ACA-DEMOS
Esos magos de adineradas lenguas
Y mágicas imaginaciones
Capaces de hacerse aparecer en los periódicos
Como santos de aureola,
Mientras pervierten a una docena de doncellas
Sentadas en sus piernas.
***
Me despierto,
y encuentro pegada a la oreja una dirección
un lienzo deletéreo insertado en el silencio
del tiempo como muecas del eco
en la pantalla interior de un murciélago
o de un loco;
ciento
sesenta y cinco, y siento,
extiendo los brazos del corazón,
abrazo el paraninfo: esa fuente
junto a la que se sentaron un poeta y su hijo,
parejas de café instantáneo y delirio permanente,
cachorros apenas el niño y los adolescentes;
viendo boquear nuestras tristezas a las bailarinas
aspirando rescoldos de conocimiento que caían
desde las sombras ansiosas de antiguos teólogos
purgando en el espejo los tríviums y cuatriviums
y sus pecados todavía pegándose a las paredes
de los edificios de apartamentos donde muchachas
díscolas que han escalado el espectro técnico
cuando la voz y la mentira viajan en cedazos
de gasas que dormitan en cifras de magneto,
las
palmas, seguramente recogen tus gritos
‘Rodin no
usa color, por tanto no es él,
tampoco
Manet; soy yo, el colorista que habrá
de
ser admirado y venerado en el futuro’
Entonces vas a ese parque, desde tu cama
haces el viaje con las voces de los heresiarcas
‘quizás por
sentirse incomprendido’
a descargarte de tu temblor
lo mismo que lugar común,
donde mean y escupen todos los intelectos
cuando ya no hay donde, es-pe-cula-ción
con la que deslumbran a la mezquidad
a esa piquiña que no te obliga a rascarte
la humilde admiración:
‘sólo
después de la muerte se reconoce a los genios’
mientras, desde allá, desde ese sésamo
de interesantes bandidos,
de excelentes fijadores del miedo escénico,
se echan a fundir en el crisol
toneladas y toneladas de materia prima:
Papel moneda de apalancamiento
De las efigies de la sobremesa o de la cena
Del mañana es ahora, mientras yo, transmitiendo,
En vivo y en directo; sin cámaras y sin apuntador,
Sin ingeniero en los créditos –o agazapado-
Le echo una pizca de tu oreja al huevo
Que eclosionara en polilla de todos aquellos.
Explicaciones maricas para lectores desentendidos:
Una mañana me despertó una radio universitaria
haciendo elogios de algún evento plástico, ciento
sesenta y cinco años de una oreja condenada a que
nadie sienta su dolor, entonces empezó el hilo de mi
sensibilidad a desplastificar el resentimiento.
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