jueves, 20 de noviembre de 2014

OPPERCUT DE DERECHA A JESUCRISTO

OPPERCUT DE DERECHA A JESUCRISTO
Esta mañana vino la duquesa de Alba en figura de ronda infantil: Dos y dos son cuatro, cuatro y dos son seis, seis y dos son ocho y ocho diez y seis; el Yahoo mítico se balanceaba ufano en la red con su retrato de esplendorosa belleza juvenil; tenía todo lo que tiene la fuerza de los principios, pero nunca pudo abandonar el atavismo estúpido de los principados. Muere a los ochenta y ocho años con la extraña lucidez mental de los niños.
En realidad vino en forma de sueño misterioso pero deliciosamente vívido entre gallos y media noche: La parte interesante viene cuando después de confuso intercambio con un amigo de aquellos que tienen siempre presente en su  trasegar el asunto de lo regio me veo en una carretera tras de dos niños que son mis hijos; se meten en un túnel; cuando llego al extremo del túnel está sellado pero en medio de mi incertidumbre viene un ser andrógino con un velo que le cubre el rostro y me indica una puerta lateral como los watter que se encuentran en los pasillos de los edificios; allí, efectivamente, están mis hijos ante una losa de mármol; mi hija tiene el mismo tipo de velo que el ser andrógino y está jugando con la fláccida desnudez de mi hijo echado sobre la losa. En el instante en que aparece la boca del túnel me veo apresurado saliendo de él y preguntándome qué se hicieron mis hijos en este momento que la tierra tiembla y el volcán está dando tremores;  luego estoy guareciéndome bajo el alerón de una fonda, llueve profusamente, enfrente tengo una pantalla de plasma que muestra la evolución satelital del clima enfocado exclusivamente en el sector del volcán cuyo panorama real tengo ante mis ojos al costado; la fumarola es altísima y el temblor constante; por una ventana veo a los parroquianos en la fonda borrachos, alguien pide diez cervezas y un ron “para mi trompo”. Un autobus choca delicadamente contra el ángulo esquinero de la casa de enfrente; la fachada se va a venir abajo, de modo que corro a protegerme y me veo saltando entre arroyos feroces en un lugar obscuro donde, en los extremos y costados, viciosos titilan sus cuzcas de bazuco; he perdido el saco y el morral. El día se anuncia con gentes indiferentes que se trasladan de un lugar a otro; la lluvia no está, en cambio, una luna llena de amanecer se conversa con otra luna que aparece y desaparece entre nubes; la situación se me hace tremendamente interesante cuando la otra luna empieza a decir que es un meteorito que va a chocar contra la tierra pues su tamaño se hace cada vez más grande y su mapa definido; se posa suavemente sobre el llano que tengo enfrente, en forma de inmenso balón inflable con un anillo de corredores como si fuese un hongo y en el que sendos personajes esperan sentados en sillas playeras; la gente, niños todos, corre hacia el fenómeno, yo dudo entre huir o ir a recibir los regalos que en pilas crecidas van entregando, cuando me acerco, el personaje se queda indiferente observándome, le digo que también quiero regalo, él me responde displicente que no entiende nada de lo que digo pero me entrega sólo un paquete como una pizza y un pequeño dispositivo como un tablero de comandos de play station. El rostro es oriental y de pronto me veo en una barriada tomando unas escaleras como las de incendio que se tambalean como una muela que se aferra a su trozo de encía pero logro el suelo. Un hombre se asoma a una puerta y se queda mirándome y me dice algo a lo que respondo con una ironía; las escaleras ahora son de concreto y bajando a su final el tipo se sienta conmigo a conversar animadamente, me trata como a un sabio, enseguida unas mujeres otean apesadumbradas el horizonte, sentadas como nosotros en el escancel de una tienda, ante la pregunta de si ya pusieron el almuerzo responden que esperan a que la cosecha sea óptima y no un tópico.
El camino del sueño lo recorrí íntegramente esta mañana, túnel incluido (es el túnel en construcción de la entrada del pueblo que ya tiene luz del otro lado). Los que pretenden que yo soy un tonto de remate y con sus razones de dinero me lo enseñan, andan como sonámbulos. Pero los principios no son tontos, si lo fuesen sería sólo para dejarse descubrir como fundamentos. Es por eso que la escritura sagrada vino luego del sueño a proponer su dialéctica in-codificada. En primera instancia la imagen apocalíptica del libro con los siete sellos es más real de lo que se presume y luego viene el evangelio con su anuncio lleno de lágrimas como las que vertimos los que no somos bien amados: Jerusalén, verás cómo serás sitiada y arrasada con tus hijos dentro. Pero, así como nosotros, que tuvimos tanta fe que sirvió  para volvernos transparentes en el sentido más lato de la palabra, para que la anticipación de la inteligencia no hollase los lind-e-ros del poder, Jesús va llegando al fin de su reinado; dosmil años es una cifra buena para mostrar a las generaciones el significado de la eternidad: humildad que ve  a la vida no como un misterio por resolver sino siempre resolviéndose, para dar paso al nuevo kristos erigido hace mucho:  el superhombre que el pobre Nietzsche encarnó, pero sólo como cord-ero d-e-go-h-ollado en un caballo. Todo el acero, todo el bio-tecno-dispositivo, todo el macro-cosmos económico-social que deja que sus muertos (alemanes, americanos, musulmanes, chinos) entierren a sus muertos erigiéndose como reyes en la jungle-Joung del nuevo mundo (hoy vi una pareja alemana pavoneándose por el parque del pueblo con su belleza estética real y con su somnolencia espiritual enraizada en sus negocios, en su  proyecciones, en sus dominaciones, tronos y potestades, ignorando a su Moisés que también anuncia que el verdadero hombre ha de sufrir mucho su ceguera y sus taras de moral pues el girar en torno de las pulsiones y aplicar su fuerza a la búsqueda de un poder de prevalencia es sólo errar en la aridez del ahora, antes de volverse la piedra angular) es la muestra de a donde puede llegar la evolución: piedras parlantes y pensantes, acero andante, nubes orantes que niegan el resentimiento de guerreros con motivos, de aborígenes sin estructura genética pero con el reino dentro (los principios encaletados en sus seres ignorantes), de los traficantes de ideologías espirituales que se venden como gurús de magias insulsas pues, qué es aprender principios de teosofía, de trasmutación de los elementos, de seres astrales que vagan por el mundo del absurdo, de libertades sexuales encadenadas a la culpa puesto que las esconden y las manipulan aun con violencia como el único objeto real de vivir, sino falta de humildad ante la grandeza del universo y sus posibilidades? que la masonería y la filantropía todavía rijan el mundo anclados en la política, solo puede significar que la madurez de la cosecha apenas se muestra como yemas de nuevas ramas en el árbol del tiempo. Ocho y ocho: dieciséis, seis y uno: siete, el número de la plenitud que aún tiene dualidad, todavía no elimina su atavismo. Los 88 años de la duquesa de Alba nos hablan de esos emigrantes que no son ramas o acodos del humanismo en las tierras del progreso, son las raíces hundiéndose más y más en la tierra de la conciencia, las ramas aún metabolizan el aire enrarecido de todos los puntos cardinales. El oriente perdido.         

PD:
Lo asombroso de lo anterior es que el SUPERHOMBRE advenido: la piedra pensante, el acero andante y la nube orante sólo se hace posible en aquellos que pusieron su fe en el Crystos cristiano

domingo, 9 de noviembre de 2014

LAS PERRAS


LAS PERRAS
Eran viejas amigas. Se cruzaron de nuevo luego de mucho tiempo cuando, en una noche víspera de día de difuntos, una sopesaba el asedio de una jauría de machos junto a su portal. La luna llena relumbraba en el acezante vaho de sus lenguas y el acero de sus miradas conjugaba el cinismo de sus risas en una gélida combinación de maligna inteligencia y calculada perversión. Se olieron a modo de saludo. ¿Quedaban? Y quedaron, para más tarde; al oído del recelo simulado de indiferencia.
La esperó en la esquina. Los agitados transeúntes ni reparaban en ella plantada allí con aire de desolación; había que asegurar las botellas y las viandas y hacer esfuerzos por no dejarse amilanar con la competencia de  disfraces que, a la luz de las lámparas halógenas de la entrada del supermercado de las palmas, se hacía más sonrientemente  feroz.
 Se fueron muy contentas observando tranquilamente el panorama. Parecía que con mirarse les bastaba. Husmearon un poco libros de la gigante libélula a través de la vidriera; vaya que tenía sus buenos bocados. Realmente el progreso y el dinero se veían por aquí; ¡cómo había cambiado la avenida! Otro cómplice brillo de ojos les disuadió de pasarse al otro lado a degustar un poco viejas tonadas que sonaban en el Hard Rock-Bar. Las monjas; qué buenas migas hacían el emprendimiento y la institucionalidad con la Universidad Católica ¡diablas !  Cuando arribaron al sector del cable, sus pelajes, blanco nieve polar de la una y color camarón de gitana vagabunda de la otra, resaltaron bajo las luces led que emergían de los dedos de la estatua viviente del semáforo. Era extraño que el clima de perros que hacía les hiciera sentir tibiamente románticas con la música de la hojarasca bajo sus pies y miraban las góndolas del cable que iban y venían con una cierta envidia por volar. “Por un par de perras puede usted organizar hoy su felicidad” oyeron decir a un hombre-sandwich; se miraron a los ojos y apuraron el paso, no fuese que las confundiesen para frotar la lámpara de Aladino –así se llamaba el local al que se hacía propaganda-  Cruzaron frente a una iglesia. El levanta del suelo a los que ya se doblan alcanzaron a oír. Ya no estaba, o no estaba ahora, el colegio Santa Inés. ¿Entramos?, dijo una; ¿qué te pasa?, preferible irnos atrás a echarnos un rapidito sobre el cuadro de san Jorge y el Dragón; así, sin echarnos, sólo restregándonos por encima. En realidad sólo lo pensó; qué vamos a perder el tiempo con esta noche bella, había dicho la otra.
Cuando ascendieron, por fin, al cerro de oro, habían alcanzado a comentar y llenarse sin ganas con el olisky de la gran oferta de fettuchini a la putanesca, Kibbi árabe, Hot dogs con mil innovaciones, etc. etc. Se sentaron sobre la barda con las patas suspendidas mirando al abismo y el lejano aeropuerto y a la sombra tutelar de un enorme edificio de apartamentos; el resto era bruma, oscuridad y silencio; hasta los grillos se quedaron expectantes. Se miraron de frente y chocaron los brillos de sus perras soledades. La una con su pene dispuesto, sin preocuparse del asunto del tamaño pues las que tomaban el asunto en cuenta era porque no sabían bucear en las profundidades de la emoción humana, pero con la nostalgia de la espera de una subvención para administrar las cuentas, la comida, los placeres; la otra con su ostensión de buenos helados en el nido solitario los fines de semana, o unos vinos sin acoso  o agobio cuando la tripa lo pidiera, o irse a hacer visitas de fin de semana a los familiares, o sentarse a hablar caca con muchos buenos amigos y con la  sincera confesión de que si la próxima luna, unos tres días -o cinco- antes de estar llena estaba por ahí, quizás quisieran arrancharse un buen tiempo sin lamentar disminución de sensibilidades o incremento de susceptibilidades.
La noche les alcanzó hasta para gruñirse un poco mordiéndose las orejas–literal y figuradamente- y para reírse un poco de percatarse de que más arriba seguía el alto del perro y luego el alto del zancudo ¿seguiría, entonces, la cumbre del microbio y se podría divisar la cabaña de Nano-nano? Sería mejor no especular, podrían llegar a ser devorados por la otra esfera. Mejor se refugiaban de nuevo en sus respectivas madrigueras.
     

sábado, 8 de noviembre de 2014

FE DE CHORLITO

FE DE CHORLITO

Pomeo era el duro de la cuadra. Era el que mejor sabía tirar el trompo, el que se conseguía las mejores monas –caramelos- y el que mejor sabía hacer la siete sin uno jugando a los cinco huecos; se paraba con estilo de pistolero del oeste sobre la raya con la mano izquierda pegada al muslo y la derecha con un puñado de bolas –canicas- apuntando a esa intuición matemática infantil de la mitad de los números naturales y con un pase casi de mago hacía que solo dos se metieran en el hueco cinco y dos mientras el resto de bolas, y de jugadores, “se volaban” como palomas asustadas o como runchos que salíamos siempre pelados y achantados del juego.
Me voy con coca-colo decía cuando jugábamos a las pandillas de pistoleros porque yo tenía una gran intuición para saber dónde iban a esconderse entre los morros y matorrales y llegarles por detrás, pero tenía primero que convencerme de que no me iba a volver a estafar los caramelos, cosa que siempre hacía para comprarme luego invitándome a comer arroz chino con la plata del robo de un kilo de cobre de los inducidos del papá. Nos lo comíamos en el parque Olaya, subidos en el muro que sostiene el bulevar de bellas artes y después nos íbamos a ver las putas de arenales bailar milonga; la cerveza nos la tomábamos en una cantina del barrio porque en arenales nos decían que fuésemos a que nos cambiaran los pañales.

* * *

Ayer eran las 4:11 de la tarde. Me hallaba bajo los alerones de El Placer cuando tuve un extraño vuelco en el corazón. Quizás era el terror que estaba sintiendo por la tormenta de raudales violentos arrastrados por vientos gélidos y truenos atronadores, me dije. Pero cinco minutos después la inmensa nube que treinta minutos atrás se revolcaba como una fiera herida se había descargado. Me dispuse entonces a seguir mi camino. A escasos veinte metros una burbuja que subía rauda se frenó en seco. Yo hice que no me enteraba; era tipo narco. ¡Oíga usted!, oí a mis espaldas, espere. Me volví y vi bajar una mujer humilde como de mi edad. Se acuerda usted de Gustavo, se acuerda de mí. No, no me acuerdo; Gustavo Pomeo yo soy Victoria, la hermana. Era de afán. Ya me había visto caminar por allí. Tome, quizás le pueda sacar algo a esto, usted que es poeta. Pero usted sabe que soy un fracasado, le dije. No importa, tómelo.
No sé por qué, me fui sin mirar aquello y pensando en la actitud de los perros que salieron a husmearme mientras me guarecía bajo aquel alerón. El labrador chocolate en leche me gruñó agresivamente. La perra negra que según una señora que salió también a despachar algún asunto se llamaba luna se echó tras mío y me tocaba con el hocico la pantorrilla derecha. Tenía frío, hambre. Ese paseo bajo un cielo límpido y un sol bello, yo que vivo del aire y de mi bendición naif, se convirtió en una tarde gris y violenta.
Con muchos defectos de sintaxis, ortografía, y difuso asunto aquello resultó ser un relato que he tratado de organizar; he aquí el resultado.

«¿Por qué o para qué cantan los pájaros? Debe ser que Dios habla con ellos a mi me gustaría entender lo que dicen los pájaros cuando cantan, pero no los pájaros finos o los pájaros exóticos; ellos ya tienen con sus tonadas el sello de su encanto o el idioma sin significado; a mi me interesa el canto de los afrecheros ¿se llamarán así por que son como uno que pela por el afrecho? No me gusta ese nombre; me gusta más como los llaman los europeos gorriones, pueden ser unos gorrones de las migas del pan de las indiferencias de los otros, Pero el que más me gusta es el nombre de copetones porque le hace pensar a uno que ellos también andan medio embriagados por la vida, así como yo; uno cree que es por aquí, y mentiras que es por allá, pero igual uno disfruta y, como yo, ellos no tienen miedos, saben que vienen con el ataúd incluido, caen como una hoja de otoño, los destripa un carro y listo no queda sino el plumero embarrado en pintura roja. Así como casi me pasó a mi un día.
» Mi mamá me había dado una plata para comprar el pequeño mercado de la semana, pero yo tenía muchas ganas de fumarme un bareto e irme a tomar un baño abajo a la batea, invité al nene, el es un chino teso aunque a veces arrugado, También me hubiera gustado invitar a la Mariana pero esa china empezaría a batirme por lo de la bareta y porque yo le mando la mano; ah, pero cómo me gusta esa boba, como canta y encanta y se desenvuelve bailando milonga; le gusta, como a mí, la melodía; a los dos nos gusta “qué tiene la niña de la ventera/que ni en los labios tiene color/qué tiene la niña de la ventera/es que está enferma del mal de amor”. El caso es que íbamos por la carretera a Villamaría cuando un carro último modelo se nos atravesó orillándose y nos hizo detener; el tipo empezó a maniobrar como para devolverse pero parecía que no sabía manejar bien o estaba aprendiendo, o quería ponernos a prueba la paciencia porque ya íbamos todos torcidos y uno se acelera cuando está así. El carro tenía pegadas en la parte de atrás unas calcomanías de dos viejas como en pose de pelear, la una tenía cachos y cola y un tenedor y la otra alas y aureola. El nene se mareo y dijo tengo un mal presentimiento, yo me devuelvo; cuando parecía que el man ya iba a cojer el camino de vuelta y nos iba a dejar pasar, otra vez echó reversa como para que viéramos que adentro iba una muchacha con cara triste que arrullaba un bebé y la cara del tipo como de ¿ustedes qué hacen por acá?. Yo seguí. y cogí el atajo para coger unas naranjas; era un día muy bacano. Me encaramé en bombas en el árbol que estaba repletico como de soles de atardecer. Me comí unas cuantas dulcecitas y blanditas como miel; otras las eche en la bolsa y me bajé para cojer el otro camino de bajada a los chorros, cuando se me apareció de la nada un man todo extraño muerto de la risa, grandote y con un machete en la mano. Yo me dije uy, este man se fue de atraco pero no, me dijo que dizque estaban con el combo en el sitio de reunión (cuál sitio de reunión si por allí no hay ningún sitio de reunión, pensé) y que iba a cogerse unas naranjas. Cuando llegué abajo y me iba a chutar por el último deslizadero se me aparece otra vez como salido de la nada y con la camiseta que no era negra sino azul hecha un atado de naranjas. De a una como pa’ocho manes, me dijo con su sonrisa extraña. En el charco no tuve vida pensando a que horas me caían, entonces encaleté la billetera bajo una piedra. Al rato de un momento a otro el cielo se arrugó y se sentía rugir la cañada, así que le apuré no fuera que me fuera a coger una crecida.
»Cuando me acordé de la billetera con los papeles y la plata ya estaba llegando a la casa y estaba anocheciendo. Ese man tenía que ser un duende. Los pajaritos cantaban después del aguacero: Mi-cre-ci-si-ta.
Esa noche no dormí rogando que la crecida no se hubiera llevado la billetera y me tocó dormir en casa de la abuela. Ahora sé lo que es tener angustia pero sé que la fe es una pendejada cuando tiene que mantener uno en misa sabiendo lo cacorros que son los curas. Que Dios me perdone porque ese día me libró de una pela aunque la pela me la dio la espera.»
Pero yo veré, güevón, el fin de semana me invita a alquilar cicla cuando le dé su abuela la plata para llevar al colegio, me decía Pomeo. Pomeo se distanció de mi cuando empecé a contarle que las muchachas del Nuevo Gimnasio, que quedaba diagonal del Ateneo Moderno y que después se llamó Agustiniano pues los terciarios capuchinos le dieron una mano al rector para que el colegio saliera de la quiebra, nos mostraban los calzones en los recreos, pero cuando salíamos no había forma de que alguna se diera por enterada de nosotros. Pomeo murió después cuando yo ya me había casado y aún albergaba esperanzas de encontrar el amor; lo atravesó una varilla de construcción en la recta entre la manuela y tres puertas mientras conducía un jeep.









jueves, 6 de noviembre de 2014

HEY: Did you appen to see the most beatifull girl in the world


http://youtu.be/ew9-Pq3Wsk



DE UN PEZ LITERARIO A LA CARNADA
Perdóname por comerme, una vez más, la carnada: “Si alguien no cae en ti, eres un fracaso como tentación”. Si caí; sólo que caí cuando aún no eras tentación. Yo, como el pez de María Mercedes Carranza en el prólogo a uno de sus primeros libros, quería escoger mi oportunidad de morder el anzuelo. Yo creí en ese momento que eras La Poesía, ahora eres sólo poesía. Y es que, claro, el olor de la carnada era embriagador: La inteligencia. Tú no alcanzaste a percibir que en lugar de caña hundida en un lago incierto, podrías ser una linda flor para ser admirada, cultivada, acariciada y, finalmente, no cortada pero si, quizás, visitada en los estambres para recolectar ese polen que es el instinto de que allí puede haber buen material para la miel. Fueron sólo timbres. Pero yo ya no era un chico atrevido que timbra y se excusa de que allá no viva ni vendan pastelitos calientes, Era otro medio hijueputa que timbra y sale corriendo a esconderse. O tal vez si, era un medio hijueputa pero no de los que putean sino de los que son puteados; entonces, para conservar la poca de dignidad que un hombre educado puede mantener, sólo podía timbrar para averiguar si allí habían puesto un clasificado: “No se necesita experiencia, ni títulos, ni recomendaciones”. Uno vive lleno de justificaciones. Que bueno, que quizás se hubiesen podido dar buena candela –ella desde la jerarquía y uno desde la confianza en la inteligencia y nobleza-; que habría podido hacer una o dos obras de caridad saltándose las políticas corporativas para acceder a un archivo o dejando de cobrar por un aviso institucional y habría podido encimar un café dejándose entrevistar acerca de todos esos guiños para esa cantidad de tiburones y peces espada que están buscando ensartar lo que se encuentren y, bueno, también se hubiera podido encarrilar una cierta tendencia a hacer psicoanálisis. Si, el aroma era irresistible, pero uno tiene que aprender cuando el aroma a orín de clase es de esos que se han ido adquiriendo a través del conductismo de los elegidos y de los privilegiados y cuando ese mismo aroma tiene un matiz que se adquiere en los contrastes de valores y antivalores. Se puede tener estilo sin dinero pero no se puede tener dinero sin estilo; sólo que de acuerdo al estilo podrá brillar el dinero: Los burros cargados de oro siguen siendo burros aunque respetados, pero solo es un ejemplo; los dos podíamos presumir de nuestro estilo aunque fuesen reputeados en lo reputado. Sólo que uno a veces se pregunta: ¿Se quiere repatriar la reputación luego de haberse exiliado en la perdición? o mejor ¿se quiere opacar la perdición después de transparentarse en la no-reputación? ahí es cuando el estilo no escribe sino que chuza y se debate; pero es una solemne tontería: El artista como sufridor es el mismo santo luchador que no quiere aureola, solo quiere su arte y su amor, lo que lo hace más meritorio.
Perdón poesía, las carnadas comidas no me han engordado pero me han nutrido amargamente tardes, sueños y madrugadas.

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martes, 4 de noviembre de 2014

VÍSPERA

VÍSPERA DE TODOS LOS SANTOS

Las palomas con su crochet sobre las vigas desnudas
la misa de doce no hilan, destejen a picos un velo
y un puñado de pétalos pichones como escape de calamares
su tinta por el aire esparcen al paso de la ilusión del amor
en unos ojos que osan atisbar más arriba
de viga en viga a la rayuela juegan
pisando la raya entre la realidad y la apariencia
y es-tiran el del estribo del instante con aleteos de agonía
antes que el Señor venga a adueñarse de su negocio
antes de responder la pregunta:
Si se te cae un polvito –o un hijo-al foso
aunque sea sábado no lo recuperas?
A nosotros los animalitos
¿no nos va a resucitar o a poner en la picota
cuando la hora llegue de restituir al huesito su cadera?
campo traviesa se quedan Cd’s abalorios y queman
el archivo testigo de la boda que firma el acta
de la fe y el efluvio de la vid que no gazmoña se trasmuta.

LA GESTON DE DIOS


LA GESTIÓN DE DIOS
Dios no era perfecto en aquel tiempo. Era demiurgo: De-mi-(h)u-rgo, y en su calidad de tal se asumía como constructor. Estaba dedicado a insuflar el fuego en los seres. Pero algo extraño sucedió: La boca con que el fuego era trasladado de su ser a las criaturas se selló; sólo podía, mediante el mismo esfuerzo que hace el trompetista para tocar con éxito su instrumento, insuflar el fuego, sólo que su éxito con el fuego era mínimo. Entró en profunda depresión. Los elementos dijeron que había que acudir en su ayuda; entonces la obsidiana se restregó contra el rayo y se hizo cuchillo, pero la boca no cedió. La era glacial se hizo y la situación fue catastrófica para la maravillosa naturaleza que había alcanzado a construir. El Hierro entonces tuvo unas larguísimas nupcias con Obsidiana – Gea, la tierra, participó desde sus entrañas- y el acero nació pero tampoco fue capaz de abrir el orificio. Fue preciso que el diamante, nacido de sí mismo por obra de la humildad del tiempo –y que no era otra que Dignidad, de-ígnea-edad en su substancia invisible- viniese para que en un pequeñísimo lapso de luz que se unió a una cierta pose sensual del diamante, abriese nuevamente su boca.
Fue en esa era que nacieron todos los pusilánimes. Ahora que Dios es perfecto está dignamente retirado. Dejó la palabra en su representación. Pero los hombres obnubilados por ciertos espejismos no saben que, por ejemplo, la palabra gestión quiere decir: Gesta-en-ti-no, Entonces algunos descendientes de los pusilánimes que entendían un poco de habla y pensamiento porque recibieron un poco más fuego de vinieron a hacer la labor de todos los que desesperadamente intentaban tirar con la vida.
Los actuales gestores de cultura no saben aún que en aquella era tan triste y fatídica también nacieron los lobos, esa raza feroz y adaptable que mata por matar cien o mil ovejas y sólo se come una. Era el espíritu desesperado de los pusilánimes que quería entender como corre la sangre, el vehículo del fuego, para ponerla a correr en sus cuerpos.
FUEGO: Fe en que se echa el ego.

CARDENAL CISNEROS


CARDENAL CISNEROS
(A propósito de un premio Príncipe de Asturias y su papel en El Tiempo)

¿Qué-cata-la –uña, Cataluña?
La minucia pero también el desperdicio
y si en la minucia hay una espina clavada?
Vale menos el dolor que el dedo, amigo
porque, si en un cisne se ayuntó Eros, Cisneros
no sería para vadear los deshielos
mas si no para nadar en mansedumbres turbias
En alguna parte huelen los aristócratas feo
como todos
aunque rancio sea una palabra linda
porque cuando nació lo que ansío
y no por mi nombre
es porque se acordaba, vagamente,
de adónde dejo el olvido
’Lo que acontece en la calle”’ Mairena: ‘“No está mal”
pero no alcanza para traducir
“Los asuntos consuetudinarios que acontecen el la rúa”