DE
VOCACIONES, BUROCRACIAS Y BIBLIOTECAS
(Diatriba
de un hombre baldado contra la banda de máscaras de la civilización)
Este era un hombre baldado; un baldado reciente.
Acababa de sentarse en uno de los mullidos sillones de la biblioteca municipal cuando se
acordó de repente que no había hecho la siguiente vuelta; entonces su mente,
que había ido a buscar aquel sosegado escaño bajo la premisa recién concluida
de que "era mejor negocio para su fuero más íntimo, dejar de debatirse con
la jauría de su circunstancia que lo tenía rodeado por toda los flancos de sus
carencias" y que, además, se asomaba a la ventana de "El tiempo"
para corroborarlo, no como vitrina distractora, sino como pescador de ese río
en el que la sociedad se mostraba y se miraba en el espejo de la fuerza hecha
palabra retratada en letras y cuyo peinado de decrépita encopetada pocos
gustaban; imaginó la siguiente escena y diálogo: “Entonces, qué, hacemos
declaración extraoficial de delirante de la escritura que, con débiles uñas le
pelea al establecimiento una etiqueta ? No podemos, a todos nos gusta, aunque
su escasa producción está subrogada" De modo que estuvo seguro que la escena
imaginada no se realizaría: ¿cómo es posible que un derecho de petición elevado
más de un mes ha no les haya merecido una respuesta? Evasivas. Pues ( era una
eventualidad tan delirante como su barrunto que el presidente del comité de
ética médica le hiciese el honor de atenderle personalmente), con todo el
respeto que mi educación me indica, es muy fácil, doctor Raad Aljure, concluir
que, con toda su influencia en la academia y la sociedad, con todo su
prestigio, esa es una simple ostentación de poder, pero con toda la fuerza de
hombre que aún tengo le exijo que la dignidad del respeto a la persona no me la
niegue.
Así, el río del "Tiempo, podría
con-versarle al prestigioso presidente de la sintomatología catatónica propia
de la esquizofrenia que se camuflaba bien en el vuelo de pájaro que leer
titulares; era que la mente viajaba lejos, como si un espíritu "Rimbaud"
milagrosamente actualizado se asomara a un ensueño de futuro, veía una
costa negra y farragosa, llena de ritmo y exceso turístico que lava la sal de
la culpa en el deleite que los frutos del mar arribando a estómagos presurosos
deja que el glamour de las palabras hechas letras y títulos nobiliarios léase
dinerarios-, descanse en paz en su máscara hecha prótesis...
Era el apremio de la salud, lo que-sale-de-ud.;
o era el acoso del entorno? El río de "El tiempo" bien podría
alternarse su ventana con la de la realidad, lo que pedía situarse dejaba allí,
en su trono suntuoso, pero aún de pacotilla, los tribunales éticos. Problema de
cada-ver como asimila y digiere cada fuerza. Pero es que nos gustan las
bibliotecas, ese ámbito que con la casi mínima exigencia de tener conciencia de
cómo, por qué y para que se está allí, te entrega todo lo que tu imaginación
alcance a desear en tono de magia y sosiego. Es la panacea del conocimiento.
Pero el conocimiento ya no tiene allí su santuario. Es ahora el vulgo quien
administra la verdad en la tribuna Wikipedia, por eso el conocimiento debe ser
avalado por la institucionalidad. La vocación ya no confirma el dicho popular:
De la riqueza del corazón habla la boca. Entonces el orgullo de ser
"raro" se afirma en las fuzzy logics , vocación,
veo-la-ocasion. La masa ya no tiene distinción con respecto de la información,
está volcada sobre su apremio ?qué me puedo perder de su avalancha? El amor de
la profesión puede esperar, y también su perfección. Hay atenuantes, es ya muy
aceptado que las bibliotecas son baluartes para repartir botines políticos. No
tiene que ser el pecado con tarjeta profesional, de hecho es un licenciado en
filosofía, quien tiene una egología tal con el mundo de la vida como para hacer
valer esas dignidades huecas de que tanto gusta la academia, quien junto a
ingenua y bellamente esperanzadas estudiantes de psicología, alterna, con más
resolución de entertaiment que de job work sports, análisis de
"maletas [de lectura] viajeras" con dictámenes airosos de la
diferencia eventual y cotidiana de esa categoría común, en-la-norma, en-la-horma, denominada “lo normal”; de modo que la
vaharada inesperada que te toca respirar hace que un nuevo dibujo se superponga
a titulares y apremios de opiniones que salen de los retratos de las letras y
el revelado superlativo de que la vocación de ser un bobazo ha de tener
su sentido, cuando la vocación de genio no puede lograr las mínimas exigencias
de la regla de la mediocridad. Todos los normales, pocos en realidad, están
allí sumidos en su quietud unpluged. Entre tanto toda la poesía que se
ha ido pescando en ese río del có-digo pone su música, triste pero bestial:
'Soy un intelectual pero me gusta mamar gallo; les presento a Parkinson, de
ahora en adelante el me acompañará para hacerlos reír de las interrupciones en
las cosas serias". El amor de la vocación vencido por la fuerza
indescifrable del egoísmo, la talanquera de lo Otro avasallando deseos nobles.
Aun en el bochorno triste: "Deseo con furia que me exijan hacer
política" la vocación de bobazo sabe discernir dimes y diretes de
políticos: El doctor Mockus, aun en el respaldo del cariño de la opinión no
sabe que a los de a pié una pregunta insustancial ¿qué tiene que ver mi lucha
de hombre común con los tejemanejes de un guerrillo. La paz de los titulares es
la misma paz de los apacibles?
Como el atafago de las preguntas no da como para
esfuerzos pírricos entonces la vocación de tiempo universal se traslada al
tiempo local; pero el color del papel salmón que está adherido a esta pequeña cañada
citadina no aparece; la vocación profesional lo extravía cada semana. En un
anaquel de un rincón aparece el arrume de sus ascendientes, tan ordenado como
un nudo de víboras; el recién nacido no está. Sería muy fácil solapar la falta
de vocación universal en la premisa particular: Toda la comunidad está empeñada
en que los estímulos a ese personaje bizarro y detestable rinda frutos.