Yo
no quiero un puesto en la historia
yo
quiero una gran cuenta en el banco.
Yo
no quiero una reputación de rey
quiero
un trono en tus orgasmos.
Yo
no quiero una gran educación
quiero
modales dulces de fusil de asalto.
Yo
no quiero un tesoro de rimas cada día
quiero
un ciervo de conocimiento para mi hato;
y
que al final queden sólo las cornamentas
embistiendo
la envidia de tanta carne sabia
[donada a los gusanos
y
que en la pared del viento las cenizas
de
los que se entregaron dóciles a los hornos
que
nunca confesaron
que
freudiana la piedad científica consentía
“si
es carne que se pudre la de tu hermano
por
qué no habría de ser comestible y estimular la economía
en
embutidos de humano” y que
diga
«El
fantoche que aquí yace tenía algo
que
queríamos y no pudimos arrebatárselo»
el
epitafio.
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