martes, 4 de junio de 2013

LO COLOMBIANO EN PERSPECTIVA DE LO ARGENTINO

LO COLOMBIANO EN PERSPECTIVA DE LO ARGENTINO

Una historia pobre y vulgar, como es la de todos nosotros,
pero del fondo de la cual surgen las direcciones de la vida en sociedad”
Germán Arciniegas (Defensa de la historia vulgar)*

Tenía un extraño don de anticipación. No quería perderse nada de la conversación. Ya había pensado, por alguna razón sin dilucidar -tal vez por la inquietud con la que peleaba acerca de no seguir el ritual de los domingos e irse a caminar-, ya antes se había imaginado dando vueltas por la cocina, conectando la grabadora en el toma del poyo y saliéndose de la línea mariposeando de una idea a otra mientras la tertulia avanzaba. Pero sentía que si seguía resistiendo iba a suceder una explosión.
Ya desde el inicio del diálogo había sentido los, pasos firmes y decididos. Pero el tema ya lo había agarrado desde la primera frase. Entonces empezó a hacer contrastes en su mente mientras se arrebujaba en la, cama y se tapaba hasta la cabeza, no sin antes subirle el volumen a la grabadora, lo cual era un síntoma de desconfianza o quizás sólo de tremenda excitación, porque, siempre le había sucedido lo mismo, después de que el anfitrión pasaba de una idea a otra, el se cogía alimentando el caudal de su propia versión y perdiéndose la última frase; pero era como ir manejando automóvil, tomándose una cerveza y tratando de mantener el “manos libres” al alcance de la voz para poder ser escuchado. El tema del nacionalismo; de si existía o no existía. De que lo argentino y sus trasuntos era una ilusión, un no lugar: lo argentino como tal desde el respetable y hasta venerable ridículo de Borges con sus gusto y estilo anglo y europeo, hasta los “acercamientos” a lo popular de Cortázar , no existía. ¿cómo sería, entonces, configurar un nacionalismo colombiano?, unas identidad que, bueno, si, el realismo mágico, pero eso era demasiada literatura; demasiado arte de orejas paradas de lo que dice el folklor para crear una coreografía digna de ser puesta en escena de los grandes salones, pero no para reunir a lo colombiano (Dios no tiene complejos, por eso es argentino; y si los tiene son de orden exclusivo) ¿sería acaso eso lo que no permitía, no había permitido, que Gustavo Petro fuese a ser presidente, que Gaitán hubiese cuajado como caudillo? ¿qué tal imaginarse el “piangüar” para descollar entre contertulios de estirpe de contracultura o, para ser menos aparatoso, mostrar el ejemplo de creación mitológica con el “festival del cafuche”, un elaborado literario que podría servir de ejemplo de que la nacionalidad no necesita imitaciones sino una paciente persecución de lo originario, sin tener que acudir al pobre lugar común, ni hacerle concesiones a la historiografía, de que el carnaval de Barranquilla, la feria de Manizales y el Hay Festival eran la colombianidad junto al festival iberoamericano de teatro como máximo sello de identidad? No, pero lo argentino es Maradona y mucho más; es haber llegado sin ambages al travestismo de cambiar la pronunciación de las enes en erres: ¡oh, r-ios, qué ir-cer-dio! Y el comerse las eses costeño o el arrastrar la dicción como pidiendo perdón paisa, o el ¡no joda, mano, cosa arrecha! No tenía nada que ver con los, espejos de la historia, donde uno solo, un sólo espejo: José de San Martín sirve para ilustrar lo argentino. Un señor, qué digo, una personalidad tal, que con el hecho de largarse a donde si estaba en verdad lo civilizado, a donde sí lo entendían, a donde sí lo iban a dejar ser y dejar a los otros peleándose para tener un acto final tan soberbio y tan significativo de volver sólo hasta la puerta (el puerto) a ver lo suyo sin aperase de su talante, eso sí que es sentar un precedente que como cuadro de contraste sirviese para dar ejemplo de futuro: Rosas, Sarmiento, Mitre, Etc. Etc., todos personalidades, todos con su cuento, pero todos con el fondillo cagado y, San Martín montado en su caballo desolado. Y, ¿nosotros qué? Don Simón de los Santos Trinidad regio Cañamazo Bolívar solo junto a Don Francisco de Paula De-Satán-er, cagado finalmente en el espejo de su nobleza ideal, frente a un señor adusto, templado en buenas maneras: «Granadinos, las armas os han dado la libertad, las leyes os darán...» Las nuevas servidumbres siempre renovadas que para nada se han preocupado de poner en el asador la carne del Jacinto Benavente: “Cuando suena la campana, hasta el banquito te lo quitan” y si lo han hecho es solo como el taimado y no-la-di =ladino, que no latino...
No habían pasado tres minutos y ahora no tenía ninguna idea de cómo iba, más adelante, a pro=poner su propia idea del asado, pues el Martín Kohán era el típico ejemplo del muchachito que ha hecho bien la tarea y, carajo, ¡cómo decir con gallardía pero sin servilismo, y, mejor aún, con igual elegancia, y no como argentino: ¡qué lúcida inteligencia y qué personalidad agradable! Si estuviésemos en la playa de las competencias –él ya está en la de los pares que según eso no es la solitaria de las islas bienaventuradas -, aquí, en la Argentina, en la Patagonia o en el Ática, el único modo de decirlo sería no decirlo, o decirlo en forma invertida: no, es muy inteligente, pero es muy presuntuoso(caso Orlando Mejía Rivera a quien sus alumnos le brindaban una admiración con reservas o una simple atención desdeñosa; Ah, pero es que aquel se manifiesta orgulloso de ser alumno de Manuel Puig, de Piglia) ay, come de mí/come de mi carne...(¿Fito Páez, Cerati? ), o eso no es literatura o «Está muy loco» o un elocuente silencio frente a «¡Qué graciosito el hijueputica!»...
Antes de fijarse por la ventana cómo la L F esperaba en el sopor de las ocho y cinco de la mañana, mientras los perros hacían el alboroto cotidiano de ladrarle a cuanta cosa no era familiar que se cruzara: los borrachitos pasmados, los gallinazos que trataban de escarbar entre las bolsas de basura las carroñas que ahora se disputaban frigoríficos, fabricantes de concentrados y funerarias los Jueves y Lunes, las putas decentes de otras cuadras que hacían horas extras, a que su marido encendiese la moto para llevarla al balneario, se quedó mirando con ironía la marca impresa en el empaque plástico: “Élite”. Había sucedido la explosión; ahora, sentado en la taza, mientras se lamentaba de haber perdido la conversación en los sinuosos entresijos de su piso, luchaba por acomodar el rollo de papel en el soporte mientras todas esas imágenes pasaban por su mente. Entonces don Andrés Bello, don José Manuel Marroquín, don José Rufino Cuervo, don Miguel Antonio Caro, don Restrepo Maya se veían dibujados en el trasfondo alta blancura y suave textura que tenía ante sus ojos de fondillo afanado. Los afamados personajes que alcanzaron a conocer el esplendor de los grandes salones estadounidenses, antes de lo “políticamente correcto”, al coste del Canal de Panamá, de los llanos solitarios inundados de sangre de dinosaurio y luego de sangre de hermanos, de playas abandonadas a despecho de ningún paraíso terrenal; no tenían la culpa de que una pérdida de la fe o acaso una creencia de reclinatorio, hubiese hecho que los émulos de don Marco Fidel Suárez hubiesen cambiado de estrategia para afiliarse a las comuniones con el patrón Escobar, creando mitologías que era preferible adaptar, al modo de los orilleros, pero sin compadritos, más con Vallejos, Boteros, Vargas Vilas, López Michelsen que con cierta nobleza dejaron que los caddy Lucho Garzón conocieran el sendero. La compulsión de estripar las cucarachas por un atavismo no se justifica con una racionalización de higiene porque fuimos nosotros los que inventamos la higiene y las cucarachas no se inventaron el tiempo, aprendieron a adaptarse a él. No era asunto de historia; o al menos no de tiempo de evolución ¿tal vez de estancias?: el hecho de que hubiese mucho sincretismo de herederos de la guerra: Alemanes, franceses, pero ante todo italianos que fueron a compartir la angustia vital de nativos acostumbrados a tener ente sí el vastísimo horizonte de las pampas, en la soledad eterna de la contemplación, además de la inclemencia de las estaciones (el sobrevivir a fríos de muerte para pasar a primaveras efímeras seguidas de otoños ineluctables y llegar a caniculares desesperos) en contraste con el bochorno caótico, constante y confuso de la manigua pletórica de enredaderas, de la reunión de todos los bollos que el río de la Magdalena acoge en todas su variedades: negros, mulatos, cafés, amerindios sin esperanza ¿sin ganas? De arribar a la vasta mar salada de la historia...
...que lo argentino esté apenas percatándose de que empieza, en sus intestinos, a metabolizar el joven vino de Mal-vinas y que en delirium tremens festeje el alivio de la mala fuma de los Videla, no impide que nosotros alucinemos con las excelentes perspectivas del enano montado en los hombros del coloso: TLC, proceso de paz, globalización, Alianza del Pacifico...
Pero no le dejaba tener vida el hecho de que Jaime Andrés Monsalve que resultó tan ilustrado (¡saber y explicar el significado del término Zelig en clave Interior¨s Hanna para decir de las servidumbres no gratuitas, o al menos disculpables!)frente a Margarita (Vale-el-ansia) que no por eso supo mantener y mostrar una carnadura de dura, pues la idea paradójica de que todos tenemos un doble que cumple el papel de ángel-demonio, lúcido-tinieblo, ya que el vecino de enfrente es igualito a él hasta en el porte noble y el patronímico, menos en lo ilustrado, le confirma la corazonada de que nada se puede hacer ante los designios de la novela que se escribe sola: la historia, pues el hecho de que parezca frondio, irrealizable, el sueño de sentirse propio y orgulloso, quitándose el banquito uno mismo, ya que managers no se dan gratis y no importa si hay o no, público; pese a que el salto de la ruana al tele mercadeo haya dado en dejar que el barro-untar en los manglares de la convivencia s e deje picar por el in-sécto de la indiferencia, de la molicie, de la dicha de la chicha, que haya alguien que pueda hacer confluir pasillo, palenque, champeta, café, petróleo, Carranzas, Bellos y Pambelé en la sensata lucidez de que nadie cree, pero sucede, que la historia árida, estéril, tosca, solitaria de Abraham y su descendencia nació paralela de la historia tibia, generosa, pensante, aguerrida de Homero y sus-c-esos.
Antanas Mockus es el más fiel espejo de eso que viniendo del extrañamiento tiene la humildad de lo auténtico. Lo decimos porque nosotros mismos nos confesamos culpables involuntarios -o al menos no intencionados- de incidir en el impedimento de las aspiraciones de adalid de un hombre que por serio y razonable capituló en el reto de afirmarse contra el mundo; se afirmó en el mundo, pero eso lo hacen todos los que se conforman con la suerte, cuando con ocasión de su matrimonio circense(creo que si hubiese coincidido más con ideología que con puesta en escena hubiese sido más productivo, pero menos mal porque eso confirma que también era un producto inacabado ¿lo es lo argentino?) hicimos una interpretación desmañada por mostrar nosotros nuestro propio número (es lo mismo que hacemos en las urnas con la vergüenza del ladrillo). Ahora, es muy diferente montar tu número sin cobrar la entrada, a que tengas la opresión y la tristeza de saber que todos te miran con avidez a través de la rendija, y cuando sales a ver hacen como si nada y, peor aún, niegan que aquello por sonde entra la luz sean rendijas por donde te miran.
Y hay otro espinoso asunto que nos trae de cabeza: el asunto de lo judío ¿por qué -5 x +5 da 0, es decir, vuelve y juega, en vez de decir abrazo y viceversa? Todo lo judío, todo lo ritual, todo lo circuncidado (lo bello de la ética es que tiene su prepucio) tiene un sabor amargo de desprecio de la  =aleteía. ¿por qué positivo insinúa ti-veo-piso y menos sugiere no-se-m ¿acaso Melquisedec no es compatible con lo-que-de-mi-se perdido en la noche de las impostaciones? El hecho de que en estas breñas se sienta como rimbombante decir en literatura arpillera porque el uso es costal; que se tema intentar una corrección que indique un estado de alma hacia el cual mirar como se mira el mono en la fuente, solo dice que Dios por aquí es mejor dejárselo a los que lo importan y agitar el agua de los que miran el mono.
¡Qué las frases de cajón resuciten!: Si «Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla», que no nos enseñen más, entonces, ¡el carácter insólito de la rebelión comunera, el ser el primer rechazo masivo a una dominación que lleva[ba] tres siglos” y acabar, por fin, “el populismo del estilo, el triunfo [soporífero] de lo anecdótico” diciendo “viva el rey [eterno retorno], muera el [buen] gobierno. Con eso, así Arci-niegas.


Cuando por fin respiró tranquilo, se dio cuenta que había estado escuchando el programa “Los Libros”























* En COBO BORDA, Juan Gustavo: Desocupado Lector. Ediciones Temas de Hoy S. A. , Santa Fé de Bogotá, 1996. pp, 71, 72

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