Y,
qué tal, que fuese yo un inteligente perro feral
que
fue hasta el castillo de la cultura
-no
fue al palacio, Palas le había dado el palio a la casta-
esa
casta-y–yo, no conjugábamos; más,
Palas había dado lo suyo
y
se hastió de sus manjares, hechos de exigencia y suplicio
y,
supongamos, que el perro alcanzó a ir hasta la cocina
a
fuego de resistencia pasaban ideas por el chino
cultura;
pero las trufas siempre necesitaban un perro o un cerdo
de
modo que solo eran digeribles con el vino
o
con intensos retortijones del esto-mago
¡qué no entiendo!
Cuál
pá-lacio si todo es re-torcido,
lacedemonio
y
sucedió, que de las muchas co-incidencias se pasó al culto
a
ciertas escogencias del manto de la serenidad
que
querían ahuyentar embates juguetones del espanto
y
ahora que como vómito traigo a mi tribu las primicias
sabor
mal digerido contra hambre de saber se luchan las náuseas:
deja
que la-roca-fuerte, roquefort te
presente sus larvas, cómelas
las
águilas de Atenea necesitan alimentar a Muerte, su hijo.