lunes, 1 de octubre de 2012

EL DOLOR DE LOS PENDEJOS

Amanece un nuevo día de un nuevo mes; los dolores vienen y van sin que pueda decirse que vienen y se van para darnos algún respiro; antes bien, vienen como andanadas de una tempestad que quiere llevarse tu armonía desde todos los frentes. Las tontas dependencias virtuales (comunicarse ya no es un ejercicio de piel y aire que brota por impulso de algún sentimiento); hay que estar al día en el no-lugar de concertación de los impulsos sublimados, creemos vestirnos de interfaz, pero la interfaz se viste de nosotros. Hay un dolor nuevo en el ombligo, el estómago lleno e indigesto del correo electrónico exige movimiento; hay que ir al centro de salud del Telecentro (no tenemos como pagar un yerbatero o agua aromática de cybercafé) y la magia del revulsivo aplicado con enfermera cuyo performance es sentarse a cuidar, mientras muerde un mango sin sensualidad pero con personalidad, a que vaya saliendo la churria de notificaciones pendientes de Facebook, de fraternales convocatorias de amigos idos por la cloaca del desprecio (poesía sin dinero en la boca de un editor que expande cada vez más y mejor su mercado a fuerza de aullidos lastimeros: que la pensión no me alcanza; que me estoy muriendo de enfermedad de poeta, es decir de soledad rodeada de multitudes que mutuamente nos-la-memos) y la realidad muriéndose de la risa, mientras nosotros exigimos a las cortes de la abulia que nos reconozca prim-(o)-eros   

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