Quién pudiera decir a ciencia cierta
que esa grasa que llaman acné
no es otra vuelta de las plegarias
adolescentes consumiéndose en otra
vela
cuando ya viejas y olvidadas del valor
las mentes y las caras, las almas
reflejas
de pronto, en un rostro,
veinte o cincuenta años después de
muertas
las Janis Joplin, los James Joyce,
con un hijo, montando en bicicleta
como si purgaran, con otra vuelta del
game over.
Quién,
que tenga alguna locura pequeña
enredada
en los bolsillos no dice
que
esas grosuras groseras
no las
recibieron con agrado los dioses
tontos
de otra época -no como estos de ahora-
convencidos
de alguna peseta
firmada
sin intención en un bigote
y que
pudiera ser Pessoa en algún heterónimo
que le
tomó por las solapas
y le
dijo: sos digno...de
este poeta.