miércoles, 21 de febrero de 2018

MANCHA


(A un monumento de obra civil)


Viéndote la raya de la nalga

a través de un triste velo

y hacerte un poema con mil rayas

que no te hagan sonrojarte

antes bien, que te provoque deseos

de estar despatarrada, conmigo

en un paraje solitario

y que los elfos y los duendes y las hadas

nos sirvan con envidia sus cuencos de ambrosía

de la fuerza que no se acaba y cada vez más quiere;

ay, y tienes nombre, dueña de esa nalga

pero no te llamas Lucía -la ousía- ni  Rosa ni Cielo

ni Amanda, y aunque eres respetable y bella

te llamas Mancha y estás abandonada;

ostentando aroma a pis de vagabundo

pequeña mancha tan virginal como lasciva

emergiendo del mármol, monumento del triángulo

que venera el compás y el ojo del dólar

pero que además honra el misterio del cuerpo y la piedra

cuando todo era nada y fuiste siendo forma

para que nadie recuerde ni denoste de la inteligencia

de un Lleras Vargas o viceversa de la astucia de las nalgas

prostitutas astutas que aprendieron a hacerse cueva

donde el rayo guarda otra raya

del dios voluntad, ese paso avieso

en la memoria de las razas.


II
Mi papá, ese pobre bobo vivo, sabe

de las andanzas de tu abuelo

y mi oído que aún es virgen de sortilegios

tiene fresco el escozor delicioso 

de la raya de la nalga en los bajos fondos

del barrio Eduardo Santos

haciendo honor a mi nombre

con lacayos sin nómina en palacio;

hoy el defensor del pueblo mama de esa leche

y aún los Santos conservan esa aura

que lucirá en nuestras cabezas sin trauma. 




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