BAZUCADA
2011
—¡Hijos de
putaaaaaaaaaaa!.- Que el grito de una mujer histérica resonase en
el apacible sueño de una ciudadela decente habría sido una sorpresa
y escándalo mayúsculo, pero que un estertor de furia cuya fuerza se
hace sentir en todo un piso de oficinas de un edificio inn
por más
que sea el centro nervioso de una ciudad caribeña en la modorra de
las dos de la tarde ya era la tapa del colmo del asombro, la
novelería y el platillo mayor para la lengua inquieta de los
costeños, incluso más la de los ejecutivos, prisioneros en los
corsés mal aprendidos de la diplomacia y los modales; por eso este
grito desgarrador fue un suceso digno de recordarse, mas no por las
pobres historias tejidas alrededor o la comidilla de que Alicia, toda
una ejecutiva de economía y finanzas, bella por demás y elegante
entre lo posiblemente contradictorio de los cánones del gusto por
sus mulatos rasgos y la esponjilla de su pelo reacio a los alisadores
de moda, hubiese sido su protagonista. De modo que cuando el asustado
y cismático presidente de la compañía corrió a la oficina privada
contigua de su segundo en la compañía a preguntar qué pasó, esta
dijo: nada,
malparido, que renuncio,
y salió tan furiosa como ondulante de carnes tras el portazo que se
abrió paso con imprecaciones y gestos obscenos entre la fila de
empleados. Se fue por el centro histórico mascullando incoherencias;
dio un rodeo sin miedo por Getsemaní, llegó al muelle de los
pegasos y contempló por un rato los hipogrifos con mirada ausente
como deseando que sus alas la llevaran tan lejos como aquella muerte
que si fuera de alguna vida, no sería tan dolorosa como la que se
acababa de suceder. Cuando empezó a tambalearse por el cansancio y
decidió quitarse los tacones había cruzado a la avenida enfrente
del hospital naval donde los soldados de guardia se prodigaron en
piropos procaces ante su respuesta catatónica y
a tu madre y a tu tía y a tu abuela y a tu prima también comem... y
se vio deambulando por el malecón rumbo a la boquilla.
Entre tanto, Roberto volvía
desde más allá de donde las encrespadas olas del sector de la
boquilla y el generoso boquear de valvas descubiertas de su camuflage
en la arena por el retirarse de la marea invitaba a dejarse llevar
por el surffing
de la
mente y en el camino recoger una buena tal-egada para un arroz con
chipi-chipi.
Eran
tantas las cosas que había que dejar descansar: La nueva novela que
estaba deseando abandonar ante la sensación de repetirse, o acaso
fuera el miedo a no estar progresando en depurar su estilo, ese miedo
eterno del escritor a sentirse tan principiante como antes de las
primeras lisonjas o los primeros orgullos traídos por el heraldo de
la certeza en bandeja de delicados hallazgos o violentas efusiones
que aun después de reposar ese orgasmo vibrante y pletórico de
abismos hollados, de sugerencias insospechadas, de sorprendentes
arribos, guardaba el sabor de los amores para toda la vida. La
trepidante aventura que estaba teniendo, ahora que el matrimonio con
Sara había arribado a un mar sereno y apacible donde la conjunción
de inteligencia y tolerancia había por fin puesto el bajel ligero de
sus visagismos
–un
desorden por aquí, una manía de provocar el cascarrabias por allá;
algún dejar con los crespos hechos la trampa de los celos, algún
olvido premeditado de las obligaciones- en un arrecife contaminado
por la costumbre; si todo estaba cambiando de un modo tan radical, si
la libertad ya no era un eufemismo de mamertos, si ahora probar de
todo era fácil, seguro y barato...pero, que va, de todos modos el
imperativo categórico de la clase, de la disciplina, de la crianza
mandaba; pero había que arriesgarse, ¿no estaba leyendo acaso que
en la sociedad del riesgo ya las relaciones y las acciones no están
signadas por ningún antes ni por ningún después, si el horizonte
con el antes y el después casi nunca llegaba a donde se esperaba,
por qué no concentrarse en aprovechar las sorpresas que iban
acaeciendo? Además era fascinante andar a tientas y dejar volar la
imaginación sin poner mientes en el peligro: Soy
escritora había
dicho en aquel ligue de sala de chat; yo
ejecutiva de cuenta,
y habían
comenzado aquel escarceo de rounds inteligentes y plenos de humor
donde lo que más les enganchaba era la sutileza, la perspicacia,
ciertos lugares comunes de erudición no pedantesca que se esbozaba
mejor en coincidencias del buen gusto y un erotismo tan gaseoso que
permitía dejarse volar en el equívoco y salir bien librado en lo
apropiado; claro que la magia era posible gracias al destapar cartas
de una de las partes: soy
de ambiente
había dicho la una; yo
una esposa fiel había
dicho la otra, pero siempre se iban por las ramas y dejaban para el
día siguiente otro poco de atrevimiento y reto a la imaginación:
qué vas a
hacer mañana
preguntaba la una; spaguettis
a la putanesca contestaba
la otra; ah,
caramba y eso cómo es inquiría
la primera resignando la curiosidad a un nuevo conocimiento tan
viable como el otro pero menos intrincado; ¿te
gusta la sal?. Bueno, depende; si es para el tequila, paso; prefiero
arriesgarme a meter en seco la lengua para buscar el gusanito ¿o es
un chapulin? Pucha-ni-l-o-uno ni lo otro, es pasta con anchoas,
aceitunas, uvas pasas, aceite de oliva, un poco de salsa de tomate y
una copita, o una botella de vino tinto. Queso. Ese si es saladito.
Y,¿Roquefort? Bueno, apenas, ese lo prefiero para el desayuno en la
playa. ¡Qué no te vayan a pillar! ¿Quienes? Las gaviotas. ¡Ah!,
picotean duro ¿no?
El
pomelo de la vida de la galaxia cae, pero no por su propio peso ni en
la boca de nadie. ¡Cómo
pude ser tan estúpida! Sólo
se había atrevido a sentarse en uno de los espolones y remojar los
pies y la esponja del pelo para serenar el impulso de empelotarse e
irse caminando a alcanzar la frescura definitiva. Aún no se pregunta
que va hacer con su vida deshecha y su reputación hijueputeada,
si no cómo pudo ser tan estúpida, pero su cerebro le rebotaba la
palabra: No,
tan angurria; dejar
los jugosos ahorros en acciones pelechados a base de rudas y
riesgosas pero conocidas jugadas en la bolsa en no se sabe donde;
hubiese sido preferible haber dividido el riesgo cuando aquel vividor
que brotó de la nada, y lo peor de todo es que no podía chistar, le
dijo que bien podía invertir a corto plazo en el consorcio DMG (Ni
siquiera se había preocupado en saber qué y quién era la tal
sigla: David Murcia Guzmán) o invertir un poco más lento pero con
rendimientos exhorbitantes de holdings
y
comodities
que
estaban jugando
duro con
un bajo perfil. Si hubiese guardado un poco más en la cuenta de
ahorros. Ahora quién sabe cuál o cuántos H. P. estarán gozándose
su inteligencia en fin-ansias.
Ya su
cabeza no daba para rememorar claramente si eran monsieur
o monseñor
que, o si
eran de banco
marciano o
banco
ambrosiano,
las cuentas hasta donde alcanzó a rastrear movimientos que hacía
mucho habían perdido su fisonomía o el respaldo que ella se podía
atribuir como agente de bolsa.
Ninguno
de los dos había imaginado nunca haber querido ir a parar al Havana
Rum Nigth Club,
pero cuando se chocaron en la puerta, él por desvarío de querer
evadir un posible encuentro no deseado ni imaginado, o, peor aún,
una loca pero exitosa y excitante cita a ciegas; era mejor tomarse un
par de rones en cualquier sitio y expiar un rato cualquier bruja para
volver sano y salvo a casa; ella por desespero decidido a botar la
bata de un modo etéreo, el distante pero potente imán de sino que
los dos habían percibido cuando al ir él a afincar un pequeño
paquete de acciones adquiridas en internet con un Banco que además
de ser el suyo le había simpatizado con el slogan de no
se deje dar gallina y
con ocasión de un premio de novela que valía respaldar para los
mangos de la memoria,
unos zarcillos cuyo vaivén traía y llevaba un aroma sutilísimo que
lo obligó a acercarse por encima del mostrador con el doble y
complementario hechizo ni
espero ni aspiro que este aire de níspero me deje mamey aspirar el
olor de su zarcillos
y que el corazón como un niño asustado que ha saltado la barda
prohibida se devuelve para no ser requerido, no le permitió seguir
por el camino de aquella sonrisa. Pero esta vez, ella sabiéndolo
tímido, él sabiéndose admitido, volvieron a dejarse atrapar en el
centro magnético; entonces se tomaron unos rones y ella lloró en su
hombro amargamente hasta que ya con un inhibidor del tacto encima,
pero con el gato del pudor alerta, acaso asustado, ella le propuso la
locura.
La
joven noche es seductora pero también es buena consejera. Ya había
cometido el primer pecado, no debía, por el bien de la buena marcha
y un difuso obseder de la aventura, cometer el segundo; o acaso la
mezcla era prohibitiva: Ella se había dado alguna vez unos pases y
alguna otra había fumado de la roca, ¡pero bazuco!...no habiendo
más... La playa desierta de las diez de la noche y él con el dolor
de haber perdido la virginidad de los pulmones pero sin remordimiento
fue testigo del trepidante aterrizaje de una conciencia por la que en
unos minutos desfiló misterioso, caótico, burlón, todo el misterio
de la danza de las letras.
Cuando se despidió dándole
un beso en la frente y dejándola segura en un hotel de buena y
discreta familia hasta otro día más sosegado, se vio fugazmente
diciéndole a Sara: Esta
es Alicia, gran ejecutiva financiera y amiga que va a vivir un tiempo
con nosotros pues ha caído en desgracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario