PIERRE KLOSSOWSKI O LA FASCINACIÓN PERVERSA
DEL LENGUAJE
La fascinación que provoca Pierre Klossowski
está en su uso del lenguaje. La presentación de una dialéctica extraña basada
en movimientos lógicos contradictorios hace que el lector caiga en un hechizo
difícil de deshacer si no se tienen las herramientas necesarias. La obra más
famosa de Klossowski (que es una trilogía: La vocación suspendida, Roberte, es
tarde y Derogación del decreto de Nantes) Teología y pornografía ofrece un
argumento que pretende darle al arte toda la preeminencia por sobre las
ciencias como la teología que, como ciencia de Dios, cae bajo las garras del logos (lenguaje) y queda inerme y
deshecha en la contradicción dichosa del cuerpo.
Roberte, la atea virtuosa que pretende dar
una educación severa a su sobrino, Antoine, es víctima de la conspiración de
Octave, su marido, un teológo perverso que simboliza la desesperación del
hombre por explicar la naturaleza de Dios y la caída; su perversión consiste en
demostrar que la convicción de su mujer
de ser virtuosa pese a que para ella Jesucristo como divinidad es un imposible,
mas como personaje histórico es un ejemplo de vida, es una contradicción lógica
que se sustenta, mediante argucias dialécticas y retóricas que presentan una
Roberte como un cuerpo inexistente que se hace existente gracias a la palabra,
la palabra del escritor; de entrada, la suspensión de la verosimilitud está en
el hecho de que el autor presenta a Roberte como un personaje que luego se va a hacer
real, pero esa es la costura de la obra, su factura es Roberte que como dueña
de su ser tiene una “inclinación a la ligereza” pero al tiempo es una mujer ilustrada,
una diputada “naturalmente hostil a
definirse de acuerdo con el espíritu, la mujer no se ve más que en su pasividad
corporal, pero el hecho es que su cuerpo es su alma...mientras más cuerpo, más
alma; la muerte perfecta; nada con la
que tenemos, sin embargo, la relación más dulce y tierna”. Su marido, presa
de la obsesión entre gracia y pecado, entre teología y pornografía, la convence
de que su cuerpo es su alma y como tal no puede asumir la virtud que pretende defender
como presupuesto lógico que le defiende su puesto como prodigadora de los cuidados de su marido y la familia: “nuestra nada es
tan cálida como nuestro cuerpo, la ‘sangre fría’ no es más que vanidad viril”.
Es sodomizada por un cercano bajo el auspicio de su marido y se da cuenta que
este tiene razón, entonces sirve de puta a dos colegiales como una obra de
caridad, de iniciación sexual. Sin embargo el ropaje filosófico y teórico implícito:
Diana, la diosa seducida por Acteón y hecha realidad por la palabra que luego
lo destruye, teje una red en la que se plantea la teología como una perversidad
más de la mente, en tanto que la perversión del cuerpo, la prostitución de su
mujer, es una aceptación del placer y el pecado como inevitable colofón de la
caída: Cuando Roberte es sodomizada por Víctor, luego de que en un gesto
contradictorio entre el placer y el dolor dice “cómo me adoro”, dice luego a su
marido que la hostiga filosóficamente con la idea de que ella no es dueña de
ella, sino que obedece a la Roberte que dicta su cuerpo, “me pones fuera de sí” entonces es el triunfo de Octave el perverso
y ella se niega a concederle la razón, pero se la concede con sus actos que aún
se defienden en la educación de Antoine.
La contradicción lógica de Roberte, la atea
virtuosa, que además de serlo por su condición ilustrada, tiene en el ícono aún
vigente de la mujer a la ‘antigua’ como guardiana y preceptora del hogar, como
depósito del alma prudente, discreta y sumisa de la humanidad, como receptáculo
de la vida y su misterio, pero al ser designada como pasividad corporal,
insinuación que evoca la imagen del instrumento paciente del movimiento
dinámico de la vida, permitiendo que las fuerzas masculinas la posean cada vez
que sea necesario y, por tanto, condescendiente a la máxima del placer, y ello
como su alma, en contraste con la imagen tradicional del alma etérea, dulce,
cálida, espejo del espejismo del más allá, la convierte entonces en el diablo
corriente, rebelde a toda ilusión, a toda redención, pero ¿entonces, cómo es
que es virtuosa, justa, ponderada? Primer movimiento contradictorio.
Y, al contrario, la mujer vulgar moderna,
emancipada del yugo patriarcal, dueña de su voluntad de elegir su cuerpo como
centro de placer, centro de negocios –política-, centro de culto de lo que se
guarda como monumento, sería la redentora de la perdición del hombre sumido en
su molicie productora, empeñada en hacer avanzar la técnica, el confort y la
perfección imposible de los números fríos y la ingeniería de carácter monstruoso,
en contraste del Octave klossowskiano, perverso empeñado en mostrar el
movimiento contradictorio de la imposibilidad real de las cosas con la misma herramienta
creadora: el logos, la palabra. La
muerte perfecta del alma actualizada en el cuerpo diseñada en la figura de Roberte,
se ve problematizada por la posibilidad de actualizar la muerte ideal cada vez
que la palabra se adueñe de alguna mente avergonzada o nostálgica o
desesperada. Así, la culta, la académica, la que asiste al foro para participar
de las decisiones del destino del Estado, sería la perversa, la Sócrates de la
sociedad actual, sujeto de juicio por impiedad contra los nuevos dioses que,
con rostro diferente, apuntan a los mismos dioses clásicos.
Ahora bien, el hecho de que al final, Octave, el perverso, remordido, dé él mismo a su mujer la pócima que lo envenene y, ya en su lecho de muerte, en el gesto de Roberte de poner su mano en la boca de su marido que quiere decir algo, mientras su rostro se crispa por el acto siguiente, Víctor y Antoine que están en escena iniciando su acto de dicha, diga que la educación de Antoine, en adelante, será una educación mucho más seria por cuanto será la de un amante ¿justifica a la vez que libera al escritor de la calificación de su obra como maldita hoy, cuando el reclamo de la desprestigiada aristocracia, de un mundo privado que niega la aldea global, es cada vez más evidente por la degradación de las masas, quiere decir que es cierto que el arte ya no vale la pena?