martes, 27 de mayo de 2014

POLÍTICAS DE ESTADO DIVINO

POLÍTICAS DE ESTADO DIVINO
“En la iglesia de Pedro no hay ni verdad ni fe/
ni justicia en parte alguna, en corte o en palacio.
que sigamos alerta en la muralla
no es cosa del cura. Un sedoso dragón boquiabierto
hinchado por el viento, nos basta como Dios.
Nosotros, no la ciudad, somos el alma del Imperio:
Un árbol podrido sólo vive en su corteza”
ROBERT GRAVES


Lo que el Vaticano ha pretendido ganar, media mediating, en humildad, lo ha perdido, de facto, en agudeza mental. Y lo que digo, que corrobora por vía de abducción inocua que en verdad la piedra es Pedro y las puertas del infierno no se abrirán para ella, me autoriza para que en nombre de la Iglesia ponga a los hombres en tela de juicio. El papa Francisco acaba de decir que el celibato sacerdotal no es dogma de la santa madre iglesia y, error, si nos ponemos un poquito analíticos, sabremos que el dogma está hecho por el seso de los hombres y no por la inteligencia de las escrituras, pues si el dogma de la virgen María vino a ser concebido y declarado en fecha muy reciente, aligerado del hecho de que la Escritura no menciona nunca específica  y fundadamente que María es teotocos –madre de Dios- o que la Santísima Trinidad fue explicitada  por el Bautista en el momento en que la paloma respaldó la frase que se escuchó en la voz “este es mi hijo bienamado”  y sin embargo son dogmas de fe que una justa anuencia del entendimiento nunca encuentra razonable desechar;  sin embargo, sí por el hecho de que la tradición no sólo judía o cristiana, sino de muchas culturas  en las que la abstención de unirse y procrear se justificaba en la reserva de fuerzas para el crecimiento de las facultades extraordinarias del espíritu, del entendimiento, del pensamiento, del conocimiento y que no obstante ni Jesús, ni la Escritura, respaldaran con alguna voz autorizada como no fuese la sentencia aquella de que es de adentro que salen las fornicaciones, etc. etc. hubiese servido para que la costumbre y la necesidad y no la reticencia doctrinaria de la institución, hubiesen derogado tan exigente premisa  hace ya mucho tiempo, como lo hicieron algunos disidentes.  Las costumbres irracionales humanas –aquellas aceptadas o aquellas mantenidas bajo velos- siempre terminan encontrando una justificación adecuada que les permita liberarse de la carga emocional que representan, excepto aquellas que repugnan por si solas al espíritu comunitario, es lo que sucede, por ejemplo con la bomba atómica o la clonación. Así, pues, decir que la pederastia es como una misa satánica, en apelación a los más primitivos sentimientos de la especie sobre lo bondadoso y lo funesto en contraste con los instintos y las pasiones que –quizás por fortuna todavía le hacen percatarse de su naturaleza- sería como decir que clonando  las mejores y más excelsas inteligencias se podrían construir todas las bombas atómicas del mundo para mantener el equilibrio. Los hombres son siempre un movimiento discontinuo en sus mentes, pero el espíritu fluye siempre, por los cauces más insospechados, pero siempre en la misma dirección, aunque los apocalípticos llenen los zapatos con piedra de escándalo.

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