MI
LUNA ROÑOSA
Una
roñosa de color guarumo
Se
encontró el viejo-niño
Exclusiva
para él
Puesta
como al descuido
En
una cuneta limpia
Por
algún ángel de pantalón corto
Que
la perdió en la caída
Del
cielo donde jugaba
En
gallada con el niño-mayor
Con
otras canicas y niños de marca mejor:
Venus,
la lúcida, de olor a sirena,
Mercurio,
espejeante, huidiza
De
azogue en el corazón
Marte,
fragorosa, inventora
Del
billar de las guerras
Neptuno,
lejana, celestina
De
Urano, estratega
De
conquistas de saturninas lunas
En
estancias secretas
De
quásares sin par
Y
la tibia tierra, codiciada por todos
Los
que no sabían que una sola,
Fría,
fea y callada tenía la verdad
Se
acordó entonces el viejo-niño
de
los tiempos idos
cuando
todos ostentaban
con
alguna pródiga de mágicos efectos
y,
por alguna razón,
de
la misma calaña por la cual
el
lobo entierra su hueso
las
roñosas tenían
un
especial afecto de sabor
que
degustaban en inesperadas canciones
que
todos querían publicar en su corazón
sin
que el canto del sinsonte o el ruiseñor
tradujesen
algo
de
los cinco huecos y las cifras pedidas
y
sólo logradas en los sueños
mientras
el azar de cada mañana vaciaba
los
bolsillos de la ilusión.
Pero era mentira
Los
empresarios administradores de la nube
Ponían
sus cebos al viejo-niño
Para
estafarle su secreto mejor;
Más
el niño-viejo-zorro
Nacido
a un dolor de vieja data, decía:
No,
mi luna roñosa
de
cráteres abundantes en el lado visible
que
espejea la luz de un sol ignoto
en
su lado obscuro
contiguo
a un cierto reflejo azul petróleo
que
es un abismo
para
no autorizados intrusos
con
un especial sitio
que
transparenta todos los adentros,
eso
no lo negocio,
por
somníferos soles ilusos
ni
por consoladores temblores
de
osas mayores
No,
mi luna roñosa mamona
que
no chupa pero aun
proporciona
mayores placeres
venidos
del cielo del:
¡nada qué
hacer, te quiero!
¡y no sé por
qué!
La
cambio
Por
un amor verdadero.
FLOR
DE SAL
Intrépido
niño
Que
estremeces la dama
Con
tu aliento tibio
Descendiendo
del frío del tiempo
La
encuentras a la salida bulliciosa
De
la escuela del silencio
La
tomas del talle del tallo
Y
en su rostro de pezón turgente
Estampas
un beso, y entonces
Un
estallido se abre, de rubores,
De
noches, de anhelos
Canto
rodado, guijarro de niño
Lanzado
con maestría a la faz
De
un lago tenso
Desciende
hasta el fondo
Y
se hace pálpito súbito:
Me
llamo tremor de poeta
Atisbando
a una musa, le dices
¡y
tú!, ¿cómo te nombran
Sombra
exótica de sol negro?
Acaso
me llamo orilla de sueño
O
claroscuro del miedo
Más,
sólo llámame flor de sal
En
desolado lecho.
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