martes, 16 de abril de 2013

BAZUCADA 2011(Inspiraciones para un escritor de domingo)


BAZUCADA 2011
¡Hijos de putaaaaaaaaaaa!.- Que el grito de una mujer histérica resonase en el apacible sueño de una ciudadela decente habría sido una sorpresa y escándalo mayúsculo, pero que un estertor de furia cuya fuerza se hace sentir en todo un piso de oficinas de un edificio inn por más que sea el centro nervioso de una ciudad caribeña en la modorra de las dos de la tarde ya era la tapa del colmo del asombro, la novelería y el platillo mayor para la lengua inquieta de los costeños, incluso más la de los ejecutivos, prisioneros en los corsés mal aprendidos de la diplomacia y los modales; por eso este grito desgarrador fue un suceso digno de recordarse, mas no por las pobres historias tejidas alrededor o la comidilla de que Alicia, toda una ejecutiva de economía y finanzas, bella por demás y elegante entre lo posiblemente contradictorio de los cánones del gusto por sus mulatos rasgos y la esponjilla de su pelo reacio a los alisadores de moda, hubiese sido su protagonista. De modo que cuando el asustado y cismático presidente de la compañía corrió a la oficina privada contigua de su segundo en la compañía a preguntar qué pasó, esta dijo: nada, malparido, que renuncio, y salió tan furiosa como ondulante de carnes tras el portazo que se abrió paso con imprecaciones y gestos obscenos entre la fila de empleados. Se fue por el centro histórico mascullando incoherencias; dio un rodeo sin miedo por Getsemaní, llegó al muelle de los pegasos y contempló por un rato los hipogrifos con mirada ausente como deseando que sus alas la llevaran tan lejos como aquella muerte que si fuera de alguna vida, no sería tan dolorosa como la que se acababa de suceder. Cuando empezó a tambalearse por el cansancio y decidió quitarse los tacones había cruzado a la avenida enfrente del hospital naval donde los soldados de guardia se prodigaron en piropos procaces ante su respuesta catatónica y a tu madre y a tu tía y a tu abuela y a tu prima también comem... y se vio deambulando por el malecón rumbo a la boquilla.

Entre tanto, Roberto volvía desde más allá de donde las encrespadas olas del sector de la boquilla y el generoso boquear de valvas descubiertas de su camuflage en la arena por el retirarse de la marea invitaba a dejarse llevar por el surffing de la mente y en el camino recoger una buena tal-egada para un arroz con chipi-chipi. Eran tantas las cosas que había que dejar descansar: La nueva novela que estaba deseando abandonar ante la sensación de repetirse, o acaso fuera el miedo a no estar progresando en depurar su estilo, ese miedo eterno del escritor a sentirse tan principiante como antes de las primeras lisonjas o los primeros orgullos traídos por el heraldo de la certeza en bandeja de delicados hallazgos o violentas efusiones que aun después de reposar ese orgasmo vibrante y pletórico de abismos hollados, de sugerencias insospechadas, de sorprendentes arribos, guardaba el sabor de los amores para toda la vida. La trepidante aventura que estaba teniendo, ahora que el matrimonio con Sara había arribado a un mar sereno y apacible donde la conjunción de inteligencia y tolerancia había por fin puesto el bajel ligero de sus visagismos –un desorden por aquí, una manía de provocar el cascarrabias por allá; algún dejar con los crespos hechos la trampa de los celos, algún olvido premeditado de las obligaciones- en un arrecife contaminado por la costumbre; si todo estaba cambiando de un modo tan radical, si la libertad ya no era un eufemismo de mamertos, si ahora probar de todo era fácil, seguro y barato...pero, que va, de todos modos el imperativo categórico de la clase, de la disciplina, de la crianza mandaba; pero había que arriesgarse, ¿no estaba leyendo acaso que en la sociedad del riesgo ya las relaciones y las acciones no están signadas por ningún antes ni por ningún después, si el horizonte con el antes y el después casi nunca llegaba a donde se esperaba, por qué no concentrarse en aprovechar las sorpresas que iban acaeciendo? Además era fascinante andar a tientas y dejar volar la imaginación sin poner mientes en el peligro: Soy escritora había dicho en aquel ligue de sala de chat; yo ejecutiva de cuenta, y habían comenzado aquel escarceo de rounds inteligentes y plenos de humor donde lo que más les enganchaba era la sutileza, la perspicacia, ciertos lugares comunes de erudición no pedantesca que se esbozaba mejor en coincidencias del buen gusto y un erotismo tan gaseoso que permitía dejarse volar en el equívoco y salir bien librado en lo apropiado; claro que la magia era posible gracias al destapar cartas de una de las partes: soy de ambiente había dicho la una; yo una esposa fiel había dicho la otra, pero siempre se iban por las ramas y dejaban para el día siguiente otro poco de atrevimiento y reto a la imaginación: qué vas a hacer mañana preguntaba la una; spaguettis a la putanesca contestaba la otra; ah, caramba y eso cómo es inquiría la primera resignando la curiosidad a un nuevo conocimiento tan viable como el otro pero menos intrincado; ¿te gusta la sal?. Bueno, depende; si es para el tequila, paso; prefiero arriesgarme a meter en seco la lengua para buscar el gusanito ¿o es un chapulin? Pucha-ni-l-o-uno ni lo otro, es pasta con anchoas, aceitunas, uvas pasas, aceite de oliva, un poco de salsa de tomate y una copita, o una botella de vino tinto. Queso. Ese si es saladito. Y,¿Roquefort? Bueno, apenas, ese lo prefiero para el desayuno en la playa. ¡Qué no te vayan a pillar! ¿Quienes? Las gaviotas. ¡Ah!, picotean duro ¿no?
El pomelo de la vida de la galaxia cae, pero no por su propio peso ni en la boca de nadie. ¡Cómo pude ser tan estúpida! Sólo se había atrevido a sentarse en uno de los espolones y remojar los pies y la esponja del pelo para serenar el impulso de empelotarse e irse caminando a alcanzar la frescura definitiva. Aún no se pregunta que va hacer con su vida deshecha y su reputación hijueputeada, si no cómo pudo ser tan estúpida, pero su cerebro le rebotaba la palabra: No, tan angurria; dejar los jugosos ahorros en acciones pelechados a base de rudas y riesgosas pero conocidas jugadas en la bolsa en no se sabe donde; hubiese sido preferible haber dividido el riesgo cuando aquel vividor que brotó de la nada, y lo peor de todo es que no podía chistar, le dijo que bien podía invertir a corto plazo en el consorcio DMG (Ni siquiera se había preocupado en saber qué y quién era la tal sigla: David Murcia Guzmán) o invertir un poco más lento pero con rendimientos exhorbitantes de holdings y comodities que estaban jugando duro con un bajo perfil. Si hubiese guardado un poco más en la cuenta de ahorros. Ahora quién sabe cuál o cuántos H. P. estarán gozándose su inteligencia en fin-ansias. Ya su cabeza no daba para rememorar claramente si eran monsieur o monseñor que, o si eran de banco marciano o banco ambrosiano, las cuentas hasta donde alcanzó a rastrear movimientos que hacía mucho habían perdido su fisonomía o el respaldo que ella se podía atribuir como agente de bolsa.
Ninguno de los dos había imaginado nunca haber querido ir a parar al Havana Rum Nigth Club, pero cuando se chocaron en la puerta, él por desvarío de querer evadir un posible encuentro no deseado ni imaginado, o, peor aún, una loca pero exitosa y excitante cita a ciegas; era mejor tomarse un par de rones en cualquier sitio y expiar un rato cualquier bruja para volver sano y salvo a casa; ella por desespero decidido a botar la bata de un modo etéreo, el distante pero potente imán de sino que los dos habían percibido cuando al ir él a afincar un pequeño paquete de acciones adquiridas en internet con un Banco que además de ser el suyo le había simpatizado con el slogan de no se deje dar gallina y con ocasión de un premio de novela que valía respaldar para los mangos de la memoria, unos zarcillos cuyo vaivén traía y llevaba un aroma sutilísimo que lo obligó a acercarse por encima del mostrador con el doble y complementario hechizo ni espero ni aspiro que este aire de níspero me deje mamey aspirar el olor de su zarcillos y que el corazón como un niño asustado que ha saltado la barda prohibida se devuelve para no ser requerido, no le permitió seguir por el camino de aquella sonrisa. Pero esta vez, ella sabiéndolo tímido, él sabiéndose admitido, volvieron a dejarse atrapar en el centro magnético; entonces se tomaron unos rones y ella lloró en su hombro amargamente hasta que ya con un inhibidor del tacto encima, pero con el gato del pudor alerta, acaso asustado, ella le propuso la locura.
La joven noche es seductora pero también es buena consejera. Ya había cometido el primer pecado, no debía, por el bien de la buena marcha y un difuso obseder de la aventura, cometer el segundo; o acaso la mezcla era prohibitiva: Ella se había dado alguna vez unos pases y alguna otra había fumado de la roca, ¡pero bazuco!...no habiendo más... La playa desierta de las diez de la noche y él con el dolor de haber perdido la virginidad de los pulmones pero sin remordimiento fue testigo del trepidante aterrizaje de una conciencia por la que en unos minutos desfiló misterioso, caótico, burlón, todo el misterio de la danza de las letras.
Cuando se despidió dándole un beso en la frente y dejándola segura en un hotel de buena y discreta familia hasta otro día más sosegado, se vio fugazmente diciéndole a Sara: Esta es Alicia, gran ejecutiva financiera y amiga que va a vivir un tiempo con nosotros pues ha caído en desgracia.            

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