miércoles, 21 de febrero de 2018
PRELUDIO DE EPOPEYA
Puesto que el plástico y la piedra mantenían un vínculo bastardo
por el cual se hace diferente el vínculo de mi país mental del país geográfico
lejos, tan lejos, ay, mi paraje prójimo, ese nudo de piedras que quiere ser nudo de víboras
y que empinado en las fauces del caimán, inconsciente volando en el humo del guarumo,
mi pobre Yo otro enmonstruado en los dientes del maíz,
mascándole a dentelladas el tabaco a su tatarabuelo maya, allá donde él acariciaba el corazón
cuando ya no servía para nada; ay, mi país al que nunca la madre europea ilustrada
en la arcilla noble le dio de mamar la borrachera plástica
solo el fado y la porcelana de oriente y el fardo, a-fe-que-ardo, de rabia estéril, moral
una cruz de fijar con clavos, no un homini luminis destellando los brazos de Leonardo
en todas direcciones, voló y no se ha dado cuenta, el gato no ha avisado del salto cuántico
-ah, tiene que mamar el árbol su leche de espejos, colgados del estúpido clavo del tiempo-
pa'-sí mi pobre país aún no trabaja; hoy por mi solo, mañana por ti dice la boleta
ahora que hay cosecha de promesas y la subienda de lenguas boquea desesperada
la miasma de calma chicha y la pucha caída todavía se ofrece a bocas borrachas de ignorancia
el colmillo huérfano se lanza a inocular su veneno de hambre creyéndose unicornio
dándole palo al árbol de pan que ha de alimentarlo mañana
cuando los Yo abuelos hayamos enterrado la quinta generación dichosa soñada
atacando el mercado, la institución prostituta, le hace asonada a su madre
que ya tiene plante aunque no sea cortesana
y se llena las manos y la boca de gula lasciva
quiere devorar cada uno la fe-del-arco-putovoltaíco, FARC
que trabajó para todos en barro y balas por cincuenta años
¡Ay, mi país mental no se parece a tu derecha imitada!
Hoy, país que está importando el país emputecido de Bolívar, para rescatarlo hermano,
piensa en lo bien que barrió la pobre escoba Escobar que montada en su anaconda ideal
conquistó el reino del aquí y ahora levantando el polvo de la dicha; el reino mental
sin moral de código esclavo de un cielo de pacotilla ahora que el reino se llama dinero
donde se montan todos los tinglados de corte ecuánime y protocolo
y se coronan los reyes de rostro sereno que mueven en el corazón los hilos
que riegan la sangre en diferido y ponen a la culpa a trapearles el piso de los motivos razonables,
tan astutos como una fisura en el dique que ya dibuja la forma del agua,
dile tú a tu pobre país mental que empiece a mirar por probar de lo que hay nuevo
pero que no se abstenga del banquete: también a la abuela se le cuajó el huevo
cuando quería hacerle ponche al patrón y sin embargo se lo comieron;
dile que vote pero no como una basura; que arriesgue a tener que reconocer
que se limpió con el mantel mientras el anfitrión con la servilleta entre las piernas
se limpiaba con la sucia mano de la cortesía que no le daba para más allá de sí mismo
y su imperio lejano y fementido.
MANCHA
(A un monumento de obra civil)
Viéndote la raya de la nalga
a través de un triste velo
y hacerte un poema con mil rayas
que no te hagan sonrojarte
antes bien, que te provoque deseos
de estar despatarrada, conmigo
en un paraje solitario
y que los elfos y los duendes y las hadas
nos sirvan con envidia sus cuencos de ambrosía
de la fuerza que no se acaba y cada vez más quiere;
ay, y tienes nombre, dueña de esa nalga
pero no te llamas Lucía -la ousía- ni Rosa ni Cielo
ni Amanda, y aunque eres respetable y bella
te llamas Mancha y estás abandonada;
ostentando aroma a pis de vagabundo
pequeña mancha tan virginal como lasciva
emergiendo del mármol, monumento del triángulo
que venera el compás y el ojo del dólar
pero que además honra el misterio del cuerpo y la piedra
cuando todo era nada y fuiste siendo forma
para que nadie recuerde ni denoste de la inteligencia
de un Lleras Vargas o viceversa de la astucia de las nalgas
prostitutas astutas que aprendieron a hacerse cueva
donde el rayo guarda otra raya
del dios voluntad, ese paso avieso
en la memoria de las razas.
II
Mi papá, ese pobre bobo vivo, sabe
de las andanzas de tu abuelo
y mi oído que aún es virgen de sortilegios
tiene fresco el escozor delicioso
de la raya de la nalga en los bajos fondos
del barrio Eduardo Santos
haciendo honor a mi nombre
con lacayos sin nómina en palacio;
hoy el defensor del pueblo mama de esa leche
y aún los Santos conservan esa aura
que lucirá en nuestras cabezas sin trauma.
VIENTO
Ah, cómo me gusta el viento
destilándose su alcohol de multitudes
para irse luego a mostrar su nombre de nubes
y acaso derramarse en semen traslúcido
del que huyen como viejas gazmoñas;
yo, que al viento ya le he descubierto la coña
le digo: hey, infame hermandad de ponzoña
dejad que fragüe una cuenta decente
para que alguna vieja triste porque ya no le tiembla
ningún grillito cae ya en el punto aquel [la telaraña
donde el sol se muere de ganas
ay, bañarse en esa obscura agua.
Ah, cómo me gusta el viento borracho
tirándose a cuanto hueco encuentra
y descansa amparado en su mole de seguridad, molicie
dicha pudriéndose sin mano de pensamiento que la embale
y la venda como mercancía apta para la felicidad
no como droga fácil para la decadencia;
ah, que el viento encienda el pucho de los poetas
de ahora les siga regalando su bohemia noche,
que les cubra de hollín el respiradero de la conciencia.
SIN TÍTULO
Por virtud de ese tiempo llamado historia
una tribu grande hace guerra en pro de la memoria
de un libro gordo que escribió -supuesto- un flaco vocablo
con ínfulas de enorme concepto
de lo que no se puede abarcar con la mirada
puro sentimiento, la fuerza de la palabra
cuando el verbo flotaba sobre las aguas
y se hizo adorar y perseguir el misterio
le llaman Dios a ese condominio paradisíaco
con dulces cabañas en el reino de cucaña
y, de corazón extravían la yunta en una piedra
me espera en la puerta como un milagro
dividido en muchas faldas largas y apetitosas
la fuerza de la palabra en su Atalaya
poesía de la paradoja para estultos
ay, el ojo del dios que es capaz de mirarme el ojo del culo
sin que yo sienta su satelital monóculo
que sabe a acabo de poner separador en Ian McEwan
¡qué perdición! ese libro menor que intenta hablar
de la fuerza de la humanidad
no de la humanidad de la fuerza
que no obstante comercia con la punta del arado
y sabe manejar la semilla de la culpa
tampoco sabe McEwan pero conecta
que el labriego debe cultivar
no la fuerza de la palabra sino la palabra de la fuerza
¡Ay, fruto tan duro!
pero progresa
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