MELANCOLÍA
Melancolía,
agridulce sabor de la felicidad cuando se cansa
de
ser amiga de la risa:
coge
sus atado de acasos, los mete en su mochila
se
encasqueta su chaqueta de cielo gris
y
se perfuma con garúa de Lima
y se va a negociar con la adversidad
acerca
de ases guardados en manga de antojos
acerca
de antiguas jugadas dejadas a las albricias.
Se
deja invitar a un té
y se deja apalear con sus elegantes ironías
sofísticas
-si
tuvieras billetera de cuero de culebra
podrías
enviar inteligentes regalos a una dama chicanera
pero
como solo tienes aires de elegante pelagatos
sólo
puedes calentarle la panza a las piedras-
Cuando
por fin se arrellana en su sofá de angustias asfálticas
serenadas
con tisanas de soles tediosos
le
suelta su andanada y la acusa
de
vieja neurótica masturbatoria a dúo con la malicia
más
le espeta cuando ella se ríe de sus argucias:
Puesto que
toda masturbación es cerebral, estás perdida;
yo,
melancolía divina al menos me hago el amor a mi misma
y me nutro
de mis profundos jugos
mientras
vemos qué se hace con el estado de sitio;
tú, en
cambio, eres como un fumador de bazuco
que se
masturba con la realidad, árbol estéril
que no da
frutos.
sólo
aquellos que regamos de fe o de estafa
pero los sueños,
sueños son y son putos
y tú, avara
cultivaste goce de disgustos.
Entonces
se larga dando un portazo
y
de paso les pide un plon a los
muertos
que
se fuman sus porros de niebla
encaramados
en las palmeras del cementerio
mientras,
una niña pesca en río de belleza revuelta
con
su caña de cámara obscura
-es
nostálgica de análogas épocas menos eclécticas-
y
engarza fotografías de sus fachadas de mármol sin pátina
sólo
un nicotínico esmalte amarillo
con
el que barruntan inciertas citas
de
limpieza con la odontóloga del miedo.
Se
devuelve entonces furiosa y le grita:
Si al menos
me dieras como les das a las viejas
brujas o
vírgenes cuando me ocultan en pantalones
elíxir de lágrimas
para desahogar el despecho
de capitular
a la DEA de delirios su adicción
a patrocinar
improbables hechizos.