se ponía bajo la lengua de los muertos para atravesar el te-leo, Leteo, quizás sea cuestión de pre-stigio, que no es lo mismo que decir que todos estábamos muertos en la misma dicha, que muertos estamos, pero aún viven los griegos antiguos a fuer de su brujería". El pobre Nietszche  sólo había formulado su idea más lúcida y, ahí estaba el asunto: La luz... ( https://www.youtube.com/watch?v=FtlVmE-VIGM&list=RDGMEMJQXQAmqrnmK1SEjY_rKBGAVMiLe0cqT9GC0&index=12 )

II
LA LUZ

La luz. La luz era el pobre prisma al través del cual se miraba la vida. El ver, esa aberración del ser; esa inseguridad; ese camino inducido por la luz, por la necesidad de saber a dónde y por dónde se va, no cómo se es. Entonces estaba ahora allí, mirando esos juegos de luz, en ese vórtice de energía, como cuando pasa una muchacha y con la lengua te hace un guiño de geometría en la bicectríz de la boca. El secreto está en descubrir si es siniestro o diestro el guiño. Para él es un guiño diestro del cielo, valga decir, bendito, de las noticias que traen las aves migratorias como si fueran almas. Son gavilanes americanos, piensa. El número empieza a hablarle; primero son tres los pares de alas que observa como planean en una turbulencia de aire caliente. Hay un par independiente que parece dar indicaciones a los otros tres. Es la puerta de una tienda el marco, con una vaga que se abre a sus pies; se toma una cerveza. De pronto escucha a sus espaldas un lamento que habla a través del teléfono celular: Amor, de pronto he sentido una corazonada, como si me clavaran un puñal en el corazón. Ahora son dos pares de alas que se lanzan sobre el aire cercano; no son gavilanes, son gallinazos, buitres que parecen querer hundir sus picos en algún aroma que asciende como una plegaria cansada. La muerte extendiendo sus fauces por doquier. Pero el hombre que se toma la cerveza, como el hombre que protegido por una extraña seguridad o por un ventajoso e incógnito ángulo de mirada observa  impasible como se incendia un teatro, cómo actores y espectadores cambian las muecas de sus máscaras por la expresión pánica, aterrorizada y se convierten en un caos; discierne que él todo sabe de su soledad y se cierne amenazante sobre su figura, pero él sabe que el todo lo necesita; no importa si el todo le increpa: O eres mi parte o eres nada, pero no eres único y me debes dirección y brújula; pero él se burla; ha descubierto a la tendera mirándole de soslayo. Me quieres despojar de mi tesoro. Pues págalo caro. Otro viento confluye: La W Radio habla por intermedio de su interlocutor más perspicaz, pero el menos serio, el más irónico: El teatro municipal de Cúcuta, el teatro fronterizo, necesita ser re-financiado, no importa que los actores venezolanos no nos den el acento que queremos, pero lo importante es la reintegración. Vamos a  hablar con ___ , dice el director "Julito" por qué razón están acusándolo a usted como coordinador de la agencia para la integración de colombo-venezolana de malversación? Entonces aparece en trasescena William Shakespeare, desesperado, arreglando los últimos parlamentos de la función siguiente, de acuerdo a lo que sucede en el condado; necesita que sus queridas no se desdigan, que no vayan a caer en la horca y, acaso también sus queridos. Todavía no hay Internet; el Big brother no ha nacido . Llama a gritos a sus segundos, qué actualización tienen, es que no quieren ser los futuros Best sellers factory's workers; es que la puta excelencia que tienen en la puta mollera no les quita las telarañas de las pensaderas, no les abre el camino, no pone puentes en los abismos? Y eso que tampoco había nacido el cine, esa orgía de ideas y puesta en escena. Todavía no se ha descubierto la ruta de Indias: EL ESPAÑOL.   



III

QUÉ TAN MAL VAMOS
Si hablasemos en modo griego, diríamos que me fuí ésta mañana al periplo cotidiano, por-lo-peri ; pero como tenemos que atenernos a los modos modernos, hemos de decir que fuí a dar la vuelta, tu-vela. Pero la vela nunca tiene dirección; si el viento no es favorable no te puedes aventurar, a menos que estés de aventura. Entonces la vuelta era ir por esa orilla conocida: Un camino, unas estaciones, alguna cafetería, un banco de parque, las raudas naves seguras sin vela, con motor motu propio. El café estaba sabroso, como siempre, en aquella estación obligada; sólo que hoy el telos, el telón de fondo de enfrente, estaba vestido de un peculiar modo, un modo festivo. Era un centro cultural de barriada, uno de esos centros que las administraciones ponen al servicio de los ciudadanos para promover la cultura; si la cultura al uso, como siempre, es un galimatías que cada cual prefiere ignorar, allá cada uno, más grande será la tajada para los que se atrevan a por ella –para hablar en términos europeos-. El caso es que los banderines de feria, los carteles invitando a sumarse a la fiesta donando un regalo para un niño que todavía espera el niño Dios, la estridente música de rapeo, no anunciaba nada elegante, nada edificante; los colores de aquellos banderines ya no contenían ni el blanco inmaculado, ni el negro sofisticado, ni el gris interesante, ni el color vino tinto, el color de lo purpurado. “quiero caminar por tu pelo y llegar al ombligo de tu oído/y un bienvenido darme con la lengua que tal vez sea correspondido/con esa sonrisa sin rumbo que sabe que quiero cambiar este puto mundo/así no le guste al alcalde ni a tu madre ni a tu abuelo y menos/a tu vientre fecundo/por que quiero hacertelo con el don que no da el condón en tu ser profundo...” Sólo estaba el verde de luciérnaga informática, el naranja de bebidas con mil ingredientes de aniones y cationes, todas las gamas de añil para las que los esquimales y los lapones y los siberianos tienen un nombre para cada uno: el azul petróleo, el morado crespón, el violeta de cielo de verano; los rojos que no se parecen a la sangre, todos colores ácidos a tono con el malestar estomacal, con el desorden de alcalinidad en equilibrio de la sociedad. Ja, y pensar que había un desplegarse de plomo al que el cielo, si, el cielo, esa idea todavía demandante de los sentimientos, oponía heridas de un azul límpido. Ja, y mirar cómo, mientras el café se deja acariciar entre el cuenco de las manos, se asoman por entre la malla que da a la calle, tres funcionarias que primero se quedan mirando fijamente al personaje, luego dan un pequeño rodeo como si algún ritual de respeto al aire el cómodo les estuviese exigiendo. El techo bajo el que el café se resaguarda es un tejado en triángulo que ha sido robado al aire libre que circula por una avenida hecha de meandros. Una de las funcionarias está al punto de parir; se sienta con la compañera mientras la tercera va a comprar cigarrillos, con las greñas de cuatro colores entre los oro viejo y el azul metálico, pasando por el fique de arpillera o costal y el color mierda o caoba oscuro, como si estuviese anunciando las estadísticas, las mentiras redomadas del sistema: la región del eje cafetero es una de las regiones con más incidencia en cáncer estomacal, de colon, que se denota en deposiciones obscuras, tirando a negras, producto de sangrados internos. Y sí, sangra algo en el ambiente. Sangra la nostalgia de los viejos tiempos cuando todo era más delicado, más sutil. No hace mucho, por aquella mente, la huella de una mente febril pero lúcida, la de Dylan Thomas, había pasado en unos escritos de prensa que denotaban la elegancia del decir, esa sutileza y ese respeto que exigen a las mientes y la vez las hacen sentirse impulsadas hacia un algo extraño que sin embargo es muy bueno. Pero es el tiempo, es todo ese camino que ha recorrido el espíritu, en cuerpos fatigados, esforzados pero sobrepuestos, para llegar a ser lo que es el alma europea, la flema inglesa. Nosotros apenas podemos lidiar con la ansiedad en la que las palabras se apretujan y salen a borbotones coherentes pero sin esa armonía que da la seguridad de un entorno organizado, establecido, con historia trascendente. La otra funcionaria tiene unos bonitos ojos de “sapo en tomatera” lo que significa que la luz, la fuerza, el fuego que brota de esos ojos es superior a cualquier hechura del sol sobre frutos sin recoger. El rojo vivo que hay que meter en el agua. Obscuramente se alcanza a entender que habla de las pretensiones del jefe, siempre el tira y afloja de los sexos, la obscura pulsión dando el punto de trama. Pasan los vecinos, se intercambian miradas o saludos; hay un sórdido alegato de seguridades y reproches: la chica adolescente que muestra marcas de una liberación emocional, estilistica, sexual, en su gesto desenfadado que se levanta la bermuda para exhibir un  tatuaje barato, en el corte de cabello que deja el largo de la femineidad alegando con la rudeza de la cuchilla que se rapa las sienes como diciendo: pienso a lo macho, y qué, soy lesbiana, no tiene nada que envidiarle a la que sentada, casi con su cría saliéndole por entre las piernas, exhibe también un corte excéntrico en unos modales esforzadamente mesurados y que la mira de reojo con un gesto sutil que nadie advierte, sólo el poeta que también se siente tentado por las piernas de su compañera que ahora se descruzan para recibir el cigarrillo de la que llega y cuyo compás cobijado por una falda atrevida deja anunciarse un claroscuro fugaz. La elegancia del pasado, esa nostalgia.
Pero el periplo debe continuar; la manecila del reloj debe continuar su vuelta. ¿Es la paz de los relojes su retorno al punto de partida? ¿qué saben ya las manecillas de engranajes y el pelo, el volante que va y viene, que oscila para dar impulso, si ahora es un obscuro pulso de sí y no mezclados? Y ¿qué sabe el número inserto en un código binario del cerrar y abrir del ojo digital para que el ojo humano sepa, se oriente, en qué tiempo vive? La rutina sólo sabe mirar el resplandor conocido. Ese poeta, ese pobre diablo.
La siguiente estación es una pequeña tienda que se abre a otro meandro; mejor, una vena de la sangre circulante que se precipita a una arteria; allá circula sangre oxigenada bombeada por el corazón civilizado. Pero ¡qué tenemos ahora ante la vista! El poeta ha pedido una cerveza a la tendera perifolla que tras una severa reja previsiva atiende solícita. Un hombre con los cueros pegados a los huesos, un maletín andante en una espalda que intenta mantenerse erguida, sube de vuelta ¡cómo es eso! Sangre venosa volviendose por el mismo camino. Todavía el intercambio celular de oxigeno y nutrientes, de vida contra muerte, de saturación contra flujo, es un mecanismo muy obscuro. Amigo, acabo de bajarme de un camión de carga que una alma caritativa tuvo a bien compartir conmigo para traerme desde la tierra de la “pola”; sabe quien fue la pola, Policarpa Salavarrieta, esa dama sin trabas pero de triquitraques. Ocho años por rebelión, desaparición forzada, pillaje y cuatro cargos más. Fuí indultado anoche, no he dormido nada, escasamente he comido. Aquí tengo el documento donde consta que se ha iniciado el proceso de reinserción y clasificación como combatiente –saca de un ajado admíniculo que se pretende billetera una copia de dos páginas que tiene el renglón donde debería aparecer una firma vacío- el poeta se lo hace saber. Bueno, no, es que es una fotocopia de la reclamación que yo entablo, la verdad es que yo vengo por estas tierras con la cabeza así de grande, tratando de evitar un mal entendido... –la expresión es cansada, de ojos hundidos pero aún hay ese brillo impactante de los pillos, del hombre acostumbrado a lidiar con situaciones al límite- ...aquí tengo el otro documento –se envara sacando sucias tarjetas de presentación y papeles ajados; se advierte el logo de “Programa de la presidencia para la prosperidad social”, uno de tantos entes que lidia con los menesterosos del Estado, este ya tiene firma pero no hay que profundizar- que dice de mi situación. A estas alturas ya el interlocutor está incurso en una red dialéctica cuya fuerza de intensión es el desespero de lo desconocido transitando por todas las vías y el sentimiento de humanidad que aún palpita dentro. El asunto es discernir si es un vicioso, un pedigüeño, un trastocado. En un instante transitan por la mente todas las ideas hechas que el sistema nos ha inoculado. La seguridad de la civitas , la seguridad de las fórmulas, los rituales de socialización que ya sólo son intercambios de qué tienes tú y que tengo yo y cómo lo uso. Oiga, se atreve el poeta, pero cómo es que usted sale de una cárcel con una mano adelante y otra atrás; entonces los camaradas qué pasó, qué sociedad tan injusta esta que ya ni la “familia” sirve para darle la mano a uno...
Hace ya unos instantes que una motocicleta con dos policías se ha estacionado a pocos metros, los policías se han apeado y no están en ángulo visible, el personaje no se da por enterado. Mire usted, que ellos desde la cúpula han dicho que nos apoyan pero a mi me detuvieron con otros de la cuadrilla y a cada cual lo llevaron para diferentes lugares; yo en estos ocho años ya he estado en tres centros diferentes y, ¿a  quién recurre uno?  Bueno, porfía el interlocutor, pero usted podría haber llegado a una de las zonas veredales y reinsertarse desde ahí. No, señor, los que están en las zonas veredales son personas que estaban activas y con ellos el proceso es diferente; a nosotros simplemente nos han amnistiado y ahora es un proceso el que hay que emprender para capacitación, reparación y reinserción. Los policías aparecen de nuevo, por un instante se cruzan miradas con el poeta el personaje está de espaldas y, no se sabe si es porque el alcohol ya empieza a hacer sus efectos o realmente, como a todo poeta, ese toque extraoficial le dice que en ese cruce de miradas hay un traspaso de pensamientos en los que sobreviene un “no sabemos cómo deshacernos de este tipo” y su gesto ufano, el de los hombres que estan amparados por un símbolo institucional, por un chaleco antibalas, por una serie de palabras que memorabilia de niños que recitan sirven para esgrimir armas de desprecio, de superioridad moral, palabras que en medio de tantas vueltas que dan dentro de una sóla lógica de la cual los sencillos no tienen noción ni ánimo, sólo pretenden hacerte pensar en el silencio o en el miedo o en la confusión, se les estrella en el esfuerzo que hacen para encimar sus orquetas en la silla del motociclo y que hace pensar en que sus pobres gónadas si no están ya fritas por estrechez sí lo deben estar por aleccionamiento a ideas y directrices; entonces ellos y el personaje están en un sentido iguales, presos de la maldición de seguir líderes.   
Hermanito, pues yo le regalo un pesito –es una pesada y ostentosa moneda que se pretende la mayor pero vale nada en comparación con los billetes que le adelantan cién veces o el dinero plástico que les pierde cuantas veces quiera- El personaje agradece. La tendera ha estado revoloteando tras de su segura reja informándose. Cuando el personaje la va a increpar llegan clientes; debe quedarse expectante a una oportunidad de expresar su necesidad, cuando por fin puede hacerlo es recibido con un frío a-la-orden; ah, no, yo no. Y el hombre que mientras los policías encienden su moto ha exhibido una herida que no sana en su pierna derecha y ha sacado de su morral la última dosis de insulina, se despide, con un que Dios los bendiga.
Ahora la pregunta es ¿desde donde la paz que grandilocuentes titulares predican, que pedagogías que gastan millonarias sumas para desarrollarse y  transmitirse, que elegantes oradores en instituciones públicas usan para inducir a otros a donar parte de sus sueldos para “la causa”, se hace? Las gentes corrientes, los ciudadanos como las funcionarias, como la tendera, como los conductores de los autos que circulan por la sangre social, raudos, con las ventanillas arriba, que se dirigen a sus búnker de paredes plagadas de cámaras que vigilan, que leen el libro del vivir desde una teoría perversa que supone que la sociedad, no sólo la nuestra, o la latinoamericana, es una sociedad mafiosa y que en realidad es el trasunto de una mentalidad de mafia, en-lo-que-ma-fía , del mundo, lo que la obscura y maliciosa noche del vientre de la tierra, de la naturaleza que lucha por la vida, usa la fuerza bruta de esa pobre herramienta de los hombres, el lenguaje, para someterla en modo silencio cuando ya la razonabilidad no es posible y la fuerza del hambre, de la indignación reacciona como un animal herido    

DE BIBLIÓFILOS Y RETÓRICAS


(Un texto a propósito de homenajes póstumos a Fernando Calle)
¡Qué duro es el pan cuando no es de uno! Es la primera frase que se me ocurrió con ocasión de escribir estas líneas. Su leit motiv es el homenaje póstumo a un hombre de letras, José Fernando Calle, que hace la separata lietraria de un pequeño pasquín que recrea la movida intelectual de Manizales: Quehacer cultural. Y lo de pasquín no es necesariamente despectivo, es porque se corresponde con esa idea comunistoide y por eso odiosa, de la tutela del Estado para el actuar de los artistas. Entonces viene el problema de quienes son los que se afilian y participan de la tribuna, ni siquiera de las dádivas; las dádivas se las lleva el director del pasquín por su trabajo. Y viene la idea de que los que utilizan esa figura comunistoide son burgueses de alto coturno. Pero la digresión no es culpa del muerto, es culpa del equívoco que le provoca la marginalidad: confundía a Andrés Calle y su obra, “Palabras de pan duro” con el avatar del tuitero exitoso –hasta eso- Fernando Calle, hasta que vio su fotografía en uno de los obituarios: Era ese señor respetable y de figura carismática que se atravesaba a veces en los pasillos de la facultad de derecho de la universidad de Caldas y nos miraba con un interés especial; pero nunca nadie nos dijo nada.
Pero el equívoco también tenía su razón de ser: la separata literaria del pasquín reproducía las palabras de cuatro personajes, dos de alto reconocimiento gremial e intelectual y otros dos de menos figuración; dos peones, dos engranajes, por decirlo así, del sistema de tamizado de aspirantes a la palestra pública. Más lo que descolló en nuestra mente fue el escrito de Tomás David Rubio, un librero de la ciudad que seguramente tiene su fanaticada pero que no descolla en los mentideros y escarceos de salón. Y el asunto era el de la importancia y profundidad del mundo de los bibliófilos; ese mundo tan interesante y enmarañado. Comenzó con una minucia retórica: A primera vista no resultaba correcto el “A la sombra de las hojas son la evidencia de cómo lo que lee un hombre termina siendo su vida misma”. Si es una serie de columnas o de reseñas reunidas en un libro, lo correcto sería que “ A la sombra de las hojas es...”, pero resulta que A la sombra de las hojas  es el título del apartado que el boletín de una librería tiene, para sus lectores y clientes, destinado para las reseñas encargadas a ese personaje particular. Y entonces el asunto se hace más interesante aún: Hay una sesuda reflexión de cómo, desde la inquietud de un músico como Jhon Cage, quien crea una obra a partir del I Ching , que como bien se sabe, es una serie determinada de exagramas que inducen, según el momento actual de quien los convoca por un procedimiento azaroso, a que el convocante cree lo que puede ser su linea de acción, de reflexión para ese momento determinado; según lo que uno entiende a partir de las palabras de Tomás, el homenajeado en ciernes tenía una especie de don creativo en su escogencias bibliófilas y el tratamiento creativo en las que creaba “...por encima de todo, un lugar  artificial, abstracto en el que se mueven copos de exclamaciones, clichés exquisitos, monólogos dispersos y fragmentarios”, citas de citas, un palimpsesto infinito (las palabras anteriores entre comillas son de Giorgio Manganelli) y a continuación el autor, Tomás Rubio, cita “¿pero es que alguien vive, imagina o sueña en orden?” (Pierre Jacomet) y acaso para alguien pueda aparecer claro que la intención del autor es oportunista: meter a su auditorio en los meandros de lo que administra, pero a nosotros nos viene a mientes ese mundo intrincado del editor, que también tiene que ser un bibliófilo, y piensa en ese titán Jorge Herralde, y en como la capacidad del editor de descubrir las miserias del escritor y a partir de esas miserias, añadidas a la feroz lucha del capital por mantener su autonomía sobre ideologías, credos. filosofías, egos, contruir un imperio, no sólo económico, sino también intelectual, en el que confluyen intereses, políticas, miserias, juegos sucios, mentes lúcidas, mentes maquiavélicas y, a veces, la ingenuidad del artista, que es, siempre, el bagaje del artista autentico, lo otro son calculos de ajedrecista.